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Líbano
Un nuevo incendio en el puerto atemoriza Beirut mientras los dirigentes eluden responsabilidades
La zona portuaria ardía anoche por segunda vez desde la tragedia del pasado 4 de agosto cubriendo la capital libanesa de tóxico humo negro, en una tarde en la que muchos residentes traumatizados temieron una nueva explosión ante la ausencia de explicaciones y disculpas por parte de las autoridades.
Una humareda negra cubría anoche el cielo de Beirut, esparciendo el miedo. El puerto de la ciudad empezó a arder desde el mediodía de ayer 10 de septiembre por motivos no esclarecidos mientras los residentes de la capital libanesa revivían los momentos que el pasado 4 de agosto precedieron a la explosión más grande en la historia del país.
Ayer, como aquel día, los bomberos se lanzaron a mitigar las llamas de la instalación portuaria sin saber a ciencia cierta a qué se enfrentaban. Algunos de ellos llevaban pegadas al cuerpo fotografías de sus compañeros fallecidos durante la gran deflagración que destrozó el puerto, a donde habían acudido para sofocar el incendio sin que nadie les advirtiera que 2.750 toneladas de nitrato de amonio se almacenaban en el mismo hangar. A los pocos minutos, una deflagración sin precedentes mató a al menos 200 personas y otras 300.000 perdieron sus casas, en unos hechos que han provocado un trauma a buena parte de la población.
Apenas un mes después, el ejército libanés pedía ayer la evacuación de los alrededores del puerto mientras las llamas cogían altura. Lo hacía tras descubrir hace pocos días al menos cuatro toneladas más de nitrato de amonio, la sustancia altamente explosiva que supuestamente dinamitó el puerto el pasado mes. Según algunas versiones, el incendio de ayer se habría producido en un almacén que contenía aceites y neumáticos, pero entre la ciudadanía reina un estado de desconfianza y de desconocimiento entorno a lo que ocurre en el puerto. Las imágenes de trabajadores portuarios huyendo despavoridos del fuego simbolizan la incertidumbre sobre lo que pueda contener la instalación, incluso para quienes la conocen. Al caer la noche el incendio seguía, pero los bomberos aseguraban que estaba bajo control.
Las imágenes de trabajadores portuarios huyendo despavoridos del fuego simbolizan la incertidumbre sobre lo que pueda contener la instalación, incluso para quienes la conocen
Distintos poderes públicos se han enzarzado en un baile de declaraciones para esquivar cualquier tipo de responsabilidad. El gobernador de Beirut, Marwan Abboud, afirmó a Al Jadeed que él no tiene responsabilidad por lo que ocurra en el puerto y que las autoridades municipales habían inspeccionado materiales inflamables en la ciudad, pero no en la zona portuaria. El recientemente nombrado director del puerto Bassem Kaissi se lavó las manos alegando que el almacén donde se produjo el incendio es privado, y añadió que el local no contaba con agentes de seguridad ni con alarmas anti-incendio después de que éstas se rompieran durante la explosión de agosto.
El presidente Michel Aoun, en un encuentro “de emergencia” celebrado con autoridades de Defensa seis horas después del inicio del incendio, advirtió que “la causa debe ser conocida lo antes posible y aquellos que sean responsables deben afrontar las consecuencias”. Por su parte, la ministra de Justicia en funciones, Marie-Claude Najm, ha ordenado al fiscal del estado una investigación para adjudicar responsabilidades por lo ocurrido en el puerto, aunque a muchos les ha parecido un gesto poco creíble: las mismas autoridades prometieron que una investigación similar traería resultados tan solo cinco días después de la explosión, pero éstos todavía no existen.
Los esfuerzos por parte de los diferentes poderes del estado por eludir compromisos en relación al puerto levantan sospechas de que nadie haya asegurado debidamente los materiales que se encuentran en él durante los 40 días que han seguido la explosión. La misma ciudadanía que ha trabajado durante este tiempo para reconstruir Beirut sin el apoyo del estado intentaba ayer seguir con su vida mientras mantenía un ojo en el cielo y en el teléfono móvil, para asegurarse de que sus seres queridos se protegían ante una posible nueva deflagración. También acudían a las redes sociales para protestar por la situación ante la ausencia de un estado que ni tan siquiera se dirige a ellos.
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Hala, una joven beirutí, escribía: “Hoy era mi primer día de regreso a la oficina en Mar Mikhael [zona próxima al puerto] después de arreglarlo todo. Sentada, veo un enorme humo negro por la ventana. Mi cuerpo comienza a temblar incontrolablemente y las lágrimas llenan mis ojos. Que os jodan por nuestros interminables traumas!“. Una familia hizo correr el video de uno de sus pequeños, que miraba la humareda nervioso desde el balcón: “Quiero salir de la ciudad e ir a las montañas”, decía el crio. Preguntado por el motivo, él contestaba: ”Vamos a morir”.
Expertos en polución atmosférica advierten que el aire de Beirut está gravemente contaminado y que tanto niños como personas mayores deberían abandonar la ciudad
Expertos en polución atmosférica advierten que el aire de Beirut está gravemente contaminado y que tanto niños como personas mayores deberían abandonar la ciudad. A medida que avanzaba la tarde, el fuego se fue esparciendo a otros almacenes de contenido desconocido. Ante el riesgo de una nueva tragedia, los residentes de Beirut se preguntan si deben cerrar las ventanas para protegerse del tóxico humo negro, ya que las ventanas cerradas que cedieron ante la deflagración del pasado agosto causaron numerosas víctimas. En la zona cercana al puerto, sin embargo, muchas viviendas aún no tienen ventanas por cerrar.
La investigadora de Human Rights Watch en Líbano, Aya Majzoub, denuncia que “ningún miembro del gobierno ha informado a los residentes de los riesgos que este incendio entraña para la salud”, lo que supone una “violación del derecho internacional”. “Cómo siempre”, añade, “las organizaciones sociales están cumpliendo con esa labor”. Mientras los dirigentes libaneses permanecían callados, entidades como Greenpeace llamaban a la población a usar mascarillas para proteger su sistema respiratorio, a cerrar ventanas y a mantenerse alejado de ellas.
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Los recursos de los bomberos que trabajan para mitigar el fuego son escasos y Defensa Civil ha pedido a los propietarios de depósitos privados que aporten agua para la causa. Ziyad Baroud, antiguo ministro de Interior, manifestaba echar en falta los helicópteros especializados en apagar incendios que otros países habían donado a Líbano años atrás pero que el gobierno ha vendido por el mal estado en el que se encontraban a causa de la falta de mantenimiento.
Según prensa local, el incendio en el puerto habría afectado también a comida almacenada, algo grave en un país en fuerte crisis financiera y alimentaria, totalmente dependiente de las importaciones y en el que faltan productos básicos. El director del Comité Internacional de la Cruz Roja en Oriente Medio, Fabrizio Carboni, teme que la donación humanitaria que la organización hizo al Líbano tras la explosión del pasado 4 de agosto se eche a perder: “en el local en llamas nuestra organización almacena miles de porciones de comida y medio millón de litros de aceite”.
El analista libanés Halim Shebaya recordó las explicaciones anteriores que los dirigentes libaneses han dado ante situaciones difíciles para prever lo que podría ocurrir esta vez: “nos dirán que esto es otro accidente, que no era su responsabilidad, que estemos agradecidos de que no haya sido todavía peor y que no tiene que ver con las líderes políticos”.
Según el portal de investigación libanés Beirut Report, medios de comunicación vinculados a partidos con poder en el gobierno han intentado quitar importancia al incendio del puerto, asegurando inicialmente que el fuego estaba bajo control incluso cuando no lo estaba, evitando preguntas sobre quién podría ser responsable por lo sucedido y pasando a comentar otras noticias mientras los beirutíes respiraban partículas de neumático.