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Feminismos
¡Feministas andaluzas! Hagamos como si no existieran
Andalucía ha aportado a la historia un gran puñado de mujeres del tipo que la Historia oficial valora: ilustradas, estudiosas, políticas o revolucionarias al modo que la militancia dicta.
Los feminismos andaluces han existido desde que las mujeres de clase obrera de este territorio le dijeron a sus vecinas que ahí estaban ellas pa lo que hiciera farta. Antes de que algunas empezáramos a acuñar el término “feminismo andaluz”, las prácticas vecinales, de comadreo y de solidaridad entre mujeres ya existían. Y existían porque, sin ellas, no estaríamos hoy en pie: ni nosotras, ni vosotros, ni vosotres…
Además de las mujeres a las que se les llama “ordinarias” como si lo ordinario fuera un motivo de vergüenza, Andalucía ha aportado a la historia un gran puñado de mujeres del tipo que la Historia oficial valora: ilustradas, estudiosas, políticas o revolucionarias al modo que la militancia dicta.
La almeriense Carmen de Burgos fue la primera mujer corresponsal de guerra de todo el Estado español, la gaditana Beatriz Cienfuegos escribió en 1763 una obra periodística pionera cuyo principal propósito fue el de afirmar que las mujeres también pensábamos
La almeriense Carmen de Burgos fue la primera mujer corresponsal de guerra de todo el Estado español, la gaditana Beatriz Cienfuegos escribió en 1763 una obra periodística pionera cuyo principal propósito fue el de afirmar que las mujeres también pensábamos y que contestaba a un señor que defendía lo contrario desde Madrid: “Señoras mías —decía Cienfuegos— ya tienen ustedes quien las vengue”. La primera escritora futurista también fue andaluza, concretamente granaína: la figura de Agustina González López ha sido estudiada por Enriqueta Barranco y Fernando Girón. González propuso un sistema de escritura muy parecido al que hoy usamos en nuestros mensajes por WhatsApp. Fue fusilada por transgresora, lesbiana y mujer.
Para que las andaluzas nos plantemos y reivindiquemos un reconocimiento en la historia de los libros, la de las hazañas extraordinarias, sólo hay que tirar de hemeroteca. Una tierra que ha aportado tanta visión artística y cultural, tanta creatividad política e histórica, no iba a ser menos con las mujeres que la habitan.
Sin embargo, la cosa cambia cuando el saber viene de las que la historia considera anónimas, a las que le hemos negado la voz toda la vida. Cuando desde los feminismos andaluces algunas hemos empezado a reivindicar la sabiduría de calle de nuestras madres y abuelas, los saberes hegemónicos de algunas academias se han echado las manos a la cabeza. Ya hemos tenido casos de compañeras a las que —tras defender sus tesis y tesinas sobre feminismo andaluz ante un tribunal— éste ha cuestionado sus referentes por considerar que ni pueden ni deben ser feministas.
A esto le podemos sumar dos grandes fenómenos más. Un primer fenómeno que afirma que hablar de feminismo andaluz divide la lucha. Y un segundo fenómeno que dice que quienes hablamos de territorio y afirmamos que es necesario contextualizar los sentires, los saberes y también los feminismos, somos esencialistas.
Para quienes no sepan qué significa “esencialismo”, este considera (expresado de manera muy coloquial) que en nuestras formas de ser, actitudes o tendencias hay un mandato natural de fondo que construye realidades. Por ejemplo, decir que las mujeres tenemos instinto maternal por naturaleza y que eso no tiene remedio —sin reconocer los discursos sociales que operan detrás— sería una afirmación esencialista.
Que reivindicar que las historias y los discursos familiares y de nuestro pueblo también nos afectan y nos construyen, que lo que somos es una historia y un sistema colectivo —en vez de los sujetos sin suelo que el capitalismo quiere— se considere esencialismo, es un duro palo para quienes entendemos el feminismo como una forma de romper con la historia única, que decía Chimamanda Adichie. Una historia única en la que no contextualizar el devenir personal o de un territorio ha causado que sólo estén presentes un número reducido de culturas y formas de entender el mundo que imperan sobre otras.
Resulta curioso, además, que esas mismas académicas que no quieren reconocer las diferencias territoriales dentro del estado español, hagan estudios y artículos sobre mujeres de otros países que se encuentran en graves contextos de vulnerabilidad. Estudios en los que lo primero que se marca –esta vez sí— es la diferencia cultural entre ellas (académicas) y “las otras” (objetos de investigación), y en los que el contexto no sólo no es un problema sino que resulta necesario para dejar claro que su cultura tiene responsabilidad sobre ellas.
Hoy he visto dos informativos nacionales y ninguno de ellos —a pesar de hablar de Vox y de la entrada de este partido en el Parlamento andaluz— ha puesto en primera plana a mujeres o feministas andaluzas
Por el contrario, cuando hay que reconocer y hacer justicia a desigualdades territoriales existentes entre mujeres que tenemos enfrente y cerca como las andaluzas, las susceptibilidades se disparan y graduarse la vista ya no resulta tan urgente. Hoy he visto dos informativos nacionales y ninguno de ellos —a pesar de hablar de Vox y de la entrada de este partido en el parlamento andaluz— ha puesto en primera plana a mujeres o feministas andaluzas. Sin embargo, los mismos informativos sí han recogido las voces de feministas de Madrid, Ourense y Valencia. Lo que en otros territorios sería inconcebible, aquí sucede. Las noticias vuelven a obviar lo que históricamente el estado español ha obviado siempre: que las andaluzas de clase obrera estamos y existimos no sólo con nuestra gracia y nuestro plumero, también con nuestra sabiduría.
Algunas academias y parte del movimiento feminista ha entendido ya nuestra importancia histórica mientras otras siguen hablando de esencialismo por evitar hablar de clasismo y por no reconocer así el rechazo que todavía hoy les producen la sabiduría de las mujeres y los pueblos pobres. Pero no hay prisa, sabemos qué jerarquías gobiernan nuestras miradas.
Las vecinas andaluzas entraremos –con y sin vuestro permiso- en las casas que hoy nos resultan ajenas.
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A todos los tronkos ke kada vez ke se escribe algo sobre feminismo os dais por aludidos: haceros unas pajas joder!
Como mujer con conciencia de clase y género además de andaluza, gracias por prestarme tu voz para expresar tan claramente lo que muchas sentimos. Orgullosa andaluza, comadre y madre, mujer que no esposa y sobre todo LIBRE.