Laboral
Lo que esconde el nuevo récord de contratos

España cerrará 2017 con un nuevo récord histórico de contratos, con más de 21 millones. Pero esta cantidad está lejos del número de puestos de trabajo: 600.000 según las previsiones del Gobierno, lo que implica 36 contratos por cada nuevo puesto.

Inem contratos
Muchos contratos no garantizan la estabilidad en el empleo, más bien al contrario. David F. Sabadell
27 dic 2017 06:39

Salvo catástrofe de proporciones bíblicas —y aun así tendría que ser de las grandes dentro de esa categoría—, España cerrará el año con un nuevo récord histórico de contratos. Más de 21 millones. Es una cifra que invita al optimismo, pero que, en realidad, así expuesta, sin contexto, no dice nada. Puede llover 1.000 litros por metro cuadrado en un año, pero no es lo mismo si lo hace de manera continuada o torrencial.

Solo para la campaña de navidad se habrán realizado casi 1,1 millones de contratos, según cálculos de la ETT Adecco. Esa navidad comercial arranca en noviembre y termina con las rebajas de enero. El crecimiento previsto es del 14,7%.

Hay más contratos, pero para una temporada corta. La duración media de todos los firmados en el mismo periodo de hace un año fue de 49 días. En resumen, muchos contratos no garantizan la estabilidad en el empleo. Al contrario.

En la economía española “se generan muchos contratos para una cantidad de empleo neto en general pequeña”, dice Carlos García Serrano, profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Alcalá. Sin ir más lejos, el año pasado se realizaron 19,9 millones de contratos para un total de 413.900 nuevos empleos. Eso da 48 contratos por cada puesto de trabajo creado en todo 2016.

La dinámica continúa: aumenta más el número de contratos que el de puestos realmente creados

¿Qué hay de 2017? Faltan las cifras de diciembre, pero si a ese mes se le aplicase el crecimiento medio de la contratación registrado de enero a noviembre, sumaríamos en total casi 21,7 millones de contratos. Además, como ya han declarado el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y varios ministros en diversas ocasiones, se crearán 600.000 nuevos puestos de trabajo. Eso da 36 contratos por cada nuevo puesto. Pero es una previsión hecha a vuelapluma. Probablemente el crecimiento del número de contratos firmados en diciembre sea mayor. También es posible que la creación de empleo sea menor. Por ejemplo, en el programa de estabilidad que el Ejecutivo envió a Bruselas se hablaba de algo más de 530.000 puestos.

Sea como sea, lo único que se habría conseguido este año sería acercar el nivel a las cifras tradicionales en España, un país con un nivel de temporalidad anómalo en Europa.

El punto de partida estaría en la reforma laboral del año 1984. “En un momento de crisis económica, se cambia la ley para favorecer la contratación temporal y combatir así el desempleo”, dice Borja Suárez, miembro de Economistas Frente a la Crisis y profesor de Derecho Laboral de la Universidad Autónoma de Madrid. A partir de ese momento, “la contratación temporal se dispara de forma absolutamente anormal en términos comparados”.

Más contratos que puestos

La dinámica continúa: aumenta más el número de contratos que el de puestos realmente creados. Siguiendo las mismas cifras de la estimación anterior, el número de contratos habrá aumentado un 8,6% este año respecto al pasado y el empleo neto un 3,2%. Pero hay cuestiones que empeoran gradualmente. En 2017, hasta noviembre, uno de cada cuatro contratos firmados han durado siete o menos días. La media se sitúa en los 52,5 días, lejos de los 76,5 del año 2008.

La temporalidad disminuye la fuerza negociadora de los trabajadores, cuestión que además “genera una presión a la baja sobre los salarios”, dice García Serrano.

Hasta noviembre los contratos por horas representan el 35% del total

La patronal lo ve justo al revés. Con la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) del 4% propuesta por el Gobierno para 2018, “no se frenará el desempleo, sino que aumentará inexorablemente la proporción de empleo temporal y parcial”, dijo al conocer el dato José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, el lobby de pensamiento de la CEOE.

“Esa es una posición defendida por un tipo de empresario al que solo le interesa la competitividad vía costes y no la competitividad por generación de valor añadido”, dice Bruno Estrada, economista adjunto a la Secretaría General de Comisiones Obreras.

Estrada propone cambiar ese “círculo vicioso” por otro “virtuoso” en el que aumentan los salarios y el poder de decisión de los empleados dentro de la empresa.

Así “se aumenta el nivel de reinversión de los beneficios, beneficios que no salen a los bolsillos de los accionistas, sino que se quedan en la empresa, se genera mayor capacidad de innovación, formación de los trabajadores, y, en general, mayor capacidad competitiva”.

Un nuevo factor: la parcialidad

Pese a que nominalmente lo pretendía, la reforma laboral de 2012 no ha atajado la temporalidad. Y eso que terminó con la posibilidad de encadenar contratos a la que dio luz verde el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero al final de su etapa, de nuevo, como remedio al paro.

Otra cosa son los contratos por horas. Hasta noviembre representan el 35% del total. Justo un año antes de la reforma, en 2011, el nivel era cinco puntos inferior. Antes de la crisis suponían menos del 25%.

“Hay que volver a la negociación colectiva previa a las reformas del PP y del PSOE”, dice Bruno Estrada

“Los retoques de los últimos años han ido en la línea de facilitar un uso de los contratos a tiempo parcial muy flexible”, dice García Serrano. Además, “la parcialidad está combinada en un 75% de los casos con la temporalidad. Esta es una combinación perniciosa”, añade Suárez.

Es lo que hay y así lo muestra la estadística. El 58% de los ocupados con contrato a tiempo parcial lo tienen porque no encuentran otra cosa. Esta tasa comenzó a dispararse en 2010 y alcanzó el máximo (63,4%) en 2014, según muestra la Encuesta de Población Activa.

Bajo estas fórmulas, temporalidad y parcialidad, se esconde el fraude, y este “es generalizado”, opina Borja Suárez. De ahí que pida mayores sanciones a las empresas. “Lo peor que te puede pasar es que te pillen y entonces ese contrato que era temporal se convierta en fijo”.

Sin embargo, tal y como están las cosas, se pueden realizar acciones. El profesor pone como ejemplo la campaña de la Inspección de Trabajo llevada a cabo este verano en Balears y en la que se convirtió en fijos 4.000 contratos temporales (el 40% de lo revisado) y otros 300 pasaron de tener jornada parcial a jornada completa.

La parcialidad ha llegado para quedarse también en los contratos fijos. En noviembre un tercio se realizaron a jornada parcial. De hecho, pese al nombre, se han vuelto más inestables. Comisiones Obreras lo ha calculado en un estudio. Para ello se fija en el número de contratos indefinidos que se realizaron el año pasado y en el empleo neto indefinido que se creó. La relación es de 1,51 contratos por cada puesto, cuando en 2009 eran necesarios 1,14.

Pero, ¿cómo darle la vuelta a todo esto? Suárez habla de la necesidad de cambiar ciertas costumbres. “Si no tuviésemos ese problema de cultura, el marco normativo que tenemos no debería producir un funcionamiento tan distorsionado de la contratación”, dice.

“Hay que volver a la negociación colectiva previa a las reformas del PP y del PSOE”, dice Bruno Estrada. Eso “como mínimo”.

La negociación colectiva “ideal” la encuentra el economista en Suecia. “En los años 30 era el país más pobre de Europa”. Pero entonces se dotó de mayor participación a los trabajadores en las empresas. “Una continuidad de estas políticas durante décadas, ha hecho que sea uno de los países más ricos de Europa y del mundo”.

Una solución a la sueca en tiempos de mochilas austriacas. Cada escuela tiene ejemplos a rabiar, otra cosa es la vía por la que mandatarios y empresas quieren transitar.

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