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Izquierda Unida (IU)
Antonio Maíllo: “No puede ser que en el campo de la izquierda alternativa brille el narcisismo”
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Casi nadie en la izquierda alternativa o “a la izquierda del PSOE” está hablando en estos momentos de unidad. Uno de los que lo hace más claramente es Antonio Maíllo (Lucena, Córdoba, 1966), que ejerce como coordinador general de Izquierda Unida desde mayo de 2024. Su coalición ha lanzado Convocatoria por la Democracia, un proceso que se pretende abierto, para tender los puentes rotos en el año 2023 y llegar a las próximas elecciones generales con capacidad para detener la victoria anunciada por las encuestas del Partido Popular y la entrada en el Gobierno de la extrema derecha de Vox. Maíllo es consciente de que para eso debe darse también una pelea que vaya más allá del “que viene la derecha” y trabajar desde dentro del Gobierno para que las mejoras de las condiciones materiales sea la mejor respuesta al clima de hartazgo y bloqueo que da alas a los ultras.
En las redes sociales circula un meme con el concepto de “haber sido psoeizado”, que quiere decir que el PSOE se la ha vuelto a jugar. Esta semana ha trascendido que desde Zaragoza se han enviado 60.000 piezas de armas hacia Tel Aviv cuando se nos dice por activa y por pasiva que hay un embargo desde el 7 de octubre de 2023. Sumar lo ha denunciado públicamente y ante la Fiscalía de la Audiencia Nacional. ¿Ha sido ‘psoeizado’ el socio de Gobierno en el que se encuadra Izquierda Unida?
No conocía ese meme. Es evidente que nuestra iniciativa de denunciar ante la Fiscalía y de presentar una pregunta al Gobierno sobre este hecho, que me parece de enorme gravedad, es la demostración de que nosotros queremos, sobre todo, una mantener coherencia en nuestras políticas. Asumimos el momento histórico en el que nos encontramos, asumimos estar en el Gobierno, pero evidentemente ese ‘estar en el gobierno’ no significa que se esté de acuerdo en todo lo que se haga, obviamente, y menos en asuntos que para nosotros son cruciales, pero que además no están en el acuerdo de investidura. La gravedad de este asunto no es sólo su naturaleza, es decir, seguir vendiendo armas al Gobierno genocida de Israel, sino que se haya mentido, porque se nos ha dicho que no se hacía. A través de nuestros diputados y de nuestro portavoz Enrique Santiago ya denunciamos el atraque en puertos españoles de material que iba para Israel y dejó de hacerse. Yo creo que se quiere plantear una suerte de de incompatibilidad en la defensa de nuestras posiciones políticas con estar en el Gobierno. Y tengo que decir que desde que entramos en el Gobierno con Unidas Podemos, y ahora con Sumar, hemos mantenido una coherencia, nos hemos mostrado en contra de aquello con lo que no estamos de acuerdo.
Hemos aprendido, porque también se aprende, que la trinchera también puede estar dentro de un gobierno
Pero, más allá de la coherencia que se pueda mantener, ¿es posible refrenar del Gobierno esos intentos del PSOE de hacer lo contrario de lo que dice?
Vamos a ver quién ha sido el responsable o la responsable de que en una base militar de suelo español como es la de Zaragoza se haya permitido ese tráfico. Y habrá que pedir no solo explicaciones, sino responsabilidades. Me parece que es un poco infantil sugerir que cuando tú haces un acuerdo de gobierno ya te mimetizas con la otra parte. Un acuerdo de gobierno en esta época tiene que ver con la cultura de la coalición que hemos introducido en la anterior legislatura. Este se basa en un núcleo de acuerdo que es obligatorio para las dos partes. En aquello en lo que no haya acuerdo hay dos opciones: o llegar a una negociación o pactar los desencuentros y los desajustes. Y después hay elementos como este que tienen otro cariz, porque se ha mentido y por tanto estamos muy expectantes a la respuesta que puedan dar desde el Ministerio de Defensa, porque el asunto es grave.
En otra entrevista dijo que si fuera por cuestiones de Exteriores —y aquí incluyo Defensa— posiblemente no se hubiera producido este Gobierno de coalición. Cuestiones como la de Gaza tienen cada vez más importancia para la base social de la izquierda. ¿Cuál es el límite de ese aceptar la política del PSOE?
En primer lugar, en política exterior y en política de defensa tenemos profundas diferencias con el Partido Socialista. Nunca lo hemos negado ni lo vamos a negar, ni vamos a dejar de tener esas diferencias. En segundo lugar, hemos aprendido, porque también se aprende, que la trinchera también puede estar dentro de un gobierno. Hemos normalizado que las discusiones no tienen por qué seguir un esquema de dialéctica parlamentaria frente a gobierno. Y tercero, tenemos que buscar las fórmulas para transformar la realidad, que es lo que importa. Y la pregunta es ¿si nosotros estuviéramos fuera del Gobierno se modificaría la política exterior o de defensa? Esa es la pregunta que hay que hacerse. Desde una posición de gobierno podemos elevar nuestra posición. Creo que no solo no es incompatible, es que posiblemente el debate será más intenso y más trascendente si se hace desde una posición de fuerza, estando en el Gobierno. Mire que nos tragamos en Unidas Podemos la modificación del acuerdo con las bases de Rota y Morón, que aumentaba el porcentaje de soberanía norteamericana.
Y el cambio de posiciones con respecto al Sáhara y la masacre de la valla de Melilla.
¿Las contradicciones en la modificación de la política del Sahara hicieron que los que ahora dicen que son motivos para excluirse encontraran motivos para salirse cuando estaban en el Gobierno? No. Es que hemos aprendido, lo hemos aprendido además de ellos, que el combate dentro del Gobierno es una trinchera que no se debe abandonar, porque nuestra aspiración es que se modifiquen las políticas. Primero si se confirma ese asunto grave de haber mentido respecto a las armas y segundo, que se modifique y no se permita el tráfico desde territorio español, desde bases militares españolas, del armamento al aeropuerto Ben Gurion, como parece que ha sucedido.
¿Les tiene informado el PSOE dentro del Gobierno de cuál es el papel que España está jugando en la Corte Internacional de Justicia en el proceso que ha planteado Sudáfrica con respecto al genocidio de Gaza?
No hay ahora mismo información adicional al respecto. Estamos muy atentos al al procedimiento. Desde el principio dijimos que nosotros habríamos adoptado una posición más audaz, no de estar de testigo, sino de posicionarnos como agente activo al mismo nivel que Sudáfrica y otros países.
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El portavoz parlamentario de Sumar explicaba a El Salto hace unos meses que en esta legislatura, por la aritmética parlamentaria que se da, quizá no se pueda avanzar demasiado en medidas materiales, pero sí en cuestiones antirrepresivas y de democratización. Esta semana también hemos sabido que la vulneración de derechos relacionada con la protesta política ha crecido un 30% en 2024. ¿Qué pasa para que, aunque este aprobada la reforma, no se avance en temas como la modificación de la Ley de Seguridad Ciudadana?
Se va a modificar. Hay una cuestión en la que se debe situar esto: no hay una correlación de fuerza de mayoría de izquierdas en el Congreso de los Diputados. Hay una correlación de fuerzas, vamos a llamarle, de un bloque democrático amplio, plurinacional, que, efectivamente en términos de profundización democrática, de libertades, puede haber tener más coincidencia de la que hay, por ejemplo, en términos económicos y sociales, como se ha visto cuando tumbaron Junts y PNV el impuesto a las energéticas. Se ha olvidado de algo que para nosotros es muy importante, que es la modificación de determinados artículos del Código Penal, que están penalizando más la protesta si cabe que la Ley Mordaza, que son procedimientos civiles y administrativos. El cogollo del debate represivo está en en determinados artículos del Código Penal que no vamos a cejar hasta tumbarlos. Y en este momento estamos en la dinámica del Congreso en la que se dan estas correlaciones de fuerza y estas tensiones, pero no es verdad que nos hayamos olvidado. Es más, estamos en la prioridad absoluta, en el ejercicio de su realización, y hay condiciones para hacerla y estoy convencido que se van a hacer.
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Yo sé que Izquierda Unida, Partido Comunista, Bildu, EH, BNG, Podemos etcétera van a seguir con esto, ¿pero el PSOE coge el teléfono?
Sí. Se asume que va a ser un compromiso en su desarrollo normativo y no percibo ni mucho menos que se haya roto ese acuerdo, porque sería incumplir no un acuerdo derivado, sino uno de los acuerdos del pacto de investidura.
Me parece que es una irresponsabilidad histórica asumir que a PP y Vox les toca como una suerte de destino divino y que hay un turnismo
Normalmente se dice que las cuestiones económicas son las que tumban gobiernos. Hablemos de vivienda. ¿Es el factor determinante que puede hacer que este Gobierno de coalición no siga?
Es el punto débil de la Legislatura. En primer lugar, yo creo que es matizable que solo sean condiciones materiales las que influyen, también hay una batalla cultural y un debate de valores, eso es fundamental para ganar esa batalla. En segundo lugar, sobre la materialidad: en este momento en la Legislatura hay un desequilibrio entre el avance en derechos laborales y mejoras de las rentas del trabajo —en un contexto expansivo de la economía con disminución del desempleo— con cómo esa mejora de las rentas laborales se ve neutralizada. Porque la vivienda se está convirtiendo una suerte de agujero negro que succiona esas mejora de la renta. Por tanto, en ese desequilibrio es clave llegar al final de legislatura con una política de vivienda igual de audaz de lo que ha sido la de empleo.
¿Cómo se consigue eso?
Nosotros defendemos el protagonismo del Estado, en los mismos términos en los que éste asume la dirección de los servicios públicos, igual que en la educación o la sanidad. El Estado debe tener parque público de vivienda y hacer una gestión directa de ese parque público. Tiene que imponer un condicionamiento vinculado no a una suerte de libre mercado, sino a los ingresos de quienes tengan que ser beneficiarios de esa vivienda, con un tope máximo de 30% sobre los ingresos que tengan las familias, no sobre una cantidad neutra, porque no hay neutralidad en la vivienda. Hay una cuestión fundamental, que es que el Estado tiene que cambiar el paradigma que el bipartidismo ha mantenido en estos 45 años que es despatrimonializar el parque público de vivienda descalificándolo a los 30 años para que pasen a ser objeto de renta libre y, por tanto, objeto de especulación.
¿Y en el Parlamento van a dar los números?
Desde la mera negociación de aritmética parlamentaria o incluso desde una negociación intergubernamental no se va a llegar a un cambio de paradigma. No hay fuerza. ¿Dónde está la fortaleza para hacer una envolvente que suponga un cambio de este tipo en la normativa de la vivienda? En la movilización social. Yo creo que la experiencia de manifestaciones masivas que ha habido en Madrid, Barcelona, Málaga, Sevilla y otras ciudades del Estado es uno de los motores que puede hacer que realmente el cambio de paradigma en la política de vivienda se produzca. Y ese cambio tiene que tener dos patas: la negociación parlamentaria e institucional, que tiene que sentirse muy arropada por una movilización que haga que las partes, vamos a llamarle conservadoras o que no quieren modificar la política de vivienda, vean que tienen que hacerlo porque puede suponer un coste electoral y social.
Quien se crea que nos va a venir mejor con el cuanto peor, mejor, es que no sabe leer el momento histórico de cambio de era
La experiencia de las coaliciones, sobre todo en gobiernos autonómicos y locales, es que es que el grande deja caer al más pequeño cuando se calienta la carrera electoral. ¿Hay un plan por si acaso se produce esa ruptura de Gobierno por parte de Pedro Sánchez?
Para mí eso parte de una reflexión más amplia, que se basa en entender qué puede pasar en España. La extrema derecha, el nuevo fascismo, se siente en un momento de aceleración histórica para conseguir sus objetivos. Sienten que es su momento. En ese contexto internacional, en la Unión Europea están extendidos una serie de gobiernos de corte reaccionario y conservador. Hay una excepción que es el Gobierno de España. Y en el Gobierno de España hay dos fuerzas políticas que son conscientes que nos necesitamos para poder reeditar gobiernos que no sean el del Partido Popular y Vox. En Izquierda Unida no asumimos que sea irreversible la llegada de PP y Vox. Me parece que es una irresponsabilidad histórica asumir que a PP y Vox les toca como una suerte de destino divino y que hay un turnismo. Nosotros no vamos a asumir una suerte de izquierdismo, que dice “bueno, que lleguen el PP y Vox, porque así vamos a después a organizar la resistencia”. Mire, quien dice eso no se ha enterado de nada, porque en un contexto internacional de auge de la extrema derecha la operativa es dejar esto como un erial en forma de derechos. Desde esta posición, las dos patas del gobierno, tanto el PSOE como Sumar sabemos que nos necesitamos para reeditar un gobierno y por tanto se trata de plantear estrategias y decisiones políticas que beneficien a ambos.
¿Cómo entra la posible reunificación de la izquierda en ese plan?
El PSOE y nosotros tenemos carriles diferenciados porque somos proyectos diferenciados; llegamos a un acuerdo para hacer una política diferenciada respecto a la Unión Europea —y ya no te digo respecto a Estados Unidos—, dependemos del apoyo electoral y para eso nosotros consideramos que la necesidad de una propuesta política unitaria es fundamental. Que nadie me venga con cuentos de que una fragmentación del espacio de la izquierda alternativa va a dar más esperanzas de mantener nuestros derechos a las clases trabajadoras en nuestro país. Pertenezco a una generación que se quedó muy impactada de las consecuencias del gobierno de los años 70 del siglo pasado en el Chile con Salvador Allende. Hubo una oposición por la izquierda durísima contra el gobierno de Allende. La debilidad del gobierno de Salvador Allende y de Unidad Popular llevó al pinochetismo a que se desmantelaran derechos, a que se privatizara la universidad, se privatizaran las pensiones y a que, 17 años después de dictadura pinochetista, la aspiración de los demócratas fuera intentar recuperar los derechos que se daban por sentados con el gobierno de Allende. En 2025 esos derechos todavía no se han recuperado. Quien se crea que nos va a venir mejor con el cuanto peor, mejor, es que no sabe leer el momento histórico de cambio de era.
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Desarrolle más lo del cambio de era.
Estamos en un avance de unos valores reaccionarios y autoritarios que pueden llevar al sumidero de la historia lo que nosotros representamos. Como ciudadano vinculado desde los 18 años a diferentes luchas: de salida de la OTAN, de militancia de Izquierda Unida, en el movimiento universitario, en el movimiento municipalista, etc. siento como nunca antes que aquellos valores por los que yo he luchado pueden pasar a la historia como una excepción dentro de la historia de la humanidad. Y no somos gente que estemos dispuestos a ello. Repito, en Izquierda Unida sabemos asumir las contradicciones en el gobierno y sabemos también asumir cuándo las posturas políticas son diferentes y no vamos a renunciar a ello.
Han lanzado Convocatoria por la Democracia que es un espacio para trabajar por esa reunificación, ¿Cuál es el objetivo programático?
Sabemos que estamos en el contexto internacional que estamos y por tanto, cuando nosotros lanzamos la Convocatoria por la Democracia, la lanzamos por dos cuestiones: porque no asumimos que tenga que llegar la extrema derecha a gobernar en España. Y segundo lugar, porque la lectura contra la extrema derecha no es la defensa del statu quo, sino combatir contra la extrema derecha con políticas audaces y radicales que eliminen las causas que hacen que muchos sectores que no tendrían que estar apoyando la extrema derecha lo hagan. En política de vivienda no se puede lanzar el señuelo de “que viene la derecha” cuando tú promueves un modelo de vivienda de colaboración público-privada que estimula la especulación y expulsa a la gente del acceso a este derecho humano. Por tanto, tiene que ser con políticas audaces y profundamente radicales en términos democráticos, como se combata a la extrema derecha. No se puede solventar con modificaciones parciales de las políticas o con paños calientes.
¿Está pensando en alguien en particular cuando dice habla de la gente que enarbola el discurso del cuanto peor mejor?
No. En el campo de la izquierda hay gente para todo y escucho a gente, que no tiene por qué estar vinculado a organizaciones, que parece que está deseando que llegue el gobierno del PP y de Vox. Me parece un error histórico gravísimo.
Pero usted mismo ha dicho que hay que ofrecer algo más que el que viene de la extrema derecha.
Me parece un error que la gente asuma como algo irreversible la llegada de la extrema derecha y me parece un error que tú cohesiones en torno a una bandera abstracta si las políticas que tú desarrollas son la base que genera el abrazo a la extrema derecha. Tú no puedes decir “que viene la derecha” si mantienes una política de vivienda que ha sido un fracaso. Eso no es una opinión, es una constatación. A la extrema derecha se le combate atacando las causas que generan ese malestar y esa alienación. Y creo que tenemos dos focos uno, el de la materialidad con política de vivienda, y dos, la política comunicativa, en la que hay un amplio campo de mejora para combatir la política de desinformación, de bulos y toxicidad que está que están creando la extrema derecha.
Parece que solo Izquierda Unida está ahora mismo hablando de la unidad. ¿Cómo se queda uno cuando parece la voz que clama en el desierto?
Hay dos cuestiones: una, que nosotros hacemos del proceso de unidad un proceso político, no un proceso de reunirnos los capitostes de cada organización para distribuirnos listas. Es un proceso de cambio de estado de ánimo de la izquierda, un proceso para pasar a la ofensiva en el combate contra la extrema derecha; no podemos estar escandalizándonos diariamente sobre las barbaridades de la extrema derecha, porque eso es comprar el marco que nos quieren imponer. Y en ese cambio de estado de ánimo estamos construyendo procesos políticos sobre un proyecto de esperanza de país. La izquierda tiene que pasar a la alegría militante. Yo me he educado con gente que en condiciones peores hacían de la militancia un acto de alegría vital. No es que no nos importe lo que digan las organizaciones, es que tenemos muy claro que los procesos unitarios se tienen que hacer. A pesar de que haya un silencio o al menos prudencia, voy a llamarlo así, lo importante es que conectamos con amplios sectores de la izquierda: votantes y ciudadanos que no están organizados y que se identifican con la hoja de ruta que propone Izquierda Unida. Somos muy honestos, somos transparentes y ponemos encima de la mesa lo que consideramos que es de sentido común. Hay gente de todos los partidos que coincide con nuestra hoja de ruta por una razón: porque si no hay unidad, hay muchas posibilidades de que haya extrema derecha en el Gobierno de España.
Yo siento que en Madrid se juega otra liga. Percibo que hay un sentimiento de que lo que ocurre en Madrid ocurre en toda España, pero en la España periférica hay una realidad diferente
¿Va a ser inevitable que haya vetos cruzados en esa hipotética unidad?
¿Por qué no lo convertimos en una defensa de las mejores y de los mejores? Creo que hay que defender con alegría y con pasión a quién consideramos que puede encabezar los procesos políticos. Pero los procesos tienen que encabezarse con métodos democráticos: primarias, censo acordado y asunción de los resultados que se den. Y que cada uno presente a quien considere mejor para el nuevo ciclo y que sea la gente la que decida. ¿No hablábamos de que había que democratizar los procesos? ¿Quién soy yo para vetar a nadie? Izquierda Unida es contraria a los vetos como método de resolución de conflictos. Vamos a votar por quien sea la mejor persona que encabece los diferentes espacios y eso lo tiene que decidir el sujeto común de la mayoría de la gente que se inscriba en un proceso participativo de elecciones primarias. Y me parece que eso tiene un efecto de movilización positiva, que es la defensa apasionada de cada uno, sean organizaciones o colectivos de gente, que defiendan a un referente como la mejor persona para el momento político que se avecina y la cohesión de todo en aceptar los resultados.
¿Sean los que sean?
En nuestra cultura política no tenemos ningún problema con cohesionar en torno a quien tenga el mayor apoyo. Nosotros estamos en política, no estamos una especie de egopolítica que sinceramente yo no entiendo y que quiero combatir con mis valores. No puede ser que en el campo de la izquierda alternativa brille el narcisismo o que se antepongan intereses personales por encima de lo público. No lo voy a defender, no lo he defendido nunca en mi vida y a mis 58 años no voy a defenderlo por tacticismo ni por cortoplacismo.
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Mucha gente se enteró de los problemas de Unidas Podemos, Sumar y de todo ese magma cuando se tenían que hacer las listas para Andalucía para las anteriores elecciones autonómicas. Y quizá ahora no se está enterando tanto de que en Andalucía las cosas se han reconducido un poco. Andalucía es un espacio fundamental, tanto por número de población como por peso simbólico, político y cultural, en la historia de la izquierda española. ¿Cómo es el proceso actual y cómo se puede extrapolar a esta unidad que se propone desde su convocatoria?
A veces la izquierda alternativa somos como los buenos árbitros, que cuando que cuando actúan bien no se habla de ellos. El silencio es el mejor síntoma de que las cosas se construyen con esperanza. Yo creo que de la experiencia se aprende y creo que en Andalucía hay una expectativa muy esperanzadora de construir un proceso que evidentemente no puede ser como el anterior. Y creo que estamos a tiempo de seguir construyéndolo a través de un calendario que vincule este proceso de construcción a algo que nos trascienda a las organizaciones. Cometemos un error cuando invitamos a que los procesos unitarios sean un proceso de acuerdos de partido. Son procesos de unidad en los que hay una condición básica que es que los partidos se pongan de acuerdo... pero para ofrecer un espacio que trascienda a los partidos, con participación ciudadana de gente que no está organizada. Para hacerlo así, evidentemente hay que acelerar los tiempos. Las elecciones pueden ser en marzo o como muy tarde en junio de 2026 y, para construir un proceso participativo que implique y genere complicidades con mucha gente, que trascienda a las propias organizaciones, es fundamental empezar ya. Creo que las cosas se están haciendo bien y hay una expectativa que es que si ese carril funciona y encima es ratificado de manera popular con una mejora de resultado electoral, eso puede abrir muchas puertas a nivel federal.
Pero sería en todo caso sin Adelante Andalucía.
Eso les interpela a ellos. Ellos han decidido que no van a estar en ningún proceso unitario.
No va a haber ninguna posibilidad de que nadie nos apele o nos eche en cara la irresponsabilidad histórica de no haber estado a la altura de las circunstancias
Los comentaristas de derechas dicen que Alberto Núñez Feijóo está siendo devorado por Madrid. En la izquierda no se habla tanto de esa capacidad de Madrid de destruir al que viene de otro territorio. ¿Usted lo ha sentido?
Yo siento que en Madrid se juega otra liga. Percibo que hay un sentimiento de que lo que ocurre en Madrid está ocurriendo en toda España —y no hay que perder de vista el poder radial que tiene Madrid, de expansión de su marco político— pero la realidad de la España periférica es diferente. Los ambientes políticos en otros territorios son muy diferentes, más amables. Es cierto que están impregnados de cierta toxicidad en estos momentos, pero hay otros niveles de funcionamiento. Madrid tiene un efecto expansivo mediático muy potente, pero incluso a pesar de eso, en esos lugares hay unos componentes de ritmo, de debate y de toxicidad en la política menor que en Madrid. Yo he decidido mantenerme viviendo en Sevilla y acudo cuando tengo agenda a Madrid, como cuando tengo en Cataluña o tengo en el País Valencià. Me parece que eso me permite mantener una cierta perspectiva matizable y no ser engullido por la dinámica de corte y hasta ahora estoy satisfecho con ello. El caso de Feijóo yo creo que tiene que ver con una derecha que tiene mucha prisa por llegar al gobierno. Hay una guerra muy fuerte sobre quién va a hegemonizar en el nuevo ciclo. Vox tiene una tentación hegemónica con el impulso de Trump y de la extrema derecha europea. Y yo creo que Feijóo es producto de esa contradicción en cuanto a que es una derecha que hegemoniza pero que teme perder esa hegemonía.
Como final de esa pregunta, ¿Cree que en Madrid se considera a Antonio Maíllo un ingenuo?
Mire, no lo sé. ¿Usted lo ha percibido?
Con respecto a la cuestión de la unidad que IU propone, lo que más se repite es “eso no va a pasar”.
Yo percibo una cosa que es que en la izquierda hay mucho listo y mucha lista. A veces, de manera irónica, digo “qué hago aquí con tanto listo y tanta lista que sabe tanto de lo que va a ocurrir y que tienen tanto diseño de partida de ajedrez”. A mí me parece que no hay que perder la dimensión humana de la política. Y cuando hablo de la dimensión humana hablo también de estar atento al termómetro emocional de la gente a la que representas y estar atento a las aspiraciones populares de gente que está en condiciones laborales tan duras que les impide siquiera participar en política. Posiblemente si tuviéramos en el frontispicio de nuestra mente todos los días —en lugar de cuánta gente nos va a retuitear los mensajes— a la gente que tarda hora y cuarto, hora y media en moverse para ir al trabajo, que no llega a fin de mes, que estira el salario, que tiene que complementarlo con la atención a sus hijos en el proceso educativo, yo creo que nos iría mejor. El problema no es yo sea más o menos ingenuo, es que no hay otra salida. A mí me gustaría que IU hubiera sido el paraguas en el que todo el mundo se sintiera integrada y que estuviéramos juntos a las puertas de conseguir el socialismo, pero la realidad es que no, y en política hay que analizar muy bien la realidad de las coordenadas históricas. Lo importante es que nosotros no vamos a desfallecer en el intento y desde luego no va a haber ninguna posibilidad de que nadie nos apele o nos eche en cara la irresponsabilidad histórica de no haber estado a la altura de las circunstancias.
Desde la ruptura de ese espacio anterior, mucha más gente, incluso de otros territorios no históricos, se ve identificada ahora con proyectos soberanistas como los del BNG o con el de EH Bildu. ¿Hasta qué punto esa concepción federalista es la gran derrotada de esta época?
Nosotros somos un proyecto federalista. Aunque la situación no tiene nada que ver con la de hace diez años, esa mecha es la única posible para resolver una articulación sólida y con carácter permanente de proyecto político. El carácter plurinacional es compatible con la visión federal. Lo es; si no, no estaríamos aquí. Otra cosa es que, como me dijo un dirigente independentista, el problema de la izquierda española que no tenemos patria, y eso ha hecho que la gente enarbole la suya en clave autonómica. Pero nosotros no creemos que haya una incompatibilidad de alianzas entre un proyecto federal cuyo magma sigue vigente y unas realidades que tienen mucho que ver con respuestas a fracasos. Eso se lo concedo, pero que no supone, en términos históricos, un fracaso irreversible del modelo federalista. Ni mucho menos. Es más, los que estamos convencidos de que puede ser la solución a la articulación de nuestro país, vamos a seguir empeñados en seguir construyendo sobre ello. Y cuando se abra el debate de financiación hay que entenderlo en una profundización en clave federalista.
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¿Bajo qué principios políticos se imagina el necesario recambio, ya no de los de los liderazgos, ni siquiera de los cuadros políticos, sino el necesario recambio para conseguir esa revitalización de los movimientos de transformación?
Creo que a través de múltiples y variadas manifestaciones de reactivación del espacio amplio de la izquierda alternativa, que puede darse en clave partidaria —que es un carril que es compatible con espacios políticos no formales, como el caso de Convocatoria por la Democracia para incorporar a náufragos militantes que quieren participar del momento histórico actual y no quieren hacerlo en fórmulas clásicas— o de los movimientos sociales vinculados a activación sobre la vivienda, como se están produciendo o sobre el movimiento de la paz, que yo creo que va a ser el gran movimiento que va a surgir en este 2025. La no existencia de convocatorias electorales nos permite un trabajo de menos espectacularización, Esta no favorece nada la construcción de tejido social y articulado en nuestro espacio. Todas estas propuestas son absolutamente compatibles y pueden fluir para después convertirla en una propuesta política ambiciosa e integral. Y creo que esa triple dimensión, la clásica partidaria, la no formal participativa en plataformas como la Convocatoria por la Democracia, y la social en debates como el de la vivienda o de movimiento de la paz y movimiento obrero, que está perfectamente articulado y canalizado, pueden crear las mejores condiciones. Porque ante el auge de la extrema derecha la pregunta es muy fácil: ¿Quién responde al hecho de que la fragmentación hace que España sea la próxima pieza de caza que se quiere abatir? Yo no quiero asumir esa responsabilidad.
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Dice Maillo "En política de vivienda no se puede lanzar el señuelo de “que viene la derecha” cuando tú promueves un modelo de vivienda de colaboración público-privada que estimula la especulación y expulsa a la gente del acceso a este derecho humano". En Asturies, donde el Consejero de Vivienda es de IU, en la poca promoción de vivienda pública que se lleva a cabo y la prevista en la legislatura, sólo se utiliza el sistema de promoción público-privada. Señor Maillo: O le engañan o no se entera o miente. Escoja.