Muerte digna
Acompañar el duelo y enterrar el tabú

El festival “Dando vida a la muerte” llega a la quinta edición con presencia en ocho comunidades.
Dando vida a la muerte
La ermita de Sant Honorat, Mallorca, ha sido uno de los espacios en los que se ha desarrollado el festival.

Evitar algunos sentimientos como la rabia y la tristeza. Esta es la clave para entender por qué, a veces, se rechaza la muerte y lo que implica, según Glynis Germann, doula y celebrante, no solo de nacimientos y bodas, sino también de despedidas. Ella es el alma mater del festival “Dando vida a la muerte”, que nació en Mallorca el 2020, en plena pandemia, y este año celebra la edición número cinco. Desde el sábado y hasta hoy, Andalucía, Aragón, Cantabria, Castilla-La Mancha, Catalunya, Euskadi, Galicia, Illes Balears, Madrid y el País Valencià acogen actos relacionados con el final de la vida, ya sean recitales de poesía, conciertos, proyecciones de documentales, muros “Antes de morir” o Death Cafés.

Para las personas que participan de las actividades, es posible ver belleza en estas fechas. “El Día de los Difuntos puede significar algo más que una visita al cementerio para llevar un ramo de flores a la tumba de una persona querida”, declara Glynis. “Lo podemos convertir en una celebración, porque las ceremonias sanan y nos acercan a sentimientos muy profundos como la confusión o la ira”.

Cambio de paradigma

Balears es una de las comunidades en las que más actividades relacionadas con la muerte se han celebrado este año. En Ibiza, por ejemplo, ha tenido lugar la Primera Jornada sobre el Final de la Vida, organizada por cinco profesionales de la sanidad del Centre de Salut de Santa Eulària des Riu. Han conseguido que un centenar de personas se reunieran en la sala de actos del Hospital Can Misses, en Vila, para conversar sobre las curas paliativas y los servicios públicos a los que acceder cuando la muerte está cerca. Esther Serra Giménez, enfermera en Santa Eulària, considera que “ha sido un éxito”.

Serra fue la primera persona en la isla en celebrar un Death Café. Lo hizo en el centro sanitario en el que trabaja, invitando a compañeros y usuarios y, cada vez, aprende algo nuevo. “Creo que es muy necesario crear espacios para hablar de la muerte en el que los profesionales de la salud nos quitemos la careta y nos relacionemos de manera horizontal con los pacientes.  No estamos en la consulta, la bata no nos protege de nada. Los usuarios hablan sin miedo y entonces se produce un efecto espejo y todos nos mostramos vulnerables y nos abrimos a la experiencia”. Para Serra, se trata de un regalo para los profesionales que contribuye a ver su tarea “desde una óptica más cercana a persona tratada”.

Tanto ella como las otras cuatro mujeres que han dado forma a este evento están convencidas de que el sector está inmerso en un cambio de paradigma. “El sistema sanitario ya no se basa en el paternalismo extremo y cada vez se da más poder de decisión al paciente. Hay que mirarlo de forma holística, completa, tanto a nivel físico como emocional”, opina Serra. A pesar de todo, cree la sociedad cambia lentamente y “habrá que esperar un par de generaciones para conseguir que todo lo que está encima del papel tenga una traducción práctica”.

El Death Café

Seguramente esta reunión entre desconocidos alrededor de una mesa en un ambiente relajado e íntimo se haya convertido en la actividad más popular para hablar de la muerte sin sentirse juzgado. En ciudades como Barcelona, Málaga o Palma tienen lugar de manera periódica. Noelia Correa, comadrona del alma y acompañante de duelo en la provincia andaluza, lleva cuatro años organzándolos y no ve el momento de dejarlo. “Me encanta ser facilitadora de Death Cafés. En las reuniones se producen momentos muy catárticos y siempre intento soltar, fluir”.

Correa recuerda que las únicas normas para organizar un Death Café son la voluntariedad y empatía del facilitador y la ausencia de una agenda. De ahí que cada encuentro sea distinto. “En algunos hay personas que solo escuchan, otras lloran, otras confiesan que en su familia no se habla nunca de la muerte, etcétera”.

“Hay que hablar de la pérdida, pasar el duelo, sacar la culpa, la vergüenza y la envidia. Todo son emociones normales”, expresa Noelia Correa, comadrona del alma y acompañante de duelo

Por otro lado, también disfruta organizando talleres. “Hay que hablar de la pérdida, pasar el duelo, sacar la culpa, la vergüenza y la envidia. Todo son emociones normales”, declara. “Y continúan sorprendiéndome las personas”, añade. En más de una ocasión, por ejemplo, cuando ha propuesto a los usuarios que escribieran su epitafio, que es una de sus actividades más habituales, se ha encontrado que ya lo tenían elaborado. “Y eso significa que tienen presente la muerte”.

Últimamente, Noelia ha puesto en marcha otra actividad relacionada con la preparación para el traspaso: “El delicado arte de liberar nuestro hogar antes de morir”. Se trata de un taller en el que ”se reflexiona  sobre la necesidad de deshacernos de las cosas que hemos ido acumulando a lo largo de la vida para no añadir otra carga a nuestros seres queridos, que tendrán qué decidir qué hacer con estos objetos cuando ya no estemos”.

Planificar la muerte

Uno de los actos del certamen “Dando vida a la muerte” que se han repetido en más de un territorio ha sido la proyección del documental Los últimos días extáticos. Narra el final de la vida de Ethan Sisser, afectado por un cáncer cerebral. Ethan decidió no despedirse de su cuerpo en la fría habitación de un hospital. Se rodeó de amigos,  familiares y naturaleza y retransmitió al mundo su proceso. Conmocionó a centenares de personas y la película ha quedado como parte de su legado.

Carmen Moreno aboga por una visión holística de la sanidad, un sistema en el que los profesionales tengan asumido que, en algún momento, tendrán que enfrentarse a la muerte

Desde Balears se preparó un coloquio posterior al visionado de la película en el que participó, entre otras personas, Carmen Moreno,  presidenta de la Sociedad Balear de Cuidados Paliativos IllesPal. Uno de los temas que destacó es la importancia de trabajar los miedos y preparar la muerte. Su experiencia en los cuidados finales le ha enseñado que “la persona y su entorno deben ser los protagonistas”. Asegura que, cuando alguien se encuentra en este punto, “no quiere hablar de logros ni de dinero ni de órganos que funcionan a medias, sino que desea marcharse en paz, pedir perdón, despedirse de las personas que le importan y estar acompañado”.

Moreno, como Esther Serra, aboga por una visión holística de la sanidad, un sistema en el que los profesionales tengan asumido que, en algún momento, tendrán que enfrentarse a la muerte de un paciente y cuenten con las herramientas necesarias para estar a su lado sin juzgar.

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