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'Boza' se escribe de muchas formas y su significado es 'victoria', 'alegría', 'llegada'. Como dice Helena Maleno, es una palabra mágica porque derrumba los muros, salta las vallas. Arona Ndoye es uno de tantos que pasó a la inmigración clandestina en una patera con la finalidad de seguir estudiando en Francia, pero el azar y la marea le trajo España.
Arona salió de su casa de Senegal para buscar un futuro que su país no podía darle. Fue admitido en un curso de posgrado en la Universidad de Rouen, pero nunca pudo llegar. Actualmente lleva dos años y siete meses viviendo en España, donde ha luchado, pese a tener estudios universitarios, por sacarse la ESO. Actualmente realiza un módulo de grado medio para intentar dar el salto a la universidad gracias a una familia de acogida.
Su viaje fue toda una odisea. Trabajó precariamente en Mauritania y Marruecos para poder cruzar a España y, así, intentar llegar a Francia. Pasó por el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta, ciudad que califica de cárcel por su estructura arquitectónica. Afirma que había controles para salir, entrar, ir al baño. Y pasó miedo porque ignoraba lo que iba a pasar con su vida en un país del que no conocía ni lengua ni costumbres.
¿Cuáles fueron las etapas de tu viaje de Senegal a Madrid?
Primero quiero explicar cómo tomé la decisión. Cuando empecé mis estudios superiores en Senegal supe que tenía que emigrar. Mi país siempre ha sido una colonia francesa y he estudiado en francés, por lo que pensé que podía irme a un lugar en el que se hablara esa lengua. La situación política era horrible y el país casi acabó en una dictadura. Los movimientos estudiantiles fueron enormes. Así que quise irme a estudiar a Francia. Pero siempre que un africano quiere viajar a Europa, se lo ponen muy difícil con visados y otros papeles. Sin embargo, una universidad francesa me aceptó porque tenía muy buenas notas. Poco después de realizar los trámites me denegaron el visado por ser pobre, porque no tenía los suficientes ingresos para garantizar mi estancia allí, en Rouen [noroeste de Francia], de modo que me quedé en mi país para continuar la lucha contra el régimen político que se nos veía encima. Como luché, me echaron de la universidad. En casa me sentía inútil, no podía hacer nada. Pero tenía un sueño: seguir estudiando. Así que, siendo muy joven me marché, sabiendo las condiciones que me esperaban. El viaje fue muy difícil. Primero, de Dakar a Mauritania para poder ir a Marruecos. Más tarde quise permanecer en Marruecos para ganar algo de dinero, pero tuve muchos problemas: no me dejaron pasar en la frontera entre Mauritania y Marruecos. Después invesigué sobre cómo Europa gestiona esas fronteras. Me dijeron que tenía que ir en avión con un billete de ida y vuelta, y no en coche. Ellos deciden de antemano quién entra y quien sale del país. Tuve que trabajar muy duro en Mauritania para conseguir el dinero para viajar a Marruecos. También allí fue muy difícil.
Pasaste por Casablanca y luego te enviaron a Ceuta.
En Casablanca encontré un trabajo. Me pagaban muy poco porque todo el mundo sabía que era extranjero. Me miraban como si hubiera ido allí a quitarñes el trabajo. Es una lucha continua. Estás en una situación de vulnerabilidad absoluta porque estás fuera de tu casa, de tu familia, de tu cultura, de tus amigos… Cada vez que salgo a la calle siento esa lucha. Pero aguanté y luché. Vendí seguros, trabajé como teleoperador, hice todo lo que pude. Yo no quería sobrevivir. Yo tenía un sueño y no podía hacerlo en Marruecos porque no podía ahorrar. Llegó la fiesta del cordero y me fui a visitar a unos amigos a Tánger. Fue allí donde conocí la inmigración en patera. Al principio fui muy crítico con ello porque esa gente dejaba su vida en el mar por llegar a otro lugar. La gente desconoce las historias que hay detrás, hay personas que están perseguidas o cuyos países están en guerra. Hay que conocer a alguien para ser consciente de esa situación. A mi, por tener perfil senegalés y por tener conocimiento de mar, me cogieron como mano de obra para llevar, remando, cargas de gente a las costas de Tarifa. Un día tuvimos una mar muy agitada, estaba muy cansado, mis hombros no funcionaban. Estaba allí, esperando a la muerte, y se me ocurrió llamar a Salvamento, donde hablé como pude con Helena Maleno Garzón. Yo no hablaba español, así que me entendí con ella como pude, in inglés. Nos recogieron y nos llevaron al CETI de Ceuta.
¿Y en Ceuta?
Yo quería llegar a España, no a Marruecos, que es prácticamente donde se encuentran las ciudades de Ceuta y Melilla. Realmente me llevaron a una cárcel, aunque lo llamen de otra manera. No son centros de acogida, son cárceles o lugares extraños en los que estás mientras buscan otra posibilidad para devolverte.
¿Qué es un CETI?
Los CETI existen solamente en Ceuta y en Melilla. Literalmente son centros de Estancia Temporal de Inmigrantes. Pero realmente, cuando llegas allí ya no sabes cuándo vas a salir porque no está definido. Están en puntos estratégicos, alejados completamente de la sociedad. El de Ceuta está en la Zona del Jaral, y tienes horarios de entrada y de salida. Si te detienes a ver la cartografía de Ceuta, tiene forma de cárcel. La gente que ha visto la muerte de frente, lo que va a hacer es volver a saltar la valla. No tiene otra posibilidad porque, para salir de allí, tienes que volver a coger una patera para llegar a España y a la gente le da miedo. No se le puede llamar centros de acogida a esos lugares. No te acogen, la acogida creo que es otra cosa. Cuando alguien te acoge se preocupa por ti, te da tratamiento psicológico y cariño. En los CETI no hay nada de eso. En la península están los CIES, Centros de Internamiento de inmigrantes. En esos centros puedes estar hasta 60 días. Si no logran devolverte a tu país, te sueltan a la calle. Pero si al día siguiente ves a la policía, te pide identificación y no la tienes, vuelves otra vez al CIE. Son políticas que no entiendo, son como círculos.
¿Cómo es el tratamiento que se da allí?
Pues tienes unas tarjetas como las del metro, con las que puedes entrar o salir de los CETIS un par de horas al día, pero sólo por la zona habilitada. El tratamiento es increíble. Es como sale en las películas. Los baños están llenos de gente y las habitaciones son muy pequeñas. Meten en ellasa unas diez personas. Allí estábamos gente con sirios, palestinos, irakíes… Psicológicamente no puedes estar bien porque es muy duro. Hay un servicio de Cruz Roja con una psicóloga ydos profesoras de castellano, pero no pueden dar servicio a todo el mundo. Estuve allí once meses hasta que llegué a Madrid. Como no sabían de dónde era porque no tenía documentación. Mi país tiene un pacto de devolución en caliente con España, así que no dije de donde era. Me mandaron a una ONG de acogida, centros en los que puedes estar hasta tres meses. Pero eso dependía de la suerte, si no, me habría quedado en la calle. Una persona no puede vivir siempre así, con miedo. Tienes que regularizarte para poder trabajar y sobrevivir. El gobierno dice que tienes que estar en España tres años sin trabajar. Pero la gente tiene que sobrevivir, ¿cómo no va a haber manteros? La gente tiene que comer y tiene que pagar casa… Y continuamente la policía los persigue. No tengo palabras para justificar eso.
Dices que te has sentido como que no existieras.
Todos queremos que nos reconozcan como seres humanos. Yo no soy solo un negro. Creo que puede haber una convivencia de intercambio, vivir en alegría y fraternidad. La gente que viene no son solo negros que no quieren trabajar. Todos vienen formados y tienen mucho potencial para aportar más que mano de obra, también traen elementos culturales, como la música, la comida… Yo soy un afortunado. Pero no todo el mundo puede decir eso. A veces el sistema te obliga a hacer cosas porque tienes que sobrevivir. Dedico mucho tiempo libre a estar en organizaciones para dar un plus a esta sociedad que me ha acogido.
También sabemos que te dedicas a explicar a gente española que en España hay un pasado muy reciente de inmigraciones que no recordamos.
La memoria es fundamental. La historia nos sirve como un GPS para conocer de dónde hemos venido. Eso nos permite abrir los ojos, saber dónde queremos llegar, ver la evolución. También ver si hemos ido para atrás. En la vida la empatía es algo fundamental, ponerse en el lugar de la otra persona. España tiene una historia que le permite perfectamente comprenderlo. Lo he leído en los libros de historia y conozco a gente que me ha contado sus testimonios. La gente no solo necesita sobrevivir, también necesita afecto. Si estudias la historia, puedes ver que cualquier día tú puedes estar al otro lado. Hay que pensar en el vecino, cómo estará, si estará bien… Todos podemos hacer algo, incluso con una sonrisa. Eso es la consideración . Yo la he recibido y por eso quiero darla.