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Fronteras
Fútbol y vulneración de derechos: el caso de Souleyman y su primer partido oficial tras dos años de veto
Más allá de la euforia mundialista y los dividendos de un negocio que mueve millones, hay quienes creen que el fútbol no debería traicionar su esencia como juego. “Jugar para divertirse y aprender”, como dice Elena Cotarelo, madre de acogida de Souleyman, el niño de origen maliense que ha conseguido que la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA) lo autorice a jugar en cumplimiento de una “excepción humanitaria” que, a partir de ahora, debería aplicarse a todos los chavales y chavalas migradas solas, en situación vulnerable y que tienen la protección del Estado.
Horas después del partido que ha significado un antes y un después para Souleymane, con las emociones aun a flor de piel, Cotarelo admite que no se lo cree. Su deseo es que su caso no sea una excepción. “Pero que puedan jugar todos los chavales, no quiero que hagan esta excepción porque hemos hecho ruido, sino porque sea el reconocimiento de un derecho para todos los chavales y chavalas, que se vele porque se cumpla la norma. Si esto no se resuelve para todos, no sería justo”, advierte.
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En este tiempo ha visto a otros chicos y chicas “tirar la toalla”, abandonar la práctica de fútbol y empezar con otras disciplinas donde la normativa no les discriminara. A algunos directamente la decepción les ha llevado a dejar el deporte, o incluso querer abandonar sus estudios sumidos en la decepción de verse segregados, sin poder entender bien los por qué.
Dos visiones del fútbol que desde hace años entran en colisión: por un lado, la FIFA, tratando a la infancia como si fueran profesionales del deporte. Por el otro, los sueños de estos chavales y chavalas, que solo quieren jugar, divertirse, compartir, crecer mientras disfrutan de correr tras un balón de fútbol.
El artículo 31 de la Convención sobre los derechos del niño lo establece taxativamente: “Los Estados partes reconocen el derecho del niño y la niña al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”. Pero además el futbol tiene un gran potencial para el trabajo psicosocial con menores y la transformación social.
Lo explica una de las coordinadoras del proyecto 'Una cancha llamada Madrid', que reúne a diferentes entidades del denominado fútbol base, “el ser humano tiene muchas necesidades, de subsistencia, de socialización, de participación”, que pueden encontrar una respuesta en la práctica deportiva.
El caso de Souleyman dio un giro cuando hizo escuchar su voz. Fue su madre la que en diciembre presentó una carta de su hijo dirigida a “los señores” de la FIFA en unas jornadas sobre Derechos Humanos y deporte
“Muchas de esas necesidades básicas como el amor, el cariño, el respeto, se pueden cubrir en un espacio deportivo cuando tienes un entrenador o entrenadora que acompaña a los chicos y chicas, que les habla con respeto, que mantiene un diálogo, que vela porque estén cómodos, porque los entrenamientos sean los más óptimos para que se generen valores”, destaca Fernández sobre este proyecto nacido de la Fundación Nueva Ayuda para la Infancia y la Familia (NAIF), entidad que lleva trabajando desde el 2009 en los distritos de Puente de Vallecas y Retiro, con el objetivo de reducir las desigualdades sociales existentes y brindar nuevas oportunidades a través del fútbol.
El punto clave es poner en primer lugar derechos de la infancia, entre ellos el derecho al juego. “Muchas asociaciones de barrio, entidades, llegan al fútbol porque a muchos chavales y chavalas les gusta, quieren jugarlo, y termina siendo una herramienta más de integración y del trabajo en el entorno social, porque a través de estos equipos se puede también trabajar con las familias, el caso de Dragones en Lavapiés en eso es claro, que ha empezado con la chavalada y se ha creado a posterior un equipo de madres. O Alacrán en Hortaleza, que al final a través del fútbol los chavales terminan yendo a un apoyo escolar o a un espacio de ocio en el que también se trabajan habilidades para la vida. Es una forma de que se acerquen a la comunidad, de abrirse al barrio”, resume.
Desde este mes, Elena Fernández es una de las personas encargadas de dar clases en el curso “educador/a de fútbol como herramienta de cambio social”. Se trata de una formación orientada a proveer de nuevas herramientas a entrenadores y entrenadoras deportivas que, en muchos casos, son voluntarias del propio entorno de los clubes.
“En las formaciones, nosotras les hacemos ver la importancia de crear las fichas de cada entrenamiento, de cada temporada, en donde además de buscar objetivos deportivos, vayan buscando también objetivos pedagógicos. Si de repente ven que en su equipo hay un chaval que acaba de llegar y es más retraído, tienen que generar un objetivo pedagógico y en los entrenamientos, planificar ejercicios que vayan a facilitar a ese chico o a esa chica que funcione. Hacemos hincapié en la detección de factores de riesgo y factores de protección para generar espacios deportivos sanos y seguros”, ejemplifica.
El caso de Souleyman dio un giro cuando él mismo hizo escuchar su voz. Fue su madre la que en diciembre de 2022 presentó una carta de su hijo dirigida a “los señores” de la FIFA en unas jornadas sobre Derechos Humanos y deporte. “Soy un niño de 11 años que quiere jugar al fútbol. Llevo entrenando casi dos años y esforzándome para poder jugar pronto con mis compañeros de equipo. Ellos también quieren que juegue y siempre me están preguntando cuándo podré jugar… Los compañeros de mi equipo son los mismos niños con los que voy al cole y con los que juego en el parque. Comparto más cosas con ellos porque son mis amigos. No entiendo por qué a ellos les dejan jugar y a mí no, la única diferencia entre ellos y yo es que yo soy negro y he nacido en África y eso es lo que menos debería importar, pero en este caso no es así”, escribía Souleyman de puño y letra.
La resolución positiva de su caso es ahora un faro de esperanza para miles de niñas y niños que residen en nuestro país sin sus familias de origen, que han migrado solas a España, y como menores en movimiento están bajo la tutela del Estado español y que llevan meses o años sin poder disputar partidos oficiales en los equipos de los que forman parte. Solo en las Islas Canarias habría casi un centenar de expedientes que se estarían presentando nuevamente a la Federación y que la FIFA debería resolver en forma positiva.
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No son pocas las historias de tráfico de menores con supuestos fines deportivos, en especial desde África y América Latina, con destino final a clubes de España, Francia e Inglaterra, fundamentalmente. Historias de un fútbol negocio que ha aplastado al fútbol juego.
“Muchos niños sueñan con triunfar en el fútbol, tienen a sus ídolos como referentes y este es uno de sus mayores sueños. Este sueño era aprovechado, en algunos casos, por agentes y organizaciones sin escrúpulos que enviaban a estos jugadores a Europa para darles esa oportunidad. Desgraciadamente un altísimo porcentaje de jugadores se quedaban por el camino y no solo no llegaban a ser futbolistas, sino que eran abandonados a su suerte en los países adonde les enviaban esas mafias y terminaban en situación de calle”, recordaba Cotarelo en las jornadas sobre Derechos Humanos.
Para contrarrestar esa situación, en diciembre de 2009 la FIFA prohibió los traspasos de menores de edad, con atención a algunas excepciones fijadas en el artículo 19 de su reglamento de transferencias internacionales que permitía entre otros, a menores reconocidos “con documento de protección internacional o de refugiado” tener ficha en clubes amateurs.
Tratar todo el futbol por igual, no diferenciar entre los clubes profesionales que forman parte de la élite de negocio, y los clubes de un fútbol aficionado o de base, así como desconocer la realidad jurídica administrativa de estos menores en movimiento que viajan solos, los ha dejado sin posibilidad de competir en ligas de fútbol federadas, pese al intento de sus clubes de tramitar sus fichas.
Por otra parte, si bien la medida en un principio habría disminuido las situaciones de abuso y tráfico, el fútbol negocio a través de sus tentáculos de representantes, agentes, y nuevas escuelas deportivas creadas o financiadas por la misma élite europea, se las ha ingeniado para evitar que se corte la búsqueda de los nuevos Messi.
El cine ha reflejado esta situación en la película Diamantes negros (2013), un drama social con tintes de documental, que narra la historia de dos amigos de 15 años que son separados de sus familias y traídos desde Mali a Europa por un ojeador. Un viaje por diferentes países del viejo continente que les llevará a conocer la otra cara del deporte rey.
Para el escritor chileno Juan Carlos Meneses, autor del libro Niños futbolistas (Blackie Books, 2013), el negocio de compra venta de menores de edad sigue tan vivo como siempre. “El niño que no rinde, se desecha. “Niños futbolistas” tiene varias historias de éxito, pero tiene más historias de niños que no llegaron, que no triunfaron, y que terminaron como escombros a un costado de la cancha. El camino a ser estrella de fútbol está plagado de chatarra de otros niños que no lo lograron. Nadie escribe de ellos, no están en las noticias, pero son la mayoría”, aseguraba el autor en 2021 en una entrevista con la revista Obdulio.
“Entonces, por un lado, el fútbol trata a los niños como a neumáticos, máquinas, motores. Deben rendir, porque los mismos clubes se encargan de decir que ellos no son ONG. Y por otro lado, quizás lo más cruel, es que a estos niños, las familias y amigos y periodistas los tratan como héroes, como ídolos, cuando recién están partiendo. Si llevamos a un niño de diez años a trabajar todos los días ocho horas a un campo de algodón de Europa, nadie dudará de que es trabajo esclavo. Si llevamos al mismo niño de 10 años a trabajar ocho horas diarias a un campo de fútbol del Barcelona, diremos que es un ídolo. El próximo Messi. Y los medios publicarán fotos del niño, y de sus padres sonrientes, viajando a Europa”, sentenciaba.
Según ha podido saber El Salto, al menos un centenar de expedientes solo en las islas, están siendo reflotados estos días con la esperanza de que corran la misma suerte que ha tenido Souleyman
Más allá de estas visiones, en todo este tiempo diferentes organismos deportivos, federaciones locales y regionales, estamentos judiciales y hasta la propia Defensoría del Pueblo, han advertido de “la discriminación” a la que eran sujetas tantas niñas y niños, y han peleado porque la norma se adaptara a otras realidades.
En noviembre de 2022 la FIFA cedió a los pedidos e incorporó una modificación a las excepciones del art. 19 del Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores (RSTP, por sus siglas en inglés). “El jugador cuenta con un permiso de residencia, al menos temporal, en el país de destino y/o ha sido reconocido como persona vulnerable que necesita de la protección del Gobierno de dicho país tras haber huido de su país de origen (o de su país de residencia anterior), sin sus padres, por alguna de las siguientes razones de carácter humanitario: i. su vida o su libertad están amenazadas por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social o por su posicionamiento político, o ii. Cualquier otra circunstancia que pudiera poner en grave peligro su vida”.
El órgano rector del fútbol razonaba que se había encontrado «un equilibrio entre la aplicación estricta de la excepción para evitar la elusión (de la norma) y los intereses de los niños cuya situación particular no entra en el estatus estrecho o formal de solicitante de asilo o refugiado, pero que, sin embargo, han sido reconocidos como vulnerables y que requieren la protección del estado a las autoridades estatales competentes».
La medida fue festejada por todos quienes desde hacía años reclamaban esta modificación estatutaria, pero no por Souleyman. “No quiero celebrar hasta que no podamos jugar”, dijo a su madre cuando se conoció la noticia. Y tenía razón.
Ni siquiera la modificación estatutaria produjo en un principio un cambio en la resolución de los expedientes. En la interpretación que se hacía desde la sede central en Suiza, “la protección del Gobierno de dicho país” no se asimilaba con la protección que, en el caso español, es ejercida a través de las Comunidades Autónomas.
Ahora, conocida la carta de Souleymane, la FIFA ha confirmado a la jueza de Infancia de Canarias, Reyes Martel, una de las personas que más se ha implicado en velar por defender el derecho al juego de la infancia migrada, que el pequeño “ya puede jugar”. Según ha podido saber El Salto, al menos un centenar de expedientes solo en las islas, están siendo reflotados estos días con la esperanza de que corran la misma suerte.
“Nosotras le hablamos mucho a la chavalada y a quienes le entrenan de Bruce Harper, el personaje de Campeones que iba con Oliver y Benji, era el que paraba todos los balones con la cara, era un poco el malo del equipo, pero a su vez el que generaba todo el ambiente y buen rollo del equipo. Y termina yendo a la selección con Oliver y Benji y siendo uno de los mejores, porque desde ese espacio, desde ese lugar, apoyándose en los que son buenos técnicamente, termina él también llegando a ese objetivo. El objetivo es ese entonces, que vivan su equipo como un lugar donde pueden crecer todos los chavales que están dentro de él, tanto en forma deportiva como en forma personal”, concluye Fernández. Quizá se trate de no olvidar que esa es la esencia del deporte rey.