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Memoria histórica
“La Pasionaria” de Almoradí podrá volver a su pueblo natal si las pruebas de ADN logran su identificación
Los técnicos de la empresa arqueológica Drakkar Consultores, S. L han localizado en la fosa XXXIII del cementerio de Alicante restos óseos pertenecientes a un esqueleto femenino que, por orden cronológico, podría tratarse de Soledad Amorós Girona, “La Pasionaria” de Almoradí, fusilada el 3 de febrero de 1942 con 25 años. El cuerpo, según el director arqueológico Jorge García, iba en caja; un hecho que, además, coincidiría con los testimonios orales, que apuntan a un enterramiento en ataúd. “A la espera de que el ADN nos confirme la identidad de mi abuela y nos la puedan devolver, ya sí, para siempre”, ha confesado su nieta, Fani de Haro Montesinos tras la noticia de la posible identificación de su abuela materna.
En cinco fechas distintas entre diciembre de 1941 y febrero de 1942 el franquismo fusiló en Alicante a 18 personas, entre las que se encontraba la única almoradidense ejecutada por la dictadura de Franco, y que podría haber sido localizada en el cementerio de Alicante en la jornada de este martes. El recorrido hasta llegar aquí siempre era el mismo, le llamaban el “triángulo de la muerte” por la línea imaginaria que se dibujaba en el camino desde el Reformatorio de Adultos al cementerio municipal, pasando por el cuartel de Rabasa.
La detención de Soledad
Ante el avance de las tropas sublevadas en los últimos meses del conflicto bélico, una multitud de republicanos se agolparon en el Puerto de Alicante a la espera de un ansiado exilio. La ciudad alicantina se convirtió entonces en la mejor salida para quienes deseaban huir del terror fascista entre la muchedumbre y el frío húmedo de una ciudad abatida por los más de 70 bombardeos sufridos durante la Guerra Civil, el último, registrado el 28 de marzo de 1939, aunque sin víctimas mortales. El único puerto que todavía controlaba la república logró embarcar a casi 5.000 refugiados en siete barcos repartidos en distintos días del mes de marzo, según recoge el Archivo de la Democracia de la Universidad de Alicante y, al margen de quienes pudieron hacerlo por su cuenta. No todos consiguieron huir, el historiador alicantino Francisco Moreno estima que en el muelle del puerto todavía quedaron atrapadas entre 10.000 y 12.000 personas. Los diversos libros sobre el final de la guerra en Alicante, como el del escritor Eduardo de Guzmán “La muerte de la esperanza” y algunos testimonios orales apuntan a varios suicidios cuando las tropas fascistas irrumpieron en la ciudad. Gritos, llantos y lamentos de quienes veían su futuro truncado al golpe de una dictadura.
Memoria histórica
Las huellas de la Guerra
Soledad Amorós Girona fue una de esas mujeres que tan cerca estuvo de escribir otro final con los avances pioneros de la república en materia de igualdad de género. Era conservera, tenía una hija de cuatro años y el día que la detuvieron aguardaba en el Puerto de Alicante, junto a ella y su marido, a que un barco la librara de su macabro final.
La vida de esta miliciana se asimila a la de tantas otras que escogieron un camino de lucha y resistencia ante el fascismo y lo acabaron pagando doblemente, por ser mujeres y “rojas”. Los informes de la Falange la acusan de formar la milicia femenina, pronunciar mítines ante las masas y en ellos, insultar y menospreciar con palabras soeces a sus “Gloriosos Generales, especialmente al caudillo”. En 1931 se unió al primer sindicato de mujeres del Almoradí, su pueblo natal, denominado de Obreras conserveras según las investigaciones de la historiadora almoradidense Daniela Ferrández Pérez. Tras el golpe de Estado de julio de 1936, Amorós Girona formó la milicia femenina del municipio y se labró el apodo de “La Pasionaria”.
A Soledad la detienen el 31 de marzo de 1939 en el Puerto de Alicante y la trasladan, junto a su hija, de menos de dos años, al Cine Ideal, el edificio por el que pasaron todas las mujeres con hijos e hijas apresadas al desenlace de la Guerra en la ciudad alicantina. A su marido, por otro lado, lo conducen al Campo de Concentración de Albatera. Sin embargo, entre su arresto y el traslado al citado campo, dos semanas, las indagaciones no logran situarlo en ninguna prisión, lo que podría coincidir con las investigaciones de Max Aub sobre la breve reclusión de los presos del Puerto en el Campo de Concentración de los Almendros, situado a las faldas de la Serra Grosa, a un kilómetro aproximadamente del muelle y que únicamente estuvo activo durante dos semanas.
A Soledad la detienen el 31 de marzo de 1939 en el Puerto de Alicante y la trasladan, junto a su hija, de menos de dos años, al Cine Ideal, el edificio por el que pasaron todas las mujeres con hijos e hijas apresadas al desenlace de la Guerra en la ciudad alicantina
Después es poco o nada lo que se conoce sobre los tres años en los que Soledad estuvo encarcelada, coincidiendo con un recién estrenado régimen franquista. Hambre, frío y enfermedades a partes iguales señalan muchos de los testimonios de quienes sí pudieron contarlo o dejarlo por escrito. “Nuestra madre no nos contaba nada más que el hecho de que a la abuela la mataron una vez acabó la guerra. Ella tenía cuatro años cuando la fusilan”, afirman dos de las nietas de Soledad Amorós Girona, Fani y Soledad de Haro Montesinos. “Mi madre tenía el recuerdo de ir a la cárcel a visitarla, igual que a su padre”, afirma Fani. José Montesinos Peiró, el marido de Soledad, estuvo en la cárcel por pertenecer al Partido Comunista y, aunque condenado a muerte, logró que se la conmutaran hasta en tres ocasiones. Las nietas desconocen si sus abuelos se vieron en el Reformatorio de Adultos de Alicante, prisión en la que ambos coinciden antes del fusilamiento de Amorós Girona el 3 de febrero de 1942. “Mi abuelo apenas hablaba de la guerra o la posguerra”, aseguran las hermanas de forma unánime. Montesinos Peiró salió de la cárcel en 1946.
La represión en vida
Fina Montesinos Amorós vivió junto a sus abuelos paternos y su padre cuando éste salió de la cárcel. A su madre la habían fusilado y ella pagaría en vida las consecuencias de su libertad ideológica. Ser familiar de un “rojo” implicaba tener menos derechos que el resto, así como las distintas trabas administrativas y las dificultades para encontrar trabajo o ser socialmente aceptado. Montesinos Amorós creció en la España de posguerra de los años 40, víctima de las penurias derivadas del contexto posbélico a las que sumaba su pasado familiar. Para Fina encontrar novio no fue tarea fácil, cuentan sus hijas, a pesar de contar con “varios pretendientes”, cuando éstos descubrían que era hija de “La Pasionaria” los mismos chicos “echaban a correr”. “Nuestro padre, de hecho, no es de Almoradí, sino de Murcia, se conocieron en Alicante”, añade su hija Soledad.
Las mujeres españolas en el siglo XX todavía dependían de los hombres si no querían ser consideradas despojos sociales o asumir las consecuencias de acabar en el Patronato de Protección a la Mujer, un oscuro lugar donde se esforzaban por hacerte una mujer “de bien”, acorde a la moral católica. Hasta 1978, las mujeres menores de 23 años no podían abandonar el domicilio paterno sin autorización y, siempre para contraer matrimonio.
Víctimas del franquismo
Teresa Girona Mateo era la madre de Soledad y la bisabuela de las protagonistas de esta historia. La Guardia Civil la detuvo el 26 de febrero de 1940 con 62 años, momento en que ingresó en la cárcel de mujeres de Orihuela y donde permaneció durante más de un año. La ficha de detención señala “antecedentes penales: ninguno”.
El 22 de mayo de 1941 la trasladan al Reformatorio de Adultos de Alicante para comparecer ante el Consejo de Guerra número 1 de la capital. Lo que pasó a partir de ahí y hasta el día de su muerte, el 24 de diciembre de ese mismo año, es un misterio. “De mi bisabuela tenemos muy pocos datos, ni si siquiera conservamos una fotografía de ella”. Girona Mateo falleció en la cárcel por una hemorragia interna, según indica su certificado de defunción, aunque la familia siempre barajó la información de una muerte por Tuberculosis.
El cuerpo de Teresa, víctima del franquismo, fue arrojado a una fosa común en el cementerio de Alicante, como tantos otros que morían a diario por la falta de higiene, comida, enfermedades o las palizas a las que eran sometidos. El de su hija, si las pruebas de ADN finalmente la identifican como Soledad Amorós Girona, será trasladado al cementerio de Almoradí junto a su hija Fina, de la que no se pudo despedir.
En la Provincia de Alicante, la población reclusa en 1941 era de 5.627 personas, según el estudio Las cárceles en la posguerra en la Provincia de Alicante de Juan Leal Martínez y Miguel Ors Montenegro. En toda España 233.737 presos ocupaban las prisiones, muchas construidas tras el final de la Guerra Civil. Más de un cuarto de millón de españoles encarcelado. La Vega Baja sufrió la mayor represión de toda la comarca entre 1939 y 1946 con un 21,6% de ejecuciones, según el mismo estudio.