Música
Recycled J: “El arte urbano era una salida para los chavales que se acabó capitalizando”

Recycled J se ha convertido en uno de los referentes nacionales de la música urbana. Ha dado una gira nacional en verano con actuaciones limitadas por el coronavirus. Tras su cambio musical, hay quien critica la exploración de nuevos estilos, a lo que él demanda madurez y apertura de mente. En esta entrevista muestra el crecimiento de su género y sus demandas de una sociedad más empática.

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El artista Recycled J posando. Cedida: Adrián Madrid

Todo lo que evoluciona emana de algo previo. Valga la obviedad, pero es el caso de Jorge Escorial, ‘Recycled J’ o anteriormente ‘Cool’. A sus 27 años ha vivido un crecimiento gradual en su música, tanto en difusión como en estilo. De improvisar freestyles en parques de Madrid a llenar salas y ser referente en festivales musicales, con un carácter mucho más popero.

Quien ha sido “el chico bueno de los Hijos De La Ruina”, ha pasado del rap clásico a unos ritmos más bailables, que llegan a más gente. “Para mí, el arte es siempre evolución e innovar, quien quiera escuchar lo de antes ya tiene esas canciones”, defiende el artista. 

Se considera un amante del arte. “Me encanta dibujar y siempre me acabo metiendo en el diseño de mis portadas, vídeos, etc.”, confiesa durante la entrevista. Por ello, también tiene su propia marca, ‘ZERONEGATIVO’. “La idea nace por mi grupo sanguíneo, cuando empecé con la música y vi que llegaba a la gente, me gustaba eso de repartir para todos sin dar nada a cambio”, explica.

Esta semana, ha sacado su último tema junto a Delaossa, ‘Raíces’. Ha atendido a El Salto por videollamada, en medio de una pequeña gira nacional, poco antes de dar un concierto en un festival que se ha visto limitado por las medidas sanitarias. “No es el mejor momento para estar de gira, pero seguirán saliendo cosas nuevas”, censura el cantante. 

¿Cómo fueron para ti los meses de confinamiento? ¿Crees que hemos salido más unidos?
Fueron unos meses complicados al principio. Estaba de gira y acostumbrado a ese ritmo. Con mucho que hacer y todo se vio truncado. Durante la cuarentena, me compré un ‘Home Studio’ para poder grabar en casa. A partir de ahí fue algo mejor la situación. No pasé solo la cuarentena y sé que no estuve tan mal como otros. 

Respecto a salir más unidos, es controverso. Hay a quien le ha servido para encontrarse a sí mismo, o valorar ciertas cosas, pero ahora hay quien se ve sin trabajo o incluso sin casa.

En conciertos como los tuyos, donde la gente salta, grita y suda, ¿cómo ha sido hacerlos con el público sentado y distancia de seguridad entre ellos?
No tiene nada que ver. Ayer mismo lo hablaba con un grupo de fans. Hay canciones como Speed o Por la pasta que se complican mucho en este formato. Estamos llevando un batería para darle una sensibilidad acústica a este nuevo formato. De todos modos, los chavales se agarran a la silla [ríe].

El sector del arte se está viendo gravemente afectado por la nueva normalidad, ¿auguras un futuro complicado?
Espero que las cosas se arreglen cuanto antes. Todo el mundo tiene conciertos cancelados, festivales chapados, etc. Soy un afortunado por haber dado un número de shows estos días. En cualquier caso, creo que vamos a tardar en ver un concierto con pogos y gente dándolo todo. Tengo la suerte de tener más negocios por ahí como ‘ZERONEGATIVO’.

No puedo decir que el ascenso musical haya sido duro porque no estoy en currando en un andamio, pero sí que ha habido un crecimiento exponencial de sacrificio y esfuerzo

En temas como “2 Tazas” hablas de tu ascenso musical. ¿Ha sido dura la escalada como artista?
La verdad empezó todo como un hobby. Te juntas en el barrio improvisando con gente, luego empiezas a grabar y la cosa toma seriedad. Llegó un momento en el que la implicación tuvo que ser profesional. No puedo decir que haya sido duro porque no estoy currando en un andamio, pero sí que ha habido un crecimiento exponencial de sacrificio y esfuerzo. Ahora hay otro nivel de exigencia que te hace tener que dar el máximo.

De hecho, estuviste muchos años gestionándote de manera independiente y este año has firmado por un sello (Universal). ¿Puede una multinacional aprovecharse de ti como pequeño artista?
Sí, claro. El primer contrato que me ofrecieron a mí, en 2015, era ridículo. Si yo hubiese estado realmente necesitado en ese momento, me habrían atado de pies y manos por unas condiciones malísimas. Las ‘multis’ están para aprovecharse. Ven un producto que les renta y piensan en sacar el máximo beneficio. Lo peor, es que siempre te van a hacer creer que estás ganando tú. Yo me tiré casi 2 años negociando para tener unas condiciones que yo quería.

Siendo independiente hay ventajas. Como subir un tema cuando quieras. Con las multinacionales no es que se metan en el contenido, sino que los tiempos están más medidos y controlados. A mí me vino bien estar de forma independiente para valorar mi propio trabajo. 

Eres de Carabanchel, curraste en la frutería de tus padres y estudiaste. Ahora das giras, llenas y eres referente de mucha gente. ¿Se sube el ego?
A ver, al final no soy violinista, sino rapper. Aunque ya no haga cosas tan underground como antes, permanece ese “ego del artista”. Considero que soy humilde y trato al resto como me gustaría que lo hiciesen conmigo, pero si estoy encima del escenario y defendiendo ese papel, pues claro que te llenas de ego.

¿Existe separación entre Jorge y Recycled J?
No y sí. En mis canciones hablo de mí y no tengo tan metido un personaje, pero digamos que Jorge es la parte más humana y la otra la más artista, es un poco el Yin y el Yan.

Recycled J movimiento
Recycled J durante un concierto antes del confinamiento. Cedida
Antes el márketing era una campaña de carteles o estar en ciertos eventos y ahora es que estés contando tu vida en Instagram

En canciones como “Haz que valga la pena” oPor la pasta” has dejado clara la importancia del márketing y la presencia en las redes. 
Es súper importante. Está más accesible a todo el mundo. Antes el márketing era una campaña de carteles o estar en ciertos eventos y ahora es que estés contando tu vida en Instagram. Exponerte vende. Hay que estar ahí y generar un impacto. Cada uno lo juega a su manera. 

¿Esto te hace sentirte sobreexpuesto o es algo que te guste?
Hay una parte positiva en el reconocimiento del trabajo propio. Es decir, si viene alguien y me dice: “Oye tío, como me mola tu trabajo, respeto ahí!”, digo: “mira que máquina”. En cambio, si otro me pide una foto en cierto momento me incomoda, pero sé que es parte de mi trabajo. 

Una vez estaba en Cádiz y se me acercó un chaval a pedirme una foto y de repente tenía una cola de gente diciéndome “hazte una foto con mi niño!”, cuando sé que ni siquiera sabían quién soy. Esa parte la detesto, porque la gente no sabe diferenciar. Es como cuando un futbolista tiene que aguantar que le insulten desde la grada. Siempre tienes que estar con una buena sonrisa y con la foto en ese mundo de mentira.

En cuanto al género de la música urbana, ¿cómo la ves?
Muy bien. Conforme pasan los años la gente se activa más y hay un mayor número de propuestas. Están saliendo cosas más puristas de lo que se hacía hace años, pero lo están haciendo chavales que hace que llegue a la gente joven. También hay innovaciones. Por ejemplo, con el R&B antes apenas había referentes. Ahora, hay muchísimos artistas con dejes. Pasa lo mismo con el rap flamenco; no es lo mismo lo que hacen Dellafuente, Omar Montes o Lola Índigo, pero todos tienen un toque de esas raíces. Creo que se empiezan a superar los prejuicios en la música.

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Eso que se hablaba hace unos años de que la industria musical diese paso a la música urbana ya ha sucedido. ¿Crees en lo que decía C. Tangana de que los artistas podríais cambiar esos órganos de poder desde dentro? ¿Hacia dónde se mira ahora?
En primer lugar, la música urbana es y viene el rap, lo que pasa es que no se quiere llamar así. No se menciona el origen, es como meterlo todo en un saco. Del rap evolucionan todos los géneros urbanos de los que hablamos.

Respecto a la pregunta, es un hecho. Si la gente innovadora no se lo hubiese explicado a los del traje y corbata durante los últimos años, muchos no estarían ahí arriba. La música ha cambiado gracias a eso. Hay gente que te dice “esto es la hostia” y antes ya lo era, pero no teníamos los medios. Quien quiera ir a algo más mainstream tiene la oportunidad de trascender más y quien quiera hacer una música más de nicho o de culto también la tiene.

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Recycled J posando en las calles de Madrid. Cedida: Adrián Madrid.

Pasaste de una múscia más triste y con sonidos bajos en temas como “Desoled” o “Caigo” a unos más agudos y alegres como “Ibiza”, “De ti me olvido” o “Superpoderes”. ¿Crees que has pasado de una estética de sadboy a verlo todo como más positivo o simplemente tocar más estilos?
Es cuestión de épocas y de estilos. Al principio de Recycled J sí que era una época que estaba o me apetecía estar más triste y era la música que escuchaba y componía. Sigo escuchando esa música, pero al final uno se va descubriendo. El EP de Superpoderes, de 2018, y lo que hago ahora no tienen nada que ver. Era un momento que después de haber sacado trabajos como City Pop me apetecía sacar esa parte más pop-electrónica con Selecta. Aún así, hago lo que me apetece e intento contar siempre una historia. Quien me sigue desde hace tiempo creo que entiende el por qué de mis canciones y de mis etapas.

En “2 Tazas” dices que para las barras soy el rey y pa'l photocall un vendido. ¿Es por los haters?
Cuando empecé a meterme en el mundo de la moda y tenía que hacer los eventos con photocalls y todo eso. Para mí era algo gracioso. Ahí no importa si vas mejor o peor vestido, sino si eres Fulanito o Menganito. Ves a la gente hablando de cosas tipo “¿y tu vestido de quién es?”. Pienso que están por quienes son, no por cómo visten. Me hacía gracia que estaba ahí y muchas veces los fotógrafos ni sabían quién era. La clave está en no darle importancia a esas cosas. Escribiendo es donde demuestro mi capacidad. No porque lleves unas pintas u otras eres mejor que nadie. 

Tanto en ese tema como en “Ángeles caídos” vuelves a las barras clásicas. De hecho, dices que Cool nunca se ha ido. ¿Qué queda de él en Recycled J de hoy?
Casi todo. Son las raíces y los orígenes. Hay mucha música que he estado haciendo y no ha salido que si se escuchase me imagino la reacción de la gente. Es algo que tengo siempre presente. City Pop parecía más popero y había canciones de rap.

A quien sigue criticando la exploración de estilos nuevos digo que maduren y abran la mente

¿Qué les dirías a quienes en 2020 critican que explores nuevos estilos?
Que maduren y abran la mente. No sé si es porque es España, pero en otras escenas internacionales valoran muchísimo más la innovación. Cuando empecé tenía 16 años y ahora tengo 27. Es totalmente normal que evolucione y me descubra a mí mismo. Hay temas que antes me daba vergüenza hacer y ahora me flipan. En el directo sueno mejor porque en el estudio grabándome un día concreto con una gente concreta me daba más pudor hacerlo. Ahora he aprendido a que no me dé vergüenza cantar.

El otro día subí un vídeo rapeando y la gente me escribía: “Ya lo entendemos, vuelve Cool”. Y es como tío, eso es lo que he hecho siempre. La gente necesita etiquetar en negro y blanco y no se sabe qué pensar cuando algo es, por ejemplo, azul.

Hace unos 8 o 9 años todo lo que rodeaba al rap solía estar muy relacionado con la política, de una forma explícita. ¿Crees que se hace de otra forma?
Se sigue haciendo. Antes lo hacía gente de 40 años y ahora lo hacen los chavales. Ayax y Prok hablan de política. No es lo mismo Los Chikos del Maíz que ellos. Antes era un rap político con un estilo muy determinado y unas barras muy fijas y ahora fluye más. Es importante que eso pase. 

Al final, el rap tiene sus orígenes y siempre acaba teniendo esa carga social y política, pero cada uno que haga lo que quiera.

La educación tiene un problema estructural y entiende de clases sociales

¿El arte urbano también puede servir para inspirar a los chavales y concienciarlos?
Sin duda. El rap y el break se crearon hace 40 años un poco para que los jóvenes marginales tuviesen cosas que hacer y no estuviesen deliquiendo. El arte urbano era una vía de escape para los chavales que se acabó capitalizando. Mira también a los graffiteros a los que empezaron poniéndoles multas y ahora cobran más que tú y que yo por hacer un cierre.

Hiciste tus estudios superiores en educación. ¿Cómo la ves dentro del Estado español? ¿Hay un problema de clase social?
No llegué a acabarlos e igual no soy quien para opinar, pero sí que bastante regular. Con lo que pude ver, tanto como alumno como trabajando en prácticas, es un sistema de rebaño, intentando que todos piensen igual. No deja de ser un problema de medios, no es lo mismo tener una clase de 30 niños con familias desestructuradas, malos recursos y un profesor que una de 20 con dos profesores. Se crea un sistema en el que por clase suelen salir 5 niños que son los que más saben, 10 que están ahí ahí y otros 10, que también suelen ser los que tienen los problemas socioeconómicos, repiten o no se implican lo mismo. Es un problema estructural que entiende de clases sociales.

Siendo referente sobre todo de jóvenes, ¿Ves ímpetu en ellos de cambiar las cosas?
Sí. Todo lo que sea cambiar y hacer para el prójimo me parece genial. Vivimos en una sociedad individualista y globalizada que copia a EEUU. Tenemos que tener nuestra casa, comprar un coche, un perro... Y pese a ser más egoístas, la sociedad genera cada vez más copias que hacen lo mismo. Abogaría por que cada uno hiciese lo que quisiese, siempre que fuese respetando al resto. En cuanto a cambiar las cosas, debe ser siempre bajo gente formada. No vale eso de estar en el parque quejándose de todo y luego no ser activo.

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