Plaza de Colon confinamiento
La Plaza de Colón de Madrid el pasado 25 de abril. David F. Sabadell

La semana política
Adiós a Colón

El intento de acorralar a Pedro Sánchez en la prórroga del estado de alarma le sale mal al Partido Popular. Inés Arrimadas ejerce la “autonomía de lo político” y se desmarca de sus socios en Madrid, Andalucía, Castilla León y Murcia. La presidencia de Isabel Díaz Ayuso entra en crisis.

En marzo de 2018 dos redactores publicamos en El Salto una información sobre la vinculación de la hoy vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, con el despacho de abogados que había denunciado a tres personas a raíz de una serie de tuits denunciando el racismo institucional en el caso de Mame Mbaye, senegalés muerto en Lavapiés en el transcurso de una macrorredada policial. La historia tuvo cierto alcance, 30.000 visitas, alguna referencia en otros medios de comunicación y una amenaza no ejecutada de demanda por parte de los señalados por la investigación. Pocas semanas después el artículo era materia olvidada.

En 2019, algunas semanas antes de las elecciones municipales en las que Begoña Villacís fue cabeza de lista de Ciudadanos, un trabajo de ABC retomó los vínculos de la candidata con el despacho y publicó cómo había ocultado su relación con una sociedad patrimonial con dos millones de euros en inmuebles. Una semana antes de la publicación de la noticia en ese medio conservador, una encuesta de Telemadrid situaba a Ciudadanos a una sola décima del Partido Popular en la capital.

En mayo, el recuento de votos en Madrid separó en más de cinco puntos a PP y Ciudadanos. Poco importa si esa noticia influyó de alguna manera en la bajada de Ciudadanos con respecto a los sondeos. El hecho es que una de las personas que firmaba las piezas de ABC sobre Villacís trabaja hoy en el gabinete de prensa de José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid. Correlación no implica causalidad pero ya es casualidad. En cualquier caso, esta pequeña historia sirve para ilustrar cómo fue la bienvenida a Ciudadanos entre bambalinas por parte de sus socios prioritarios.

La foto de un nuevo régimen

No entre bambalinas, sino a todo trapo, ese mismo mes de febrero, había tenido lugar la manifestación que marcó políticamente el año 2019 y los primeros meses de 2020 en la plaza Colón. Fue la fotografía de una línea de acción conjunta que había sido moldeada durante mucho tiempo por los medios conservadores y ultraconservadores de la ciudad. La competencia virtuosa, capaz de no perder un solo voto, de tres familias de la derecha y el centro-derecho español.

Se trataba también de una propuesta de cambio de régimen cultural. La lectura es que el sistema salido de 1978 ha sido superado y deben ponerse nuevas mimbres para la reconstrucción del régimen. ¿Cómo hacerlo? El discurso de Felipe VI el 3 de octubre de 2017 trazó las principales líneas. Además de agrupar a los defensores más firmes de la monarquía, Colón supuso una puesta al día de los principios básicos de la españolidad —como creación de lo que Vázquez Montalbán definió como la “aznaridad”—. Entre esos principios, los referidos a la honestidad y la transparencia quedaban supeditados a las consideraciones identitarias del nacionalismo español. El experimento, como ahora sabemos, pudo haber salido peor para el PP, salió muy bien para Vox y acabó de repente con las posibilidades de Ciudadanos de estabilizarse en el convulso sistema de partidos actual. 

El hecho de que la cuarta prórroga fuera refrendada por Ciudadanos y el PNV supone otro límite soprepasado por el partido naranja en su salida de Colón

En términos generales ese nuevo sentido común, beligerante y reivindicativo, cuyo primer punto del orden del día es la defenestración a la voz de ya de Pedro Sánchez, ha supuesto para el PSOE un desgaste evidente. Sin Ciudadanos se frustró la apuesta orgánica por mantener aislado a Unidas Podemos y se fastidió el cambio del tablero que, por resultados, el PSOE podría haber ejecutado en las elecciones de mayo de 2019 en Castilla y León o Madrid. El partido naranja, en una lectura subsidiaria de la situación, facilitó cualquier cosa que castigase al PSOE y así se ha mantenido hasta esta misma semana. 

Dentro del hiperventilado campo semántico de esa nueva cultura de la españolidad, la “traición” quedaba destinada para el primero que se descolgase en la carrera por retirar el saludo a Pedro Sánchez. Esta semana, Inés Arrimadas, ejerciendo su propia autonomía, ha establecido un nuevo cauce de colaboración con el PSOE. Ciudadanos sale de la foto de Colón antes de lo previsto. 

Traiciones

Todos los planes tienen fisuras. El plan de esta semana —octava del estado de alarma— era aprovechar el paso en falso en el plan de desescalada del Gobierno. La división entre provincias solo había empeorado el clima de sospecha de los Gobiernos autonómicos hacia un comité de gestión de la crisis acusado desde el minuto cero de seguir una agenda oculta de recentralización. 

El hecho de que la cuarta prórroga del estado de alarma fuera refrendada por Ciudadanos —laboratorio para el uso del término “cuponazo” para designar el cupo vasco—  y el portavoz del PNV, Aitor Esteban, supone otro límite sobrepasado por el partido naranja en su salida del bloque de Colón. Otra vez la palabra “traición” servía para definir lo que es, ni más ni menos, política.

Como ha sabido Gabriel Rufián después de su tuit del 27 de octubre de 2017 —”155 monedas de plata”— las acusaciones de traición, en política, solo funcionan como combustible para un incendio que, una vez extendido, es difícil que no le alcance a uno. La desestabilización del Gobierno no era el objetivo ni de ERC ni del PNV, pero sí de Vox —y eso significa que también del PP— y del triángulo formado por Marta Borrás, Carles Puigdemont y Quim Torra que, casi sin esfuerzo, arrastra a ERC una y otra vez. 

la dieta Ayuso

Al fracaso de la tentativa de hacer naufragar a Sánchez y su estado de alarma —a la que iba a seguir automáticamente la denuncia del “desastre” gubernamental— le ha seguido la crisis en la Comunidad de Madrid. Con más fallecidos, una saturación irresuelta en las camas de Unidad de Cuidados Intensivos y peores números que cualquiera de las Comunidades que han solicitado el paso a la Fase 1 de desconfinamiento, el Gobierno de Díaz Ayuso, tras una reunión con los empresarios, y ante la negativa de la directora de Salud Pública, dimitida la tarde del jueves, decidió redoblar la apuesta y optar a una desescalada destinada a recibir la negativa del comité de crisis. 

Cualquier moción de censura en la Asamblea de Madrid sin los números para la destitución de Díaz Ayuso será una nueva retahíla de los mismos argumentos: Venezuela, separatismo, ETA

Posiblemente nadie como Díaz Ayuso aúna las características que mejor sintetizan las tres corrientes políticas que se dieron cita en la Plaza de Colón aquel 10 de febrero de 2019. El discurso del neofascismo estadounidense —la alt right— que catapultó a Trump a la presidencia, la imagen pública de estudiante de máster Comunicación Política y Protocolo y las alianzas con el capital de toda la vida. Tres características que se corresponden con las tres almas que han luchado por la hegemonía de la derecha, las que representan Vox, Ciudadanos y Partido Popular. Su investidura, en el verano de 2019, fue un desfile de los términos que funcionan como pegamento entre esas familias: Venezuela, independencia, ETA.

Cualquier moción de censura en la Asamblea de Madrid sin los números para su destitución —es decir, sin Ciudadanos— será una nueva retahíla de los mismos argumentos: Venezuela, separatismo, ETA. Una convocatoria de elecciones por parte del PP para evitar perder la Comunidad, con o sin Ayuso como candidata, girará en torno al mismo programa: competencia fiscal con el resto de España como principio, la defensa contra la Anti España como argumento.

Por mucho que sus medios afines estén preparados para convertir la Coca-Cola en la base de una una dieta equilibrada, la crisis de la Comunidad, generada por la explotación de la sanidad pública en más de dos décadas de políticas neocon, restará protagonismo en la semana próxima a las dificultades del Gobierno de Coalición para seguir quemando las etapas de la pandemia y la nueva crisis económica. 

El plan FAES-Aznar, la foto que salió de Colón y su propuesta de evolución del consenso constitucional ha sufrido un importante trastorno en una semana que se planteaba clave para el desgaste del Gobierno de Coalición. La autonomía de Arrimadas y el incendio en la Comunidad de Madrid, imposible de apagar esta vez con las referencias al socialcomunismo amenazador, han fastidiado la foto de Colón, en la que hace un año se presentó el proyecto de futuro de la derecha española.

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