Memoria histórica
90º aniversario de la huelga del campo del 5 de junio de 1934, el embrión del 25 de marzo

La huelga del campo del 5 de junio de 1934 fue un fracaso en términos absolutos: centenares de jornaleros detenidos, varios asesinados, Casas del Pueblo y periódicos obreros clausurados, etc. Sin embargo, del aprendizaje de esta derrota renació el movimiento jornalero que consiguió la victoria revolucionaria extremeña del 25 de marzo dos años después.
5 jun 2024 07:00

Sin el fracaso de la Revolución rusa de 1905 no hubiera sido posible el triunfo de la Revolución soviética de octubre 1917; sin la primera derrota revolucionaria del asalto al Cuartel de Moncada en Santiago de Cuba en 1953 no hubiera sido posible el triunfo de la Revolución cubana, finalmente, la nochevieja de 1958, tras varios años de lucha; y sin la derrota de la huelga jornalera del 5 de junio de 1934 en Extremadura no hubiera sido posible la victoriosa Revolución del 25 de marzo de 1936 en los campos extremeños. Son tres ejemplos, geográficamente muy dispares, de grandes revoluciones del siglo XX, donde lo más importante a destacar en este caso es el proceso revolucionario y su victoria, y no las consecuencias posteriores. Tres experiencias revolucionarias, cada una con un sujeto de clase obrera revolucionaria distinto: el proletariado, el revolucionario profesional con su táctica del ‘foquismo’ y el jornalero respectivamente, protagonizadas en las periferias del poder, y, en el caso de Cuba y Extremadura, desindustrializadas y bajo condiciones coloniales.

Extremadura
25 de marzo, ochenta mil yunteros y una virgen
La historiografía extremeña solo ha encontrado relato fuera de las provincias como si todas fuéramos hijas de Pizarro, Cortés, Orellana o el guadalupéfilo de turno.

Por su dimensión, las revoluciones soviética y cubana alcanzaron cotas históricas de transformación social. La extremeña no lo consiguió debido a la rápida reacción del fascismo meses después, con el golpe de estado del 18 de julio en respuesta, en gran medida, a esta revolución que estaba dando sus primeros pasos.

Porque las victorias no se dan a la primera. La historia demuestra que hay que fracasar antes para aprender de esos errores y regresar con las fuerzas renovadas. De cada derrota hay un aprendizaje, una experiencia, un hilo rojo. En el caso de la revolución jornalera más importante de la historia contemporánea europea, como es el 25 de marzo de 1936, donde alrededor de 70.000 braceros extremeños sin tierra ocuparon más de 3.000 fincas de forma pacífica, antes tuvo que venir la derrota de la huelga jornalera del 5 de junio de 1934. Este año se cumple el 90º aniversario del embrión del 25 de marzo.

“Tres fechas consanguíneas” hablaba Víctor Chamorro que tenía la historia de Extremadura del siglo XX y que marcaron profundamente a la región

“Tres fechas consanguíneas” hablaba Víctor Chamorro que tenía la historia de Extremadura del siglo XX y que marcaron profundamente a la región. Las dos primeras, el 5 de junio y el 25 de marzo, la derrota y la victoria, y la tercera, el 14 de agosto, la matanza de Badajoz, la contrarrevolución, la venganza del terrateniente, el genocidio del fascismo en Extremadura, el regreso de la derrota. Se cierra así el círculo de los revolucionarios años 30 en Extremadura.

Porque derrota es la palabra que define a la huelga del 5 de junio de 1934. Según la RAE, la segunda acepción dice ser “acción y efecto de derrotar o ser derrotado”. Pero curiosamente, en este caso del que tratamos quizá nos interese y nos diga más la primera acepción, que no hace precisamente referencia a este sentido: “Camino, vereda o senda de tierra”, en referencia a la palabra ‘derromper’, de donde procede. Y es que la derrota no es más que un camino o vereda por la que transitan los movimientos revolucionarios y, en el caso extremeño, contando además con la “senda de tierra” por donde han transcurrido las intentonas revolucionarias jornaleras de los siglos pasados.

El contexto que precede a la huelga

En Extremadura son varias las claves para entender la importancia de la huelga: las condiciones miserables en las que se encontraba el sujeto jornalero, que representaba a la mayoría de la población trabajadora, el músculo sindical y la elevada conciencia de clase característica del sujeto en la región.

Sobre esto último, Chamorro recoge en ‘Extremadura afán de miseria’ el análisis llevado a cabo por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT), fundada por la UGT en 1930, y que fue quien convocó la huelga del campo del 34: “Las ideas marxistas van calando en masas desesperadas, ignorantes por decreto, amasadas con un odio que es necesario analizar con muchísimo respeto. ‘No es un ideal el que mueve al campesinado -analizó la FNTT- en el año 1932, sino el odio’”.

La conciencia de clase en Extremadura era odio de clase, y los sindicatos de clase en Extremadura, la UGT y la CNT, lo que hicieron fue organizar esa rabia

Por tanto, la conciencia de clase en Extremadura era odio de clase, y los sindicatos de clase en Extremadura, la UGT y la CNT, lo que hicieron fue organizar esa rabia. Los miles de jornaleros que participaron en la huelga del 34 y los 70.000 que lo hicieron posteriormente en la revolución del 25 de marzo, en su inmensa mayoría eran analfabetos, probablemente no habían leído a los clásicos. Su revolución era más bien una mezcla de venganza de clase y de supervivencia. Que esas condiciones materiales y esa rabia desencadenaran una huelga y una revolución fue una ardua y heroica tarea de los líderes sindicales del campo de la época, que supieron canalizar todos esos sentimientos y esa precariedad absoluta del sujeto jornalero extremeño para convertir la constante derrota y apatía en sujeto revolucionario para sí.

El odio y la rabia de la clase jornalera viene abonada por sus condiciones materiales de vida, que ha ido cultivándose sobre siglos de explotación y represión por parte de las clases dominantes. Escribía el periodista estadounidense Malefakis, quien viajó por Extremadura en los años 30 haciendo reportajes de la región, que “la miseria y la inseguridad de la mayoría de los jornaleros eran suficientemente grandes como para convertirles en el único grupo revolucionario de la sociedad rural española, constituyendo la fuente de las convulsiones sociales que barrían el sur”.

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Y es que, según recoge Víctor Chamorro en su obra, la FNTT contaba dos años después de su fundación con 110 comités y 36.673 afiliados en la provincia de Badajoz y 125 comités y 20.708 afiliados en la de Cáceres. En cuanto a su estrategia, se produjo un giro revolucionario con el paso del tiempo y de las experiencias: “La FNTT adoptó primera una actitud claramente reformista, pero dándose cuenta de la resistencia constante por parte de la oligarquía a que se pusiera en práctica la reforma agraria, cambió de postura y pasó del reformismo a las actividades revolucionarias, planeando ocupaciones de tierras y obligando al Gobierno a legalizarlas”. Fue, por tanto, la intransigencia y el afán infinito de poder económico y político de la clase terrateniente lo que convirtió a la FNTT y a sus jornaleros afiliados en revolucionarios. En tan solo cuatro años de vida, la FNTT se dio cuenta de que la reforma no era posible en los campos extremeños.

Antes, en 1931, la CNT ya apostaba claramente por la revolución. En el congreso de junio de 1931 estableció que la confederación debía permanecer “en guerra abierta contra el Estado. Y que la esencial misión, de las secciones rurales no era la de obtener tierras para sus afiliados cooperando con la reforma agraria, sino la de luchar por la preparación revolucionaria de las masas campesinas”.

Los meses que preceden a la huelga están marcados por el avance de la derecha en el gobierno y de la clase terrateniente en la lucha de clases

Antes de la huelga del 34 hubo precedentes revolucionarios en 1932. Según describe Chamorro “los yunteros se rebelan contra la ofensiva terrateniente que chantajea no renovando contratos y transformando tierra de labranza en pastizal. Los yunteros invaden tierras y las aran. La tensión alcanza su punto culminante en el partido de Llerena, una de las pocas zonas dominadas por los comunistas. Allí, el 10 de octubre de 1932, estalló una huelga revolucionaria en la que participaron 11 pueblos. Pueblos como Navalmoral de la Mata y Trujillo, en Cáceres, se ponen a la cabeza del movimiento revolucionario campesino”.

Los meses que preceden a la huelga están marcados por el avance de la derecha en el gobierno y de la clase terrateniente en la lucha de clases. En noviembre de 1933 ganan las elecciones generales las derechas y comienza lo que se conoció como el ‘bienio negro’ o ‘contrarreformista: “La ofensiva patronal agraria que se inició apenas constituido el nuevo gobierno a mediados de diciembre de 1933 tuvo como fundamento el total rechazo a la legislación laboral de los dos años anteriores y la paralización de la reforma agraria. Esta reacción patronal se concretó en el incumplimiento de las bases de trabajo acordadas en los diferentes Jurados Mixtos el año anterior y se complementó con otras iniciativas como la negativa de ofrecer trabajo a los trabajadores ligados a las organizaciones sindicales ugetistas. Todo ello se englobaba en una estrategia que perseguía la eliminación de las secciones locales de la FNTT en el campo español y la destitución de los ayuntamientos socialistas en las zonas rurales”, afirma el historiador extremeño José Hinojosa en su texto ‘Los comunistas extremeños y la huelga general campesina de junio de 1934’.

Las derechas se encontraron cuando llegaron al poder que “Badajoz es la segunda provincia española con más paro agrícola”, en palabras de Chamorro.

La ofensiva terrateniente consigue llevar al paro al 39 por ciento de los jornaleros de la región, unos 20.000 según el periódico ‘El obrero de la tierra’, “pese a la buena temporada agrícola”, destaca el historiador Francisco Espinosa en ‘La primavera del Frente Popular’.

La primera táctica de los patronos fue contratar el menor número de gente posible, lo que acarreó un aumento inmediato del paro; la segunda, no cobrar la última renta para así tener motivo para el desahucio

“Más que derogar las leyes, -continúa Espinosa- lo que hizo el nuevo Gobierno fue no cumplir las existentes. Los propietarios de Don Benito fueron pioneros: en febrero desahuciaron de una vez a más de 400 yunteros y aparceros ‘por falta de pago’. Roto el turno riguroso en la contratación de obreros marcado por las oficinas locales de empleo, los propietarios empezaron a discriminar a los más izquierdistas y, además, bajaron los salarios. La primera táctica de los patronos fue contratar el menor número de gente posible, lo que acarreó un aumento inmediato del paro; la segunda, no cobrar la última renta para así tener motivo para el desahucio”.

‘El obrero de la tierra’ del 21 de abril de 1934 habla de situación de “parados, hambre espantosa y cuadrillas de mendigos”, la que se vive en Extremadura, donde los “jornales son tres pesetas de sol a sol”, mientras que la paga media de un trabajador era de nueve pesetas en 1930, según recoge Víctor Chamorro.

El contexto de recortes laborales de la derecha y de la clase terrateniente precipita que en la primavera del 34 el sujeto jornalero reaccionara, según Francisco Espinosa, “con la exigencia de respetar el turno riguroso en la contratación, por la prohibición del uso de cosechadoras -siendo Extremadura una de las comunidades con menos de todo el país, donde a principios de siglo, según Chamorro, en la región solo había ocho, cuando en Navarra, por ejemplo, rondaba el centenar- y por la creación de comités locales para supervisar los contratos de recolección, siguiendo con la propuesta de un Frente Campesino y con la petición de que todas las tierras expropiables del registro del IRA pasasen a ser explotadas colectivamente en seis meses”. 

Estas demandas evolucionaron hacia un programa de diez puntos de la FNTT “cuya no aceptación llevaría a la huelga general”: 1- Cumplimiento de las bases del trabajo y la legislación social. Queremos que antes del 31 de mayo las bases rurales recurridas en el Ministerio queden desechadas. Salario mínimo agrícola en todos los lugares que carezcan de bases. Cada localidad tendrá una Comisión mixta inspectora. Las infracciones se castigarán fulminantemente con crecidas multas para las Cajas de paro y se impondrán arrestos gubernativos a los reincidentes; 2- Obligatoriedad del servicio de colocación. Turno riguroso. Nadie debe ser boicoteado por sus opiniones. El trabajo se repartirá equitativamente entre todos los obreros; 3- Se reglamentará el empleo de máquinas y de forasteros llegando a la prohibición absoluta allí donde haya escasez de trabajo; 4- Se tomarán medidas efectivas e inmediatas contra el paro; 5- Efectividad de la Ley de Arrendamientos Colectivos por medio de los Jurados Mixtos de la propiedad rústica; 6- Dar facultades al IRA para incautarse temporalmente y dar en arrendamiento colectivo las tierras del Inventario que no necesite inmediatamente para asentamientos; 7- Reconocimiento del derecho a reivear a todos los beneficiarios por la intensificación de cultivos; 8- Que se efectúen antes de otoño todos los asentamientos acordados; 9- El Crédito Agrícola habilitará un fondo especial para créditos anuales a las colectividades arrendatarias campesinas; y 10- Rescate de bienes comunales”. El comunicado de huelga finaliza señalando que son “reivindicaciones, promesas todas de la República, que nosotros reclamamos”.

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Estas reivindicaciones venían acompañadas de unas instrucciones de la FNTT a los jornaleros donde pedía explícitamente “evitar cuidadosamente el menor choque con la fuerza armada”; “evitar las reuniones de campesinos en grupos numerosos”, justificando que “es fácil hacer víctimas de cualquier agresión provocadora”; y hacía un alegato final el secretario general, Ricardo Zabalza: “No olvidarse que las huelgas las ganan, más que la fuerza bruta, la decisión, la inteligencia y la disciplina”.

Tras la publicación de la huelga, los jornaleros y los obreros comienzan su propaganda de difusión y se producen las primeras detenciones en los prolegómenos de la misma. Según relata la historiadora extremeña Hortensia Méndez en ‘Por la tierra y el trabajo. La conflictividad campesina en la provincia de Badajoz durante la II República’, en Almendralejo, por ejemplo, la Guardia Civil detiene a tres obreros cuando repartían panfletos llamando a la huelga. Decenas son detenidos en la región.

El 5 de junio en Extremadura

Víctor Chamorro, en una entrevista publicada por El Salto hablaba así de la huelga del 34: “En 1934, antes de estas ocupaciones, el foco laboral, sindical, agrario, del mundo estaba en España, pues se produce la primera huelga general del campo de su historia. Y el ariete es Badajoz. Con ese precedente del 34, en el 36 vienen fotógrafos de todo el mundo, el cine... por la publicidad que le habían dado los mejores poetas iberoamericanos que habían estado en Extremadura, así como algunos de los españoles, como Alberti, Hernández o Lorca. Aquí teníamos poetas como Gabriel y Galán o Chamizo, que decían ‘yo no sé de lectura ni me hace falta para cuidar bien del amo y de la senada’ o ‘la vida es muy corta y muy buena para los que vivimos de nuestro trabajo y estamos contentos con nuestra pobreza’. Y de pronto vienen un aluvión de poetas y dicen ‘a los niños de Extremadura alguien le robó los zapatos y alguien le robó hasta las estrellas’, o dicen ‘el niño yuntero, que antes de haber pasado por un solo juguete, ya tiene que coger la mancera del arado y lleva sobre la frente una corona de sal’. Luego, César Vallejo, que ya era un culmen de la literatura, reconoce al yuntero extremeño, con un poema dedicado a Extremadura, donde dice que se ha descubierto un tipo nuevo de solidaridad en Extremadura y que hay que exportarla, porque el extremeño está llamado a civilizar el mundo”.

La mañana del 5 de junio de 1934 la huelga ya está en marcha. Según Hortensia Méndez, en donde más se notó fue en el sur de la región, concretamente en los partidos judiciales de Fuente de Cantos, Llerena y Olivenza, afectando a una treintena de localidades. El historiador Tuñón de Lara, basándose en las propias declaraciones del gobernador, eleva esta cifra hasta el centenar de pueblos extremeños donde se llevó a cabo la huelga.

El periódico ‘Hoy’ informaba en portada que “desde hoy serán declaradas ilegales todas las huelgas que afecten a la recolección”

El Ministro de Gobernación de la época, Salazar Alonso, del Partido Republicano Radical, apodado por la izquierda como el “Dollfuss español”, comparándolo así con el líder austriaco aliado de Hitler, intentó que se declara el estado de guerra para reprimir salvajemente. Sin embargo, Alcalá Zamora se negó a aceptar esta propuesta, aunque sí que fue declarada ilegal por el Gobierno. Concretamente, días antes, el 30 de mayo, el periódico ‘Hoy’ informaba en portada que “desde hoy serán declaradas ilegales todas las huelgas que afecten a la recolección”.

No se instaló el estado de guerra, pero sí que el Gobierno aumentó la represión y el recorte de libertades. Según destaca Espinosa, “la Guardia Civil, cuyos efectivos se incrementaron con mil guardias más para la ocasión, se encargó de proteger a los esquiroles”. Unos esquiroles, que según ‘El obrero de la Tierra’, fueron comprados por los terratenientes por 15 pesetas el jornal, cinco veces más de lo que venían pagando. Además, según señala Méndez, “a causa del estallido de la huelga, el Gobierno suspendió una serie de derechos constitucionales entre los que se hallaba el derecho a la reunión, a la vez que eran consideradas ilegales todas las reuniones no autorizadas por la autoridad gubernamental”.

Méndez destaca que la huelga en la provincia de Badajoz duró hasta el 17 de junio, cuando se dio por finalizada en el último municipio, Montijo.

El Estado consiguió derrotar a la huelga y al sujeto jornalero, saldándose con una gran represión en Extremadura, donde hubo 492 detenidos (de los cuales 217 fueron condenados y 275 absueltos) o incluso se dio el destierro de la provincia de Badajoz del diputado socialista Pedro Rubio Heredia. A nivel nacional 200 huelguistas fueron heridos y 14 fueron asesinados, tres de ellos en la región, en Alconchel, a manos de la Guardia Civil, que acarreó además la detención posterior de numerosos vecinos, el debilitamiento de su organización obrera o la paralización del Ayuntamiento.

Durante los meses posteriores el gobierno procedió al cierre de centenares de Casas del Pueblo o la clausura de ayuntamientos de signo izquierdista

Pero la represión contra los campesinos no solo la llevó a cabo este cuerpo militar, sino que “también participaron en las detenciones y las palizas los elementos fascistas de cada pueblo, hombro con hombro con la Guardia Civil”, destaca Espinosa.

Los jornaleros detenidos fueron enviados a prisiones fuera de la región: “Al mes de finalizada la huelga campesina, pasaron por Madrid trenes repletos de campesinos excarcelados del penal de Burgos de regreso a su Extremadura natal. La prensa izquierdista publicó relatos dibujando las penosas condiciones sanitarias en las que fueron llevados los campesinos amontonados, sin víveres”, reseña Adrián Sánchez Castillo en ‘La huelga general campesina de 1934. Sindicalismo agrario y acción colectiva en la Segunda República’.

Según Paloma Biglino, a Madrid desde el penal de Burgos llegaron 200 campesinos de Badajoz que, carentes de medio alguno para regresar al sur, se congregaron en la Puerta del Sol, donde fueron disueltos. Tuvo que ser la FNTT quien se encargara del retorno a sus casas.

Durante los meses posteriores el gobierno procedió al cierre de centenares de Casas del Pueblo o a la clausura de ayuntamientos de signo izquierdista. “La FNTT -en palabras de Espinosa- quedó desorganizada hasta el 36 y la oligarquía agraria recuperó todo el poder en el campo”. Méndez destaca en su tesis que no sería hasta después de febrero de 1936, tras las elecciones, cuando se reactivasen las actividades sindicales y políticas de las organizaciones obreras.

Según Espinosa, la represión se cebó durante los dos años siguientes con los campesinos que participaron en la huelga, con Consejos de Guerra a los detenidos que se alargaron hasta las elecciones de 1936, y la derecha llevó a cabo la clausura de las Casas del Pueblo y de la prensa obrera, cacheos, registros domiciliarios e, incluso, la instauración de la pena de muerte. Esta derrota llevó a que el sujeto jornalero extremeño no llegara a participar en la huelga de octubre.

Sin embargo, la derrota fue todo un aprendizaje para la clase obrera jornalera: “Se extrajo la conclusión de que el único camino que quedaba era la revolución”

Sin embargo, la derrota fue todo un aprendizaje para la clase obrera jornalera: “Se extrajo la conclusión de que el único camino que quedaba era la revolución”, destaca este historiador, quien acompaña estas conclusiones a unas de uno de los campesinos que participó en esta huelga, que habla así en junio 1936, tras los albores de la revolución del 25 de marzo y en los prolegómenos del golpe de estado fascista. El mismo reconoció que la huelga había “fracasado” y que el precio pagado por los campesinos “fue alto”, pero destacaba que “sin esta huelga no se hubiera perdido el miedo a la cárcel, ni adquirido conciencia de clase. Hoy, que poseen lo último, ya no les importa lo primero y la organización es más fuerte que nunca. Cuando menos, tiene más cimientos para resistir el edificio socialista. Algo fructífero se sacó, pues, de aquella huelga que pudo ser ocasión para la empresa decisiva del proletariado español”. Afirmaba, también, que en los pueblos donde se desarrolló la huelga, en contraste con los que no la hubo, el movimiento obrero “se mantuvo cada vez más fuerte y la rebeldía se extendió a mucha gente que, de no ser por la represión, no se hubieran sentido solidarios de los perseguidos”, y en donde no se llevó a cabo “la gente siempre estuvo acobardada hasta el 16 de febrero de 1936, sin organización seria ni respetada”.

La huelga trajo consigo, por tanto, un movimiento de solidaridad de clase y de resistencia que se veía reflejado en cómo recibían los vecinos en sus pueblos a los detenidos al regresar de las cárceles a sus casas, como en el caso de La Haba, donde Méndez escribe que el 11 de agosto de 1934, a las diez de la noche, los vecinos salieron a recibir a los encarcelados en su vuelta, festejando en la plaza de la República un gran alboroto al grito de “¡Viva Rusia!. ¡Abajo el gobierno!, ¡Viva el Frente Único! y ¡Viva el comunismo libertario!”. Un festejo por el que posteriormente fueron condenados un grupo de vecinos. En Lobón, también fueron recibidos como verdaderos héroes los últimos detenidos al grito de “¡Viva la revolución social!”, y “la multitud se reunió en la plaza pública para escuchar un mitin pronunciado por una joven vecina conocida como ‘La Nelken’, en el que afirmó que “había que dar la batalla definitiva a los burgueses en la lucha final”, tras lo cual se cantó La Internacional”, según recoge Adrián Sánchez.

La derrota del 5 de junio de 1934 fue, por tanto, condición necesaria para la victoria del 25 de marzo.

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