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Pensamiento
Corregir la corrección política
Reseña de Manifiesto pospolítico, de Jorge Fernández Gonzalo (Editorial Dado, 2018).
Trazar sendas ideológicas para orientar pretendidamente la política de izquierda desde una reivindicación de la pospolítica parece un sarcasmo. Sin embargo, es lo que sugiere en el último de sus quince libros y ensayos Jorge Fernández Gonzalo (Vallecas, 1982), quien lo ha titulado Manifiesto Pospolítico, editado por Dado en su colección Disonancias. El editor Mario Domínguez Sánchez-Pinilla argumenta que, pese a la contradicción ínsita en el título —la pospolítica deja fuera de sus propósitos la lucha por las conquistas materiales para ceñirse a las pugnas identitarias, los discursos y los marcos ideológicos— el texto de Fernández Gonzalo muestra un evidente interés por hallarse la polémica pospolítica sobre el tapete más actual de la escena teórica.
El autor, cuyas obras, por su número y cualidad, le convierten en uno de los más jóvenes pensadores sobre el terreno, se propone en este libro describir algunos itinerarios de proposiciones cuyo tránsito resulte de utilidad para las políticas de izquierdas a recorrer en el presente siglo. Para ello, exprime los resultados de la corrección política hasta sus últimas consecuencias, aunque no precisamente para conjurarlos sino más bien para aplicarles algo así como esas técnicas de las artes marciales, señaladamente orientales, consistentes en aprovechar la energía impulsada del adversario y, tras importarla deliberadamente hacia uno mismo, reconvertirla al poco en potente arma de ataque frente a la inicial agresión sufrida. Y ello a consecuencia de que el combate del neoliberalismo contra la izquierda política, admite el autor, prosigue ininterrumpidamente, pese a las crisis inducidas —y por inducir— desde aquél a partir de su rotundo discurso, donde la reproducción de la desigualdad social, económica y política parece ser el único componente estable de cuantos enunciados dice proclamar.
Ante el primigenio antiabsolutismo liberal del siglo XIX devenido en el actual y totalitario pensamiento único, el filósofo madrileño propone una suerte de entrismo, técnica de inmersión política en instituciones rivales, que se adentre en la entraña de la bestia y examine sus vísceras, para así poder disolverlas con el ácido de la crítica.
El pensador madrileño, doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense, cuya prolífica producción incluye obras como Filosofía zombi (finalista del premio Anagrama) o los galardonados ensayos Homo public e Iconomaquia. Imágenes de guerra, bascula entre influencias de Michael Foucault y Slavo Zizek. Cuenta en su palmarés con el Premio Hiperión de Poesía Joven y ha traducido a poetas como Arthur Rimbaud y Charles Baudelaire o a filósofos sociales como Donna Haraway y Quentin Meillasoux.
A grandes rasgos, el autor madrileño se ve inserto en el llamado giro culturalista del pensamiento de izquierda, en la estela de las obras del marxista sardo Antonio Gramsci (1891-1937), giro consistente hoy, para unos, en primar la lucha por la hegemonía ideológica como llave o condición sine qua non de la victoria política de las clases mayoritarias, y para otros, en impedir que las derrotas políticas de la izquierda a manos del ultracapitalismo financiero vigente se conviertan en un irreversible naufragio. Desde tales coordenadas, y sin recurrir al sentimiento de culpa y de queja que suele mostrar la izquierda política según denuncia, Jorge Fernández Gonzalo señala su propósito central en este libro: articular un discurso de nuevo cuño, sustancialmente reflexivo, que tenga en cuenta las cuatro coordenadas de lucha que centran hoy su atención ideopolítica, a saber: el despliegue del feminismo, unido al pensamiento queer y a las teorías de género; la re-descolonización efectiva; el ecologismo; y la lucha histórica del proletariado. A nadie se le pasa que estas cuatro dimensiones poseen el denominador común del igualitarismo.
“Mi libro empieza donde acaba internet”
Más adelante, el filósofo vallecano asegura acometer la tarea emprendida más allá de la configuración de los espacios de discurso que las redes establecen. “Mi libro empieza donde acaba internet”, reconoce. Para conseguir su meta, Fernández Gonzalo conviene en que el significado de la llamada pospolítica concierne a “una idea prepotente que pone el énfasis en las luchas simbólicas” —frente a la pugna por las conquistas tangiblemente materiales— a cuyo marco discursivo se enfrenta llevándolo hasta sus últimas consecuencias y con el propósito ulterior de “tratar de dinamitarlo desde dentro”, admite. De esta manera, señala que reivindicaciones como la de la diversidad, tan esgrimidas por la izquierda, pueden devenir —así lo ponen de manifiesto los procesos de gentrificación, ocupación de los barrios populares por segmentos altoburgueses— en perfectamente funcionales para el neoliberalismo, cuyo despliegue muchos piensan ya que acaba por hermanarse con el neoconservadurismo: la deriva de la disforia —esa alteración intermitente entra fases de euforia y de irritabilidad— mostrada por Donald Trump pondría de manifiesto el propósito bipolar, neoliberal y neocon de llevar a su extremo más mercantilmente desigual la despolitización del Estado y las convenciones asociadas a la política.La pregunta a despejar surge de modo súbito: este jugueteo teórico con la pospolítica que Fernández Gonzalo emprende ¿implicará —o no— una contaminación con la temida despolitización neoliberal, consideraba letal para las luchas ideológicas y políticas que inspirarían una acción tan urgente como la izquierda parece reclamar? La respuesta viene dada en este libro de interesante lectura, “no con recetas”, subraya el autor, sino con propuestas de “artefactos deconstructores de los paradigmas que han presidido hasta el presente muchos de los combates actualizados de la izquierda”: desde los que cuestionaban las relaciones de poder y desigualdad a partir de las luchas obreras, hasta los que determinarán el papel de los hombres en la sociedad feminista, sin olvidar la crítica de la supuesta ineficacia objetiva de las conductas ecológicamente individualizadas o la fragilidad de un tipo de multiculturalidad que presenta numerosas grietas vulnerables y amenaza con propiciar ataques frontales en su contra.
Cabe decir que el Manifiesto pospolítico de Jorge Fernández Gonzalo sale al paso del escrito en claves disidentes respecto de la corrección política de Daniel Bernabé, al que amistosamente critica pese a calificar de “abrumador” el éxito editorial de La trampa de la diversidad (Akal, 2018), que lleva su quinta edición. Bernabé excluía de la prioridad política activa a aquellas identidades que no entroncan directamente con la que determina la conciencia de clase, frente a Fernández Gonzalo, que las integra.
Por su parte, la editorial Dado, consagrada al ensayo de Ciencias Sociales, prepara nuevas aportaciones sobre esta disciplina, como la inminente publicación de un estudio sobre el derivacionismo alemán de la teoría del Estado, difundido en Alemania en los años 70 del siglo XX. Uno de sus principales exponentes es Joachim Hirsch, cuyos escritos conciernen a la conexión entre la teoría del valor marxiana y la vidriosa entraña estatal.
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Hay que acabar con las políticas identitarias cuanto antes, solo están sirviendo para crear más nichos de mercado y darle más impulso a la sociedad neoliberal.
Ahi esta, entonces a seguir dando por el culo con las fracasadas politicas identitarias, que no solo no han cambiado la realidad (sino han hecho mas hipocrita si cabe la falsa conciencia contemporanea) sino que ademas lo unico que esta consiguiendo es que el fascismo crezca a pasos agigantados, a la vez que anula la capacidad de respuesta de los oprimidos. Y tambien dividir hasta la extenuacion y prohibir todo gesto espontaneo.
Bravo posmodernos, en el futuro se os recordara por llevar a cabo la forma mas imbecil de confrontar el sistema