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Migración
Dime de dónde vienes y te diré quién eres
¿Cómo repercuten las fronteras en los cuerpos e identidades de las personas migrantes? Las fronteras construyen las narrativas de la migración, las cuales son reproducidas y perpetuadas tanto por quienes migran como por las sociedades que ‘los reciben’. ¿Cómo ven las políticas migratorias a los migrantes? ¿Cómo influyen estas en la perspectiva que los ‘autóctonos’ tienen del extranjero? ¿La respuesta de alguna de estas preguntas influye en la respuesta de la otra?
Sabaxáns, Pontevedra. 1971. Carmen respira y vuelve a repasar mentalmente todo lo que empacó en la maleta para asegurarse de no olvidar nada. Está a punto de salir de casa para tomar un tren hacia Suiza, donde se encontrará con su marido. A sus 21 años, está ansiosa por dejar su casa en la aldea, donde el dinero y una buena cena son anhelos persistentes. No sabe con qué se va a encontrar en Basilea pero sin duda cualquier cosa será mejor que lo que apenas tiene en Galicia.
Seixido, Ponteverda. 1974. Concepción está nerviosa. A sus diez años, no puede pensar en cómo será vivir en la “gran” Ciudad de México. Ella y su madre han quedado en la estación de Pontevedra con Olga y Olimpia, acompañadas por sus respectivos hijos, porque harán el viaje hacia México juntas. Al final del día subirán a un avión emocionadas: a todas las espera su marido del otro lado del océano.
Dos mujeres gallegas nacidas en la misma provincia emigran en direcciones contrarias en la misma época. Por un lado, la elección de migrar hacia Europa central y el norte vino dada tanto por la precaria situación económica que se acentuó por el régimen político posterior a la Guerra Civil, como por la reconstrucción económica Europea tras la II Guerra Mundial, en la que países industrializados como Holanda Alemania, Reino Unido y Francia necesitaron gran cantidad de mano de obra. “Se asigna a los países mediterráneos menos industrializados (Portugal, España, Italia, Grecia) la tarea de proporcionar migrantes poco cualificados y con bajos salarios para cubrir esos huecos”. Explica José Cardesín, doctor en Historia y profesor catedrático de la Universidade da Coruña
(UDC).
Por el otro lado, a partir de los años 50, el boom petrolero que vivieron México y Venezuela reactivó con fuerza el flujo migratorio Galicia-América, cuya historia se remonta a más de 200 años. Pilar Cagiao, profesora en la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y experta en flujos migratorios a Latinoamérica, menciona que “el caso americano es el caso más claro en el que se da continuidad a unas migraciones que ya eran anteriores. Ante la necesidad de marcharse, [los migrantes] lo hacen a aquellos lugares donde pueden disponer de ciertas redes de apoyo que ya vienen de atrás”.
Las migraciones de Carmen y Concepción son paradigmas de lo que fueron las emigraciones gallegas hacia Europa central y Latinoamérica en la segunda mitad del siglo pasado. Aún a pesar de que ambas mujeres —de condiciones económicas similares— emigraron en la misma década, los destinos a los que cada una migró las recibió de maneras diametralmente distintas.
CRUZANDO FRONTERAS
Sabaxáns, Pontevedra. 2019. Ante la pregunta, ¿por qué Suiza?, Carmen responde con tono de quien contesta una obviedad: “Porque allá hacían los contratos”. Después, se anima a contar la historia completa: “Mi marido era pájaro volante. Marchó (de Galicia) con 13 años para Lisboa porque allá estaba su padre. Después a los 19 años fue a Inglaterra y ahí trabajó en los barcos. Su hermano trabajaba en Suiza y le arregló un contrato para que fuera para allá. Justo unos meses antes de arreglar ese contrato empezó a salir conmigo, pero era todo por cartas, ¿eh? No había teléfono. Así llevamos año y medio hasta que nos casamos y me fui porque, una vez estando allá mi marido, yo podía estar en Suiza solo tres meses, pero sin trabajar. Después tenía que regresar. Entonces esperé los tres meses y luego conseguí un contrato en un restaurante”.Ciudad de México, 2019.Concepción llegó a México en 1974, con apenas diez años. “Primero vino mi papá. Lo trajo mi abuelo materno para tener un mejor porvenir porque en ese tiempo en España todavía estaba Franco y entonces no había mucho para poder salir adelante. La mayoría [de los vecinos] se venía para acá. Entonces, un año antes que yo, viajó mi papá para conseguir un lugar donde vivir y asentarse para poder traernos `después´”. Primero viajó como turista. Ya estando aquí él tenía que regularizarse. Tuvo que encontrar a alguien con un negocio que lo contratara. Debajo de donde vivíamos había una mueblería de un gallego, quien le ayudó y lo contrató. Él luego ya tuvo varios negocios. Para tener la residencia se tenía que pagar un referendo cuatro años, y a los cinco, te la daban. Cuando mi mamá y yo llegamos, él se hizo cargo de nosotras y los papeles. Fue un trámite facilísimo, no hubo ningún problema”.
A pesar de la creación de tratados bilaterales entre España y algunos países europeos para permitir el flujo migratorio, en el caso gallego “la inmigración que hoy llamamos irregular fue tremendamente importante. [Los migrantes] salían mayoritariamente como turistas. Cuando hoy a veces hacemos una distinción entre esta migración y los sinpapeles, hay que prestar atención porque no todos han marchado reglados por el Instituto Español de Migración. [Quienes salían con documentación] ha sido una minoría”, comenta José Cardesín.
Galicia ha participado en todas las corrientes migratorias importantes a lo largo de toda su historia contemporánea, dejando su saldo migratorio en negativo hasta 1983
Gracias a los testimonios documentados legados por el periodista Arturo Lezcano, se puede dar cuenta de las verdaderas dificultades en los procesos de regularización. Al hablar con migrantes en Francia, Lezcano anotó que “la mayoría llegó como turista. Muchos legalizaron su estado al obtener la carta de trabajo después de un año de permanencia, a merced muchas veces de patronos que los explotaban precisamente por eso; se vieron obligados a aguantar, mes tras mes, pesados trabajos y situaciones injustificadas hasta lograr reunir el mínimo de permanencia laboral, y cubrir satisfactoriamente el laborioso trámite que la legislación francesa exige”.
Si bien la inmigración irregular también estuvo presente en el flujo migratiorio Galicia-América, no hay registro de que este tipo de situaciones de explotación y precariedad en pos de regular el estado jurídico hayan sucedido a los migrantes gallegos en el territorio Latinoamericano. Pareciera que desde el primer momento del proceso de migratorio comienza a ser visible la desigualdad en las situaciones en las que fueron recibidxs lxs emigrantes en cada contexto.
NO ES LO MISMO MIGRAR AL SUR, QUE MIGRAR DEL SUR
Sabaxáns. 2019.Carmen recuerda su primer trabajo en Basilea. “Me hicieron un contrato en un restaurante y empecé fregando platos. Ahí trabajaban puros gallegos y algún italiano y por eso no aprendí nada de alemán. Después pasé a la lavandería donde tenía que lavar, planchar y coser la ropa de los jefes. Al principio no me querían coger porque no sabía ni cómo se decía “cubo” en alemán. Pero al final me cogieron y aprendí un poco. El trabajo me quedaba a media hora de camino y fui siempre andando ida y vuelta para no gastar ocho pesetas en el bus. Vivía con cuatro italianos en un piso sin lavadora. Teníamos una tabla y lavábamos en la bañera. Teníamos que compartir el tiempo porque todos madrugábamos a la misma hora. Después me quedé embarazada. Trabajé hasta el último momento porque el médico no me daba la baja. Cambié de trabajo porque solo me daban seis semanas de maternidad y fui a trabajar a un supermercado. A las 4:40 llevaba a mi hijo a la guardería, el trabajo empezaba a las 6:30 y terminaba a las cuatro”.Ciudad de México. 2019.Cuando Concepción llegó a México, sobre todas las cosas, lo que más le gustó fue llegar a vivir a un piso. “Llegamos a un departamento amueblado. A mí me pareció un piso muy bonito porque era totalmente nuevo y yo tenía mi propia habitación, cosa que nunca había tenido. En el edificio donde vivíamos, vivíamos puros españoles. Si llegaba a vivir una persona mexicana, no nos relacionábamos con ella. De niña sí me juntaba en la escuela con mexicanas pero fuera de ahí no me dejaban juntarme mucho con ellas ni invitarlas a mi casa. Había mucha distancia. Para los mexicanos, nosotros éramos “los gachupines” pero nunca nos trataron mal. Al contrario, los mexicanos se sentían muchas veces inferiores a nosotros, no sé porqué. Incluso, para ellos, si eras español significaba que tenías dinero aunque no lo tuvieras. Por parte de los españoles… muchos se sentían superiores a los mexicanos. Porque aunque llegabas a trabajar de empleado, llegabas a trabajar para españoles. Yo recuerdo mucho comentarios de españoles muy racistas y clasistas”.
Basta con hacer un mapeo de los flujos migratorios a nivel global —e incluso a nivel nacional— para dar cuenta de las relaciones asimétricas entre norte y sur —entre centro y periferias— que desvelan un desequilibro socioeconómico que causa que las personas del sur y de las periferias, en búsqueda de mejores condiciones de vida, se vean obligadas a migrar hacia los grandes centros en los que se concentran los recursos. Al volverse un movimiento constante, comienza un proceso de estigmatización contra esas personas que se vieron en la necesidad de desplazarse.
Cardesín comenta que en el caso de Argentina “se atraía emigrantes españoles porque se trataba de “blanquear” a la población autóctoctona
Jesús M. González, experto en demografía gallega, explica que “Los flujos —o migrantes— buenos están compuestos por el capital, la propiedad intelectual y los trabajadores cualificados”. En otras palabras, son aquellos migrantes que o vienen de países con prestigio —que normalmente se localizan al norte— o tienen alguna profesión a la que la hegemonía ética le da el visto bueno. “Los flujos no deseados” serían aquellos que comprometen el orden de las ciudades por ser trabajadores poco cualificados, inmigrantes forzosos o refugiados. A este último grupo se le criminaliza y se le cierran las fronteras.
Carmen y Concepción, ambas provenientes de contextos similares, encontraron que su situación e identidad se construyeron en el extranjero a partir de un orden social que las categorizó como “buenas” o “no deseadas”, en medida que provenían del norte o del sur. Cuando la política económica define las relaciones y el tipo de trabajo a los que los migrantes pueden aspirar, la persona migrante cambia la percepción de sí misma y la coloca en un nivel social distinto del que tenía en su país. La identidad migrante depende de cómo la sociedad la perciba.
Raquel Martínez, decana de Sociología en la UDC, piensa que no es conveniente generalizar la manera en la que los gallegos fueron percibidos en los países a los que llegaban: “Hablar en términos generales sería ahondar más en el prejuicio. En todo caso, lo cierto es que en los países en los que había un vínculo colonial, los españoles consiguieron alcanzar coutas de mayor bienestar”.
José Cardesín explica que antes de la segunda mitad del siglo XX las políticas migratorias europeas valoraban la migración no solo en cuanto a la clase del migrante, sino también en cuanto su raza. “La ciencia social era racista, es decir que creía que había varias razas, hasta que el holocauto nazi le dio mala imagen. En el tope estaban los europeos del norte —ingleses, alemanes o escandinavos—. En el medio, los europeos del sur —portugueses, españoles, italianos, griegos— a los que se les consideraba un poco africanos”.
El rechazo en contra de los gallegos —como contra otros inmigrantes de Europa del sur—, que muchas veces tomó forma de apelaciones despectivas y comportamientos xenófobos, influyó en la creación de comunidades de inmigrantes cerradas y a veces endogámicas. En el mismo sentido, Pilar Cagiao sospecha que el hecho de que la emigración hacia Europa haya tenido mayor índice de retorno que la que se hizo hacia América, tuvo que ver con ese rechazo: “Nos hace pensar que la integración no fue tan fácil”.
Pero en Latinoamerica la situación fue distinta. Cardesín comenta que en el caso de Argentina “se atraía emigrantes españoles porque se trataba de “blanquear” a la población autóctoctona al aumentar el porcentaje de oriundos de Europa sobre el latinoamericano o sobre la población negra. En ese sentido los gallegos eran bien recibidos”.
La percepción sobre los migrantes gallegos y, por lo tanto, las oportunidades socioeconómicas a las que pudieron aspirar les permitió a su vez escalar en la jerarquía social. Laura Oso cuenta que muchos “se convirtieron en gente de dinero y también eso facilitó la integración. No vivían tanto desprecio como
los que migraron a Europa”.
GALICIA 2000 - 2019
Ponteareas, Pontevedra. 2019.Yumbel salió de Venezuela y llegó a Galicia en 1998. No le cuesta trabajo recordar que la regulariación de su estado jurídico no fue sencilla: aún tuvo que vivir dos años en estado irregular, trabajando en 'negro'. Pero las cosas han ido cambiando a nivel social: “Cuando vendía pescado de manera ambulante, me pasó varias veces que la gente notaba mi color de piel y me tenía miedo porque pensaban que les iba a robar. También siempre ha existido quien dice el típico 'Vienen a quitarnos el trabajo' y resulta ser que tiene dos tíos en Brasil, un primo en Venezuela y el abuelo en México. Yo siempre les tapé la boca diciéndoles 'Venezuela nunca les dijo no cuando ustedes llegaron allá'. Aún así, noto más racismo y desprecio de cinco años para aquí, que hace veinte. Lo he escuchado mucho de gente joven, de menos de 30 años. Muchos racistas estaban antes escondidos y ahora salen a la luz después de que apareció VOX”.Sabaxáns, Pontevedra. 2019. Regina es una estudiante mexicana que migró a Pontevedra en el 2017 para estudiar un máster. Una vez terminados sus estudios, venció su permiso de residencia. “Cuando llegué no podía trabajar porque tenía visa de estudiante, pero tenía que comer y pagar el alquiler. Por suerte encontré a una mujer que estuvo dispuesta a contratarme y aun así tardé cuatro meses en tramitar un permiso de trabajo para poder empezar. Una vez que terminaron mis estudios, como duraron un año, no había manera de renovar mi residencia. Ni siquiera con un permiso de trabajo. Tampoco tenía el dinero suficiente para seguir estudiando porque a los extranjeros se nos cobra el doble. Tuve que quedarme como una sinpapeles. Me gusta mucho vivir en Galicia pero no sé cuánto tiempo más pueda aguantar esta situación”.
Galicia ha participado en todas las corrientes migratorias importantes a lo largo de toda su historia contemporánea, dejando su saldo migratorio en negativo hasta 1983. A mediados de 1990, hubo un cambio en los patrones por el boom inmigratorio que se vive hasta el día de hoy, al que los discursos políticos insisten en adjudicarle en tono despectivo la calidad de crisis.
“En España también hay extranjeros del norte y del sur. Los primeros son europeos comunitarios —alemanes, británicos…— que tienen residencia permanente o eventual y son, en buena parte, jubilados. Los segundos son aquellos procedentes del mundo 'menos desarrollado', fundamentalmente africanos, latinoamericanos y de algunos países asiáticos que se desplazan a España en busca de trabajo”, apunta Arturo Lezcano en su libro de crónica Cuando éramos inmigrantes.
Mientras que la población gallega en América Latina creció un 45% en la última década, la Xunta de Galicia se alarma ante las números rojos de la demografía gallega. Como medida se ha impulsado el plan Estratexia Retorna 2020, la cual propone más de 50 medidas para que entre 20.000 y 22.000 gallegos emigrados retornen.
A través de subvenciones para impulsar la apertura de negocios, ayudas económicas para familias, y becas para los estudiantes, se busca que los emigrantes, hijos y nietos de la diáspora gallega regresen para rejuvenecer y repoblar Galicia. Sin embargo, no todos los inmigrantes reciben la misma bienvenida, incluso a pesar de la situación de envejecimiento de la población y su persistente emigración.
Aún contando con una historia migratoria trascendental —que ha respondido a razones económicas, laborables o políticas— el Estado español perpetúa la distinción entre inmigrantes del Norte y del Sur con sus respectivos prejuicios que inciden en las leyes y en la sociedad, determinando y delimitando la vida de los migrantes, como una vez fueron determinados los gallegos; olvidando que han sido un pueblo migrante; dando la espalda a quienes alguna vez les abrieron los brazos.