Literatura
Ricardo Gómez: “Creo que no podré alcanzar mayor bienestar que el que me proporciona subir puertos de montaña”

El escritor Ricardo Gómez ha publicado Los crímenes de la vuelta 83, una novela de intriga que transcurre entre el incipiente resurgimiento del ciclismo en España y la actualidad.

Ritxar Gomez
Ritxar Gómez. Foto: Cedida por el Autor
16 ago 2020 05:59

El espoiler esta vez está subido en Youtube. Tiene el nombre pomposo de “La batalla de Serranillos” y durante cinco minutos largos se escucha el ritmo frenético de No tengo tiempo, la canción de Azul y Negro que junto a su otro hit, Me estoy volviendo loco (año 1982), ha puesto banda sonora a la Vuelta a España en la cabeza de toda una generación. Las imágenes sepia de Televisión Española muestran a los contendientes de la vuelta de 1983: Bernard Hinault, Giussepe Saroni, Marino Lejarreta, Julián Gorospe. Una imagen muestra la persecución del Zor, la escuadra que ganará la vuelta por equipos de la edición de ese año. Las imágenes remiten a siestas de verano, sandía y/o helados de corte, y a toda la parafernalia asociada al ciclismo por televisión, pero es un truco de la memoria: la vuelta se corría entonces en primavera y, de hecho, esa edición fue la primera en la que se televisaron los finales de etapa.

Algo estaba cambiando, para bien y para mal, en el ciclismo profesional. Equipos como el Zor, el Reynolds, los restos del famoso Kas, el Kelme o el Teka, afinaban la táctica y la preparación; aparecía también el fantasma del dopaje sistemático ─en la edición del 82 los tres primeros clasificados fueron descalificados por el uso de sustancias─ pero sobre todo, aparecía un relevo generacional en la afición al ciclismo.

Uno de esos micos aficionados a las escaladas agónicas es Ricardo 'Ritxar' Gómez (Vigo, 1970), delineante, integrante del dúo musical Ciclos Iturgaiz y también escritor de novelas. La última, Los crímenes de la vuelta 83 (Antipersona, 2020) va de ciclismo, de periodismo, de investigaciones, de música, de fascistas convertidos a la democracia y de conductores desgraciaos. Aunque suene feo decirlo, es una novela de verano, perfecta para alternar con el helado de corte y la sandía, entretenida y por momentos trepidante. 

Remites a una época que se ha sobado de mil maneras (con franquicias como Yo fui a EGB, etc) pero el libro no es nostálgico sino que aborda ese tiempo de forma distinta: ¿Cómo te planteaste ese volver a los 80?
La nostalgia, o por lo menos la mitificación del pasado, es algo que aborrezco. No es casualidad que esa especie de sentimentalismo barato provenga casi siempre de la gente más conservadora. Ni el ciclismo del pasado era mejor que el de ahora, ni tampoco los políticos. Quería abordar la novela rompiendo con “lo de antes era mejor” y evitar hacer un relato de periodismo casposo (sobre todo en la parte ciclista) a base de topicazos como “los esforzados de la ruta” o “la serpiente multicolor”. Los 80 fue una época en la que sucedieron multitud de catástrofes; inundaciones, explosiones de gas, accidentes de aviación, Lemoniz… además de la violencia más política. Y todo eso son datos objetivos. Me parece que es un gran decorado temático que me está pidiendo que hable de todo ello y que no me corte. Por eso, al igual que hice con mi primera novela, “Gooolpe de vista”, en la que pongo en duda los títulos de liga de la Real y el Athletic por posible amaño por parte del Estado para debilitar a ETA, me apetecía hacer algo del estilo, pero a lo grande, con más actores y sujetos como La Vuelta a España, la central de Lemoniz, la movida madrileña, sin olvidar el periodismo de la actualidad. Luego, musicalmente había buenos grupos y que fueron referenciales, aunque reconozco que ahí ya soy más subjetivo.

En mi caso, aprovecho para vengarme de toda la gentuza que se me ha cruzado en el camino: me da igual si jefes, ingenieros, conocidos, relaciones… evitando de esta manera sanciones o presidio

Pese a que en la novela hay un amor indisimulado al ciclismo tampoco te dejas llevar por los tópicos de la épica y la superación. En algún momento incluso lo comparas a otro tipo de trabajos físicos. ¿Qué es para ti el ciclismo como aficionado a montar en bici y como aficionado a ver las competiciones?
Subirme a una bicicleta es una especie de diván. Creo que no podré alcanzar mayor bienestar que el que me proporciona subir silenciosos puertos de montaña, escuchando si acaso los sonidos de la naturaleza y el roce del neumático sobre el asfalto. Tengo el recuerdo de cuando subí al Stelvio la primera vez como uno de los más emocionantes sobre la bicicleta. Se trata del momento para ordenar mis pensamientos, aparcar mis temores y disipar la energía negativa que me genera el trabajo remunerado por cuenta ajena, por muy dignas que sean sus condiciones económicas. Necesito tiempo y silencio para escribir, y la bicicleta también es mi estudio itinerante, el lugar donde afloran las ideas. Por todo ello he evolucionado desde aficionado a ver competiciones, a aficionado a montar en bicicleta, y ya no perdono una salida en bicicleta por culpa de una emisión deportiva, aunque sea una etapa del Tour con final en alto. Si acaso, la veo repetida por la noche. Lo que hay en la trastienda del ciclismo profesional no me ayuda para empatizar con las competiciones.

Al margen del asunto dopaje esa trastienda del ciclismo actual parece más organizado en términos de Fórmula Uno, ¿cómo crees que se nota eso en las propias carreras?
Si algo tenía el ciclismo hasta hace bien poco, era que los ciclistas no estaban futbolizados. Ya empezamos a ver a ciclistas que se peinan con gomina y después se ponen un casco durante seis horas. Esas cosas tampoco me ayudan. Aunque me sorprende que todavía tengan cabida dentro del ciclismo personajes tan vintage (por ser educado) como Miguel Madariaga o Javier Mínguez. Luego están el caso de Unzue en el Movistar, cuyo conservadurismo es propio de la estructura navarra del equipo, quien sabe si por mimetismo del Opus Dei.

Y más allá del dopaje, que también afecta a otros deportes de resistencia, todo se ha profesionalizado hasta tal extremo que queda muy poco margen para la sorpresa. Por ejemplo, el pinganillo lo veo como un avance, pero limitaría su uso para la seguridad: aviso de lluvia en los descensos de los puertos, socavones… pero jamás para la estrategia del equipo. Abriría mucho más las carreras. Hoy en día hacer una porra ciclista empieza a ser demasiado fácil.

¿Hay ajustes de cuentas en la novela? 
Ay, sí. Vaya que sí. Escribo por terapia y diversión, y de paso ajusto cuentas. Creo que escuché decir una vez a Santiago Lorenzo que cambió el cine por la literatura porque a nivel de producción le ponían un sinfín de pegas, y que en un libro podía meter todo lo que le saliera de la seta. En mi caso, y salvando las distancias con el gran Santiago, aprovecho para vengarme de toda la gentuza que a lo largo de mi vida se me ha cruzado en el camino: me da igual si jefes, ingenieros, conocidos, relaciones… evitando de esta manera sanciones o presidio. Porque claro, si yo en el trabajo le digo a un responsable que es un hijo de la gran puta, es posible que reciba una sanción temporal de empleo y sueldo. Pues nada, “tú a mi novela”. Luego hay otro tipo de ajuste de cuentas, más lejanos y generalistas, personas, partidos, periódicos, círculos empresariales... Hay que aprovechar la literatura para eso. Aunque mis novelas no son ensayos políticos trato de dejar un poso ideológico en cada uno de los personajes. Creo que sería incapaz de escribir algo demasiado panfletario. Me gusta más el relato, más divertido. Más libre.

Yo era muy fan de Azul y Negro, me compré incluso el Digital… hasta que los vi en la tele y se me cayó el mito, por las pintas, digo

Has elegido una forma de recrear la historia que siempre parte de lo plausible pero que está marcado por la imaginación. ¿Cómo trabajas en esa revisión fantasiosa de la historia? ¿Qué otras referencias literarias tomas?
Me gusta partir de la realidad, de un hecho que haya sucedido en la historia, pero luego toquetear un poquito los personajes, crear alguno nuevo, y después darle un sentido diferente, casi distópico. Lo que me parece muy importante es que lo que vaya a contar sea plausible, que pudiera haber pasado realmente. Generalmente todo me surge con una imagen o un flash. En Gooolpe de vista me vino a la cabeza ¿Te imaginas que las ligas de la Real o Athletic hubieran sido amañadas para debilitar a ETA?”. A partir de ahí es empezar. Y en este caso, en Los crímenes de la Vuelta 83, lo mismo.

Mis referencias literarias son muy clásicas, sobre todo porque voy entrando en una edad en la que no estoy para perder el tiempo y prefiero disfrutar sobre seguro con Baroja, Dostoievski, Kafka, Zweig, F.Pohl… Me apasiona lo bien que describen las atormentadas mentes de las personas, aunque mi referencia motivadora es imaginar que una novela mía es llevada al cine. Y lo digo porque, salvo algunas excepciones, llevo años siendo incapaz de ver una película completa. Pocas veces he abandonado un libro, pero pelis… todas las semanas. Cuando escribo me digo, quiero una peli así, como lo que cuento. Incluso muchas de las escenas de lo que escribo me las imagino viéndolas desde fuera de la pantalla.

Otra vez sin nostalgia pero, ¿con la novela quieres hacer una crítica a la industria musical, vamos a decir, “moderna”?
Por supuesto que nada es sagrado. Y sí, claro que hay una especie de crítica a la industria, la eterna lucha que encarna un periodista musical independiente como Juan de Pablos con otros  que están al servicio de promocionar los grupos de una multinacional. Sobre la movida, voy a ser sincero, había grupazos cojonudos, ya no solo Parálisis Permanente, que sale en el libro, sino otros menos conocidos hoy en día a nivel popular como Kaka de Luxe, Aviador DRO, La Mode… Fue una época muy prolija a nivel musical.

La novela es muy especial para mí, porque además de vengarme y todo eso… he conseguido hacer un kill your idols conmigo mismo. Yo era muy fan de Azul y Negro, me compré incluso el Digital… hasta que los vi en la tele y se me cayó el mito, por las pintas, digo. Yo tenía 12 años. Aun así, me fui comprando todos sus discos hasta que me hice más mayor y me impactó el disco de Sabina y Viceversa (el directo)… hasta que vi por primera vez a Sabina en la tele. Vestía una camisa de chorreras y un sombrero y se me cayó otro mito. El devenir de la historia, amigo. Bueno, a lo que iba es que he sacado del armario a mis ídolos, esos que no queda muy cool contarlo, y los he puesto ahí delante de todo el mundo. Lo mismo que con el ciclismo. En la adolescencia era fan, ultrafan, de Álvaro Pino, y quien lea mi novela y sea muy friki del ciclismo y de las estadísticas descubrirá la relación oculta entre Sergio Rivas, el prota, y Álvaro Pino.

Me apasionan los ocasos traumáticos, aunque yo haría distinciones. Ocaña merecería una película. Todo lo suyo es fascinante

Al periodismo le metes también bastante candela, en concreto a El Correo, relacionado con la vuelta a España y también con el establishment vasco, PNV, etc. ¿qué relación tienes como lector con este periódico, y con el periodismo en general?
El PNV es un partido de derechas, con un entramando empresarial que ríete tú del PP de Galicia. Y muy carca. Me viene a la cabeza su veto a las Vulpes, que también salen en la novela. Al PNV le pasa un poco lo mismo que a la derecha italiana pero a la contra, donde el partido que gobierne no puede tener cristos, valga la redundancia, con la iglesia católica. Aquí en Euskadi lo mismo, pero con los movimientos sociales. Por eso, algunas medidas planteadas por los movimientos sociales han sido aprobadas después de que se les pasara el cepillo en el propio Parlamento Vasco. Como ejemplo tenemos la actual Renta de Garantía de Ingresos, que no es lo mismo que la Renta Básica original que se llevó al Parlamento vía Iniciativa Legislativa Popular. Después el PNV saca pecho de que también son de izquierdas…

En cuanto a El Correo, el grupo Vocento es el más leído en Euskadi. Con diferencia. Y soy lector, claro que sí, como lo soy de otros medios, además de estar suscrito a otro periódico. Pero con El Correo no comparto su línea, que no deja de ser un entramado empresarial que fabrica noticias, me refiero a las importantes, las que tienen que ver con la política, no a las esquelas o a los fichajes de la Real. Ojo, y me consta que hay buenos profesionales, sobre todo en cultura, a los cuales sigo. Pero como ente, está alejado de lo que entiendo que debe ser el periodismo. Es una factoría, como la mía, y fabrican cosas para satisfacer al cliente (y al amo). En este caso, noticias.

Hablemos un poco más de ciclismo. En la novela aparece el dopaje. También aparece la muerte rodeando al ciclismo, lo que me recordó al triste final de algunos ciclistas (Luis Ocaña, Chava Jiménez, Marco Pantani, etc). ¿Por qué crees que pasa eso?
Lo del dopaje, más que meterlo lo he sugerido, me refiero a que está casi de pasadilla, porque si entro a saco se me come la novela. Haría falta un spin off para desarrollarlo bien, y para ello la persona adecuada sería Sergio del blog ciclismo2005, a la sazón prologuista de la novela y experto en ciclismo. Sobre los finales de las carreras deportivas de los ciclistas, me apasionan los ocasos traumáticos, aunque yo haría distinciones. Ocaña merecería una película. Todo lo suyo es fascinante. Y el caso del Chava lo separo un poco de los demás, ya que es el típico chaval de pueblo, como muy tirado para adelante y con la sensación de haber sido mal aconsejado y de haber estado rodeado de malas influencias. Al final todos ellos se convierten en esas almas atormentadas de fatídicos finales, como si fueran personajes de Dostoievski. Seguramente en su interior habrá una especie de arrepentimiento, de mirar hacia atrás y sentir miedo por haber dilapidado su vida deportiva. Mención especial es el caso de [Lance] Amstrong, mala persona por naturaleza al que por desgracia no veremos quitarse la vida o falleciendo por una sobredosis de cocaína.

¿Es una novela anti-coches? ¿Son los coches los enemigos naturales de la gente que anda en bicicleta o, en general, de todo el mundo?
En la novela hay un poso importante contra el automóvil, mejor dicho, contra la cultura del automóvil. Pero yo haría una separación, por un lado, hay una crítica sobre el modelo del desarrollismo económico, paradigma del capitalismo, en el que, si te fijas, hasta partidos de la izquierda y sindicatos apuestan por el crecimiento de la industria automovilística como motor de la economía. Y ya en lo concreto, sí que es cierto que cuando nos metemos dentro de un vehículo tendemos a convertirnos en un peligro público, tanto para ciclistas como para peatones. Hay algunos conductores que son potenciales asesinos al volante convirtiendo el coche como la característica más representativa de su personalidad. Yo mismo, todas las semanas muero virtualmente un par de veces sobre la bicicleta. Automovilistas que se saltan Stops, adelantamientos… Si cumpliera con el código de circulación por la parte que me toca olvidándome de los demás, estaría muerto. Seguramente me dirá algún conductor que los ciclistas incumplen normas. Sí, cierto, y yo como ciclista soy el primero en llamarles la atención si lo veo. Lo que olvidan ese tipo de conductores es que la mayoría de los ciclistas también somos conductores, pero ellos no son ciclistas.

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