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Literatura
Lorena Salazar Masso: “La violencia en Colombia es parte del paisaje”
La primera novela de Lorena Salazar Masso (Colombia, 1991) no solo se lee: también se navega. La historia de Esta herida llena de peces (Tránsito, 2021) parte de un malecón y fluye por el río Atrato. Sobre una canoa, una madre y su hijo vierten su historia, una historia del Pacífico Colombiano. El territorio y la pertenencia atraviesan esta historia del Chocó, el departamento colombiano del nordeste del país que conoce de cerca una violencia que late en el relato.
Publicista y escritora, su novela se gesta en el máster de la Escuela de Escritores que empezó en Madrid y terminó donde le dejó el coronavirus —en Colombia—. Esta herida llena de peces, que llega este miércoles a las librerías, parece una novela sobre la maternidad y sus miedos y, desde luego, la maternidad es un eje. Desde él, la autora aborda asuntos brutales en un relato que moja y salpica.
¿Dónde y cómo empieza a tomar forma tu herida llena de peces?
El libro empieza en Madrid hace dos años. Al empezar, solamente tenía claro que quería hablar de este lugar y que quería una madre y un niño. Hice la mitad en Madrid y luego por el covid tuve que regresar a Colombia. Entonces, nace del requerimiento de máster de la Escuela de Escritores y luego me di cuenta de que había muchas cosas de las que quería hablar de las que no era consciente.
Dices que lo único claro es que querías hablar de este lugar. ¿Cuál es este lugar?
Este lugar es el Chocó, en el Pacífico Colombiano. Me importa mucho porque crecí allí, y me marcó toda la vida, por la cultura, por lo que aprendí, por la acogida que tuve. Para escribir siempre regreso allí.
Este lugar es también un río. ¿Para qué sirve este río en tu novela?
El río es importante por el contexto del lugar en el que se da la historia. El río no es solo un medio de transporte, sino que es quien alimenta a las personas, antes mucho más que ahora. Ahora, por la minería ilegal, se ha contaminado mucho, pero hace unos años era la principal fuente de alimentos. El río es un personaje, y casi uno de los protagonistas. El libro comienza ahí, termina cerca y siempre está presente.
Se presenta como una novela en torno a la maternidad, pero hay muchos más temas. El conflicto armado interno en Colombia, el racismo, la pobreza… ¿De qué querías hablar en tu primera novela?
Para mí el tema principal es la pertenencia y el arraigo, más allá de la maternidad. Me interesaba ahondar en esos temas, y esto está ligado a que yo crecí en este lugar, pero no soy de allí. La pregunta inicial es adónde pertenezco, a dónde pertenecemos. Yo buscaba muchas formas de que ella, la narradora, perteneciera. Ella se aferra al niño porque es su forma de pertenecer a un lugar, y también busca eso cuando habla con las mujeres negras. Ella hace muchas cosas para pertenecer, pero la más fuerte es este niño, encuentra esa forma de pertenecer. Y no lo quiero espoilear, pero con el final entendí que una no pertenece a nada sino a sí misma.
Los protagonistas son una madre y un niño. Ella es blanca, el niño negro. ¿Qué papel tienen la raza y el racismo en tu libro?
Son temas ligados al arraigo y la tierra. Es como si ese mismo territorio, ese mismo río, fuera una mujer negra. La narradora quiere que la acepten, quiere ser parte de ella, del niño. En ningún momento pensé en escribir de la raza. Alrededor de este tema hay una mirada externa que he leído en algunos libros, prensa, redes sociales, y eso me preocupa. La historia nace porque yo crecí allí y la novela se desarrolla en ese contexto sin que yo pretendiera ahondar en el tema de la raza, aunque por supuesto hay un pasado, una historia injusta llena de situaciones que es inevitable no tocar.
Hay una escena en torno al “Día de la Raza”, donde a la protagonista blanca se le da el papel del “conquistador” español pese a sus reticencias. ¿Cómo crees que se leerá esta escena en España? ¿Y en Colombia?
Esa escena es inocente, entre comillas, porque son niñas. Nace de un recuerdo de cuando yo estaba en el colegio; siempre me tocaba ser “el español” o Bill Gates, por ser blanca, aunque blanca blanca no soy. Eso pasaba y eso me cuestionaba mucho, yo no quería. Me pareció una escena a través de la que los niños, que son los que mejor pueden expresar muchas cosas, cuentan un dolor, una mirada que muchas veces escuché allá. Eso me pasó a mí, pero no entendí hasta más mayor el conflicto que había detrás de eso, lo fuerte que era y el mensaje que había detrás.
Crecí en el Chocó y, más que crecer con libros, yo crecí con historias: historias de la calle, cantos, lamentos, alabaos.. Quiero empezar honrando todo lo que tiene que ver con la tradición oral
Hace poco, El País hablaba de “una explosión literaria del Pacífico”? ¿Qué es esto? ¿Tu novela se enmarcaría en este contexto?
Creo que la literatura del Pacífico se presenta de muchas formas, y quizá no solo en forma de literatura tal y como la conocemos, impresa en libros. Crecí allí y, más que crecer con libros, yo crecí con historias. Historias de la calle con personajes, cantos, lamentos, alabaos. Para ellos, la fuente de historias es esa, y yo quiero empezar honrando todo lo que tiene que ver con la tradición oral. Ahora, hay un grupo de escritores que se ha interesado por acercarse a este lugar, escritores que han tenido una experiencia directa porque han vivido o son del Pacífico. Es un territorio que por muchos motivos no ha tenido tantas oportunidades como otros en Colombia y creo que hay mucho talento, pero mucho de ese talento quizá no sea tan visible. Creo que más adelante podrá surgir mucho más fuerte.
¿Tu novela se enmarcaría en esa etiqueta?
Más que sentirme yo reconocida en esa etiqueta, es la novela. La novela es del Pacífico: por el lugar,por la cultura y, por supuesto, por el tema, que siempre ha sido el problema detrás del territorio chocoano. Hay una disputa por la tierra, y las madres han sido las que más han sufrido esta lucha. Eso hace que la novela sea del Pacífico. Eso y el río, y el pescado, y los árboles, y el verde.
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¿Qué autores o autoras te han servido de referencia?
En especial, en la creación de esta novela, Amalia Lú Posso Figueroa, que es una escritora chocoana que tiene un libro que se llama Vean ve, mis nanas negras. Es un libro con nanas, historias cortas, nanas de Amalia Lú durante toda su vida. Cada una habla de algo diferente, están ligadas a la cultura y hay palabras que solamente entienden quienes han vivido allí. Me hizo sentir de nuevo en casa. También han sido importantes para mí poetas colombianas como Mary Grueso Romero y Colombia Truque. Me inspiré además en Pilar Quintana y su libro La perra, que habla del Pacífico y fue uno de los libros que tuve cerca mientras estaba escribiendo. Pero también pensé mucho en el escritor colombiano Juan Cárdenas, que tiene libros maravillosos como Los estratos o Elástico de sombra.
Eso en cuanto a libros y escritores del territorio. Otros que han influido mucho en mí son libros de poesía como los de Alejandra Pizarnik, de ella me interesa especialmente lo que cuenta acerca del silencio y también Silvia Plath por todo lo que cuenta de la experiencia de ser madre en sus poemas. También Carson McCullers porque habla mucho de pueblos y de raza negra de una forma preciosa. Y hay un libro muy especial y contradictorio para mí, que me movió mucho, que es Mortal y rosa de Francisco Umbral, ese dolor me interesaba mucho.
¿Por qué te interesa la maternidad? ¿Qué temas te permite abordar la maternidad?
Principalmente, porque no soy madre. Soy hija, desde luego, y he reflexionado mucho alrededor de la relación con mi madre. Los tiempos de soledad me han hecho pensar mucho. Más allá de la maternidad, me interesan los niños y su relación con el mundo, cómo llegan, cómo lo ven, qué sienten, y creo que la forma más natural de contarlo es a través de la relación con la madre. La niñez es un periodo muy corto, muy natural, al que no se vuelve. Me interesaba explorar eso, para revivirlo o para crear algo. Por otro lado, me interesaba la maternidad y los niños porque son los que primero sufren todos los conflictos, y no podía hablar de esta región sin hablar de sus conflictos.
Igual que todos los días ves salir el sol, todos los días ves algún episodio que sabes que está relacionado con un tema de violencia
La violencia es constante pero sutil en la novela. ¿Es así tu experiencia de la violencia en Colombia? ¿Se puede hablar de ella en pasado o forma parte del presente?
Por más que uno esté hablando en pasado, hay que hablar también en presente porque sigue sucediendo. El tema de la violencia sutil, si es que la violencia puede serlo, está constantemente en el territorio. Igual que todos los días ves salir el sol, todos los días ves algún episodio que sabes que está relacionado con un tema de violencia. No llegas a perderle el miedo, pero te acostumbras a verla, y por eso forman parte de su historia de esta manera. La violencia está respirando en el cuello de las personas, está en el río, está entre los árboles y las hojas. Es parte del paisaje, y no quería que fuera parte directamente de la novela, me rehúso a hablar de esto porque suficiente tenemos con los telediarios, pero llega un punto donde es inevitable.
¿Dirías que es una novela escrita desde el feminismo o influida por el feminismo?
Considero que mi novela es feminista desde la raíz, un feminismo sin mucha teoría sino que se evidencia en la relación entre las mujeres, en la solidaridad. Entre ellas hay complicidad, no hay competencia pese a la situación en la que se encuentran. No pretendí hacer un libro feminista pero sí evidenciar el feminismo con el que yo crecí, que es esta solidaridad entre mujeres negras, que fue lo que me sembró la semilla.
¿Por qué Tránsito?
El trato y el amor que Tránsito le da a cada libro es tentador. Es mi primera novela y es un pequeño tesoro con el que no sé qué va a pasar, pero me importaba mucho y quería que estuviera en un lugar donde el amor que le doy yo, también se lo dieran.
¿Por qué escribes y qué proyectos tienes entre manos ahora?
Principalmente, escribo porque soy muy callada. Cuando una habla poco piensa mucho, se guarda cosas y en algún momento salen. Las cosas que tiendo a guardarme están relacionadas con muchos de los temas que hay en la novela. Escribir es una forma de gritar el dolor, la tristeza. Ahora estoy con otra novela que ya había escrito pero estoy revisando. Es sobre la familia e inevitablemente la maternidad porque hay temas que necesitan mucho texto para poder explorarlas.