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Ecologismo
Coches bomba bajo la dana
El automóvil, que fue el símbolo señero del capitalismo triunfante, de la glorificación del individuo frente a la comunidad y de la libertad humana, se ha convertido en estos tiempos de crisis global en un estorbo peligroso para la vida. No quiero frivolizar sobre la catástrofe de Valencia, pero la visión de decenas de miles de coches (120.000) flotando en las aguas como torpedos asesinos es bien elocuente.
Frente a la imagen tan extendida en los films de catástrofes de la familia que huye en su automóvil de la fuerza desatada de la naturaleza, la realidad nos revela que en estos casos a menudo es una trampa mortal, un peligro público y un estorbo para la supervivencia. A ello hay que añadir que el transporte privado supone la parte del león de las emisiones de CO2, que provocan el calentamiento global y, por ende, acentúan las catástrofes climáticas.
También en tiempos de bonanza, el automóvil ha causado más decesos directos e indirectos que otras causas habitualmente más ligadas a la muerte
Esto no es nuevo. Hace décadas que Agustín García Calvo, Antonio Estevan y Colin Ward escribieron Contra el automóvil; Justo de la Cueva los tildó como “esos asesinos que matan impunemente”; e Ivan Illlich calificó el coche privado como ejemplo de herramienta no convivencial por excelencia.
El automóvil, también en tiempos de bonanza, ha causado más decesos directos e indirectos que otras causas habitualmente más ligadas a la muerte. Pero es ahora, en tiempos de crisis global, cuando muestra todo su potencial destructivo. Mike Davis, en Ciudad de Cuarzo, habló del coche bomba como el arma nuclear de los pobres, figura premonitoria donde las haya; aunque en estos momentos de guerra global permanente es el dron —una especie de automóvil volador robotizado— el que ocupa ese dudoso honor.
El coche eléctrico y el automóvil sin conductor humano son las nuevas propuestas estrella del capitalismo global en su estrategia de transición energética y digital. Es más que dudoso que puedan sustituir al automóvil fósil, el rey de la era de los combustibles fósiles, una época que poco a poco llega a su fin, como anticipaba Ramón Fernández Durán, llevándose por delante en su agonía el vital equilibrio de la biosfera. En cualquier caso, el automóvil ya no es lo que fue ni siquiera en el imaginario colectivo y la juventud actual no tiene entre sus sueños húmedos la conducción de un coche propio como lo tuvo en la nuestra.
En términos industriales y de creación de empleo la automoción hace aguas poco a poco. La electrificación-digitalización del auto privado, con su dependencia de materiales finitos para las baterías y chips, los obstáculos tecnológicos que presenta para ser funcional, la menor necesidad de mano de obra para construirlos, su menor autonomía respecto al motor de combustión, la necesidad de una red global de recarga nueva y el hecho de que —sea eléctrico o no— es una carga insoportable para el espacio público en las ciudades, son algunas de las razones para suponer que el automóvil, si bien seguramente subsistirá de alguna manera, no será ya nunca lo que fue.
El coche ya no es lo que fue ni siquiera en el imaginario colectivo y la juventud actual no tiene entre sus sueños húmedos la conducción de un coche propio como lo tuvo en la nuestra
Sin embargo, en Euskal Herria la automoción sigue siendo el motor de la economía. Supone cerca del 30% del PIB y más de 40.000 empleos, lo que significa poner casi todos los huevos de la industria vasca en el mismo cesto. Y ese cesto se deshilacha por momentos con la crisis de las grandes multinacionales del automóvil alemanas a causa de la competencia china en el coche eléctrico y por el alto precio de la energía por la guerra en Ucrania y Oriente Medio.
En ciudades de México como Puebla (sede mexicana del automóvil), el narco y la criminalidad organizada campan a sus anchas, en un relevo de las élites hacia la especulación y el negocio de la seguridad (legal e ilegal) como sectores más rentables. Anivel global la industria militar es la más pujante en esta etapa de capitalismo militarizado, donde parece ser más rentable construir drones asesinos que automóviles.
También en la cuna del automóvil, EEUU, la industria automotriz se resiente a la espera de la llegada de los aranceles de Trump. Supondrán pan para hoy y hambre para mañana y difícilmente conseguirán sortear la crisis estructural de la automoción, a pesar de la consigna de los ultraconservadores de perforar como si no hubiera un mañana (literalmente).
Ante esta grave crisis, las autoridades vascas y navarras siguen apostando por la automoción, regando con ayudas y exenciones fiscales a las multinacionales automovilísticas para evitar que se vayan, subvencionando la compra de automóviles o apostando por cuentos de hadas nada fiables como el motor de hidrógeno. Mientras, día a día la realidad nos muestra que el coche eléctrico no acaba de despegar.
Las autoridades vascas siguen apostando por la automoción, regando con ayudas y exenciones fiscales a las multinacionales automovilísticas para evitar que se vayan, subvencionando la compra de automóviles o apostando por cuentos de hadas como el hidrógeno
Es una estrategia que trata que las jugosas subvenciones europeas a la transición energética-digital se dirijan a las mastodónticas empresas multinacionales del automóvil, a las energéticas y a la gran banca que las financia. Obstaculizando, como hace el PNV, que paguen en impuestos una parte muy pequeña de sus enormes beneficios. Contribuyen así a la transferencia de rentas del trabajo al capital y el aumento de la desigualdad como fórmula para mantener un modelo de desarrollo basado en el crecimiento a cualquier precio de las tasas de ganancia de las élites.
Ver a la diputada del ramo guipuzcoana vendiendo “la moto” del coche autónomo a los “caseros” de la Gipuzkoa profunda da vergüencita ajena y es una muestra más —entre muchas— del cortoplacismo de nuestros gobernantes y el fracaso de su modelo “publico privado”.