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La vida y ya
La semana que comenzó con el 25N
Lunes
El acto era sencillo. Varios círculos de sillas vacías mirándose unas a otras en la entrada del instituto. El réquiem de Mozart vistiéndolo todo. Nombres de mujeres asesinadas escritos a mano en papeles. Hay alumnas que los llevan colgados con un imperdible. También hay testimonios de mujeres escritos en folios que están colocados sobre las sillas vacías. El silencio araña la piel. Varias alumnas tienen los ojos llenos de lágrimas. Varias profesoras también. Nadie habla. Es un acto solemne. La palabra dignidad está colocada en el centro del círculo. Y el réquiem de Mozart que sigue sonando. Y el silencio que continúa tozudo.
Cuando acaba la música nadie se mueve. Es como si ellas, las mujeres asesinadas, nos hubieran invocado a quedarnos un rato más pensando en que ya no están. En que nadie tendría que haber escrito nunca su nombre con un rotulador negro en un folio blanco. En que no podemos parar hasta conseguir que no se escriban más nombres en listas de mujeres asesinadas.
Martes
¿Cuánto tiempo se tarda en leer los nombres de las mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres en un país, por ejemplo, en este? ¿Cuánto se tarda si, además, se leen los de sus hijas e hijos también asesinados?
Nombrar, como nombran quienes tienen familiares desaparecidos en las marchas contra el olvido y en búsqueda de justicia en tantos lugares del planeta. Nombrar para traerlas al presente.
Me dice al oído, en un susurro: “María, la semana pasada intentaron agredirme sexualmente”. Ninguna soltamos el abrazo
El último nombre es de una chica de 15 años. Ese dato les impacta cuando lo hablamos en clase al día siguiente. ¿Por qué nadie la ayudó?, preguntan.
Miércoles
Cada mañana de esta semana las clases comienzan con el visionado de un corto que ha grabado el alumnado de 1º de Bachillerato. Las delegadas y delegados son las que se encargan de presentarlos y de dinamizar un debate.
Una alumna cuenta: “Cuando ya dejé la relación me puse a contar en el móvil las veces que me había escrito una frase que siempre me decía. Me escribió 112 veces “la has cagado”. A mí me daba mucho miedo esa frase”.
También tiene 15 años.
“Conseguí dejarlo porque mis amigas me ayudaron y estuvieron siempre y no me juzgaron. Estuvieron ahí siempre”.
Jueves
Nos encontramos de casualidad. Es una antigua alumna a la que siempre recuerdo con esa rebeldía imparable que te contagia las ganas de cambiar el mundo. Me abraza. Me abraza fuerte. Me abraza muy fuerte. Me dice al oído, en un susurro: “María, la semana pasada intentaron agredirme sexualmente”. Ninguna soltamos el abrazo.
De fondo parece que se escucha a muchas mujeres gritando: “La red nos sostiene, por eso aquí nos tienen”.
Viernes
La sensación de que para vivir bien no es suficiente con levantarte cada mañana y meterte en el metro con los ojos pegados al sueño de estar en otra parte. Con pensar que algún día, mañana, no sé, otro día quizás, que algo cambiará porque las cosas tienen que cambiar, aunque no sabes cómo, pero sabes que tienen que cambiar, esas cosas, ya sabes. Con pensar que con quitarte el reloj será suficiente. Que con no mirar al calendario será suficiente.
La sensación de que para vivir bien hace falta decir basta a la barbarie cotidiana. Esa que hace que muchas de nosotras ya no estén.