Pensamiento
Elías González: “La insurrección en curso es el cambio social que está aconteciendo desde los abajos”

Elías González, reflexiona sobre el pensamiento antisistémico de Gustavo Esteva, destacado activista mexicano de la interculturalidad.
Joven barba
Elías González. Foto: Natasha Moch

Hace más de dos años que nos despedimos de un referente, nuestro querido Gustavo Esteva quien fue para muchas un faro al cuál poder asirnos ante el colapso que estamos atravesando. En sus últimos años, sobre todo en su columna en La Jornada nos permitió emocionarnos con pinceladas de su pensamiento en las cuáles nos con-movía con la posibilidad de la esperanza en un mundo donde quepan muchos mundos. Gustavo Esteva fue colaborador de Iván Illich y un prolífico difusor del movimiento zapatista.

Obituario
Postdesarrollo Homenaje a Gustavo Esteva
Gustavo será siempre un símbolo de lo que ha empezado a latir, descansa en paz, querido compañero.

Elías González, por su lado, fue colaborador de la Unitierra, una suerte de espacio de encuentro para el aprendizaje intercultural, del cual Gustavo fue fundador y activista comprometido durante la última etapa de su vida. De esta relación surgió la amistad y de ahí la posibilidad de que Gustavo confiara en Elías para ayudarle a sistematizar su pensamiento y obra que finalmente se concretó en el libro Gustavo Esteva. Vida y obra de un intelectual público desprofesionalizado escrito por Elías González y Carlos Tornel y con la participación del mismo Gustavo hasta el momento en que nos dejó físicamente.

¿Cómo conociste a Gustavo y cuáles son tus intereses?
Conocí a Gustavo en la universidad. Por accidente entré a una conferencia y él era el que hablaba. Su crítica a la educación y a la sociedad actual me provocaron el “efecto ajá”, ese que él decía que había experimentado escuchando a Illich. Lo que decía, yo lo experimentaba, pero no sabía cómo expresarlo. Un año después nos encontramos en un congreso de interculturalidad en Puebla. Yo iba a presentar mi tesis sobre diálogo interreligioso desde Emmanuel Levinas y Raimon Panikkar. Gustavo me preguntó sobre la diferencia entre individuo y persona en este segundo autor y creo que respondí satisfactoriamente, porque de inmediato me invitó a colaborar en Oaxaca, en la Unitierra. Ahí inició una bella amistad e intercambio epistolar que poco a poco devino en mi integración a sus proyectos, incluyendo la Unitierra.

Actualmente colaboro en el ITESO, coordino la Cátedra Jorge Manzano, SJ, en honor a otro de mis grandes maestros de vida. Mis intereses son la relación entre la mística, el diálogo interreligioso-intercultural y la lucha antisistémica o de autonomía de los pueblos. Y bueno, agregaría que también, junto con otros amigos y amigas, estamos trabajando en la publicación de la obra póstuma de Gustavo y su difusión. Recomiendo sobre todo los libros Gustavo Esteva. Vida y obra de un intelectual público desprofesionalizado1 que ha dado pie a esta entrevista y La fuerza social de la esperanza2.

¿Qué nos puedes decir sobre los debates que ha generado el libro de Humberto Beck? Es decir, nos puedes explicar ese debate sobre cómo Beck interpreta el pensamiento de Illich y las críticas que recuerdes que Esteva hacía al respecto.
Cada lector o amigo de Illich enfatiza o nota más algún aspecto de su pensamiento. Esto era algo que el propio Illich propiciaba, puesto que para él lo más importante era la amistad y hablaba de diversos temas con cada persona. Gustavo venía de un pasado marxista militante que de hecho le impidió conocer a Illich en persona durante la década del Centro Intercultural de Documentación CIDOC de Cuernavaca (1966-1976) por prejuicio (lo consideraba un cura reaccionario).

Gustavo —y otros— consideran que Illich fue siempre un crítico de la modernidad, que su objetivo nunca fue replantearla o “mejorarla”, sino desmantelar sus certezas

En su libro Otra modernidad es posible, Beck propone una lectura de Iván con la que Gustavo no empatizaba. Parece que para Beck, el Illich del CIDOC buscaba replantear el proyecto moderno desde una relectura de la tecnología, el tamaño, la escala, para pasar de las lógicas contraproductivas a las conviviales. Por su parte, Gustavo —y otros— consideran que Illich fue siempre un crítico de la modernidad, que su objetivo nunca fue replantearla o “mejorarla”, sino desmantelar sus certezas, desnudar los mitos en los cuales se sostiene, para entender su génesis y sus posibles alternativas. El tema es complicado, pero lo que sí es cierto es que sí hay un cambio entre diversos momentos intelectuales y existenciales de Illich que se presta a este tipo de distintas lecturas. Me parece que son lecturas distintas que abren brechas diferentes, pero que hasta cierto punto pueden dialogar.

¿Por qué Gustavo aseguró ya en la última etapa de su vida que el capitalismo había llegado a su fin?
Gustavo afirmaba esto desde cierta noción de capitalismo y a partir de diálogos sí con los planteamientos de Illich y Marx, pero también con el grupo Krisis y más específicamente con Anselm Jappe. Para Gustavo, un sistema se termina cuando ya no es capaz de reproducirse en sus propios términos, y eso es lo que ha pasado con el capitalismo, pues ya no es capaz de generar plusvalía que se traduzca en la generación de más capital, bienestar social y empleos. Por el contrario, el sistema actual opera desde una depredación socio-ambiental sin precedentes, instaurando estados de excepción por todos lados y desplazando al 80% de la población mundial a la categoría de desechables. Las mercancías se siguen produciendo al modo capitalista y probablemente siga siendo así por mucho tiempo, al igual que hoy en día, después de abolida la monarquía, todavía existen símbolos y rituales monárquicos en algunos países.

En ese sentido, ya no es tan fácil llamarle capitalismo a lo que estamos viviendo, porque ya no se sostiene en esa lógica, se ha topado con sus propios límites y por eso hay más violencia que nunca. Pero el fin del capitalismo, decía Gustavo con Jappe, no es una buena noticia sino un deslizamiento a la barbarie, porque el status quo que se está imponiendo de guerra, violencia, extractivismo y desplazamiento humano por la tecnología es terrible.

Pensamiento
Pensamiento Salir del capitalismo con Iván Illich
Mientras seamos capaces de visibilizar y apoyar las alternativas, hacerlas crecer, construir espacios de vida anticapitalistas, hay esperanza.

¿Aseguraba también que el patriarcado y el Estado-nación habían terminado?
Es más o menos el mismo argumento, solo que en estos casos no es tanto una constatación de su caída sino un anuncio de la misma. Lo que durante siglos se llamó Estado-nación ya está dejando de existir. Siempre fue un fantasma lingüístico, una construcción mitológica creada y sostenida por unos cuantos en detrimento de las mayorías a través de rituales como las elecciones, carnets de identidad o pago de servicios. Pero actualmente existen empresas transnacionales con más capital no solo que algunos Estados-nación, sino de zonas enteras (como puede ser el caso de Monsanto o Coca Cola frente a Centroamérica).

El Estado se creó para administrar la economía nacional, y hoy por hoy ya no existe tal cosa porque ya es una economía globalizada. Además, el Estado ha perdido el monopolio de la violencia, como queda explícitamente claro en México, pero incluso en Europa donde los Estados son controlados por empresas y son simplemente impotentes frente a las guerras actuales… incluso son sus grandes perpetradores.

En cuanto al patriarcado, Gustavo sigue de cerca a Claudia von Werlhof, para quien el patriarcado no es un régimen sino una suerte de distopía que no puede ser real y que sin embargo su lógica consiste en tratar de realizarse. Pater-arché, en el principio el padre, es un imposible porque en realidad mater-arché, en el principio la madre. Para poder imponer su lógica, el patriarcado ha tenido que irse inventando un mundo paralelo que jamás será concreto, real, pero que para “construirlo” tiene que valerse de la explotación de la vida en todos sus aspectos, entre ellos la mujer.

El argumento es mucho más complejo, pero lo dejo hasta aquí. Gustavo consideraba que el proyecto patriarcal había encontrado su límite, tanto su límite real, físico, material, y lo vemos en la crisis climática; pero también había encontrado su límite en la lucha de las mujeres, que en las últimas décadas (gracias a un proceso de largo aliento) rompieron el silencio, la ilusión o la normalidad patriarcal, y, aunque el patriarcado sigue operando, ya no funciona como mito englobante, es decir, algo cambió, se rompió la cortina del templo. El patriarcado está por lo tanto cayendo, pero cual fiera acorralada es más violento que nunca y está dando zarpadas, aumentando los feminicidios, los ecocidios y las distintas violencias para mantener un poder y seguir con su proyecto. Pero esto ya es simplemente inviable, porque o terminará por destruirlo todo y a todxs, o cambiaremos en el trayecto.

Ya no es tan fácil llamarle capitalismo a lo que estamos viviendo, porque ya no se sostiene en esa lógica, se ha topado con sus propios límites y por eso hay más violencia que nunca

Gustavo hablaba de la insurrección en curso. ¿Puedes desarrollarlo un poco?
Es el cambio social que está aconteciendo desde los abajos, más allá de las narrativas revolucionarias que ostentan cambiar las cosas por medio del poder y claramente más allá de los arribas que en el mejor de los casos quieren ponerle parches a un sistema cada vez más insufrible. La insurrección en curso se da cuando personas de a pie despiertan de la ensoñación de las instituciones modernas contraproductivas y deciden recuperar su propia vida y vivirla con sus manos y cuerpos, culturas, lenguas, espiritualidades; es pasar del sustantivo (educación, transporte, salud…) al verbo (aprender, movernos, sanarnos…). Se da en entramados comunitarios que se organizan para gestionar su autonomía alimentaria, para ir más allá de la escolarización, para re-aprender a sanar, etcétera. Y es una insurrección silenciosa y mundial, porque se está dando en todos los niveles y continentes, en las ciudades y en el campo, diferenciada y territorializadamente. Es, en pocas palabras, la lucha por la autonomía de la gente.

Te he escuchado resaltar en varias ocasiones a Panikkar, ¿porqué te resulta tan interesante?
Yo diría que, además de Illich, Panikkar es el segundo pilar en el pensamiento de Gustavo Esteva. Por supuesto, de fondo está sobre todo Marx y aún en mayor medida los pueblos y comunidades, entre ellos el zapatismo y Oaxaca. Pero por lo menos durante los últimos 30 años de su vida, Illich y Panikkar fueron fundamentales. Yo llegué a Panikkar por el diálogo interreligioso, del cual fue pionero. En Panikkar encontramos una propuesta de comprensión intercultural no solo de lo humano sino los pilares para una auténtica ontología pluralista, la cual es condición de posibilidad para el hoy tan sonado Pluriverso, que simplemente es otra manera de expresar la máxima zapatista de un mundo donde quepan muchos mundos. En ese sentido, Panikkar ha sido inspiración y ayuda teórica imprescindible para el quehacer de Gustavo y el mío propio.

¿De qué se trata tu libro Religarnos. Más allá del monopolio de la religión y cómo se relaciona con el pensamiento de Iván y de Gustavo?
Originalmente era un libro que íbamos a escribir en conjunto Gustavo y yo. Buscábamos leer el problema religioso en el mismo esquema del paso del sustantivo a los verbos. Al igual que hablábamos del paso de la salud al sanar, ahora pasar de la religión como sustantivación institucional que coopta la religiosidad o espiritualidad de las personas y los pueblos al religarnos como verbo pluralista en donde recuperamos nuestra capacidad personal y colectiva para vivir nuestra dimensión espiritual.

Y esto no es meramente un ideal, sino algo que está pasando en el mundo real, es parte fundamental de la insurrección en curso. Los pueblos originarios cada vez subrayan más el aspecto profundamente espiritual de sus resistencias y cosmovivencias, o los grupos de mujeres que se reúnen a vivir una espiritualidad desde sus cuerpos y ciclos, incluso personas de las grandes religiones históricas pero que las aterrizan desde abajo.

Lamentablemente, los tiempos y la posterior enfermedad de Gustavo no dio para que lo escribiéramos juntos, pero detrás de todo el argumento está su voz, lo que aprendí con él y de Iván a través de él. Terminé complejizando el argumento y recuperando otros aspectos, por ejemplo, el del patriarcado, pues considero que el gran problema radica justamente que todos estos males (patriarcado, colonialismo y capitalismo) tienen un origen religioso, al cual le llamé Artificialeza y es esa pretensión de crear un mundo aparte en detrimento o a costa de los ciclos de la vida en su conjunto. Por lo tanto, la construcción de alternativas a esta artificialeza patriarcal y capitalista no puede darse sino partiendo de la espiritualidad o la mística que enraíza, re-liga, convoca y re-significa nuestra relación con lo real para vivir una vida a nuestra escala, diversa pero comunitaria y entretejida entre lo humano, lo no-humano o cósmico y la misteriosidad de la real o lo divino, como quieran llamarle.

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