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Feminismos
“El activismo tiene que ser colectivo: para contribuir al cambio es imprescindible despersonalizar la causa”
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Periodista de profesión, Ana Bueriberi nació en Madrid y creció en el barrio de Ciudad Lineal. Admite que fue criada en un ambiente multirracial y que no sintió la discriminación hasta que llegó a la Universidad, donde se encontró en la mayoría de los casos siendo la única persona racializada de su clase y con profesorado con prejuicios todavía muy aferrados.
Fue directora de Comunicación de Afroféminas durante varios años antes de fundar el proyecto Afrocolectiva, un medio de información digital antirracista, afrofeminista y panafricanista, con el que siente que está contribuyendo a hacer el mundo un poco más justo.
Naciste en Madrid, ¿verdad?
Sí, nací en Madrid, en La Paz. Vivíamos por la zona de Ciudad Lineal. Ese es y será mi barrio para siempre, aunque ahora vivo en Getafe. Mi madre no me educó en el antirracismo, pero también es verdad que yo estaba en un colegio con muchísima diversidad en el que era una de las cinco españolas, es decir, con un DNI, y en el que el resto de compis eran personas latinas, chinas o afrodescendientes. Mi círculo de la infancia era ese. Salir al parque y jugar con niñes racializades para mí no era una cosa extraña. Luego me vine a Getafe y más de lo mismo, así que se podría decir que no viví discriminación racial hasta que llegué a la Universidad.
¿El profesorado del colegio esperaba más de ti por ser española y tener DNI?
No, la verdad es que no. Era el colegio Liceo Madariaga. Había también muchas familias desestructuradas, gente que llegaba a casa y a lo mejor no tenía ordenador para realizar las tareas, así que el profesorado estaba muy concienciado. Era un colegio pequeñito y familiar, en el que había un interés y un contacto continuo con los alumnos y se hacía un gran esfuerzo contra el fracaso escolar. También entre compañeras nos apoyábamos mucho. Yo siempre he tenido la suerte de que se me ha dado bien estudiar y he estado dispuesta a echar un cable al resto.
Entonces, ¿cuál es el cambio que se produce cuando llegas a la Universidad en cuanto a la discriminación racial?
Sucede que la gente como yo, y esto es algo que he entendido a posteriori, no llega de forma mayoritaria a la Universidad; sea porque nuestro entorno nos dice que no podemos, porque no tenemos la suerte de tener profesorado implicado, como lo tuve yo, o porque necesitamos entrar en el mercado laboral antes de tiempo. La llegada a la Universidad fue un cambio total en mi realidad. Estudié Periodismo en la Universidad Complutense y habitualmente era la única persona racializada de clases de hasta 100 personas.
Cuento una anécdota que lo ilustra bien. Una vez estábamos en clase y preguntaron quién quería hacer un trabajo optativo. Levantamos la mano un chaval racializado y yo y el profesor dijo en alto: “¿Veis? Es que los inmigrantes son más rápidos”. Entonces yo le contesté: “Perdona, yo soy de Getafe”. La clase se echó a reír, el chaval me miró de forma cómplice y el profesor nunca rectificó ni comentó nada más al respecto.
De todas formas, de los profesores te esperas cierto machismo y racismo porque son señoros mayores, pero de los compañeros ese tipo de actitudes te extrañan y te hieren más. En ocasiones me encontraba en situaciones incómodas, que sabía que no estaban bien, pero no tenía las herramientas para explicar que se trataba de microrracismos o de racismo explícito directamente. Como, por ejemplo, cuando te preguntaban cómo te llamas, pero acababa llamándote todo el mundo “la negra”. Eso en el colegio obviamente no me pasaba, porque la minoría del alumnado era blanco.
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¿En clase no se mencionaba en ningún momento a periodistas racializados?
No, para nada, no hay ninguna perspectiva antirracista. Los profesores que me tocaron eran todos blancos. Como en muchas otras carreras, la gran parte depende de ti y de cómo quieras enfocar tu futuro profesional. En el caso de Periodismo, te instan a emplear un lenguaje con connotaciones racistas y luego te toca a ti cuestionarlo y desaprenderlo. En mi caso, empecé a tener conciencia antirracista bastante tarde. Un día pasé por el hall de la Facultad y vi una pequeña exposición sobre periodistas que habían estudiado allí entre los que estaba Moha Gerehou, al que no conocía entonces, y pensé: “¡Anda, uno de los míos!”.
¿A qué crees que se deben esos procesos de extranjerización como el has contado?
Responden a la falsa creencia de que España es blanca, aunque cada vez queda menos gente que no tenga cerca una persona que no lo sea. No es simplemente ignorancia, sino que supone seguir perpetuando ese racismo inconsciente, además de generar una sensación de no pertenencia a ningún sitio en quienes lo sufrimos.
El otro día descubrí a Elena Bueriberi, una periodista y fotógrafa maravillosa, que seguro que es prima mía, aunque no nos conocíamos. Ella tiene una charla TED en la que dice que estamos: “Entre el trauma de no saber de dónde eres y el ansía de querer pertenecer a algún sitio”. Creo que esa idea define muy bien el sentimiento al que me refiero.
No puedes preguntarle a una persona, racializada o no, toda esa información sobre sus orígenes y antepasados. ¿Qué pasa si no lo sabe o no te lo quiere decir?
Luego está el cómo lo afrontas. Mi estrategia al principio era decir que era de Madrid con la explicación añadida sobre que mis padres son de Guinea Ecuatorial para responder a esa duda silenciosa de por qué, si soy española, soy también negra., Ahora simplemente digo que soy de Madrid, espero a que me pregunten de dónde soy “en realidad” y entonces simplemente devuelvo la pregunta para que vean la desfachatez que es querer conocer el árbol genealógico de alguien sin conocerle de nada. Al fin y al cabo, tú no sabes el pasado ni las realidades de nadie. No puedes preguntarle a una persona, racializada o no, toda esa información sobre sus orígenes y antepasados. ¿Qué pasa si no lo sabe o no te lo quiere decir? ¿Qué pasa si es una persona adoptada y no sabe de dónde es exactamente? A lo mejor estás abriendo una herida.
Es un poco como el tema del pelo. Nunca falla la persona blanca desconocida que te toca el pelo de forma invasiva o insiste en hacerte un montón de preguntas sobre el mantenimiento, la textura y el lavado de tu afro. Yo siempre llevo trenzas y hay mucha gente que me insiste en que quiere ver cómo es mi pelo afro natural. Es todo un fetiche lo que hay en torno al pelo afro.
¿Cómo empieza entonces tu deconstrucción antirracista más allá de aquella exposición en los pasillos de la facultad?
Durante mi primer año de universidad fui encontrándome en situaciones y detectando comentarios que me llevaron a investigar por otros lados. Más adelante, descubrí Afroféminas y las contacté por mail para poder colaborar, ya que estaba estudiando Periodismo y sentía que podía ser una oportunidad ideal para ambas partes. En pocos meses estaba como directora de Comunicación y así empezó un poco todo.
¿De qué herramientas te dotó ese período como directora de Comunicación de Afroféminas?
De una primera base antirracista, que no tenía porque había crecido aquí, un país que considera que no es racista, y me faltaban referentes por todos lados. Me proporcionó también un círculo de hermanas y amigas con las que poder hablar sobre antirracismo. Y me permitió llegar a donde estoy hoy, que creo que es el camino correcto: juntar periodismo y activismo. Desaprendiendo, reaprendiendo y tirando de escucha activa para sensibilizar a mi entorno y que se sume más gente a esta idea tan estúpida de cambiar el mundo que no me saco de la cabeza desde que era pequeña.
Después de eso, una serie de personas que formabais parte de ese proyecto decidisteis fundar Afrocolectiva, ¿no?
Sí, tuvimos una serie de desencuentros con el proyecto anterior y decidimos fundar Afrocolectiva y ahora estoy ahí, haciendo y viviendo cosas increíbles que antes no habría imaginado. Inicialmente éramos seis personas, pero luego se fueron sumando muchas otras. En Afrocolectiva tengo un perfil bajo en lo que a visibilidad se refiere, porque prefiero ejercer el activismo siempre desde lo colectivo y no tanto desde lo individual.
¿Qué ventajas tiene el activismo colectivo?
Es algo tan básico como que funciona. Es muy complicado intentar acabar con una causa que afecta a un colectivo de manera individual. El activismo tiene que ser colectivo, porque no sólo te afecta a ti y porque no sólo quieres cambiar a una persona. Para contribuir al cambio de verdad es imprescindible despersonalizar la causa.
En Afrocolectiva intentamos tener en cuenta esa diversidad identitaria en todos los aspectos
Además, para hacer un análisis realmente interseccional tienes que entender que tu realidad e identidad no es la misma que las de otras personas y, por tanto, hay veces que te vas a tener que callar y escucharlas para poder seguir deconstruyendo tu pensamiento. En Afrocolectiva intentamos tener en cuenta esa diversidad identitaria en todos los aspectos porque, si fuéramos todas mujeres cis hetero, caeríamos en un tratamiento de la información que rechazamos. Ese fue uno de los motivos que nos llevó a fundar este espacio.
¿Cómo explicarías lo que es Afrocolectiva a alguien que no lo conozca?
Afrocolectiva es una comunidad online/medio digital de comunicación y deconstrucción antirracista, afrofeminista y panafricanista que lucha por acabar con todos los sistemas de opresión. Se compone de personas racializadas de géneros marginalizados e intentamos sensibilizar y concienciar a la gente sobre estos asuntos mientras ejercemos el activismo con los cuidados en el centro. Es antirracista porque el antirracismo es la base que nos mueve y que nos hizo entrar a todes en el activismo. Afrofeminista, porque creemos en un movimiento feminista plural e interseccional que no representa el feminismo hegemónico. Y panafricanista porque abogamos por una África unida y empoderada.
¿A qué público os dirigís?
En principio nos dirigíamos a todo el mundo que nos quisiera leer, pero es verdad que tenemos distintos tipos de contenido y que estos van dirigidos a distintos tipos de persona. Los vídeos en formato reel que compartimos son mucho más consumibles por cualquier persona, los posts son algo más densos y van enfocados a nuestro público más cafetero, más convencido, y también funciona de maravilla para gente curiosa en proceso deconstrucción que nos acaba de descubrir. Y, por supuesto, que en todo esto están más que incluidas y bienvenidas las personas blancas y los hombres, porque al final se trata de que el mensaje llegue también a las partes no tan convencidas.
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¿Pero esas personas llegan hasta el colectivo?
Sí, a veces por el algoritmo llegas a un público que no te esperas. Hicimos una serie de posts explicando distintos tipos de racismo con ejemplos de personas famosas y celebridades que funcionaron muy bien, ampliando nuestro alcance a gente no antirracista que se acabó uniendo a nuestra comunidad.
Utilizáis mucho los memes y el humor en vuestro contenido, ¿por qué?
Sí, creo que es una manera de desdramatizar un poco todo lo que nos ocurre y también de canalizar todas las emociones a las que esta vida activista nos expone. Para ello tenemos los viernes de memes, que tienen una acogida bestial e incluso entraron en un apartadito del monográfico de humor que publicó Píkara este año. En la misma línea también hemos sacado una sección en la revista para hablar de referentes y así evitar estar todos los días hablando de las situaciones y los aspectos negativos que atraviesan nuestras identidades, porque desde la comunidad afrodescendiente y el antirracismo estamos haciendo muchas cosas, aunque no lo parezca, y merece la pena destacarlo. Es emocionante cuando reparas en el hecho de que mucha gente está intentando, y consiguiendo, que las cosas cambien.
Creo que el humor es una herramienta muy buena para que la gente empatice con un tema o se cuestione un hábito racista, por ejemplo. La gente se abre más y se anima más a reflexionar lo que le estás diciendo. Además, aquí, en España, nos gusta mucho la guasa, ¿no?.
También dais talleres, ¿verdad?
Sí, los damos online y presenciales. En el caso de los presenciales el contenido depende de lo que se nos solicite. Nos organizamos internamente y adaptamos para construir espacios seguros de reflexión y aprendizaje. En el caso de los talleres presenciales el público es mayoritariamente blanco, en el caso de los online varía un poco más la cosa.
Hay mucha islamofobia en España y a esas personas que la reproducen no les interesa replantearse su parte de responsabilidad en esta cuestión porque no es algo cómodo
¿Y cómo los reciben?
Yo siempre he tenido muy buenas experiencias. En general, utilizo muchos ejemplos personales o populares para explicar lo que estoy diciendo y voy adaptando el contenido dependiendo del público que tenga delante. Me gusta que me interrumpan, que hagan preguntas y que sea una cosa colaborativa. Creo que esto hace que se reciba la información de manera más amable o sencilla. También tengo que decir, sobre esto de la recepción de la gente de los talleres que impartimos, que presencié un taller que impartió mi compañera Chaimaa sobre feminismos islámicos en un pueblo de Valencia, al que fuimos a participar en unas jornadas expresamente antirracistas, y la cosa se acabó poniendo tensa... Hay mucha islamofobia en España y a esas personas que la reproducen no les interesa replantearse su parte de responsabilidad en esta cuestión porque no es algo cómodo.
¿Tenéis muchos haters?
Sí, sí, pero solemos bloquearlos. O les restringimos los comentarios y siguen hablando solos. Luego, también hay provocadores. Cuando hacemos campañas como la de Stop blackface in Spain, denunciando los Baltasares pintados de las cabalgatas de los Reyes Magos o en los negrets de Alcoy, nos llegan fotos por mensaje directo de personas e infancias con la cara embetunada sonriendo con un mensaje tipo: “Mira, mi primo qué guapo de paje este año”.
¿Qué perfil de haters tenéis?
El típico hombre cis blanco con la banderita de España. El votante medio de Vox, te diría, y cada vez más jóvenes. Al final a esta generación Z que reza a influencers les puede llegar nuestro contenido por el algoritmo y porque tenemos la suerte de que nos comparten personas no racializadas bastante influyentes que nos permiten llegar a un público al que no alcanzaríamos de otra forma y al que no siempre gustamos. Entonces, desde ahí también nos pueden llegar los típicos chavales jóvenes que coquetean con el fascismo, aceptan el racismo y se agarran a esa teoría supremacista blanca que les empodera para seguirnos, amedrentarnos y molestarnos de todas las maneras que consideren efectivas.
¿Por qué crees que este tipo de perfil sigue contenido que en realidad no le interesa?
No lo sé, no lo tengo claro. A ver, la hostilidad en redes ha existido siempre, el claro ejemplo ha sido Twitter, pero ahí la violencia ha sido siempre de un lado hacia el otro. Ellos están súper organizados, se unen para reventar a alguien y van todos a una. Muchísimos activistas han tenido que denunciar persecuciones de este tipo en redes.
Además de la campaña contra el blackface, ¿estáis implicadas en otras campañas de denuncia?
Sí, en el 12 de octubre intentamos hacer bastante ruido. En Navidades hablamos de la diversidad de celebraciones y años nuevos en las distintas culturas. Y luego también tenemos fechas clave, como el 8M y el 21 de marzo, día internacional para la eliminación de la discriminación racial, el 25 de mayo, día de África, o el 25 de julio, día de la mujer afrodescendiente. En general, tenemos campañas de denuncia en todos los días destacados para nuestras comunidades.
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Es complicado para un colectivo de mujeres y feminidades negras sacar adelante un colectivo y darle visibilidad?
En nuestro caso, tuvimos la suerte de empezar muy fuerte, con mucho apoyo en redes, y rápidamente hemos superado los 100.000 seguidores. Fue muy emocionante todo el comienzo, teníamos también muchas ganas de hacer las cosas de otra manera y publicar contenido que antes no habíamos podido. Tuvimos mucho apoyo de la comunidad antirracista, no sólo aquí en España, también en Colombia o en México y otros lugares de LATAM y el Caribe, donde nos sigue muchísima gente. Aunque también te digo que estamos muy baneadas debido a nuestro contenido y nuestras historias son mostradas a mucha menos gente de la que nos sigue.
¿Dirías que las mujeres negras nos hemos centrado en el afrofeminismo y hemos dejado de lado otros campos de batalla?
No, creo que nos hemos centrado en el afrofeminismo porque es un tema que nos atraviesa, es nuestra identidad y nuestra existencia.
¿Crees que los hombres negros, los hermanos, nos acompañan en esta lucha?
Creo que no del todo, y por supuesto no todos. La mayoría de hombres implicados en el antirracismo no se meten en eso, siguen cayendo en implicarse sólo en el 8M o cuando ocurre algo destacado, igual que los hombres blancos. No tienen el acervo feminista en todos sus haceres.
Es esencial la inclusión de hombres trans y personas no binarias para tener una perspectiva más diversa de cómo están enfocando la masculinidad
¿Cómo crees que encajan los afrofeminismos con las nuevas masculinidades negras?
Creo que encajarían si no se limitaran sólo a organizarse en grupos de hombres cis. Es esencial la inclusión de hombres trans y personas no binarias para tener una perspectiva más diversa de cómo están enfocando la masculinidad. La cuestión no puede quedarse en reflexionar sobre la hipersexualización del hombre negro y ya.
También creo que deberían tener en cuenta a las mujeres en ese aprendizaje. Es como si yo, nacida, crecida y residente en Madrid de siempre, me pongo a hablar de la experiencia migratoria. Si el motivo de cuestionarse la masculinidad es que la actuación hacia otras identidades, como las mujeres o las personas trans o no binarias no está siendo correcta, lo lógico sería incluir esas otras identidades en el proceso de deconstrucción y aprendizaje.
Antes me has dicho que tu novio es blanco, ¿es difícil llevar una pareja interracial en la que tú soportas una doble opresión, la de ser mujer y negra?
En nuestro caso es distinto porque cuando nos conocimos yo no era activista y, en ese sentido, él ha ido creciendo conmigo, aprendiendo conmigo y flipando con muchas situaciones conmigo también. Aunque no le toque directamente, ha sido muy bonito porque he cambiado muchísimo desde que nos conocimos y él no se ha quedado atrás. Aunque por supuesto que a veces su blanquitud es una barrera para comprender ciertas cosas.
También te digo que mi novio es una persona muy abierta, que siempre se ha juntado con todo tipo de personas. Él siempre ha sabido que había situaciones que estaban mal y ahora está reparando en muchas de las actitudes que antes pasaba por alto.
¿Alguna vez habéis tenido experiencias desagradables relacionadas con el racismo?
Más allá de anécdotas de fiesta en las que la gente suelta alguna racistada, no. Amigas racializadas me han preguntado si en los ambientes antirracistas nunca me han cuestionado por estar con una persona blanca y la verdad es que no, aunque sé que a otras personas sí les he pasado.
Participaste en la campaña Antirumores de Lavapiés, ¿qué tal fue la experiencia?
Sí, entonces estaba empezando en el activismo y me pareció que el tema de los rumores casaba bien con el periodismo. Era voluntario los sábados por la mañana y nos tocó patearnos el barrio para mapearlo y saber dónde estaba la gente afectada por estos rumores y qué les parecía la iniciativa. Luego juntaban a gente de distintas asociaciones y les hacíamos entrevistas. Al final todo el mundo tenía mucho que contar sobre cómo funcionaba el barrio y te hablaban de experiencias que tú también habías vivido. Se realizó un decálogo para acabar con los rumores que se centran en la población racializada que vive en Lavapiés, lo que pasa es que fue un decálogo que no fue mucho más allá ni se implicó a agentes clave del movimiento antirracista y migra en ese momento.
Antes me has dicho que estudiaste Periodismo para, de alguna manera, contribuir a cambiar el mundo. ¿Qué quieres decir con esto?
Yo siempre he sabido que he venido a hacer algo grande, quería salir en los libros de texto. Al principio pensaba que sería por las ciencias, pero las mates y yo no nos llevábamos nada bien. Sin embargo, siempre me ha gustado mucho hablar y contar historias. He visto muchísima tele y escuchado mucho la radio, porque mis padres trabajaban y mi hermano y yo nos hartábamos de entretenimiento en esos ratos solos en casa. Cuando era pequeña hice incluso un periódico con el Word y el Paint y se lo vendía a mis familiares en las comuniones y otros encuentros. Cuando ya entendí lo que era el periodismo, pensé que, en vez de descubrir la cura del cáncer, podía entrevistar a quien la descubriese.
Creo que el periodismo bien llevado, como hacéis en El Salto, puede contribuir a cambiar verdaderamente el mundo, o al menos a hacerlo más libre y más justo. Por eso también me metí en el activismo, porque pensé que por esta vía podía contar las cosas que me interesan de la forma que me parece más correcta.
“En el 8M, hasta que esa lucha colectiva no incluya todas las perspectivas, no estamos avanzando”
¿Cuál es la posición de Afrocolectiva frente al 8M, que se celebrará ya el mes que viene? Reivindicar que el 8M es demasiado blanco, que las mujeres racializadas no estamos incluidas en ese feminismo hegemónico que sale a las calles y que, hasta que esa lucha colectiva no incluya todas las perspectivas, no estamos avanzando. Todos los años hay problemas con los bloques y colectivos racializados en la manifestación, es algo que desde el feminismo blanco debería analizarse y cuestionarse.
¿O sea, que la manifestación del 8M no es un espacio seguro para las mujeres racializadas?
No, no lo es. Es un espacio hostil en el que sufrimos racismo por reivindicarnos, cuando ese día es a lo que se sale. También pasa lo mismo con el Orgullo, si no fuera por el Orgullo crítico… Sigue habiendo muchas causas en las que no se contempla que el antirracismo tenga que estar ahí por derecho.