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Este artículo contó en un primer momento con un título distinto al actual. Hace un par de meses, cuando empezamos a escribir y debatir entre nosotros la idea de escribir sobre Vox y las vinculaciones existentes entre su discurso y el del ultranacionalismo español de los años treinta, decidimos que lo íbamos a encabezar con el siguiente título: “De la Antiespaña a los ‘enemigos de España’. Vox y la vuelta a la tradición”. Lo hicimos de esa forma porque en aquel momento Vox hablaba de “enemigos de España” y de “enemigos a combatir”, de hecho lo llevaba y lleva haciendo desde su fundación en 2014, y esa beligerancia discursiva, su agresividad, nos recordó mucho a la de las derechas ultranacionalistas y fascistizadas de la época republicana.
Por tanto, escuchar a Santiago Abascal utilizar construcciones como esas, como las de “enemigos de España”, nos hizo pensar en aquel concepto de la Antiespaña utilizado en los años treinta. Nos evocó ciertas reminiscencias del pasado. Y quisimos ver si podíamos establecer ciertos paralelismos, analizando así diferencias y puntos de unión entre Vox y el ultranacionalismo fascistizado de los años treinta.
Con todo ello nuestro escrito se enfocó de manera que todo pivotase entre el concepto “enemigos de España” utilizado por Vox y la idea de la Antiespaña. Pero, para nuestra escasa sorpresa, tal paralelismo debe trazarse de forma distinta y nuestro escrito reformularse. Y decimos escasa sorpresa porque era evidente que un discurso tan tensado, violento y reaccionario, probablemente en algún momento acabase ya incluso por imitar la propia terminología de sus análogos predecesores. Y, el pasado 30 de marzo, Santiago Abascal habló de los “enemigos de España”, pero también utilizó directamente la palabra Antiespaña en su discurso en Barcelona al mencionar que España debe “salir del fango progre y separatista y su narrativa de la Antiespaña”.
Por tanto, ya no es tan interesante hablar de: “de la Antiespaña a los ‘enemigos de España’”, pues Abascal se ha encargado de recuperar el termino y de utilizarlo en su retórica. Digamos que en estos tiempos líquidos, en los que todo sucede tan deprisa y carecemos de suficiente calma y reposo para analizar el presente, el propio discurso de Vox ha acabado por ir más rápido de lo que iba nuestra investigación.
Sin embargo, el trazar una comparación, un análisis centrado en la violencia discursiva entre el actual ultranacionalismo español y del de los años treinta, sigue siendo un reto y un sujeto realmente interesante. Todos sabemos a qué condujo la retórica y la violencia discursiva de aquella ultraderecha, además fascistizada, de los años republicanos. Ayudó a construir un discurso que, a través del concepto de la Antiespaña, de la creación de una figura de enemigo y colectivo al que combatir, al que exterminar, legitimó la violencia del golpe de Estado que, una vez fracasado, devino en guerra civil. Una legitimación de violencia ejercida contra esa Antiespaña que el franquismo, como régimen político, mantuvo bien presente a lo largo de su longeva vida.
Ramiro de Maeztu, la Hispanidad y la historia en el discurso de Vox
Ramiro de Maeztu escribió en 1931 que la Historia Universal había sido, hasta el siglo XVI, una pluralidad de historias inconexas hasta que los españoles de aquel momento crearon la “la unidad física del mundo” a través de la Hispanidad y su presencia global. Maeztu perfiló la Hispanidad como un “sistema de doctrinas, de sentimientos, de leyes, de moral, con el que fuimos grandes” y que, en su contexto, en el de la década de los treinta del pasado siglo, debía volver a erigirse como el modelo que permitiese a la sociedad salir de lo que él mismo tildó de “ruinas del liberalismo”.Por tanto, para Maeztu y los sectores más ultraconservadores de la sociedad española, el camino de la Hispanidad debía tomarse como alternativa ante la crisis del liberalismo como doctrina política. Una visión e intencionalidad ciertamente distinta a la que actualmente Vox tiene al recuperar el concepto de Hispanidad universal, pues no lo hace como vía para suplir y superar el liberalismo, con el que se siente muy cómodo, sino para restituir ciertos valores morales tradicionalistas y una narración histórica que justifique la unidad indivisible del Estado.
En su discurso en Barcelona, Abascal repitió, hasta en 87 ocasiones, durante los 25 minutos de su discurso, los términos “España” “patria” o “españoles”. Una vez cada 17 segundos
Una unidad territorial cuya defensa es su principal carta de presentación. Así lo dejaron bien claro desde su propio nacimiento en enero de 2014 cuando se presentaron en Madrid como una formación política. El primer ponente de aquella hora y veinte minutos de presentación de Vox fue Ignacio Camuñas, el cual tardó menos de sesenta segundos tras iniciar su intervención en señalar que España se encontraba en un período de profunda crisis por culpa de las autonomías, estaba en peligro la unidad de España, y esa era la razón por la que, según Camuñas, “estamos saltando al ruedo”.
Aquella primera premisa dejó claro cuál era la raison d'être de Vox: la defensa de la unidad de la nación española. En el período de 2014 a 2017 Vox ha sido una fuerza política completamente marginal, hasta que el procés cobró una nueva dimensión con los hechos de septiembre y octubre de 2017: el desafío legislativo al Estado español y la celebración final del referéndum el 1 de octubre. El peligro de ruptura de esa unidad territorial indivisible comenzó a ser real y a tomar forma y caras. Y ha sido en ese contexto, cuando el desafío independentista catalán se ha mostrado con mayor fuerza, el momento en que Vox ha irrumpido con más intensidad.
La fiereza del discurso de Vox ha calado en aquellos que temen que España pierda su unidad territorial del mismo modo que también ha convergido con los temores de aquellos que, tal como decía Santiago Abascal en aquella presentación del partido, entienden que España afronta “la crisis total”: una crisis de valores, económica, institucional y de unidad nacional.
Y, en ese sentido, es relevante analizar el papel que la Hispanidad ha tomado en el discurso de Vox, pues ha sido el partido político que con mayor ahínco ha rescatado su formulación y la ha adaptado e incorporado a su prédica. Incluso, como resultado del uso intensivo del tema en Vox, un Partido Popular cada vez más próximo a la estética y discurso “aznarista”, se ha acercado a los planteamientos ofrecidos por el partido de Abascal, y ha exaltado parte de la doctrina de Maeztu. Pablo Casado no ha dudado en calificar a la Hispanidad como el “hito más importante de la historia de la humanidad junto a la romanización” y, lejos de matizar esta afirmación, incluso ha llegado a negar la colonización del continente americano: “nosotros no colonizábamos, nosotros lo que hacíamos era tener una España más grande”.
Pero si queremos ver el mayor ejemplo de esa exaltación de un pasado imperial glorioso y de la Hispanidad en Vox, debemos remontarnos al discurso que Abascal realizó el pasado 1 de diciembre de 2018 en la plaza de Colón. Allí, ante miles de asistentes al acto, quedó constatado que en la estética y discurso de Vox cada vez menos cosas se dejaban al azar. Así, el lugar elegido para situar al orador fue justo delante del monumento al descubrimiento de América, lugar en el que Abascal con pose enérgica y señalando hacia atrás con el dedo índice, espetaba que España tenía “una historia milenaria que está sellada en esta plaza, en estos monumentos, que recuerdan las obras más grandes que ha hecho España”. Y, en Barcelona, Abascal repitió la misma fórmula.
Unos meses antes, en el concurrido mitin de Vox en Vistalegre, Abascal también había recurrido a la historia nacional diciendo que “una nación reacciona y despierta cuando tiene inercia histórica y tiene sangre en las venas, y la molestan como están molestando a España”. En aquel mismo discurso el líder del partido interpelaba a la Unión Europa a que esta respetase la soberanía de la nación española, pues España era Europa con más derecho que ningún otro país al “haberla salvado del avance islámico en siete siglos de reconquista”. Por tanto, Vox no solamente se ha hecho valer de la Hispanidad y los lazos con Latinoamérica para reforzar su imagen de nación con una historia gloriosa e imperial y de la cual sentirse orgulloso, en esa exaltación patriótica y en ocasiones tremendamente chauvinista, sino que también en la lucha contra el infiel y en la defensa de la cristiandad Vox ha encontrado otro filón discursivo a explotar.
La contrarrevolución y Vox: la adopción de la Antiespaña.
En la España de 1936 la contrarrevolución acabó provocando un golpe de Estado fallido que devino en guerra civil. Quienes se sublevaron lo hicieron bajo la convicción de estar salvando a España de la desintegración de la unidad nacional, eliminando de raíz a los regionalismos y poniendo fin a los desórdenes de orden público causados por “ideologías venidas del extranjero”. Lo hicieron bajo el aplauso y el empuje de una gran parte de la sociedad española que representaba el conservadurismo y tradicionalismo histórico español. Y los “rojos” del siglo XX se convirtieron en lo que habían sido los moriscos, judíos y protestantes en el XVI; la amenaza a la unidad cultural, religiosa y política de España.Y justamente, en 2019, es Vox quien vuelve a hablar de la existencia de una revolución y, desde su fundación en 2014, se ha ocupado en trazar un discurso político cargado de odio e incluso de violencia dialéctica, con el cual han dibujado perfiles de “enemigos de España”. Vox recupera así en su discurso esos “enemigos de la Patria” que Ramiro Ledesma identificaba en La Conquista del Estado. Y, de hecho, no solamente recupera el discurso, sino que también retoma la terminología de la época como demostró Santiago Abascal en su discurso en Barcelona el pasado 30 de marzo. La Antiespaña nuevamente está en marcha, maquinando una nueva revolución con la que pretende acabar con la unidad de la nación española.
Por tanto, si en el siglo XVI la amenaza a la unidad cultural, religiosa y política de España había estado representada por los moriscos, judíos y protestantes y, en las primeras décadas del siglo XX por los “rojos”, ahora, en el presente, lo son los independentistas catalanes, los “podemitas-chavistas”, los “batasunos”, el progresismo y las leyes de género.
De hecho el antifeminismo se ha convertido en otro de los principales ejes discursivos de Vox, en palabras de Rocío Monasterio: “el feminismo pretende demonizar el modelo de familia tradicional”. La mediatización de la formación de Santiago Abascal, que ha llevado apelativos peyorativos como “feminazi” al centro del debate político extendiendo su misoginia desacomplejada a la derecha tradicional. Un hecho que puede entenderse debido a que Vox no parece ser un partido interesado en el voto de un perfil de mujer conservadora deseosa de recuperar los roles femeninos tradicionales, sino el del varón alertado por la fractura de los valores tradicionales de masculinidad. Y, la oposición frontal a la denominada “ideología de género”, ha llevado a una desacreditación sistemática del movimiento feminista bajo la premisa de que el principal afectado por la violencia de género es el hombre.
Y, la formulación de esta nueva Antiespaña, no se ve solamente reflejada en el uso del término, sino que la encontramos, por ejemplo, en la dualidad creada por Vox a través del lema de la “España viva”, pues define claramente la existencia de dos Españas que deben ser antagónicas entre sí; una que esta “viva” y otra que no. La que no pertenece a esa España viva es la que ellos identifican con la revolución. Y es que Abascal no duda en señalar la existencia de un “proceso revolucionario que pretenden los actuales socios del gobierno de España”. Un proceso ante el cual se han autodefinido como la “reacción”. Por tanto es Vox quien porta la bandera de la contrarrevolución en el espectro político español actual, ante esa figuración de revolución de izquierdas e independentistas que supuestamente está en marcha. En la revista Acción Española se indicaba en mayo de 1932 que “por eso la tarea de hoy no es otra que la de ‘nacionalizar’ la de ‘españolizar’ a España. ¿Bandera? ¿Plan de reconstrucción? No hay otra, no puede haber otra, que el lema de la tradición”. ¿No es acaso esta formulación que ya planteaban desde la revista tradicionalista y reaccionaria, la que en la actualidad vuelve a poner sobre la mesa Vox?
Sus mítines son constantes exaltaciones a la nación española. Con diferencia la palabra más repetida en los discursos no es otra que “España”, “patria” o “españoles”. De hecho, en su discurso en Barcelona llegó a repetir los tres términos hasta en 87 ocasiones. Es decir, que en los 25 minutos de su discurso, repitió “España” “patria” o “españoles” cada 17 segundos.
No hablan directamente “fusilables” como hacía Ramiro Ledesma en referencia a Francesc Macià, pero sí de ilegalizar partidos y de limitar la democracia a aquellos que no piensen como ellos
Así pues, su enardecimiento nacionalista a los símbolos como la bandera, las tradiciones o el rey son la fundamentación de su argumentario. Todo se soluciona “creyendo en España”, en su unidad y en su pasado, tradición y empuje histórico, como decía Abascal en el discurso en la plaza de Colón. Vox no se presenta jamás como un partido sino como un “instrumento al servicio de España”, del mismo modo que José Antonio Primo de Rivera también presentaba su partido como un instrumento al “servicio de una unidad indiscutible, de esa unidad permanente, de esa unidad irrevocable que se llama Patria”.
En Vox se utilizan términos tan poco frecuentes en la política de la España democrática de las últimas décadas como el de “leales”. En la propuesta del partido para que los Mossos d’Esquadra sean disueltos se contempla la “integración de los leales en el Cuerpo Nacional de Policía y que el resto expulsados de la función pública”. Una frase muy clara en cuanto a la intención de que se pudiese iniciar una auténtica “caza de brujas” dentro del funcionariado en Cataluña, yendo en contra de un elemento tan fundamental en una democracia como el derecho a la libertad de pensamiento. Una situación que encuentra paralelismo con la actual extrema derecha que gobierna Brasil, pues Jair Bolsonaro ha anunciado que pretende expulsar del funcionariado público a todos aquellos que tengan “ideas comunistas y socialistas”.
En el análisis discursivo de Vox sus integrantes se refieren a Podemos como los “comunistas-chavistas”, en un intento de ridiculizarles y de establecer una conexión peyorativa con el régimen venezolano. Del mismo modo que a su líder Pablo Iglesias pocas veces le menciona por su nombre si no por el mote de “Pablo Mezquitas”. Podemos es de nuevo, políticamente hablando, la proyección de ese comunismo internacionalista que niega la existencia de la nación y patria española, y el máximo enemigo ideológico a batir junto al nacionalismo catalán y vasco. Un nuevo contubernio judeo-masónico-comunista-internacional del siglo XXI para la formación verde. De hecho Abascal ha llegado a afirmar haciendo referencia directa a Pablo Iglesias que “lo que no vamos a cantar nunca con ningún puño levantado es esa canción sangrienta que él canta con orgullo y con desvergüenza, la Internacional, que ha acompañado a los peores crímenes de la historia”. El antimarxismo y anticomunismo son elementos siempre presentes en el discurso de Vox, desde su inicio hasta el presente, al igual que en las fuerzas antidemocráticas de la República.
Del mismo modo Vox también ha caricaturizado al gobierno de Pedro Sánchez, e incluso se ha atrevido a llamarle “gobierno legal pero ilegitimo”, a pesar de que ha llegado al poder por los cauces que la legislación española permite, y lo ha adjetivado bajo el nombre del “Frente Popular”. Afirmaciones como estas no pueden sino recordarnos a las proferidas por las derechas españolas hacia los gobiernos de izquierdas en la Segunda República, en un proceso de ataque dialéctico y deslegitimador continuo.
Las similitudes tras ocho décadas de diferencia
El salto temporal es sustancial y los contextos completamente distintos. Pero ello no impide que puedan entablarse paralelismos que caracterizaron uno y otro contexto y, sobre todo, como hemos visto, a nivel discursivo en cuanto a la construcción de figuras a las que se tildan como “enemigos de España”.En el presente, Vox es el único partido político que se ha encargado de hablar nuevamente de “enemigos”, de “traidores” y de “combatir”. No habla directamente “fusilables” como hacía Ramiro Ledesma en referencia a Francesc Macià, pero sí habla de ilegalizar partidos y de limitar la democracia a aquellos que no piensen como ellos. No hay mejor ejemplo de esto que la frase espetada por Abascal en Barcelona en referencia a Ada Colau y su partido: “pronto nos tendrán con ellos en todos los parlamentos y después serán ellos los que tendrán que salir de ellos porque les cerraremos la puerta de las instituciones por traidores”. Una idea que repitió más de una vez en Barcelona: “ha llegado el momento en que los enemigos de España estarán más pronto que tarde fuera de las instituciones democráticas”.
Su radicalidad, el hecho de que les posicionemos como una fuerza de extrema derecha recae, en gran parte, por el extremismo de su discurso y por la violencia dialéctica existente en su argumentario. Su virulencia discursiva ha ido creciendo según han ido pasando los meses, y cualquiera que haya seguido los discursos de Vox ha podido dar cuenta de ello. Hasta el punto, como sucedió en Barcelona el pasado 30 de marzo, de señalar que a “España se la defiende hasta las últimas consecuencias”. Una frase que encierra en sí misma la posibilidad de ejercer violencia sobre cualquier colectivo que ponga en riesgo esa construcción de Estado que defiende Vox. O que España ha estado en peligro otras veces “pero nunca han faltado españoles dispuestos a defenderla, y en esta generación ese papel nos ha tocado a nosotros”. Una frase con ciertas reminiscencias a julio de 1936.
Ningún partido político en la España democrática surgida tras la Transición se había dedicado a construir figuras de enemigos y a cosechar tan buenos resultados, como sí hicieron las derechas españolas a través de esa Antiespaña. Una Antiespaña que Vox vuelve a utilizar, y que revitaliza a través de repetir constantemente la existencia de los “enemigos de España”, y del antagonismo y dualidad entre la “España viva” y otra que está muerta. Su intransigencia, su exaltación de la tradición y la moral, su racismo, intolerancia y machismo les sitúan más allá de la derecha tradicional, pero es su discurso y la construcción de supuestos enemigos irreconciliables, lo que le sitúa aún más al extremo de la derecha.
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Un texto izquierdista par excellence. Mucha palabrería, muchos insultos, muchas emociones y poco sentido.
Yo,catalana de nacimiento, vote a box yo veré a hacer,puede que no os guste su discurso,pero es peor el de los independentistas y supremacistas catalanes,que siendoinoria,están en mayoría en las instituciones y actúan con un totitarismo que no he visto en vox,ilegalizar partidos independentistas?'''' cual es el problema?, Acaso Francia o Alemania noo han hecho ya? No ilegalizar Isis a un partido pexpfo en nombre de la democracia o para vosotros todo vale,? Pues si, vox representa a una parte importante de la población silenciada por el cáncer del bipartidismo y las autonomias,ya está bien,ya nos resbalan los insultos de sopre para silen iarnos,contad la verdad de la historia y dejad de insinuado que la derecha es mala y la izquierda buena. Hace años que dejó de existir la lucha de clases por mucho que podemos y PSOE intenten revivirla pobrecie do a los españoles de a pie,hoy día existe demasiada información como para manipular fácilmente a la gente,basta ya,ojalá gane vox yacaba de una vez con la sangría que están haciendo con nuestro país,el tipo pone a cada uno en su sitio,veremos quién tenía razón
.a veces se os olvida que más de la .itad de los españoles tenemos abuelos que lucharon . En el bando nacional
,Que parece que el 99% de los españoles somos de izquierdas.no podéis desconocer más la realidad del pueblo español......buen ártico politizado con la versión oficial que Pedro Sánchez,el demo rata, blindarán por ley....franco es malo y los socialistas buenos,ja,dejadme que me ría,cien años de honradez,me río un poco más.penoso
El discurso peronista neofalangista, neoperonista, schmittiano de la dialéctica amigo-enemigo, ni de izquierdas ni de derechas, casta y patria de Podemos ha dejado el campo político abonado para esta escoria mucho más que los medios, el bigote de aznar y el valle de los caídos (que también) Y ahora nos piden que oooooootra vez nos tapemos la nariz para parar a la derecha. Muy hastaloshuevos.
Ciudadanos, con un discruso menos nazi-fascista, tambien habla de recentralizar "españa" acabando con las autonomías. Y tanto Vox como Ciudadanos defienden la misma política económica ultra neoliberal, es decir capitalista salvaje.
Muy interesante análisis... Quizás, en mi humilde opinión, esté minusvalorado el peso que tiene el componente religioso (nacionalcatólico, para ser más exactos) y su estrategia de 'cruzada'.