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Carme Valls-Llobet: “Hay estereotipos sexistas: se diagnostica como psicológico lo que es biológico o social”
Desde 1991, Carme Valls-Llobet, doctora en medicina y cirugía, coordina un programa que intenta responder a la ausencia de estudios sobre la morbilidad entre mujeres y sobre su creciente medicalización.
Desde 1991, Carme Valls-Llobet, doctora en medicina y cirugía, coordina un programa que intenta responder a la ausencia de estudios sobre la morbilidad entre mujeres y sobre su creciente medicalización.
Un estudio sobre la salud de médicas y médicos, realizado por el CAPS junto a la Fundación Galatea, ha incluido en su análisis las condiciones de vida y las de trabajo. Respecto a estas últimas, el estudio toma en cuenta si tienen posibilidad de decidir y autonomía. Se ha observado que las médicas sufren más estrés por no poder decidir ni el tiempo de visita a los pacientes.
Para Valls, muchas veces son las condiciones de vida y de trabajo las que producen problemas de salud, que se manifiestan en problemas somáticos y ansiedad. “El problema radica en pensar que el cuerpo está separado de la mente y que ésta dirige las reacciones del cuerpo. La mente también es cuerpo y está sometida a los desequilibrios biológicos que padezca éste. Intentar controlar las mentes con fármacos está produciendo más enfermedad y no soluciona los problemas de salud mental relacionados con la autoestima”, subraya.
¿Por qué es necesaria una ciencia de la morbilidad que tenga en cuenta las diferencias entre hombres y mujeres para garantizar un sistema de salud equitativo?
Porque existen diferencias entre hombres y mujeres en la forma de enfermar, de manifestar los síntomas, en las causas del dolor, la metabolización de fármacos, etc. Podemos hablar de diferencias biológicas para referirnos, en el caso de las mujeres, a los trastornos de la menstruación, las enfermedades derivadas de embarazos y partos o los tumores ginecológicos.
También se ha visto que las enfermedades autoinmunes son de predominio femenino y que hay más mujeres que mueren por enfermedades cardiovasculares. Otras enfermedades relacionadas con el dolor y el cansancio (la fibromialgia, la fatiga crónica...) afectan más a las mujeres; es decir, enfermedades que están más relacionadas con la calidad de vida que con la mortalidad y que por eso son menos estudiadas. Las condiciones de vida –si tienen hijos o no, si hay reparto de tareas en casa, etc.– y las condiciones de trabajo pueden aumentar el estrés en hombres y mujeres de forma diferente. Por tanto, hay factores de riesgo diferenciales.
Uno de los condicionantes globales de la salud es el medioambiente, que ha empezado a ser estudiado recientemente, ¿cómo afecta a mujeres y a hombres?
Hay productos químicos, en los disolventes, insecticidas, metales pesados, derivados de los plásticos, etc., que pueden dañar la salud. Estos productos contienen átomos de carbono hidrógeno, dioxinas o metales pesados que pueden persistir durante años en las células grasas, tanto si entran en el organismo por inhalación o a través de la alimentación.
Todos son posibles cancerígenos y alteran la inmunidad, el sistema nervioso, y son disruptores endócrinos, es decir, que pueden alterar la función hormonal del cuerpo humano. El efecto depende de la dosis y la repetición de la exposición, pero se han encontrado diferencias entre mujeres y hombres porque estas sustancias tóxicas son más fáciles de acumular en las personas con más tejido graso. Como el sexo femenino presenta casi un 15% más de materia grasa, las mujeres tienen más posibilidades de ser bioacumuladores químicos de productos que están en el medioambiente y en el lugar de trabajo.
La contaminación ambiental puede afectar al núcleo de las células (cambiando el ADN) y el funcionamiento de las mitocondrias, que son las que transforman la energía en comida. Y estos cambios están relacionados con enfermedades que afectan más a las mujeres, como la fibromialgia, la sensibilización química múltiple –una enfermedad relativamente nueva que te vuelve sensible a pequeñas cantidades de sustancias químicas– y el cansancio crónico.
La perspectiva de género ha hecho cambiar el enfoque tradicional de salud, ¿cómo está siendo el cambio en el sistema público español?
Veo positivo que haya un Observatorio de Salud de la Mujer del Ministerio de Sanidad, donde además se estudian enfermedades emergentes que no se conocían. También hay una revolución dentro de los artículos científicos: Marcia Angell, de la revista científica New England, estableció una cláusula para que los estudios que se publicasenespecificasen el sexo del sujeto de estudio y esto ha permitido ver muchas cosas que pasan más en un sexo que en otro. Y también hay que mencionar las encuestas públicas sobre salud, en las que ha habido una mejora gracias a la voluntad de epidemiólogas como Carme Borell e Izabella Rohlfs, que han introducido temas de género, como la doble jornada laboral y la sobrecarga del papel de las cuidadoras.
Pero la ciencia médica sigue siendo muy androcéntrica. En los trabajos de investigación no se incluye por igual a mujeres y hombres. Ahora mismo, por ejemplo, un 70% de los estudios sobre enfermedades cardiovasculares sólo incluye a hombres; hay un sesgo en la selección de pacientes que invisibiliza a las mujeres y que afecta a la docencia y a la ciencia médica misma porque conduce a un reduccionismo etiológico.
En los diagnósticos, nos topamos con estereotipos sexistas cuando las enfermedades del sexo femenino se asocian a la salud mental; diagnostican como psicológico lo que es biológico o estrés social. En la primera consulta ya les recetan ansiolíticos y antidepresivos sin entender las causas de lo que les pasa, lo que conduce a una medicalización de la salud de las mujeres. El antidepresivo es el segundo medicamento más recetado en España y el 70% de las personas que los toman son mujeres.
¿Qué efectos tienen las tecnologías reproductivas?
Hemos manipulado mucho el sistema de ovulación de las mujeres sin tener en cuenta que el medioambiente es tóxico, está lleno de productos químicos que alteran el sistema hormonal. En un mundo industrializado lleno de compuestos químicos, la esterilidad de hombres y mujeres se está viendo afectada; las mujeres no ovulan. ¿Nuevas tecnologías reproductivas? Sería preferible mejorar el medioambiente. Las terapias hormonales generan sufrimiento, las mujeres se sienten como una máquina de reproducir. Y tienen efectos a largo plazo, por eso se recomienda no realizar más de ocho intentos.
Hay estudios que hablan del incremento del riesgo de cáncer de mama y de los infartos de miocardio. ¿Recordáis el caso de la anciana de 68 años que tuvo gemelos de forma asistida en 2009? Pues ha muerto de cáncer de ovarios. Es una noticia que se ha silenciado. Se minimizan los efectos secundarios porque contradicen los supuestos beneficios de la farmacología oficial lo que no deja de ser un gran negocio. Aunque también es difícil investigar sobre los efectos a largo plazo de la reproducción asistida por una cuestión de tiempo, pero debería haber más perspectiva al introducir una técnica.
En nuestro equipo hemos reflexionado sobre la anticoncepción, la medicalización del parto, los efectos secundarios de estas tecnologías reproductivas, la vacuna del papiloma humano y toda la avalancha de agresiones al cuerpo de las mujeres.
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