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Literatura
NoViolet Bulawayo: “Si la gente es capaz de reírse de los tiranos, ahí empieza el proceso de hacerlos caer”
Hasta la caída en desgracia del Viejo Caballo, presidente vitalicio del país, en Jidada existía un Ministerio de la Revolución, otro de la Corrupción, uno dedicado a la propaganda y otro a las cosas, así en plural. Otra cartera se ocupaba de la desinformación y también había un ministro de Saqueo. Incluso figuraba un Ministerio de Nada. Todos los ministros pertenecían al Partido Jidada, el partido del Gobierno, también conocido como Partido del Poder, del que el Viejo Caballo, el Padre de la Nación, era el líder máximo. Este aseguraba haber sido nombrado primera autoridad del país por dios —como la gracia divina que hizo caudillo de España a Franco, mira por dónde— y que su cumpleaños era la fecha más importante en la historia de Jidada, junto al Día de la Independencia. Precisamente en los fastos de celebración de ese día comenzó su decadencia, cuando un grupo de mujeres llamado Hermanas de los Desaparecidos irrumpió en el mitin. Los acontecimientos se desencadenan y Jidada vive un proceso de liberación que acaba pareciéndose demasiado a lo que ya había. Cambiar todo para que nada cambie.
Jidada es un país ficticio donde la escritora zimbabuense NoViolet Bulawayo sitúa la acción de su segunda novela, Gloria (Alianza de Novelas, 2023). En sus páginas resuena lo sucedido en su país a partir de 2017 cuando Robert Mugabe dejó de manejar con dureza las riendas del gobierno tras cuatro décadas como el más alto mandatario y se abrió paso un proceso que no ha satisfecho las demandas ciudadanas. En Gloria también hay ecos de Rebelión en la granja de George Orwell: sus protagonistas son animales.
Bulawayo, emigrada a Estados Unidos cuando tenía 18 años y retornada a Zimbabue en varias ocasiones, firma una fábula divertida y contemporánea con un trasfondo trágico, la imposibilidad de una transformación real del estado de las cosas, de un orden diferente al que se fija desde el poder, y una moraleja a tener en cuenta: la miseria podría acabar cuando en conjunto se decida que hasta aquí hemos llegado. Lo hace utilizando múltiples voces y recursos que proceden de la cultura oral en la que creció, escuchando a las mujeres de su entorno. Ella prefiere dejar al gusto de quien lea la consideración de si Gloria es una novela revolucionaria o, por el contrario, contrarrevolucionaria.
¿Hasta qué punto dirías que el poder de la palabra es el tema principal de Gloria?
Soy una traficante de palabras, estoy totalmente de acuerdo con que no solo Gloria sino todo lo que hago está teñido por el poder del lenguaje. Al fin y al cabo, es mi divisa, el vehículo a través del que trabajo y me expreso, además de la diversión y el placer que me produce trabajar con el lenguaje.
¿Qué guías empleaste para escribir Gloria?
La principal guía para mí es la historia, en este caso basada en la vida real, que es el texto definitivo. En Gloria es la historia de Zimbabue, la voz del pueblo de Zimbabue que sigue todo el drama político que tuvo lugar. No es una historia nueva o fresca sino que es algo que se ha contado muchas veces. La novela El brujo del cuervo, de Ngũgĩ wa Thiong'o, o La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz, y evidentemente Rebelión en la granja, de Orwell, están emparentadas con Gloria.
Utilizar animales me daba una cierta distancia, una cierta libertad a la hora de escribir sobre los acontecimientos políticos que se estaban produciendo en tiempo real en 2017, mientras escribía
Los protagonistas son animales pero podrían ser personas. ¿Cuál es el motivo literario/narrativo que como autora te llevó a tomar esa decisión?
Como autora, se trata de encontrar el medio adecuado para contar una historia. En este sentido, los animales se han utilizado para contar historias desde tiempos inmemoriales, el folclore está lleno de ejemplos. También pensé en las historias que me contaban y me gustaban cuando era niña, en las que los animales eran indistinguibles de los humanos a la hora de contar historias humanas. Utilizar animales me daba una cierta distancia, una cierta libertad a la hora de escribir sobre los acontecimientos políticos que se estaban produciendo en tiempo real en 2017, mientras escribía. De algún modo, era un muro entre la realidad y yo.
Rebelión en la granja es un libro que mi generación leyó en el instituto en Zimbabue y del que se hablaba mucho, se mencionaba mucho en redes sociales para hablar de lo que estaba sucediendo. Ahí empecé a conectar todos estos elementos y se me ocurrió que unir las dos cosas era algo muy apropiado.
¿Qué criterios empleaste para adjudicar un animal a cada personaje?
Por un lado, asigné las características más evidentes de los animales a los personajes. Por ejemplo, me parecía algo muy lógico que los perros fueran la fuerza militar, dada su ferocidad. Decidí limitarme a animales de granja, por eso los más poderosos, como el caballo, los asigné para encarnar al poder. Pero también hubo mucho de azar. En el caso de Destino, una cabra, busqué algo inesperado, al igual que con la gallina, nadie espera que una gallina lidere una revolución. Tenía que intentar adecuar al personaje al rol que les asignaba.
Gloria está inspirada en Zimbabue y la caída de Mugabe. ¿Hasta qué punto es una historia universal y hasta qué punto tiene características propias específicas de allí?
No es una historia única de un lugar o de las circunstancias en las que se basa. De hecho, se puede decir que la mayoría de historias que se publican ya se han contado. Gloria cuenta una historia sobre la tiranía, el poder, y cómo la gente resiste ante él. Y eso se produce en muchísimos lugares.
¿Por qué introduces elementos de humor cuando la historia que cuentas no es exactamente divertida?
Mi trabajo tiende a ser oscuro, tenso, y el humor es un mecanismo que utilizo para que sea más accesible para el lector. También me interesa el uso del humor como resistencia: burlarnos del poder, de la tiranía, del gobierno, ridiculizarlo y reírnos de ello nos permite rascar un poco en la superficie de ese poder. Los tiranos, en nuestra vida cotidiana, están subidos en un pedestal que no merecen y si la gente es capaz de reírse de ellos, ahí empieza el proceso de hacerlos caer.
Tanto en la historia como en la forma de la novela tienen mucha importancia las redes sociales. ¿Querías subrayar su papel en las sociedades actuales?
Es un reflejo de cómo Zimbabue se ha volcado en las redes sociales y cómo los millones de ciudadanos de Zimbabue que se han tenido que exiliar utilizan las redes sociales como un marco referencial para la realidad del país. Si el libro pretendía ser un reflejo de su tiempo, no podía dejar pasar ese guiño a las redes sociales. Estas, además de ser ese espacio de referencia, tienen una importancia significativa. Hay dos países, dos Jidadas: el espacio físico, geográfico; y el otro, ese reflejo del país en el que la gente es valiente y hay resistencia.
¿Cómo crees que afecta a tu modo de escribir el hecho de perder a tu madre cuando eras apenas una bebé?
No, mi madre no tiene mucho que ver con mi escritura, más allá del hecho de querer hacerlo lo mejor posible para que se sienta orgullosa de mí. Hasta que no alcancé una cierta edad no tuve ninguna conciencia de no tener madre porque tenía a mi alrededor muchísimas figuras maternales maravillosas que, en cierto modo, conformaron mi forma de entender el feminismo, la maternidad, las relaciones interpersonales, que va más allá de lo biológico. Es algo que refleja en el libro el personaje de Duquesa, la gata que es una especie de figura maternal para su comunidad.
Como escritora, debo ser una participante en la sociedad a través de la apelación a la época en que vivimos y reflejarla para alzar la voz contra la injusticia
¿Cuál debe ser el rol de una escritora en el siglo XXI?
No creo en ser prescriptiva, cada escritor puede tomar sus propias decisiones y hacer lo que prefiera respecto al rol que quiere tener. Solo puedo hablar por mí misma y creo que, como escritora, debo ser una participante en la sociedad a través de la apelación a la época en que vivimos y reflejarla para alzar la voz contra la injusticia.
¿Te sientes obligada a escribir sobre África?
Escribo sobre Zimbabue, no sobre África. Me parece una distinción importante que hay que hacer. Occidente tiende a hablar sobre África como un país único. Me siento obligada a escribir sobre mi país porque no puedo apartar la mirada de la injusticia y ahora mismo Zimbabue está sufriendo un periodo de mucha injusticia. Pero al mismo tiempo, de Zimbabue están saliendo muchas otras historias, relatos, y eso habla de que los escritores han de ser capaces de escribir sobre lo que quieran. La mía es una experiencia muy reducida que no puede pretender reflejar la complejidad de todo un país, por eso me alegro de que hayan salido tantas voces.
¿En tu escritura tiene más peso la tradición oral o la narración literaria escrita?
Es una combinación de las dos. Evidentemente, el libro como forma, artefacto, está limitado a la lente de esa cultura narrativa, pero yo he recibido una tradición que escapa un poco a lo que se considera un texto normal y eso da lugar a una combinación muy bella entre ambas, yo creo.
¿Cómo afecta a tu escritura vivir entre dos culturas, la de Zimbabue y la de Estados Unidos?
La enriquece. En el acto de cruzar una frontera se pierden algunas cosas y se ganan otras. Puedo decir que mi universo se ha expandido gracias a esta mezcla de culturas. Al ganar un segundo hogar, por así decirlo, las influencias que recibía se multiplicaron de una forma que no hubiera sucedido si me hubiera quedado en Zimbabue. Eso habla de la importancia del movimiento humano, de lo que ganamos al desplazarnos, creo que es algo que nos hace crecer y nos hace mejores.