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Fiestas populares
Vallecas, puerto de mar
Vallecas es, por un día, un "puerto de mar". Lo es desde que en 1982 los vecinos del barrio crearon unas fiestas populares basadas en la alegría, la risa y el agua. Prohibida durante algunos años, con detenciones y cortes de agua en el barrio para boicotearla en otros, se ha convertido en el día más esperado en este barrio que limita con la M30.
Abroñigal se llama. Cruza el puente de Vallecas de norte a sur por debajo de la tierra de Media Legua a Entrevías. En Numancia, atravesando San Diego, recibe al Arroyo de la Fuente Castellana.
Por eso aquí los bajos reverberan siempre. El agua siempre vuelve a su cauce. Siempre. Sube por los cimientos, escala el ladrillo, levanta la cal y te recuerda que caminas sobre tierra fértil. Que no se te olvide. Estará cementado pero, abajo, hay vida.
Vallecas era una villa que vivía de los sembrados, una huerta generosa y fecunda de espaldas a la Corte. Vallecas alimentaba a Madrid hasta que llegaron las fábricas. Pequeñas casitas levantadas en los sembrados acogían a los trabajadores de las serrerías, de las harineras. Pronto empezaron a venir más, de todas las partes de la península. Para almacenar su mano de obra, los empresarios construyeron algunas corralas sin baño, brotaron las casitas de ladrillo visto, intentando imitar las arquearías francesas, con sus balcones madrileños, rematados con un clave dispuesto a albergar un escudo familiar que no existía. Algunas familias levantaron sus casas con sus propias manos, con mayor o menor fortuna, dependiendo, precisamente, de su fortuna. Los gitanos, expulsados del centro, se fueron a los campos abandonados. El cerro del Tío Pío, la Celsa, las Palomeras, el Pozo del Tío Raimundo... Empezaron a crecer en pequeñas casitas de dos plantas, todas igualitas, con su patio chico, donde seguir sembrando hasta que el reuma atenazara los dedos. Los obreros hacían lo propio cerca de las fábricas que empezaban a amontonarse en torno a las vías del tren de mercancías que llevaría sus productos a Atocha, al Centro, a la Ciudad.
La Guerra Civil cayó con saña. De nada sirvieron los dos “chatos” que cedieron los rusos contra los bombardeos italianos. El fotógrafo Robert Capa, antes de convertirse en el propagandista de Ben Gurion, capturó algunas de las calles de Vallecas. Ellas no le capturaron a él.
Después nada. Después silencio. Solo el arroyo seguía, soterrado, con su inmortalidad impasible, fluyendo bajo las calles olvidadas.
De espaldas al mundo, la ciudad extramuros dejó de mirar a Madrid, de quien no esperaba nada. La villa, la villana, hizo lo que ya sabía hacer. Cuando nadie vela por ti, tú velas por los tuyos. El franquismo abandonó la autarquía y, junto a los coches alemanes y el café americano, llegó la heroína. Franco se moría, el mundo giraba y la rabia seguía. Y aquello era una respuesta tan fácil para amansar la rabia...
La miseria era ardua a este lado del puente, donde las fábricas ya no servían porque el producto extranjero era más y mejor, y ya no había campos, y el hambre y la miseria mordían los pies mojados de quienes cargaban en sus espaldas con la tristeza del mundo. Y el arroyo fluía entre las vigas de madera, pudriéndolas desde el corazón.
Ellas, las madres, se agruparon. Madres contra la Droga. Contaba una que ella fue a denunciar a un policía, que a los adictos que encontraba con droga se la decomisaban para interrogarlos, y a los que encontraban sin ella, se la daban para extorsionarlos a cambio de chivatazos. Ese policía reenganchó a su hijo tres veces. Más no, porque ya tuvo que ir a enterrarlo. En una cajita que pesaba tan poco que parecía que estaba vacía. Nunca le pasó nada a ese policía.
Vallecas resistía entre apoyo vecinal y ateneos libertarios que se sabían de izquierdas pero no sabían exactamente de qué tipo de izquierda. Algunos muy politizados; otros, simplemente, cansados. Hijos del Agobio era el nombre de un disco de Triana. Muchos andaluces vivían en Vallecas ya, habían venido a buscar suerte en el trabajo urbano, era una cosa más de ventura que de esfuerzo. Hijos del Agobio fue, junto a La librería El Bulevar, la Peña del Valle y el recientemente cerrado Hebe —Hebe es una diosa menor en la mitología griega. Hebe es la Juventud, la hija de la maternidad y del trueno. Hace un mes mataron a Hebe y Vallecas está un poquito más huérfana y más ordenada—, el paso adelante de la juventud activa y son los que crearon una nueva forma de mirarse. Nacieron los símbolos. Apareció la K, esa falta de ortografía, esa letra minoritaria y disidente. Rockera y abertzale. Vallecas rural, Vallekas callejera. Espacio propio, lugar donde quererse. Orgullo de clase, conciencia de morador, solidaridad de habitante, juventud rebelde.
Y en ese momento, la gran traición...
OTAN NO.
Bases fuera.
Nos prometían. Nos lo prometieron. Nos lo creímos. Les votamos. Ganaron. Dieron un paso atrás. Se retractaron. Hombre blanco habla con lengua de serpiente.
Entonces llegaron las fiestas. La Virgen del Carmen es, curiosamente, la patrona de los marineros. Y Vallekas hizo lo inesperado, promovido por el movimiento ecologista. Ua ballena hecha de globos cruzó las calles, un colectivo feminista vestido de piratas apareció detrás. Aprovechando los globos y las fuentes, surgió una pelea de agua espontánea bajo el sol afilado de julio y, entonces, durante el pregón se informó de las intenciones: un grupo de personas apareció; se decían nuevos ministros, presidente, alcalde de la República pacifista, antirracista y ecologista de Vallekas por un día, y exigieron su Puerto de Mar.
Tan combativas eran nuestras fiestas, sin toros y sin sangre, que fueron prohibidas durante varios años, casi una década. En varias ocasiones se repitieron las detenciones de vecinos y vecinas, nos cortaban el agua... hasta que no pudieron más que aceptarlas. Había nacido la Cofradía Marinera de Vallekas. En Vallecas, a 400 kilómetros del mar, la afición del Rayo, son los Bukaneros.
La Cofradía Marinera lo hace posible. Una paella popular, cuotas de socios, chapas y camisetas como único medio de financiación... Y entonces se asoman ellos. Vecinos de todas las edades, de todos los colores, una marea humana, manantial de risas... Las fiestas son más que una celebración, son un bautizo. Un acto de reconocimiento de pertenencia a una comunidad.
Hace ya 36 años de aquello. Cada año las fiestas se celebran por una causa. “Mójate por algo” es el lema. Por Palestina, por Sahara, por las Mujeres, por la Parroquia, por las trabajadoras de Sintel, por el asilo a las personas refugiadas, por la defensa de lo público, por Alfon, contra el rescate, contra la Troika, contra la represión...
El colofón de las fiestas son los Premios a la Utopía. Los premios a aquellas personas que intentaron, contra todo pronóstico, ser un cambio a mejor. La página de la Cofradía cita a Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar”.
Enrique de Castro, Madres contra la Droga, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la Red de Solidaridad Popular, el cineasta Javier Corcuera... En un mundo donde soñar se castiga, Vallekas te premia.
Esta vez se reunieron varios miles. Hacía tiempo que no se veía tanta gente. Este año nos mojábamos contra la Ley Mordaza y el pregonero oficial era César Strawberry, condenado por ella.
Diréis, si ya pasó ¿para qué hablar de esto? Pues porque la batalla es cíclica. Cada año, en un día, erupciona como un géiser, la esperanza acumulada a lo largo de los meses. Y esa esperanza requiere de trabajo, de solidaridad, de reuniones en las plazas, de alma de barrio... Porque es ahora cuando Vallecas os necesita.
Nunca había visto Vallecas tanta gente. Tampoco había visto Vallecas antes agencias de ocio sobrevolando circulantes, tantas cámaras de televisión, tantas agencias inmobiliarias y de turismo frotándose las manos.
Tan hermoso y tan frágil, el Madrid-Hotel, ahora aburrido, mira por primera vez por encima del puente y, hambriento, con ese hambre insaciable que tienen los monstruos tras haberse devorado a sí mismo en favor del turismo, pretende ofrecernos en sacrificio como un reclamo.
Pero Vallecas se ha construido sobre los ríos subterráneos, Vallekas ha crecido sobre arenas movedizas. El agua siempre vuelve y aquí abajo sabemos como jugar con ella a nuestro favor.
Vallecas recuerda en cada batalla sus lemas. En cada batalla, sus luchas.
Vallecas Libre Solidaria y Combativa. Vallecas resiste. Vallecas en lucha. Y hoy, más que nunca, Vallecas NO SE VENDE.
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Bonito artículo que me hace sentir más orgulloso de lo que estoy de mi barrio. Maneras de vivir!!!
Precioso artículo. Una puntualización... somos la Cofradía Marinera de Vallekas... y NO de la Vírgen del Carmen.
Precioso artículo. Soy vallekana y con 4 pinceladas habéis plasmado un cuadro resumen de la historia de Vallekas muy potente. Hace tiempo que salí del barrio, y de la ciudad, pero allí siguen mis primos bukaneros. Mis padres construían de noche sus chabolas en el cerro de tío Pío,....
Gracias por tan bonito artículo.
Dos detalles si me permitís: hay un arroyo con ll,estos correctores ... y la k como sonido fuerte la propone el Maestro Gonzalo Korreas, profesor de la universidad de Salamanca, los vascos la adoptan.
Muy bueno el articulo, nos ha encantado. Solo indicar una corrección, ... somos la Cofradía Marinera de Vallekas, nada que ver con ninguna virgen (desde el respeto) :-D
Por favor, creo que hay una falta de ortografía: arrollo (curso de agua) con ll en vez de y. Gracias.
Está bien escrito con y. Con ll es del verbo arrollar
http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=arroyo