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Historia
Otra RDA fue posible
Se cumplen 30 años de la implosión de la Alemania comunista. Hasta su definitiva disolución y anexión por la RFA, una disidencia marxista y ecopacifista animó la oposición al régimen de partido único, pero con el objetivo puesto en una RDA independiente, fuera de la OTAN, y que apostase por la construcción de un nuevo socialismo realmente democrático, verde y pluralista.
Dice el refranero castellano “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Un refrán muy popular, que bien podría aplicarse a la denominación oficial de la extinta República Democrática Alemana. Fundada en 1949, su pluralismo democrático era en verdad una pantomima, aunque oficialmente en la Volkskammer, la Cámara del Pueblo, que se renovaba cada cuatro años con una participación electoral del 98% o 99%, hubiera escaños ocupados por un supuesto Partido Liberal, una supuesta Democracia Cristiana y un supuesto Partido Campesino, que en la práctica no eran sino marionetas manejadas, sin ocultar demasiado los hilos, por el Partido Socialista Unificado, el SED, verdadero partido único de la república germano oriental.
La oscarizada y taquillera película de Florian Henckel von Donnersmarck La Vida de los Otros (2006) dio a conocer al gran público los implacables métodos de espionaje empleados por la Stasi para vigilar a los opositores al régimen. Menos conocido sin embargo es el nivel económico y de bienestar que la RDA llegó a alcanzar en algunos momentos de sus cuatro décadas de existencia. “Era un totalitarismo casi perfecto, donde media población espiaba a la otra mitad, pero con una calidad de vida superior a la del resto de los países socialistas, servicios públicos muy potentes, como las guarderías infantiles, que eran espectaculares, y una incorporación de la mujer al mundo del trabajo por encima de Europa Occidental, envidiable incluso para las alemanas del Oeste”, señala Raimundo Viejo, profesor de Ciencias Políticas en la Universitat de Barcelona.
Un ejemplo de esto último. La RDA despenalizaría en 1972 el aborto para las 12 primeras semanas de embarazo, cuatro años antes que en la Alemania capitalista, donde la interrupción voluntaria quedaría restringida para unos pocos casos excepcionales.
Aún menos conocida que esto es la historia de la disidencia de izquierdas en el seno de la RDA. Una oposición democrática, pero no anticomunista, que trató de reformar el sistema sin demolerlo, con la sincera convicción de que el socialismo podía tener futuro. Y es que como apunta Viejo, “al contrario que en otros países del Este, donde la disidencia era fundamentalmente nacionalista antisoviética, católica o existencialista, en la RDA toda la oposición se reivindicaba de un modo u otro socialista”.
Pacifismo y ecosocialismo: la disidencia dentro del SED
En julio de 1978 el diario El País informaba de la condena a ocho años de cárcel del disidente germano oriental Rudolf Bahro por delitos de espionaje y subversión. También de la oleada de protestas en la República Federal de Alemania contra la sentencia, “las más intensas en los sectores democristianos y maoístas”.Barho, filósofo y economista, se había unido en su juventud al Partido Socialista Unificado. Trabajó primero como funcionario del la organización juvenil de la RDA y posteriormente como economista en varias empresas públicas. Su tesis doctoral, Sobre las condiciones de desarrollo de los cuadros con titulación superior y especializada en las empresas estatales de la RDA, ya le acarrearía en 1975 sus primeros problemas políticos y profesionales. La publicación en 1977 por Der Spiegel, el semanario más vendido e influyente en Alemania del Oeste, de su libro, La Alternativa en Europa Oriental. Una contribución a la crítica del socialismo actualmente existente, prohibido por las autoridades de la RDA, supondría la detención y encarcelamiento de Barho.
Bahro defendía la apuesta por un comunismo democrático y pluralista, con participación real de los trabajadores en la planificación de la economía
Liberado tras una campaña internacional por su excarcelamiento a la que se unirían numerosos intelectuales progresistas europeos y norteamericanos, como Günter Grass o Arthur Miller, así como políticos comunistas de Europa Occidental, como Santiago Carrillo, Bahro sería deportado a la RFA, donde reafirmaría su compromiso con un socialismo democrático y ecologista, y participaría en la fundación de Los Verdes, llegando a ser en 1980 uno de sus primeros diputados federales.
Alemania
Veinticinco años de Los Verdes/Alianza 90
El 14 de mayo, Los Verdes cumplen 25 años como resultado de la fusión con Bündnis 90, una alianza de partidos de la Alemania oriental con la defensa de los derechos civiles como denominador común. El partido, que celebrará este aniversario con discreción, recuerda unos orígenes que muy poco tienen que ver con la actualidad.
Bahro acuñaría el concepto “socialismo realmente existente” para referirse al sistema en vigor en los países de Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial. En opinión de Bahro, a pesar de la represión y del control informativo del Estado, en todo el bloque comunista se daba una “conciencia creciente de que el sistema no funciona” y un profundo desengaño con la ideología oficial “por la distancia entre los ideales socialistas y la realidad efectiva”.
Según el autor de La Alternativa, la burocratización, la falta de libertades y la escasez de bienes de consumo, agravada por la crisis económica mundial, estaban estimulando el crecimiento del descontento popular y el descrédito del socialismo, así como “una tendencia regresiva que podría facilitar la penetración del modelo consumista occidental”. Tanto frente a ese socialismo realmente existente que ya no convencía a nadie, como a una hipotética restauración del capitalismo, Bahro defendía la apuesta por un comunismo democrático y pluralista, con participación real de los trabajadores en la planificación de la economía, que tomara conciencia de los límites ecológicos del planeta, revalorizara el trabajo doméstico y reproductivo realizado mayoritariamente por las mujeres, y generase alianzas entre los movimientos pacifistas de Este y Oeste para logar una Europa neutral y libre de armas nucleares.
La cuestión ecopacifista apuntada por Bahro en La Alternativa sería más ampliamente desarrollada por otro de esos marxistas disidentes de la RDA: Wolfang Harich. Filósofo, periodista y crítico cultural, Harich sería detenido en 1956, tras la revolución húngara, acusado de organizar un grupo contrarrevolucionario para conspirar contra el Estado. Condenado a ocho años de cárcel, apartado de la Universidad y expulsado del SED, seguiría escribiendo a favor de una reforma del sistema. Muy influido por los primeros informes económicos sobre la crisis ecológica del planeta, así como por el surgimiento de los movimientos ecologistas, en 1975 publicaría ¿Comunismo sin crecimiento?, una obra innovadora y rupturista con la tradición más productivista del marxismo, en la que planteaba la incompatibilidad entre capitalismo y medioambiente y abogaba por un socialismo verde que renunciara al desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas y a la equiparación entre bienestar y consumismo.
“Somos el pueblo”
Bahro, Harich o Robert Havemann, héroe de la resistencia al nazismo, separado del SED y de la Universidad por sus críticas al sistema, muerto tras seis años de arresto domiciliario, o el poeta y cantautor Wolf Biermann, simpatizante del eurocomunismo, expulsado de la RDA en 1976, y que alcanzaría en esos años cierta popularidad entre la izquierda occidental, serían islotes en un mar de conformismo, marcado por el miedo a la represión.En 1977 un grupo de miembros del SED publicaban una carta colectiva contra la deportación de Biermann en la que abogaban por una democracia socialista “que permita a todos expresar sus opiniones políticas en tanto no persigan éstas como fin declarado el derrocamiento del socialismo” y llamaban la atención sobre “actividades democráticas cada vez más numerosas, protagonizadas por trabajadores, empleados, intelectuales y juventud”.
No sería sin embargo hasta principios de los años 80 cuando estos movimientos de la juventud más inconformista alcanzaran cierta envergadura, siendo el barrio de Prenzlauer Berg, en Berlín Este, su principal foco. Rafael Poch, ex corresponsal del diario La Vanguardia en Moscú, Pekin y Berlín, visitaría entre 1983 y 1987 con asiduidad la emergente escena underground de Berlín Este: “era un mundo pequeño, pero muy acogedor, y muy auténtico, que era tolerado por el régimen, pero al vez muy vigilado de cerca por la Stasi. En zonas degradadas y marginales de Berlín había algunas casas ocupadas donde se hacía teatro, representaciones de marionetas, conciertos de rock...”.
La información para acudir a estas actividades semi clandestinas era el boca oreja. En las fiestas había alcohol, pero no marihuana ni otras drogas, muy perseguidas en la RDA. Los jóvenes del Este veían la televisión de la RFA y también escuchaban la radio de Occidente. Sonidos como el jazz-rock, el rock progresivo o el punk les eran por lo tanto muy conocidos. Además tenían otras redes informales que les mantenían informados de las modas y corrientes alternativas que tenían lugar al otro lado del Muro.
“La estética de la juventud contestataria de una y otra Alemania era muy parecida” señala Poch. Las melenas, las barbas, los bigotes, los cardigans y jerseys de lana o los petos vaqueros eran en todo caso más comunes que las chupas de cuero de los punks, aunque también estaban presentes. “Las personas mayores tenían permisos especiales para visitar una vez al año a sus familiares de la RFA, así que volvían con jeans y ropa del Oeste para sus nietos” explica el periodista catalán, que también apunta que “el movimiento verde y pacifista de la RFA también se seguía con mucha atención”. A mediados de los 80 surgirían nuevos grupos inspirados en él, como la Iniciativa por la Paz y los Derechos Humanos o la Biblioteca Ecologista de Berlín, albergada en un espacio de la Iglesia Evangélica.
Una de las primeras movilizaciones por la democratización tendría lugar durante los actos que cada año se celebraban por el aniversario del asesinato de los revolucionarios Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht
A pesar del crecimiento de estos pequeños focos de contestación social, casi hasta la caída del Muro de Berlín la principal forma de protesta no sería colectiva ni organizada, sino la llamada “votación con los pies”: la huida al Oeste, en muchas ocasiones arriesgando la vida, de ciudadanos individuales y familias enteras de la RDA. Entre 1980 y 1985 fueron unas 15.000 personas.
“La disidencia sería hasta finales de 1989 un fenómeno muy minoritario, reducido a artistas e intelectuales críticos y algunos grupos pacifistas, ecologistas o por los derechos humanos que actuaban generalmente protegidos bajo el paraguas de la Iglesia Evangélica, que gozaba de cierta tolerancia por parte del Estado” señala Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.
Tampoco tenían demasiada fuerza los partidarios de una reforma del sistema desde dentro, como Gregor Gysi, miembro del SED, abogado de disidentes como Rudolf Bahro, y defensor de una apertura política al estilo de la Perestroika que Mijaíl Gorbachov estaba impulsando en la URSS. “Uno de los problemas de la RDA es que dentro del régimen los duros ganaban por goleada a los blandos, así que cuando finalmente llegaron las grandes movilizaciones de octubre y noviembre de 1989, el sistema sencillamente implosionó, y además muy rápidamente. Los duros imposibilitaron una transición gradual como la que defendía Gysi, que en otras condiciones podría haber jugado un papel similar al de Adolfo Suárez en España. Tras la visita de Gorbachov a Berlín Oriental en octubre de 1989, la gente entendió que la URSS no iba a intervenir como en 1968 en Chescoslovaquia ni iba a dejar a las autoridades de la RDA que cometieran una matanza como la de Tiannamén en China. Eso hizo perder el miedo y animó a salir a la calle de forma masiva” explica Monedero.
Como explica Rafael Poch “las ideas de los disidentes de la RDA eran mucho más “socialistas” y “ecológicas” que la de sus colegas polacos o soviéticos
Significativamente, una de las primeras movilizaciones por la democratización de la RDA tendría lugar en enero de 1989 durante los actos que cada año se celebraban por el aniversario del asesinato de los revolucionarios Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, fundadores del KPD, Partido Comunista de Alemania, muertos durante la revolución alemana de 1919. Los colectivos pro derechos humanos acudirían a la manifestación oficial, pero con pancartas propias que pedían libertad para los disidentes y recordaban una frase de Rosa poco agradable para el régimen: “La libertad es siempre la libertad del que piensa diferente”.
Es decir, el marco mental de aquellos abnegados opositores que serían detenidos por su acción, casi suicida, seguía siendo algún tipo de reforma democrática del socialismo o una tercera vía ecopacifista, socialista autogestionaria, y no la simple y llana restauración del orden liberal capitalista. Estar en contra del Muro, de la Stasi y la dictadura del partido único no significaba idealizar el capitalismo ni desear la desaparición de la RDA, que podía seguir como estado independiente, pero con buenas relaciones de vecindad con la RFA. Mientras que los sectores reformistas del SED miraban a la Perestroika soviética como el modelo a seguir, los ecologistas, pacifistas y activistas por los derechos humanos que animaban las protestas contra el régimen, tomaban como referencia a Los Verdes de la RFA y aspiraban mayoritariamente a un socialismo con “control colectivo de los trabajadores sobre las empresas y la sociedad”.
Como explica Rafael Poch “las ideas de los disidentes de la RDA eran mucho más “socialistas” y “ecológicas” que la de sus colegas polacos o soviéticos, que tendían a ser admiradores de Reagan y Thatcher”. Sin embargo, y pese a su decisivo protagonismo en la caída del Muro, en las elecciones celebradas con posterioridad a esta, el electorado germano oriental daría la espalda a los partidos surgidos de estos movimientos cívicos: Alianza 90, la Asociación de Mujeres Independientes y el Partido Verde de la RDA, apenas obtendrían un 5% de los votos. “La CDU llegaría con la chequera y se pondría a comprar personas y organizar la democracia cristiana de Alemania del Este casi un minuto después de la caída del Muro” señala el ex corresponsal de La Vanguardia en Europa del Este.
“Somos un pueblo” : otra RDA no fue posible
Los acontecimientos históricos en Alemania Oriental evolucionarían pues de un modo muy distinto a como lo habían soñado los opositores al socialismo realmente existente. Tras la inesperada caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, llegaría la oferta del canciller democristiano Helmunt Kohl para una rápida unificación de las dos repúblicas en un único estado, democrático, liberal, capitalista, integrado en la OTAN y en la Comunidad Económica Europea.A quienes cruzaban la frontera para conocer el anhelado Oeste las autoridades de la RFA les entregaban el llamado “dinero de bienvenida”: cien marcos. Según Rafael Poch “una cantidad considerable que permitía llenar la nevera con productos exóticos, desconocidos en la RDA, comprar ropa, ir al cine y cenar toda la familia en un restaurante”. La oposición que había impulsado la revolución contra el régimen iba a ser arrollada en cuestión de días por la euforia capitalista y consumista alentada por Kohl, que veía en la unificación una enorme oportunidad de negocio para las empresas de la RFA, así como la posibilidad de recuperar para una Alemania unida el peso internacional perdido tras la Segunda Guerra Mundial.
El 26 de noviembre, menos de una semana después de la caída del Muro, el manifiesto Por nuestro país, redactado por un grupo de antiguos disidentes, entre los que estaba la escritora Christa Wolf, advertía sobre el peligro de “la venta de nuestros valores materiales y morales forzados por las fuertes e inaceptables condiciones económicas que los muy influyentes medios económicos y políticos de la RFA imponen para ayudar a la RDA de forma que, más pronto o más tarde, la RDA sea absorbida por la RFA” y abogaba por el mantenimiento de la RDA como “una sociedad solidaria en la que se garantice la paz, la justicia social, las libertades individuales, la libertad de movimientos y la salvaguarda del medio ambiente”. 200.000 personas firmarían el manifiesto. Ya era tarde. La antigua oposición estaba fuera de juego. Su discurso crítico con el proceso ya no interesaba a los mismos medios de la RFA que hasta entonces le prestaban su altavoz. Por el contrario era el nacionalismo pangermanista el que entraba con fuerza en escena.
“El grito en las manifestaciones en la RDA durante el invierno de 1989, ¡Somos el pueblo!, se reconvertiría pronto en ¡Somos un pueblo!” apunta Raimundo Viejo, para quien “la mayoría de los germano orientales compraría ingenuamente la idea de que una reunificación exprés les traería prosperidad, un Mercedes y vacaciones en Mallorca”.
El paso de una revolución contra el socialismo burocrático a un movimiento nacionalista por la unificación de los dos estados no sería espontáneo, como señala Rafael Poch, sino producto de una estrategia bien planificada para desactivar el componente de radicalidad democrática del movimiento ciudadano que se vivía en Alemania del Este: “el diario conservador Bild y la dirección de la CDU orquestaron la masiva difusión de la campaña bajo el nuevo lema, con decenas de miles de carteles (se pegaron 80.000 solo en Erfurt en una sola noche), 400.000 pegatinas y 100.000 discos y casettes con discursos de Helmuth Kohl”.
En las elecciones del 18 de marzo de 1990 al Parlamento de la RDA, las primeras celebradas en libertad, la derecha democristiana arrasaría con casi el 50% de los votos, derrotando a los socialdemócratas, partidarios de una unificación más pausada y gradual, manteniendo algunos elementos positivos de la RDA. El antiguo SED, ahora liderado por Gysi y otros jóvenes reformistas, y reconvertido en el Partido del Socialismo Democrático, resistiría como tercera fuerza, obteniendo el 16% de los votos. El PDS admitía la unificación alemana en tanto esta fuese en una nueva república neutral, fuera de la OTAN. Sería uno de los pocos partidos post-comunistas del Este que no se reconvertiría en un partido socialdemócrata, y que por el contrario se mantendría fiel a un ideario más o menos anticapitalista, homologable al de los partidos eurocomunistas y de la izquierda alternativa europea. Incluso algunos de los disidentes expulsados del SED durante la Guerra Fría por sus críticas a la RDA, como Wolfang Harich, que había pasado ocho años en sus cárceles, se afiliarían, esperanzados al nuevo partido.
La euforia nacionalista y pangermanista pillaría pues con el pie cambiado a las izquierdas de una y otra Alemania. Ni los socialdemócratas ni Los Verdes de la RFA estaban por el proyecto de Khol y desconfiaban de una reunificación teledirigida por una derecha neoliberal y atlantista. El SPD con Oskar Lafontaine al frente, apostaría por una unificación gradual, atenuando los costes sociales que tendría, sobre todo para el Este, y que la CDU y sus medios ocultaban, y con el horizonte puesto en una Alemania pacifista, sin armas nucleares en su territorio. Los Verdes, que temían el resurgir del peor nacionalismo alemán, defenderían primero una confederación germánica, manteniendo la independencia de ambas repúblicas, luego, ante la imparable ola pro reunificación, apostarían por un proceso constituyente que refundara Alemania sobre bases más progresistas, elaborando una nueva Constitución más democrática, social y ecopacifista, que corrigiera también las deficiencias de una RFA nacida bajo la tutela de los EEUU y la paranoia anticomunista, y que por ejemplo prohibía la huelga política.
Nadie haría demasiado caso a unas izquierdas del Este y del Oeste que parecían querer aguar la fiesta del final de la Guerra Fría y el triunfo del capitalismo occidental sobre un bloque socialista que iniciaba una rápida descomposición. En diciembre de 1990 la Alemania unida celebraba sus primeras elecciones. La CDU ganaría por un amplio margen.
Para 1991 los “paisajes floridos” y el nuevo “milagro económico” prometidos por Helmunt Khol a la población germano oriental seguían sin aparecer por ningún lado. Si en cambio la desindustrialización, la privatización masiva del patrimonio público y un nuevo fenómeno, desconocido hasta entonces por las gentes del Este, excepto por lo que habían visto en la televisión: las colas del paro. En la antigua RDA tendrían lugar nuevas protestas, pero esta vez ya no serían televisadas en directo como el derribo del Muro, ni tendrían la solidaridad de Rostropóvich interpretando una pieza de música clásica con su cello o de David Hasselhoff, cantando “Looking for freedom”.
Mientras el entusiasmo en el Este se enfriaba, una discreta química de la extinta RDA, sin ningún pasado político en la oposición al régimen, y cuya única participación política conocida hasta entonces había sido militar en la oficialista Juventud Libre de Alemania, iniciaba una carrera meteórica en la CDU que pronto le llevaría a ocupar cargos de responsabilidad. Su nombre: Angela Merkel.
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El problema con tod@s l@s posmodern@s es que pensais que la forma de vida occidental es extrapolable y que todos vuestros deseos son realizables. Evidentemente que todos los estados que hemos conocido como "comunistas" no son la panacea pero dar lecciones desde el capitalismo depredador, expoliador, colonialista suena a broma si no fuese por lo dramatico de la realidad que genera. Bastante mejor le hubiese ido al planeta si en vez de apostar por el imperialismo que mantiene nuestros privilegios a espensas del resto hubiesemos apostado por la defensa internacionalista de los estados comunistas.
Bahro acabó siendo un ecofascista Volkisch que clamaba por un Adolf verde que a la par que defendía los objetivos espirituales del nacional socialismo lo justificaba culpando de su "vehemencia material" (vamos, el asesinato de masas)… al materialismo de Weimar. A ver si nos informamos, que lo tienes cerca. https://tienda.elsaltodiario.com/producto/ecofascismo-lecciones-sobre-la-experiencia-alemana/
”Menos conocido sin embargo es el nivel económico y de bienestar que la RDA llegó a alcanzar en algunos momentos de sus cuatro décadas de existencia" una afirmación cuanto menos discutible si me atengo a la información que leí donde se dice que las quejas de la población del bloque socialista se mantuvieron durante años debido a la escasa calidad de vida que el “paraíso socialista” había supuesto para sus vidas. Una calidad de vida que no atisbó mejorías hasta veinte años después de su nacimiento, en los años 70’s, con la llegada de nuevas aplicaciones del plástico o la sintetización de nuevos productos químicos. Baste pensar que la carrocería del famoso Trabant era de fibra de plástica debido a la escasez de materiales mejores.
Otro de los problemas crónicos de la RDA fue habitacional: la escasez de viviendas se mantuvo durante toda su existencia, tal es así que, poco antes de la caída del Muro, Honecker había estado intentando conseguir financiación internacional para implementar el número de viviendas. La gente tardaba años en tener la concesión de una vivienda o un auto.
Como se comenta, había censura de la música de occidente, que se intentaba copiar ofreciendo copias digeribles pro régimen. Por no hablar de que, debido a la creciente demanda de productos Occidentales (tejanos Levi's, etc.), el Estado comunista acabó finalmente por crear tiendas Estatales en las que se vendían esos productos occidentales tan demandados con un alarmante sobreprecio.
Es sabido también que la media de la población de la RDA sufría de sobrepeso en comparación con su par capitalista debido a la baja calidad de los alimentos que se consumían. A su vez, la mayoría de casas de la RDA funcionaron, hasta entrados los 80's, con calefacción a carbón. Muchos testimonios hablan de que, cuando las dos Alemanias accedieron a facilitar las visitas entre un territorio y otro, siempre bajo riguroso control, una de las cosas que más sorprendían al llegar a la RDA eran las nubes negras de carbón que cubrían el cielo.
Bajo ningún concepto pretendo criticar a la RDA en pos de su hermana capitalista que, como bien se comenta, aprovechó la caída del bloque para hacer negocios a su costa y fue vergonzosamente connivente con gran cantidad de criminales nazis; pero -y lo digo muy a mi pesar- no deberíamos idealizar un modelo como el de la RDA que no fue más que una dictadura y no supo ofrecer una calidad de vida decente a su población.
Sólo analizando los errores cometidos por los modelos Socialistas en el pasado se podrá pensar en un nuevo Socialismo para el siglo XXI. A mi entender, sólo un Socialismo desde la base, sin clase dirigente y sin Estado podrá ser la garantía de que no haya dictadura.
Discrepo parcialmente respecto de lo que comentas. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la RDA partía con una desventaja respecto a la RFA: no había disfrutado de la ayuda del Plan Marshall. Buena parte del milagro económico alemán (federal) de posguerra se apoyaba en dos pilares básicos, que eran la condonación del pago de reparaciones de guerra y la ayuda económica del Plan de Reconstrucción norteamericano. Alemania Oriental no pudo beneficiarse de ninguna de estas cosas, por lo que conseguir en los años 1970 estar entre las 10 potencias industriales del mundo, siendo un país de 17 millones de personas, y produciendo entre otras cosas vehículos, instrumentos ópticos de precisión (la Carl Zeiss de Jena), fármacos o computadores no hace sino que nos preguntemos, como creo que hace acertadamente uno de los aquí citados, Rafael Poch, en un artículo, si el verdadero milagro económico no fue en realidad el oriental.
Por otra parte, uno de los motivos por los que la población que vivió en la extinta RDA y la oposición política mantenía posiciones socialistas, o mira con cierta nostalgia al pasado comunista, es porque el Estado germano-oriental sí fue capaz de suministrar bienes y servicios públicos de calidad, además de ofrecer una serie de garantías (laborales, alquileres asequibles, pensiones, seguros sociales) que superaban en ocasiones a las de sus vecinos del Oeste (como fue el caso mencionado de la incorporación laboral femenina). Como muestra, en las estadísticas del Índice de Desarrollo Humano de 1989 (primera medición), la RDA aparece como la primera de todo el antiguo bloque soviético, en el puesto 21, dentro del grupo de los que tienen un IDH alto, con un índice de 0,953, por delante de países como Grecia, Portugal, Argentina, Hong Kong o Singapur. La RFA está en el puesto 12, con un índice de 0,967. Nótese que todos los países del Bloque Oriental europeo están dentro del grupo de IDH alto, excepto Albania (país no alineado con Moscú).
Si bien, no comparto de manera completa tu crítica social hacia la RDA (si la política), ya que el estado social alcanzado en ella poseia un nivel muy superior al de los países neoliberales de la época, y de hoy en día, te doy toda la razón en cuanto al socialismo democratico.
Una auténtica pena que los marineros de Kronstadt, allá por el 1921, fuesen derrotados por el augue de los burócratas bolcheviques, pues todo hubiera cambiado en pos de la socialización obrera
Magnífico artículo, gracias.
PD: Rescato una de las ideas claves expuestas en el penúltimo párrafo sobre el timo Neoliberal [...] Promesas: 'Paisajes floridos' y 'milagro económico' versius Realidad: 'Desindustrialización', 'privatizaciones masivas' y 'colas de paro'
Excelente artículo, que recupera lo que se oculta bajo la verdad oficial de fin de los tiempos con la caída del muro. Gracias
Genial artículo, expresa a la perfección la farsa que era el sistema mal llamado "socialismo real", y la diferencia que observaba entre discurso y la práctica. Una máquina burocrática, estatatalista y autoritaria, que, sin embargo, poseia los rasgos de redistribución y estado social del socialismo, pero sin avanzar en el proceso revolucionario.
Por otro lado, analiza muy bien como el capitalismo aniquilo rápidamente la conciencia y unidad de clase del este, para imponer sus privatizaciones y esquema neoliberal de hoy en día, aniquilando todo lo público, social y popular.
Frente a ello, si gente como la señalada hubiera logrado atraer más apoyo, quizás estaríamos hablando de la existencia de una RDA socialista y democrática (esto es, autogestionaria), con sus riquezas e instituciones socializadas
Fue socialismo, y todos los socvialismos acaban igual, todo, sin escepcion, como ya dijo Margaret Tacher, el socialismo se acaba cuando se acaba el dinero de los demas
Confundes tus deseos con la realidad: ecopacifismo, verdadero socialismo...no te lo crees ni tu!!
muy buen artículo, efectivamente, al régimen de la RDA tuvo la oportunidad de mutar hacia un verdadero socialismo democrático pero se terminó ahogando en su viejos métodos
De echo, mucha gente de países capitalistas piensa que las diferentes revoluciónes que se dieron en países como Hungría (1956) o Checoslovaquia, eran de corte anticomunista. Nada más lejos de la realidad. Esos obreros y estudiantes que se revelaron, eran comunistas convencidos, que se levantaban contra la opresión soviética, para avanzar hacia los verdaderos soviets y asambleas.
Pero tal ha sido el engaño que los medios liberales nos han exprimido, que pensamos que todo lo ajeno a sus ideales es negativo