La otra cara de la Riviera Albanesa - 1
Centro de detención en Gjäder. Antonio Sempere

Fronteras
Atrapados en Albania

La apertura de los centros de detención italianos en Albania ha puesto el foco en la pequeña ciudad costera de Shengjin, donde estas cárceles para migrantes encerrarán a cientos de personas mientras sus peticiones de asilo se procesan. Sin embargo, estás no serán las primeras personas que quedan atrapadas en Shengjin; desde 2021 miles de refugiados afganos esperan en este pueblo para ser reubicados en Estados Unidos o Canadá.

La ciudad de Shengjin, al norte de Albania, con alrededor de 6.000 habitantes, fue inundada de periodistas la pasada semana ante la inminente apertura de los llamados ‘centros de detención’ de Italia en Albania.

El primero, considerado “de recepción", se encuentra ubicado dentro del puerto industrial de esta ciudad vacacional albanesa. Las banderas italiana y europea coronan la valla que lo rodea, mientras decenas de cámaras de seguridad vigilan su perímetro. El interior del centro es de jurisdicción italiana, pero el puerto, como tal, sigue siendo Albania. Sin embargo, al intentar cruzar el puesto de control de este, el agente de seguridad informa que “esto es Italia. No puedo dejaros pasa”. Una orden que repite el director del puerto de Shengjin, Sander Marashi, cuando intentamos conseguir la autorización de entrada.
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Este es el complejo donde aquellas personas que sean rescatadas por las fuerzas de salvamento italianas serán trasladadas en un primer momento. De acuerdo con el acuerdo firmado entre Italia y Albania, en el centro de recepción se desembarcará a las personas y se verificará aquellos perfiles considerados vulnerables —mujeres, niños, personas con afecciones de salud, etc.— los cuales serán trasladados a Italia. Fue lo que pasó con cuatro de las 16 primeras personas que fueron trasladadas aquí la pasada semana, las cuales fueron llevadas a Italia; dos por motivos de salud y otros dos al ser identificados como menores. El resto, por otro lado, fueron enviadas al llamado ‘centro de detención’ en Gjäder.

En los alrededores del puerto de Shengjin se escucha más italiano que albanés, e incluso los vehículos policiales que parecen patrullar sus calles son italianos. “Polizia Penitenziaria” se lee en una furgoneta estacionada a unos metros del puerto; algo que da a entender la naturaleza de estos nuevos centros. Una naturaleza que también se lee en las revista oficial de tal cuerpo policial: “El acuerdo también prevé la construcción de una instalación penitenciaria en Gjäder, destinada a alojar a los inmigrantes responsables de delitos durante su estancia en las instalaciones italianas en Albania […] El Departamento de Administración Penitenciaria (DAP) emitió una nota para identificar personal adecuado para una misión internacional en Albania, incluyendo directores penitenciarios, oficiales, agentes/asistentes, superintendentes e inspectores de la Policía Penitenciaria”.

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Shengjin puerto centro detención. Antonio Sempere

Gjäder se sitúa a 20 kilómetros de Shengjin. Calificarlo de pueblo sería exagerar, es más bien un asentamiento. El centro que aquí se ubica está totalmente aislado, a su alrededor tan solo hay montaña y alguna que otra casa a escasos metros. Aquí será donde las personas serán enviadas mientras se gestionan sus solicitudes de asilo, y en el caso de que no se les conceda, serán repatriados a sus países de origen.

Al contrario que el centro de Shengjin, en Gjäder no hay banderas. Solo dos policías albaneses a los que no parecen importarles las presencia de periodistas esperan en la puerta de la instalación. El centro supone la mayor distopía que se pueda imaginar: grandes vallas de unos cinco metros de altura lo rodean impidiendo ver el interior, aunque una escalada a la montaña colindante te deja ver los bloques de cubículos colocados en fila, una de otras, donde se planea encerrar hasta a 6.000 personas. Sin embargo, por ahora, está vacío. Las otras diez personas que fueron enviadas a Gjäder la pasada semana han tenido que ser trasladas a Italia tras una sentencia de la misma justicia del país. El pasado 18 de octubre, un tribunal de Roma dictaminó que los primeros migrantes enviados a Albania “no pueden ser enviados de vuelta a sus países de origen — Bangladesh y Egipto — porque no los considera lo suficientemente seguros”.

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Personas refugiadas agfanas en la playa.

Un duro golpe para el plan de Georgia Meloni, que la líder italiana no ha dudado en enfrentar. El lunes por la noche, su gabinete emitió un decreto de emergencia que convierte la lista de países seguros del gobierno de ley secundaria en ley primaria. Al aprobarse tal decreto queda entendido que los centros siguen en funcionamiento, y se espera que empiecen a trasladar personas en los próximos días.

Mientras tanto en Shengjin, la bandera italiana sigue ondeando en su puerto y tan solo italianos parecen poder entrar y salir de este. La apertura de estos centros, se decía, suponía la primera vez que se externalizaba el proceso de asilo. Algo que ha sido aplaudido por la misma UE.

Sin embargo, y aunque se haya querido vender así, no ha sido Italia —ni Reino Unido con el Bibby Stockholm— el primer país que externaliza el proceso de asilo, ni siquiera es el primero que lo hace en Shengjin.

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Hotel Rafaelo Shengjin Albania. Antonio Sempere

Junto al puerto de Shengjin hay dibujado un grafiti donde se puede leer “Gracias Albania. No te vamos a olvidar” junto a otras letras en pastún, y una chica afgana. Por delante de esta pintada, un grupo de parejas vestidos con shalwar —ropa tradicional afgana— se dirigen al paseo marítimo. En esta época del año casi todos los negocios de este pueblo vacacional están cerrados o vacíos, salvo uno: el resort Rafaelo, un hotel que lleva desde 2021 acogiendo a miles de afganos que huyen del régimen talibán.

Paseando por la playa a las puertas de este hotel conocemos a Suliman (nombre cambiado a petición de la fuente) un joven ingeniero civil que colaboró con el gobierno de Estados Unidos en Afganistán antes de la llegada de los talibanes al poder. “Llegué hace dos semanas. Volé primero a Dubai, luego a Kuwait y de ahí me trajeron aquí”, explica junto a los dos compañeros con quienes pasea. Alrededor nuestra decenas de familias que han hecho el mismo recorrido que ellos, juega en la playa.

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Grupo de afganos jugando al voley en la playa de Shengjin.

Y es que todas las personas alojadas en el hotel Rafaelo esperan ser reasentados en Estados Unidos bajo el programa de Visas Especiales de Inmigrante (SIV). Las visas SIV están destinadas a afganos que hayan servido al gobierno de Estados Unidos o a las fuerzas de la OTAN lideradas por EEUU en Afganistán durante al menos un año. “Estaré aquí una semana más, y luego me voy a Estados Unidos”, cuenta el joven, quien asegura que su visado ya ha sido concedido.

El verano de 2021, el gobierno albanés aceptaba la petición de la administración de Joe Biden para acoger a refugiados afganos mientras esperan que se tramiten sus solicitudes de asilo para Estados Unidos, y se abría este corredor aéreo. En 2022, Albania ya había acogido a más de 2.400 refugiados.

Después de que Albania aceptara la petición de Estados Unidos, el gobierno creó un grupo de trabajo para gestionar su estancia en Albania en 2021. Con el estatuto de protección temporal tenían derecho a permanecer, inicialmente, un año en el país, pero el plazo se pospuso hasta agosto de 2023.

Fatimah quien ha pedido no decir su nombre porque “no nos dejan hablar con nadie” está con su marido; sus cuatro hijos esperan en el hotel. Todos ellos huyeron de su país hace casi siete meses. “Nos fuimos de Afganistán el 28 de marzo”, concreta.

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Fatimah delante del graffiti en Shengjin.

Estamos en una cafetería en el centro de Shengjin, “es mejor aquí porque a los periodistas no os dejan entrar en el hotel”, nos cuenta la mujer, algo que los guardas de seguridad que custodian el resort ya nos hicieron saber el día anterior. La mujer ha aceptado hablar con nosotros aunque admite que tiene miedo de que esto complique su situación; “mi hija también quería venir a hablar con vosotros pero no la hemos dejado”, reconoce.

Fatimah cuenta que trabajaba en un proyecto de concienciación de mujeres sobre “educación en salud” antes de la llegada del régimen talibán. Una vez los talibanes tomaron el poder “seguí trabajando en remoto; formaba a mujeres para ser matronas pero nadie podía saberlo. Mi vida corría peligro allí”.

Los afganos que no califican para SIV pueden solicitar el Programa de Readmisión de Refugiados de EEUU (USRAP), que otorga un estatus de prioridad especial a los afganos que han trabajado en proyectos financiados por el gobierno de EEUU en Afganistán, a intérpretes y a trabajadores humanitarios para empleados de empresas con sede en EEUU medios y organizaciones. “Fue mi antiguo jefe el que me escribió un correo indicándome que debía pedir este visado y salir del país”, cuenta. “Demostré todo, además tenía personas de referencia que daban fe de mi trabajo con ellos para Estados Unidos”. La familia hizo el mismo recorrido que Suliman y que todos los que esperan en el hotel Rafaelo, pero a diferencia de este, y a pesar de poder demostrar su trabajo, se les ha considerado “no elegibles”.

La mujer explica como, a pesar de que tienen un buen alojamiento en el hotel, la situación es horrible. “Mis hijas no pueden estudiar. No podían estudiar en Afganistán pero tampoco pueden estudiar aquí”. Fatimah trabaja dos días ayudando al doctor del hotel Rafaelo que atiende a todas las personas que allí se alojan, pero cuenta cómo su marido y sus hijos no tienen nada que hacer. “Esta noche sale otro vuelo para Estados Unidos y muchos se van, y nosotros seguimos aquí”.

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La tramitación de este permiso suele tardar semanas, por lo que la mayoría suele abandonar el hotel, mientras cada poco llegan nuevos evacuados desde Afganistán. No es el caso de la familia de Fatimah, “mi hijas ven como sus compañeros se van yendo, y ellas llevan ya meses aquí. Están deprimidas, no quieren ni comer. Sentimos que nuestra vida se ha parado”, narra la mujer.

En enero de 2022, varias familias atascadas en Shengjin denunciaron que sus visados habían sido rechazados, por lo que han quedado en un limbo, así como le pasa a Fatimah y a su familia. “Hay diez familias en la misma situación que nosotros. Algunos llevan más de 18 meses. A nosotros ya nos han dicho que tenemos que dejar el hotel y que nuestra única opción es quedarnos en Albania, pero no queremos. Aquí no tenemos nada”.

A todas estas familias se les ha exigido que abandonen el hotel. La mujer dice que Estados Unidos les ha prometido un apartamento durante un año y una pequeña asignación mensual; “creo que son unos 150 euros, pero nos negamos a dejar el hotel; lo que queremos es irnos de Albania”, exclama. El futuro de todas estas familias que han quedado atrapadas en Shengjin es, como poco, incierto. Estados Unidos les ha abandonado en Albania donde no tienen nada, y volver a Afganistán les podría suponer la muerte. “Aquí solo estamos sufriendo. Para mí es peor que los talibanes; es como si estuviera dentro de los talibanes. Estamos perdiendo la esperanza”

La cafetería en la que estamos con Fatimah está justo enfrente del puerto de Shengjin donde se ubica el centro de repatriación italiano. Le pregunto al matrimonio si saben algo de eso y dicen que no. Nos despedimos justo delante del graffiti, la pareja se va en dirección al hotel Rafaelo mientras nosotros nos dirigimos al centro de recepción italiano.

Parece que Occidente ha decidido que Shengjin sea el centro de la externalización del proceso de asilo, donde miles de personas quedan abandonadas a la espera de un permiso que puede no llegar nunca. En el peor de los casos serán encerrados en una cárcel para migrantes, y en el mejor llevados a un hotel donde no hay nada que hacer, igualmente encerrados. En cualquier caso han quedado atrapados en Albania.

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