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Medio ambiente
Oliver Franklin-Wallis: “La industria de los residuos deja una cicatriz enorme en nuestro planeta”

Por medio de una narrativa intensa y fascinante, el periodista británico Oliver Franklin-Wallis recorre en Vertedero las prácticas ocultas de la industria de residuos, exponiendo el papel de las grandes corporaciones, en connivencia con autoridades e instituciones públicas, en perpetuar un sistema global que impacta en las comunidades más vulnerables de manera desproporcionada, mientras devasta el planeta.
Traducido al castellano por Daniela Martín Hidalgo y publicado recientemente por Capitán Swing, Vertedero ha despertado gran interés por su reveladora investigación sobre la búsqueda insaciable del beneficio económico detrás de un negocio sostenido en mentiras y manipulaciones. A lo largo de su obra, Franklin-Wallis cuestiona los mitos en torno al reciclaje y el sistema económico que lo respalda, mostrando cómo esta industria se entrelaza con los intereses corporativos para mantener el consumo constante, sin atender a los desastrosos efectos de la acumulación de basura en el mundo.
En esta entrevista, Franklin-Wallis reflexiona además sobre los engaños tras la doctrina del crecimiento basado en el consumo, al tiempo que comparte su visión sobre las alternativas que podrían transformar el sistema. Así, subraya el creciente interés por una sostenibilidad genuina y alejada de campañas corporativas, que ofrece un rayo de esperanza para un futuro más justo en el planeta.
Recuerdo haber hablado con un hombre que tenía un negocio de reciclaje en el Reino Unido, y me dijo algo que se me quedó grabado: “¿Sabes que un día todo lo que posees me pertenecerá?”. Y tenía razón
¿Qué te motivó a explorar el mundo de los desechos en un primer momento?
Como muchas otras personas, me di cuenta de la magnitud del problema alrededor de 2017, cuando se estrenó el documental Blue Planet 2 en Gran Bretaña, que mostraba la escala del problema del plástico en los océanos y el daño causado a la vida en el planeta. Eso despertó mayor conciencia sobre el impacto de los plásticos y, de repente, todo el mundo empezó a preguntarse de dónde venía todo ese plástico que aparecía en el océano, en el Ártico y en la cima del Everest
Luego, en 2018, China —que durante los últimos 30 años había sido el destino principal de los residuos y reciclaje del mundo— finalmente dijo: “No, ya hemos tenido suficiente”, y cerró sus puertas. Aprobó la iniciativa Operación Espada Nacional, y prácticamente de la noche a la mañana, toda la economía global del reciclaje colapsó.
Hice un reportaje sobre eso para The Guardian, y después de escribirlo, no podía dejar de pensar en el tema. Recuerdo haber hablado con un hombre que tenía un negocio de reciclaje en el Reino Unido, y me dijo algo que se me quedó grabado: “¿Sabes que un día todo lo que posees me pertenecerá?”. Y tenía razón. Literalmente, todo lo que tenemos y tocamos, en algún momento se convertirá en basura que alguien tendrá que recoger. En ese momento supe que había una historia mucho más grande detrás de esto y quise escribir un libro al respecto.
En tu trabajo combinas el periodismo de investigación con recursos narrativos muy vívidos. ¿Cómo trabajaste para equilibrar la información técnica con el estilo narrativo que decidiste implementar?
Creo firmemente que la mejor manera de que las personas se interesen por la ciencia y por temas importantes, como el cambio climático, es hacer las historias emocionantes y entretenidas. Y algo que realmente me impactó sobre esta historia, y sobre todas las que escribo, es que, al final, siempre se trata de personas. Así que todo gira alrededor de encontrar a los personajes que cuentan la historia.
La basura es un problema global enorme, un mercado multimillonario a nivel mundial. Por ello, encontrar a las personas involucradas en esto y sus luchas individuales es lo más importante. Además, captar esos pequeños detalles sensoriales —cómo suena, a qué huele— ayuda a transportarte al lugar, porque creo que los desechos pueden ser bastante desagradables a la vista. Tal vez la gente no quiera ver imágenes de esto, pero con un libro puedes llevarlos a lugares a los que normalmente no irían. Mi trabajo fue darle vida a esa experiencia.
En tu libro llevas a los lectores a través de la industria global de los residuos, desde vertederos hasta plantas de reciclaje y demás. Y para tu investigación, visitaste algunos de los lugares más contaminados del mundo. ¿Qué fue lo más impactante que encontraste en tu viaje? ¿Hubo algún lugar o momento que te afectara de manera personal?
Muchos, en realidad. Pienso mucho en India, cuando estuve en Ghazipur, uno de los megavertederos que rodean Nueva Delhi. Lo llaman montaña porque, en esencia, es una cadena montañosa hecha de basura, justo a las afueras de la capital de una de las economías más grandes del mundo. Miles de personas viven en los márgenes de ese vertedero y se ganan la vida como recolectores de residuos, reciclando la basura que llega allí.
La razón por la que quise ir a la India y escribir sobre estos megavertederos fue porque son muy comunes en el Sur Global. Ya sea en el África subsahariana, en el sudeste asiático o en Centro y Sudamérica, la gran mayoría de los desechos del mundo terminan en vertederos a cielo abierto. A nivel global, sólo el 12% de los residuos se recicla. En países como Inglaterra y España pasamos mucho tiempo pensando en el reciclaje, pero en realidad sigue siendo una parte muy pequeña del total. Y cuando visitas estos lugares, ves de forma abrumadora la cantidad de basura que producimos. De hecho, India produce menos basura por persona que países como Gran Bretaña o España, pero sólo cuando la ves acumulada te das cuenta de los contaminantes y de la enorme cantidad de productos desechables que usamos. Ver eso en medio de una pobreza extrema, en países que muchas veces no tienen los medios para gestionarlo, es realmente desgarrador.
Ya sea en el África subsahariana, en el sudeste asiático o en Centro y Sudamérica, la gran mayoría de los desechos del mundo terminan en vertederos a cielo abierto. A nivel global, sólo el 12% de los residuos se recicla
Sentí lo mismo cuando estuve en Ghana, en una laguna que solía desembocar en el mar y que ahora está completamente bloqueada por desechos plásticos. Podías caminar sobre ellos. El consumo es tan desmedido que su sistema de gestión de residuos simplemente no puede seguir el ritmo. Tengo fotos y videos de estos lugares, pero hasta que no estás ahí, no puedes entenderlo.
Y lo otro que se quedó conmigo —y que es el gran giro en este libro— es que solemos hablar de los desechos individuales, pero el mayor problema a nivel global es el desperdicio industrial: lo que ocurre antes de que los productos lleguen a nuestras manos. Caminé por campos detrás de fábricas de cuero y vi montañas de recortes descartados, como sacados de una novela de Cormac McCarthy. Hasta donde alcanzaba la vista, había trozos de cuero tratado con cromo VI, lo que hacía que el agua subterránea brillara con un color verde intenso en la oscuridad. Estamos hablando de metales pesados, residuos tóxicos y cancerígenos a lo largo de todo el paisaje, con vacas vivas caminando entre los restos de otras.
La industria de los residuos deja una cicatriz enorme en nuestro planeta, pero está oculta. Y ese es el propósito del libro: hacer que la gente vea lo que normalmente permanece escondido. Porque cuando cierras el cubo de basura y desaparece de tu vista, en realidad no desaparece. Va a otro lugar y termina afectando a otras personas, y yo quería mostrar eso a quienes no lo saben.

Durante tu investigación, ¿te enfrentaste a algún tipo de resistencia de industrias o autoridades para poder reportar sobre las prácticas de gestión de residuos?
Conseguir acceso a este mundo es un gran desafío, porque es muy cerrado y hay muchas cosas que no deberían pasar en él, ya sea por ser ilegales, por su grado de contaminación o simplemente por ser poco éticas. La mayoría de las empresas de gestión de residuos, cuando las llamas para pedirles visitar sus instalaciones, te dicen que no.
En algunos casos, me llevó años poder entrar a ciertos lugares o averiguar lo que realmente ocurría. Todas las grandes compañías, excepto una, rechazaron mi solicitud y dieron todo tipo de excusas: salud, seguridad o cualquier otra razón. Pero la verdad es que simplemente no quieren que veas lo que sucede. Porque cuando lo haces y descubres que el reciclaje, por ejemplo, se basa en una red de mitos, datos engañosos y prácticas dudosas, la gente empieza a cuestionarlo. Y cuando la gente lo cuestiona, su modelo de negocio se pone en riesgo.
Solemos hablar de los desechos individuales, pero el mayor problema a nivel global es el desperdicio industrial: lo que ocurre antes de que los productos lleguen a nuestras manos
Me tomó mucho tiempo conseguir la historia y, aun así, solo logré acceder a pequeñas partes de ella. Sé que todavía hay mucho más por descubrir, pero espero que este libro sea un punto de partida para que se comience a reflexionar seriamente sobre este problema.
Resaltas cómo los residuos afectan de manera desproporcionada a las comunidades marginadas. ¿Ves el problema de los desechos como una cuestión de justicia social?
Históricamente, los residuos siempre han recaído en los márgenes y sobre las personas marginadas, porque los desechos son desagradables, peligrosos y poco deseables. Las comunidades ricas siempre han trasladado su basura a las periferias. En la época victoriana, por ejemplo, los barrios ricos de Londres enviaban sus desechos a los barrios más pobres. Hoy exportamos la ropa que ya no queremos a países del África subsahariana, Bangladés o Pakistán. Lo que antes ocurría a pequeña escala, ahora sucede a nivel global.

Como consideramos que los residuos no tienen valor, terminan siendo desechados en los lugares más convenientes y baratos. Y lo mismo ocurre con las industrias manufactureras. En lugares como el Corredor del Cáncer, en Luisiana, la concentración de fábricas y la industria de los combustibles fósiles ha provocado tasas de cáncer mucho más altas en las comunidades pobres, predominantemente negras, que viven allí.
Y no se trata sólo de la basura que tú y yo tiramos, sino también de los residuos industriales. Viajé a Estados Unidos y reporté desde tierras de comunidades nativas americanas, donde la industria minera ha devastado sus fuentes de agua y ríos, que son sagrados para ellos. Lo mismo ocurre con los desechos nucleares en EEUU, o con los residuos mineros y de la industria del litio en Centro y Sudamérica.
Las comunidades afectadas por estos problemas enfrentan un daño enorme, pero como están lejos y no tienen voz, casi nunca se habla de ellas.
¿Hay cambios que sea posible implementar para detener estas prácticas?
La buena noticia es que, desde que escribí el libro, las exportaciones de residuos desde Europa han disminuido en los últimos años. Los activistas realmente han estado presionando para aprobar leyes que se detengan o al menos se reduzcan. Aun así, miles de toneladas de desechos cruzan las fronteras cada año y muchas veces, a pesar de las medidas que se implementan, no sabemos dónde terminan. Se envían a puertos como Róterdam y luego desaparecen en el sistema global de comercio. No tenemos forma de saber si realmente llegan a una planta de reciclaje legítima en Alemania o si acaban en un vertedero clandestino en Turquía. La verdad es que no lo sabemos.
La industria de los residuos deja una cicatriz enorme en nuestro planeta, pero está oculta. Y ese es el propósito del libro: hacer que la gente vea lo que normalmente permanece escondido
Y me parece una locura que consideremos que algo ha sido reciclado solo porque el barco sale del puerto, sin verificar lo que sucede después. Es absurdo que los datos sobre reciclaje funcionen así cuando, al mismo tiempo, las marcas de lujo pueden usar blockchain para rastrear un diamante desde la mina en Sudáfrica hasta la muñeca de una mujer rica en Manhattan, pero no podamos saber dónde terminan nuestros residuos reciclables.
Lo más esperanzador es que los países del Sur Global, que durante años hemos tratado como nuestros vertederos, finalmente están diciendo que no. Después de la Operación Espada Nacional, vimos lo mismo en Vietnam, Tailandia y Malasia. Muchos de estos países están rechazando nuestra basura porque han comprendido el daño que les causa. Debido a esto, los países del Norte Global se están viendo obligados a construir infraestructura de reciclaje localmente. Están empezando a entender el valor de reciclar plásticos dentro de sus propios territorios. Y cuando el reciclaje se hace bien, es beneficioso para el medioambiente y genera más empleos que los vertederos. Pero hacerlo rentable es complicado porque tiene que competir con los plásticos vírgenes, que son básicamente subproductos de la industria del petróleo y el gas. Esa es la gran ironía: el plástico en sí mismo comienza como un residuo.
Lo que me gustaría ver es la implementación de mecanismos económicos que encarecieran los materiales vírgenes y reflejaran el daño ambiental que causan. Eso permitiría que el reciclaje pueda competir y crecer.
¿Hay alguna política global que se podría implementar para reducir los residuos de manera realista?
Es complicado. En Gran Bretaña, la intervención más exitosa en la industria de los residuos fue la implementación del impuesto sobre los vertederos en 1997, que hizo que fuera mucho más caro llevar las cosas a los vertederos, porque de la noche a la mañana, el reciclaje se volvió mucho más viable de lo que era. Creo que en muchos países aún no existen impuestos como ese, por lo que impuestos sobre los vertederos o sobre la incineración para hacer que el reciclaje sea competitivo son herramientas algo burdas, pero han demostrado ser efectivas.
Las exportaciones de residuos desde Europa han disminuido en los últimos años. Los activistas realmente han estado presionando para aprobar leyes que se detengan o al menos se reduzcan
De forma similar, imponer impuestos a las empresas sobre la cantidad de residuos que producen podría funcionar. Sabemos que eso funciona, pero en última instancia, es realmente una cuestión de responsabilidad, y para mí, lo ideal sería algún tipo de impuesto sobre el carbono que grave los materiales plásticos vírgenes y los haga más caros, porque eso inmediatamente alentaría a las empresas a reciclar más y a producir menos con materiales vírgenes. Ese es el objetivo final: reducir los residuos industriales, porque el 97% de todos los desechos provienen de la industria. Así que lo que hagas como individuo es excelente, pero al final es sólo una pequeña parte del problema y los productores necesitan asumir mucha más responsabilidad de la que asumen actualmente.
Quería preguntarte precisamente sobre el reciclaje, porque muchas personas asumen que es una solución efectiva para la crisis de los residuos. ¿Qué problemas fundamentales observas en el reciclaje?
Algo de lo que no hablamos lo suficiente es que el sistema de reciclaje que tenemos hoy fue diseñado esencialmente por la industria del embalaje en los años 50 y 60 como una estrategia para desviar la atención de la contaminación que generaba y evitar que se aprobara una legislación más profunda, como los sistemas de devolución de envases y las leyes de depósito para botellas. Esto ocurrió en Estados Unidos y, con el tiempo, esas estrategias de lobby y publicidad se extendieron por todo el mundo.
Las grandes empresas de plásticos y embalajes adoran el reciclaje porque te hace sentir mejor al comprar cosas. En última instancia, su propósito es reducir tu sentimiento de culpa y asegurarse de que sigas consumiendo productos plásticos vírgenes.
La verdad es que, en muchos sentidos, el reciclaje es algo muy positivo. Materiales como el papel y el cartón son altamente reciclables, y si se reciclan en un circuito local, pueden ayudar a reducir la deforestación. Los metales requieren muchísimos recursos y generan enormes emisiones de carbono en su extracción y procesamiento, así que reciclarlos reduce significativamente su impacto ambiental.
El problema suele estar en los plásticos. Algunos, como el PET (tereftalato de polietileno) o polietileno de alta densidad —que es el material de los envases de leche— son muy reciclables y rentables de procesar. Pero otros, como el film plástico de embalar y muchos otros, no son esencialmente reciclables o el costo de hacerlo es muy alto, por lo que no es rentable. Esos son los materiales que históricamente hemos enviado al extranjero o quemado. Como consumidores, necesitamos entender que el plástico no es una sola cosa. Es una clase de materiales muy diversa: algunos no son tan problemáticos, mientras que otros deberían eliminarse o reducirse al mínimo. No podemos tratar a todos los plásticos por igual.
El reciclaje recibe muchas críticas, incluidas las mías. Hay personas dentro de la industria que me dicen: “Estás desanimando a la gente a reciclar y eso puede causar más daño que beneficio”, y eso no es cierto. Sólo estoy mostrando que el sistema está roto. Ha funcionado así durante mucho tiempo porque los datos no estaban disponibles y porque muchos residuos que se suponía que se reciclaban en realidad no se hacía. Necesitamos arreglar este sistema y asegurarnos de que más materiales se reciclen localmente en lugar de ser exportados.
Me parece una locura que consideremos que algo ha sido reciclado solo porque el barco sale del puerto, sin verificar lo que sucede después
En cuanto a la responsabilidad individual, hay un debate importante sobre quién debería pagar por esto. Me sigue pareciendo absurdo que cada uno de nosotros, todos los días, hagamos trabajo gratuito para las empresas de gestión de residuos cada vez que enjuagamos un envase de yogur o de leche para facilitar su reciclaje. Estamos haciendo trabajo gratis para empresas que, además, reciben dinero de los contribuyentes para encargarse de esos residuos y que luego generan grandes beneficios con ello, así que claramente pueden permitirse hacerlo mejor.
Al mismo tiempo, tenemos que cuestionar a los fabricantes de estos materiales y productos de un sólo uso. ¿Están pagando lo suficiente por el impacto que generan? Es hora de alejarnos de este sistema en el que las ganancias son privatizadas y los daños son socializados. Ellos se benefician y el resto limpiamos el desastre. Ya es hora de replantearnos si esto debería seguir funcionando así.
La basura genera enormes beneficios. ¿Crees que hay suficientes incentivos para avanzar hacia algún otro modelo económico, ya sea circular o de otro tipo, o los residuos siguen siendo demasiado rentables como para eliminarlos?
Lo has expresado perfectamente: la basura es rentable. Es rentable para las empresas que la gestionan, pero sobre todo para las compañías que fabrican los productos en primer lugar.
Algo de lo que no hablamos lo suficiente es que compramos productos de moda rápida de marcas como HM, Zara y Shein, que producen cientos de millones de prendas al año. La calidad de la ropa ha caído en picado desde los años 80, lo que significa que compramos más y más productos de una calidad cada vez peor. No es exactamente ropa de un solo uso, pero prácticamente lo es. Ya tenemos plásticos de un solo uso y ahora también ropa de un solo uso.
Lo mismo ocurre con la electrónica. Ahora los dispositivos están diseñados para no poder repararse y durar mucho menos tiempo que antes. Antes comprabas un televisor y te duraba 20 años. Hoy compras uno muy caro y en cinco años tienes que reemplazarlo. Y hay que preguntarse: ¿por qué sucede esto? La razón es que las empresas están haciendo esto a propósito o, en el mejor de los casos, no están priorizando la sostenibilidad. En cualquier caso, el objetivo final es hacer que compres uno nuevo más rápido. El objetivo final genera más residuos.
En los últimos años, muchas compañías han hecho promesas de sostenibilidad, comprometiéndose con el reciclaje y la reparabilidad. Sin embargo, en los últimos meses hemos visto cómo muchas de ellas están incumpliendo esas promesas. Ven la elección de Donald Trump, el auge de la derecha en Europa y perciben que el viento sopla en otra dirección. Entonces simplemente dicen: “Bueno, ya no tenemos que fingir”.
Las grandes empresas de plásticos y embalajes adoran el reciclaje porque te hace sentir mejor al comprar cosas. En última instancia, su propósito es reducir tu sentimiento de culpa y asegurarse de que sigas consumiendo
Pero el mundo cancelará todos nuestros planes si simplemente continuamos contaminando como hasta ahora. Hemos visto que no se puede confiar en que las corporaciones se regulen a sí mismas. Por eso, corresponde a los gobiernos y a los ciudadanos exigirles responsabilidades y evitar que sigan lucrándose a costa de la contaminación de nuestro planeta.
Algunos trabajos, en una línea quizá más teórica, han mostrado que la basura no sólo es un problema ambiental, sino una parte fundamental de la acumulación capitalista. ¿Crees que los residuos son creados o mantenidos intencionalmente por el sistema económico? ¿Son, hasta cierto punto, esenciales para el funcionamiento de nuestro sistemas?
Bueno, no soy economista, así que la gente no debería tomar mis opiniones sobre economía demasiado en serio. ¿Necesitamos decrecimiento o algún otro tipo de cambios? No lo sé. Lo que sí diría es que hemos sido adoctrinados con la idea de que el consumo es necesario para el crecimiento y que necesitamos consumir más y más, y hacerlo cada vez más rápido, para que la economía funcione. Se nos dice que eso genera empleo y que tiene muchos beneficios. Pero lo que es indiscutible es que, desde el año 2000, nuestro consumo individual ha aumentado de manera casi vertical, mientras que el crecimiento económico, especialmente en Europa, se ha estancado o incluso disminuido. Y, al mismo tiempo, nuestra felicidad y nuestra salud han empeorado. Entonces, si no nos estamos volviendo más ricos, ni más felices, ni más sanos, ¿quién se está beneficiando de este consumo constante? No somos tú ni yo, ni probablemente los lectores de esta pieza.
No quiero que esto se interprete como que estoy pidiendo una gran revolución económica o política, pero me parece evidente que el sistema que tenemos no está funcionando. Y deberíamos preguntarnos en serio por qué no funciona y si realmente necesitamos seguir repitiendo estos relatos míticos sobre cómo comprar más basura de plástico es esencial para el crecimiento económico, porque simplemente no es cierto. No le está sirviendo a nadie y está dejando al planeta en crisis.
No creo que el modelo económico que nos han vendido en los últimos 20 años o desde los años 80 sea el correcto, y ya es hora de que personas más inteligentes que yo empiecen a hacerse preguntas serias al respecto.
En el libro hablas del greenwashing corporativo, pero ¿cómo crees que la gente puede diferenciar entre esfuerzos genuinos por la sostenibilidad y simples campañas de relaciones públicas en la industria de los residuos?
Es muy difícil, ¿verdad? Sobre todo porque, en el fondo, la mayoría de la gente realmente intenta hacer lo correcto. El número de personas que no se preocupan por el medioambiente o que creen que el cambio climático no es real es, en realidad, muy pequeño. El problema es que no siempre se nos dice la verdad o, peor aún, nos hacen creer que podemos seguir consumiendo como siempre, sólo que comprando otras cosas, y listo.
Por ejemplo, eliminamos las bolsas de plástico y las reemplazamos con bolsas de tela, pero para que una bolsa de tela tenga un menor impacto ambiental que una de plástico, tendríamos que usarla más de 1.000 veces. ¿Por qué no reutilizar las bolsas de plástico que ya tenemos? No necesitamos más cosas, ese es el tema.
Pasa todo el tiempo. Muchas marcas promocionan productos hechos con “plástico oceánico” y, cuando la gente escucha ese término, piensa en plástico que ha sido retirado del océano. Pero no es así. La definición oficial de la industria es que se trata de plástico recogido en un radio de 50 kilómetros de un río o del mar en el Sur Global. Eso cubre una parte enorme del planeta, con miles de millones de personas viviendo en esas áreas, por lo que en realidad es un término vacío que sólo sirve para hacer que los consumidores se sientan mejor al comprar.
Otro ejemplo es el auge reciente de los plásticos compostables en Gran Bretaña. Se supone que se descomponen de forma natural, pero ninguna empresa te dice que eso no ocurre si los tiras en tu jardín o a los arbustos. En realidad, sólo se descomponen en instalaciones industriales de compostaje, que son escasas y, además, nadie recoge estos materiales de manera adecuada. ¿El resultado? Todo ese “plástico compostable” termina en incineradoras porque no hay infraestructura para procesarlo. Básicamente, reemplazamos un plástico reciclable por algo peor.
Ahí es donde deberían intervenir los gobiernos, estableciendo reglas claras y asegurándose de que, si una empresa quiere vender un producto como “sostenible”, al menos exista la infraestructura para gestionarlo adecuadamente. Entonces, cuando una marca habla de sostenibilidad, hay que analizar no sólo lo que dice, sino lo que realmente hace.
Y si de verdad te interesa la sostenibilidad, empezar a pensar en la durabilidad y calidad de lo que compras es más útil que dejarte llevar por anuncios de Instagram que te prometen soluciones mágicas con “plástico oceánico”. Porque, en la mayoría de los casos, si suena demasiado bueno para ser verdad, probablemente no lo sea.
¿Existen modelos de gestión de residuos que hayas encontrado a lo largo de tu investigación que realmente ofrezcan esperanza?
Sí, los hay. La verdad es que ha habido un tremendo progreso en los últimos años respecto al problema de los residuos. Incluso en Estados Unidos, la nación más derrochadora del planeta, empezó a implementar leyes como el derecho a reparar y a tomarse en serio el reciclaje. Hay intentos reales de mejorar el sistema y de hacer que estas empresas sean más responsables con lo que hacen.
En el libro doy el ejemplo de Corea del Sur, que en menos de una década pasó de ser una de las naciones más derrochadoras del mundo a una de las que mejor trataban los desechos. Implementaron programas de compostaje a nivel nacional, incluso en espacios públicos. En grandes ciudades de China, por ejemplo, tienen sistemas de clasificación robótica increíblemente avanzados. Si vives en un edificio de apartamentos, puedes poner tus residuos reciclables en una máquina y, esencialmente, ella los clasifica por ti, lo que resuelve gran parte del problema de la contaminación de los residuos. Están surgiendo todo soluciones que ayudan a la industria de residuos a identificar materiales y aumentar la calidad del reciclaje, lo que significa que no se genera tanto residuo al final. Así que se está avanzando.
Por otro lado, hay nuevos modelos de negocio destinados a reemplazar los producto que consumimos. Por ejemplo, ahora alquilo las bicicletas de mis hijos y sus juguetes porque, como los niños crecen, dejan de usarlos rápidamente. Pago tarifas mensuales y simplemente los devuelvo cuando ya no los usan. Me parece mucho más sensato que llenar vertederos con juguetes de plástico de un solo uso, y ellos no notan la diferencia porque son niños. Lamentablemente, en la moda no hay mucho movimiento en este sentido, aunque sí está ganando popularidad el uso de aplicaciones de reventa. Así que el comportamiento está cambiando, y eso me da verdadera esperanza.
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