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Opinión
¿Qué habrían hecho hoy los brigadistas judíos ante el genocidio del pueblo palestino?
![Brigada Botwin](/uploads/fotos/r2000/2f24d3a9/brigbotwin-531b4.jpg?v=63906163499)
Estudiante de la UCM, miembro de la RUxP.
Profesora de Sociología de la UNED, miembro de la RUxP.
Profesora de Sociología de la UCM, miembro de la RUxP.
La historia, o más bien los hechos históricos, no son susceptibles de ser cambiados a conveniencia. No ocurre así con la interpretación de esos mismos hechos, lo cual es siempre fruto del contexto, de los agentes que interpretan, de los intereses que orientan el relato y, dentro de estos últimos, de las instituciones que se sirven de esos hechos con fines poco claros. Este es el caso de la exposición sobre los brigadistas judíos que se exhibe en el Centro Sefarad-Israel y que está siendo arropada por un programa de conferencias.
La exposición y la conferencia que el periodista Giles Tremlett impartió el 22 de enero se complementaron perfectamente reforzando el relato del valor de los brigadistas, que hicieron suyos los valores republicanos contra el fascismo, enalteciendo a los brigadistas judíos sólo por ser judíos y no por ser comunistas, ni por ser seres humanos capaces de dar su vida por defender la justicia y los derechos de un pueblo que estaba siendo masacrado por el fascismo.
Reza una máxima del periodismo que una noticia sin contexto no es más que propaganda, y sin duda puede ser aplicada a esta exposición y a su programa de conferencias. En este caso, el contexto más relevante, por estar oculto, no es el de los contenidos de los afiches, fotografías y documentación de la exposición, sino el del lugar en el que se realiza la exposición, el tema elegido, y los acontecimientos políticos y geopolíticos actuales que enmascara. Aunque no cabe duda de que el contexto que se selecciona para enmarcar la lucha de los brigadistas judíos adolece también de sesgos muy significativos, y desde luego, no es nada desinteresado, como quedó patente cuando algunos profesores y alumnos quisimos dar ese contexto en la conferencia del Sr. Tremlett.
Comencemos por el lugar: el centro Sefarad-Israel. El centro se presenta, tal y como nos dijo la responsable de la exposición en la conferencia de Tremlett, sin vínculo con el Estado sionista, dedicado a promover la cultura y, por tanto, “ajeno a la política”.
No deja de ser cuanto menos curioso que el Centro Sefarad-Israel y las responsables de sus eventos confundan antisemitismo con antisionismo, e incluso que consideren el antisemitismo un racismo que sólo afecta a los judíos
La realidad objetiva del centro, de sus funciones y actividades, dista bastante del relato con el que se da a conocer al público español. Se trata de un consorcio integrado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid dedicado no sólo a “promocionar el rico legado sefardí existente en España y divulgar las manifestaciones de la cultura judía” sino —en palabras de su propio director general, Jaime Moreno— “promover una red de relaciones con nuestros amigos de Israel”. Es por este motivo que, tal y como figura en una placa de la Sala Samuel y Sarita Hayón del centro el mismo fuera inaugurado en el año 2011 por Juan Carlos y Sofía de Grecia en compañía del entonces presidente de Israel Shimon Peres (arquitecto de la limpieza étnica de Galilea y de las relaciones diplomáticas entre Israel y la Sudáfrica del Apartheid).
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Aparentemente, el Centro tiene como objetivos “promocionar el rico legado sefardí existente en España”, “aplicar el Plan Nacional de lucha contra el Antisemitismo” y “que la sociedad española aprenda más sobre sus raíces, en las cuales el mundo judío ha estado y está presente”. Para ello, realiza actividades como “exposiciones, [...] presentaciones de libros, coloquios, visionado de películas y documentales, conciertos, etc.”
Si estas afirmaciones de su web fueran ciertas, el Centro Sefarad-Israel no sólo promovería relaciones con “nuestros amigos de Israel”, sino también con muchos otros países, incluidos países árabes a los que llegaron los sefardíes expulsados de la península, por ejemplo, con nuestros “amigos marroquíes”, de los Países Bajos, Argentina, etc.
Otro dato interesante sobre las actividades del centro es cómo la promoción del rico legado sefardí se convierte en la promoción de todo lo relacionado con la memoria del Holocausto. Si atendemos por ejemplo a la programación de enero, de los 15 días del mes en el que se programan actividades —dejando sin contabilizar la exposición del US Holocaust Memorial Museum, con el subtítulo “Decisiones, comportamiento humano y el Holocausto”, del 15 de enero al 3 de marzo—, encontramos que, en enero, 8 días son actividades relacionadas con la memoria del Holocausto, es decir, un 53%. En el mes de febrero ocurre algo parecido, el 40% de lo programado tiene que ver con el Holocausto.
En cuanto al segundo objetivo, la “lucha contra el antisemitismo” no deja de ser cuanto menos curioso que el Centro Sefarad-Israel y las responsables de sus eventos confundan antisemitismo con antisionismo, e incluso que consideren el antisemitismo un racismo que sólo afecta a los judíos. Antisemitismo significa prejuicio u odio hacia los “semitas”, que son las personas que hablan lenguas semíticas como el árabe, el hebreo y otras lenguas antiguas del Mediterráneo oriental. Así pues, ignorar deliberadamente que los palestinos también son semitas y acusar de antisemita todo gesto, pregunta o referencia a la causa palestina o a los crímenes del Estado israelí (hoy en día jurídica y científicamente demostrados) no deja de ser una actitud abiertamente instrumental e interesada.
Tanto en la exposición sobre los brigadistas judíos como en la conferencia de Tremlett se elude o se oculta, de hecho, el carácter explícitamente antisionista de los brigadistas judíos
Por otro lado, el sionismo es una ideología supremacista y xenófoba que en su día fue condenada por la resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU el 10 de noviembre de 1975, equiparándola al racismo y al apartheid. Ciertamente esta resolución fue revocada en 1991 por la presión de Estados Unidos e Israel; pero las disposiciones legislativas y administrativas discriminatorias que sufren los más de dos millones de palestinos israelíes (el 21% de la población que vive en Israel), los asesinatos en masa, la ocupación y limpieza étnica que padecen los palestinos de los territorios ocupados y colonizados, siguen dotando de vigencia una resolución que condenaba el sionismo por “ser una amenaza a la paz y la seguridad mundiales” y “exhortaba a todos los países a que se opusieran a esa ideología racista e imperialista”.
Cuando se nos acusa de manejar estereotipos, basta echar una mirada superficial a toda la cultura Occidental para descubrir que si hay un pueblo o comunidad estereotipada son los musulmanes y el islam, incluso podemos afirmar que se trata de una hostilidad beligerante. Hecho que quedó patente cuando desde el público, y después de haber escuchado la conferencia del Sr. Tremlett, le preguntamos sobre qué hubieran hecho los brigadistas judíos hoy ante el genocidio palestino, y la responsable del Centro Sefarad-Israel, tomó el micrófono, adelantándose al periodista, para acusarnos de antisemitas, de protagonizar un “acto de odio” (sic) e insistir en que las brigadas internacionales nada tenían que ver ni con “la política” ni con “este tema actual” del que nosotras hablábamos (léase el genocidio del pueblo palestino). Tampoco la conferencia estuvo exenta de elipsis, no creemos que casuales, tan claras como esta última, pues el Sr. Tremlett evitó en todo momento hablar del pueblo palestino, refiriéndose a ellos como “árabes”, o hablando de cómo algunos de los brigadistas judíos emigraron a Israel después de la guerra de los “países árabes contra Israel”.
En general, la verdad suele estar fuera de nosotros, en lo que hacemos y no en lo que decimos.
Tanto en la exposición sobre los brigadistas judíos como en la conferencia de Tremlett se elude o se oculta, de hecho, el carácter explícitamente antisionista de los brigadistas judíos frente al impulso colonizador sionista, produciéndose así una elipsis que favorece una lectura de la exposición acorde con el discurso oficial acerca de “nuestros amigos de Israel”.
Historia
Historia El Bund: los socialistas judíos que no amaban el sionismo
El sionismo se presenta a menudo como el único custodio de la historia del pueblo judío y, sin embargo, es un agente fundamental en el borrado deliberado de toda aquella memoria y legado que contradice que la comunidad judía haya aceptado (y acepte) de manera homogénea y acrítica el sionismo. Un relato interesado que, sin embargo, la política cultural y diplomática de Israel logra consolidar entre algunos sectores de la opinión pública gracias, también, al apoyo que le brindan sus aliados occidentales como el Estado Español y las distintas administraciones. En estos actos culturales, además, el target es un público ilustrado y progresista que pondrá en valor la memoria de las brigadas internacionales tratando como secundario, irrelevante, etc., el sesgo normalizador del sionismo.
Si las actividades del Centro Sefarad-Israel buscaran el rigor histórico y contribuir al conocimiento del rico legado que dejaron los brigadistas judíos, no habrían tenido ningún inconveniente en una contextualización que destacara el papel del Comunismo internacional, (Comintern). El Segundo Congreso de la Comintern, celebrado entre julio y agosto de 1920, contó con un momento histórico para la clase trabajadora judía por la confrontación entre Michael Kohn-Eber (miembro de la organización “a la izquierda” del sionismo, Poalei Sion) y la bundista Esther Frumkina. El Bund o la Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Bielorrusia surgió a finales del siglo XIX con la intención de organizar a los trabajadores judíos contra una explotación en la que mediaban el ostracismo y la devaluación a los que acompañaba el antisemitismo.
El Bund se oponía frontalmente a la Agencia Judía de Colonización (fundada en 1891) y al Congreso Mundial Sionista (fundado en 1897), cuyos principales promotores provenían de las capas más altas del pueblo judío y cuyo proyecto colonial contemplaba el paradigma del “regreso” a Palestina como una oportunidad para explotar los recursos de la región. A diferencia de los relatos propuestos por una parte considerable del sionismo, la Palestina previa a la colonización sionista era un importante centro de producción agrícola y textil en vías de industrialización y con un estatus propio dentro del Imperio Otomano.
El primer intento de colonización (conocido como la Primera Alliyah) contó con un puñado de familias comerciales sionistas que trataron de establecer sus propias colonias con mano esclava y semi-esclava palestina. El fracaso de estas primeras ¿colonias?, y la denuncia de la explotación por parte de diferentes sectores religiosos y seculares, llevó a la intervención de inversores como el II Baron Rothschild y el primer giro ideológico del sionismo. Mientras seguía estableciéndose en la región a través de colonias construidas con mano de obra judía y protegidas por grupos paramilitares, su principal objetivo sería la búsqueda de un aliado entre las fuerzas imperialistas del XIX que se comprometiera a delegar en los sionistas el desarrollo del entramado económico y político colonial en Palestina. Objetivo que lograrían en 1917 con la Declaración Balfour.
La llamada “izquierda” del sionismo, un movimiento minoritario entre la clase obrera judía inspirado por los textos de Dov Ber Borojov, se convierte entonces en un agente fundamental del sionismo al actuar como puente entre el proyecto colonial y la importación de mano de obra judía.
La intervención de Kohn-Eber en el Segundo Congreso de la Comintern (combina los peores elementos del antisemitismo y supremacismo blanco. Sin embargo, la postura de Esther Frumkina alcanzaría el apoyo general de la Comintern. Para ésta el sionismo era un ejemplo más de cómo “las potencias imperialistas logran engañar a las masas con la ayuda de los privilegiados entre los oprimidos cuando bajo la máscara de estados políticamente independientes acaban por dar a luz a estructuras económica, financiera y militarmente dependientes de ellas" (Second Congress of the Communist International. Minutes of the Proceedings, New Park 1977)
En cambio, las tesis de Kohn-Eber serán en la práctica idénticas a las de Ben Gurion, uno de los principales arquitectos de la Nakba y máximo responsable de todos los delitos cometidos durante su presidencia, interrumpida únicamente durante dos años, desde 1948 hasta 1963.
El colonialismo es un sistema, diría Sartre, y no cabe duda de que la guerra psicológica, que busca legitimar para paralizar, es uno de sus instrumentos más eficaces
Si pasamos a considerar el contexto de la propia exposición sobre los brigadistas judíos, hay dos elementos importantes, el primero de ellos, sobre la elección del tema, y el segundo, el momento en el que se programa la exposición. Objetivamente, el tema apela a los movimientos memorialísticos y los estudiosos de la historia republicana en nuestro país, en general personas de ideología de izquierdas, progresistas y comprometidas con los valores de la justicia, los derechos humanos y la democracia. Objetivamente, la mayoría de estas personas son activamente solidarias con la causa palestina. Cuando acuden a las conferencias y a visitar la exposición en el Centro Sefarad-Israel contribuyen, probablemente de forma inconsciente, a normalizar el sionismo.
Forma parte de la estrategia del Estado sionista israelí el presentarse como la “única democracia en Oriente” obteniendo así el apoyo incondicional de la llamada “Comunidad internacional”. Para ello, ha construido una imagen-espejo de Europa a través del turismo, la promoción de movimientos como un tipo particular de feminismo, el LGTB+, el ecologismo, etc. Utilizar e instrumentalizar una causa para apropiarse de los valores que la mueven, es una estrategia perversa que paraliza a aquellos que defienden esa causa y que por extensión podrían ser los más críticos hacia el belicismo y colonialismo israelí. El caso más evidente fue el pinkwashing (lavado rosa) que ha tratado de cooptar los derechos LGTBI+ para normalizar la ocupación y el apartheid presentando a los palestinos como homófobos y retrógrados, y a Israel como el reino de las libertades.
Respecto a la memoria histórica sobre los brigadistas, en el contexto en el que es utilizada, dada la identificación de Israel como un Estado judío y para los judíos, todo apunta en la misma dirección. El colonialismo es un sistema, diría Sartre, y no cabe duda de que la guerra psicológica, que busca legitimar para paralizar, es uno de sus instrumentos más eficaces.
La exposición sobre los brigadistas judíos, junto con la programación sesgada del centro y en paralelo con la exposición del Holocaust Memorial Museum, puede ser un acto, consciente o no, al servicio del blanqueamiento que utiliza el holocausto para tratar de legitimar el genocidio palestino bajo la fórmula israelí de “legítima defensa”. La descontextualización, omisión e interpretación de un suceso histórico como el de las brigadas internacionales nos sitúa ante la paradoja de tener que leer los sucesos políticos como apolíticos, y la memoria de los brigadistas judíos se desactiva en su potencialidad para movilizar las luchas del presente contra los genocidios presentes y futuros.
Así, el Centro Sefarad-Israel es un ejemplo de cómo bajo el pretexto de la difusión cultural, las instituciones públicas y privadas tratan de incidir sobre la opinión pública del conjunto de la sociedad. A través del ocio y el entretenimiento de libre acceso se logra una normalización del proyecto sionista que, mediante el complejo entramado de las relaciones internacionales obtiene un lugar en el que colocar su discurso. En este sentido, por más que se nos insistieran en lo contrario, no podemos describir al centro como otra cosa que como un espacio político con contenido político y dedicado a una finalidad política: el blanqueo del sionismo y del genocidio del pueblo palestino.