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Líbano
Israel incumple el acuerdo de paz y mantiene tropas en el sur de Líbano para “vigilar” a Hezbollah
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Esta semana, el Gobierno de Israel ha decidido mantener parte de sus tropas en Líbano aunque esto suponga una violación del acuerdo de alto el fuego que firmó con Hezbollah y con Beirut. La tregua alcanzada el pasado 27 de noviembre, que debía poner fin a un año de conflicto bélico entre Tel Aviv y los milicianos libaneses, obligaba los soldados israelíes a retirarse del Líbano el pasado 26 de enero, algo que el Ejército hebreo incumplió, consiguiendo una prórroga por parte de los países garantes de la tregua. A falta de pocas horas para la madrugada de 18 de febrero, cuando vencía la segunda fecha límite, las autoridades israelíes anunciaron que retirarían sus tropas de prácticamente la totalidad del sur de Líbano con la excepción de cinco puntos “estratégicos” donde varios centenares de soldados permanecerían desplegados.
El mantenimiento de la ocupación sobre estos territorios inquieta las máximas autoridades de Líbano. En un comunicado conjunto, el presidente de país —Joseph Aoun—, el primer ministro —Nawaf Salam— y el presidente del parlamento —Nabih Berri— afirmaron que el Gobierno libanés considerará cualquier presencia israelí en territorio nacional como una ocupación. Pero el desequilibrio de poder en el conflicto beneficia el lado israelí, como lo hacen también las mayores potencias impulsoras de la tregua, principalmente los EEUU. Washington no ha exigido públicamente la retirada total a Israel, y se ha limitado a recordarle que evacuar todos sus efectivos de Líbano no le impide seguir lanzando ataques contra el territorio en caso de percibir movimiento de Hezbollah en el sur de Líbano.
La tregua alcanzada el pasado 27 de noviembre, obligaba los soldados israelíes a retirarse del Líbano el pasado 26 de enero, algo que el Ejército hebreo incumplió
El enunciado básico del alto el fuego firmado a finales de noviembre exige la desaparición del sur de Líbano tanto del Ejército de Israel como de los hombres y las armas de Hezbollah. La milicia libanesa se esfuerza en retratar el pacto como una victoria, alegando que sus hombres han sido capaces de frenar el avance hebreo sobre el terreno. Pero muchos en Líbano describen la tregua como una rendición. La letra pequeña del acuerdo ha traído un nuevo status quo que somete Líbano en una suerte de tutela internacional favorable a Tel Aviv. Como parte de la estructura de la tregua, Washington se compromete a dar luz verde a Israel para lanzar ataques contra Líbano en caso de percibir amenazas por parte de Hezbollah —algo subjetivo que Israel siempre podrá alegar sin aportar pruebas—; Líbano, por su parte, se compromete a aceptar en el interior de su territorio la presencia de un comité de supervisión del alto el fuego liderado por un general estadounidense, Jasper Jeffers. Dada la indisimulada alianza entre los EEUU e Israel, hay libaneses que ven este comité como tener a Israel metido en territorio libanés.
A pesar de ello, los dirigentes israelíes evitan por ahora entregar el control de la zona fronteriza al Gobierno libanés y retienen presencia militar en lo alto de cinco colinas a lo largo de la frontera entre Líbano e Israel. Algunas de estas cinco posiciones posibilitan la observación del litoral mediterráneo, como Labbouneh o Jabat Blat. Otras, como la ubicada en la carretera entre Markaba y Houla, permiten observar municipios libaneses y el movimiento rodado entre algunos de ellos. Y todas ellas en su conjunto están elegidas por su proximidad a comunidades israelíes del norte de Israel, como Shlomi, Shtoula o Avivim, a las que el Ejército hebreo pretende proteger. Precisamente, las autoridades israelíes han marcado el 2 de marzo como día a partir del cual se permitirá el retorno de los miles de residentes de la zona que huyeron por el conflicto con Hezbollah.
Los dirigentes israelíes evitan por ahora entregar el control de la zona fronteriza al Gobierno libanés y retienen presencia militar en lo alto de cinco colinas a lo largo de la frontera
El portavoz del Ejército israelí, Nadav Shoshani, asegura que la permanencia de las tropas en estas posiciones está “en línea” con el acuerdo de alto el fuego —algo que Líbano niega—, y avanza que los soldados israelíes podrían seguir en la zona “durante meses si fuera necesario, hasta que sea claro que no hay actividad de Hezbollah al sur del río Litani”, ubicado a unos 30 kilómetros de la frontera.
Israel calcula que desplegará entre 100 y 250 soldados en cada una de estas posiciones en el interior de Líbano, donde el diario libanés L’Orient Today indica que operarios hebreos ya están construyendo fortalezas, barricadas y diques. Se prevé que Tel Aviv triplique los soldados desplegados en el lado israelí de la frontera en comparación con la cifra previa al conflicto.
Miles de libaneses sin lugar al que volver
El alto el fuego de pasado 27 de noviembre no ha impedido que el Ejército israelí continuara abriendo fuego en Líbano, ya sea contra personas o contra edificios residenciales. En los más de 60 días de tregua, las fuerzas israelíes han quitado la vida a al menos 57 personas y han destruido centenares de propiedades y campos de cultivo, destruyendo metódicamente todo lo que sostiene la vida. De hecho, buena parte de la destrucción en el sur de Líbano se ha llevado a cabo durante la tregua. ACLED —grupo que monitorea conflictos armados— registra que las fuerzas israelíes han destruido siete veces más estructuras durante estos dos meses de cese a las hostilidades que durante los dos meses anteriores de guerra abierta.
Human Rights Watch afirma que “la destrucción deliberada por parte de Israel de hogares civiles, de infraestructura civil y de servicios públicos hace imposible el retorno de los residentes de la zona”. Ramzi Kaiss, investigador de esta organización, advierte que retomar la vida en estos municipios es inimaginable incluso para aquellos civiles cuyas viviendas hayan sobrevivido a la ofensiva israelí: “¿cómo pueden regresar si no hay agua, electricidad, telecomunicaciones ni infraestructura de salud?”.Human Rights Watch afirma que “la destrucción deliberada por parte de Israel de hogares civiles, de infraestructura civil y de servicios públicos hace imposible el retorno de los residentes de la zona”
A primeros de febrero, justo antes de la retirada de buena parte de las tropas israelíes, se calculaba que unas 100.000 personas en Líbano seguían desplazadas por el conflicto. Entonces como ahora, existen residentes de territorios que ya han sido evacuados por el Ejército israelí que prefieren seguir desplazados hasta que la paz duradera sea algo más claro.
Durante los últimos días, la partida de las tropas israelíes de buena parte de la zona fronteriza ha permitido el regreso del Ejército de Líbano, que dice haberse desplegado en todos los municipios de donde los soldados israelíes se han retirado. En muchos casos, los tanques libaneses acceden a las localidades entre aplausos de civiles que sienten felicidad por regresar a su tierra, pero que al mismo tiempo se muestran atónitos ante la destrucción general.
Es el caso de Kfar Kila, un municipio fronterizo donde los soldados israelíes estuvieron practicando detonaciones hasta los últimos minutos antes de la medianoche del 18 de febrero, momento en el que debían evacuar hacia Israel. Cuando partieron, ya no había nada por detonar. El alcalde, Hassan Sheet, asegura que el 90% de los edificios han quedado completamente destruidos y el 10% dañados. Lo mismo ocurre en otros municipios, como en Markaba. Hassan Younes, un joven residente de 18 años de edad, envía a El Salto un vídeo donde se observa una montaña de escombros. “Esta es mi casa”, indica el chico: “Ayer regresamos al pueblo tras la retirada israelí y, por desgracia, así es como la hemos encontrado”. Hasan asegura que tropas israelíes abrieron fuego contra él cuando se acercó a los escombros de lo que era su hogar. Ahora, responde mensajes desde la cama de un hospital cercano a Tiro, la mayor ciudad del sur de Líbano.
Sarah, que reside en Tiro, no se termina de creer el estado en el que las fuerzas israelíes han dejado municipios como Naqoura. “Si ves la destrucción que han provocado, te rompe el corazón”, dice. “No sé qué les pasa. Creo que nos odian. Es como si les hubiéramos ocupado territorio nosotros a ellos”, protesta esta enfermera: “Destruyen toda casa que sea bonita. Se están vengando”.
Un poco más allá del perímetro más inmediato de la frontera, los libaneses hace semanas que lidian con la destrucción de su entorno. En Nabatieh, una ciudad de decenas de miles de residentes a veinte kilómetros de Israel, la ofensiva israelí redujo el mercado otomano a cenizas y terminó con el centro histórico donde latía la sociedad civil. David Wood, analista del Grupo Internacional Crisis, pone a El Salto Diario ese ataque como ejemplo cuando se le pregunta si Israel ha aplicado el castigo colectivo durante la guerra contra Hezbollah.
Sarah, que reside en Tiro, no se termina de creer el estado en el que las fuerzas israelíes han dejado municipios como Naqoura. “Si ves la destrucción que han provocado, te rompe el corazón”, dice
Salem Nasser, de unos 70 años de edad, está plantado ante lo que antes era el mercado popular de la ciudad. “Tengo el corazón triste”, indica a El Salto Diario: “Cuando éramos niños jugábamos por aquí, íbamos en bicicleta. Hay lugares que se convierten en tu historia, tu herencia, tus dulces recuerdos”. Nasser ha perdido su pasado y su presente. Su negocio familiar, una tienda de accesorios para mujer que antes llevaron su padre y su abuelo, quedó destruido por un bombardeo israelí después de seis décadas de continuidad. “No volveremos a vivir”, lamenta cabizbajo.
La doctora Mona Abu-zeid dirige el hospital Najdeh de Nabatieh, impulsado por el Socorro Popular Libanés. Tanto ella como otros miembros del equipo decidieron quedarse en el centro incluso durante los peores momentos de la ofensiva hebrea. “Si nos hubiéramos ido, nadie hubiera recibido atención médica”, argumenta. Abou-zeid había vivido ya otros conflictos como doctora, incluyendo la contienda entre Hezbollah e Israel de 2006. “Pero esta guerra ha sido distinta a las anteriores”, explica a este diario. Lo hace a las puertas del hospital, en lo alto de una colina desde la que se observa la ciudad bombardeada: “No entiendo qué armas han utilizado”, reconoce: “La destrucción que han causado en los edificios, en los cuerpos… muchas veces solo nos llegaban pedazos”.