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Feminismo poscolonial
¿Podríamos reencantar el mundo? Objetos coloniales y subjetidades para un presente poscolonial
Una de las obsesiones de Max Weber y uno de los legados más importantes de su obra fue construir una forma racional y científica de observar el hecho religioso. Es ciertamente agitador para un intelectual tratar de racionalizar un fenómeno ttan profundamente humano y universal como la espiritualidad, la creencia y a religiosidad. Pero la forma de Weber de perseguir el hecho religioso fue intentar racionalizarlo de comprenderlo de manera analítica, como sociólogo. Para Weber, el inicio de la modernidad, de la racionalidad, comenzó con el desencanto del mundo.
A principios del siglo XX, cuando Weber vivió y escribió sus obras, Occidente vivía un periodo de secularización, fruto de la separación de la ciencia, la filosofía y la espiritualidad a partir del surgimiento del pensamiento racional europeo de la segunda modernidad europea (fundamentalmente noreuropea). Pienso luego existo (Cogito ergo sum) anuló el siento luego existo, el creo luego existo, y otras formas de existencia no basadas en la racionalidad occidental. Además, como señalan Enrique Dussel este pienso luego existo había sido precedido por el exterminio de otras formas de pensamiento, y el exterminio de otras culturas, por lo que Descartes afirmaba “Sólo si piensas así, existes”. Una forma de filosofar y de estar en el mundo se convirtió en la única forma de estar en el mundo, la única legitimada por los nuevos poderes económicos, militares, políticos y culturales desarrollados por el colonialismo europeo en el mundo.
Doscientos años después de que René Descartes afirmara que sólo una forma de pensar te otorgaba la existencia (pues lo demás no era pensamiento, sino religión, superstición y otras formas de conocimiento subalterno), Weber afirmaría que la racionalidad del mundo comenzaba con su desencantamiento, con el fin de lo misterioso y lo inexplorado, para poder llevar a cabo un análisis racional. Una vez más, la mirada de Weber proyectaba una idea europea, que es la secularización, una idea específicamente cristiana, protestante, burguesa, europea, blanca y occidental de observar, interpretar y representar el mundo. Lo que diferentes autores han llamado colonialidad del conocimiento, o imperialismo cultural, es precisamente el mecanismo por el que el colonialismo europeo a lo largo de las expansiones coloniales (especialmente desde los siglos XIX y XX) impuso, no sólo un modelo económico, no sólo un sistema político, sino fundamentalmente una forma de ser y estar en el mundo, una visión de la realidad, una forma de interpretarla y expresarla. Y esta colonialidad, llevada hasta sus últimas consecuencias, se integró en las formas de religiosidad, espiritualidad, pensamiento y filosofía.
La riqueza y los recursos del llamado Tercer Mundo acabaron engrosando las filas de las multinacionales europeas. La población de estos países acabó formando parte de los grandes flujos migratorios contemporáneos. Sin embargo, muchas de las representaciones de las formas de conocimiento, cultura y filosofía de todos los pueblos colonizados acabaron en los Departamentos de Antropología y en los llamados museos etnológicos de Europa occidental. La finalidad de los museos etnológicos era exponer ese mundo aún encantado y místico que todavía estaba lejos de la racionalidad europea y cuya única forma de dialogar con la ciencia y el pensamiento moderno era ser exhibido en las vitrinas de las sociedades occidentales. Aunque pueda parecer que los museos etnológicos son una forma de acercarse al otro (a las sociedades no europeas, no occidentales), en realidad los museos etnológicos son un producto puramente occidental, una atalaya absolutamente privilegiada desde la que observar occidente y su forma de racionalidad, que no deja de ser otra forma de ensimismamiento y encantamiento. Tal vez si pensáramos en la ciencia, en la racionalidad como una forma más de encantamiento, y no como una forma privilegiada de pensar el mundo, podríamos, como europeos, volver a escuchar al resto del mundo, a todas las culturas que han sido negadas, explotadas y silenciadas.
Eso es exactamente lo que persigue la comisaria Rosa Lleó con la exposición Reencantaments, artistas dentro de las colecciones etnológicas, que tiene lugar en el Museo de Etnología y Culturas del Mundo de Barcelona. En el caso de Barcelona, el actual Museo de Etnología y Culturas del Mundo procede de la política cultural que las potencias coloniales desarrollaron en la metrópoli a lo largo del siglo XX. En el caso de España, el propio régimen franquista libró una importante batalla cultural para apropiarse de los símbolos imperiales y las narrativas coloniales. En 1949 el régimen franquista creó el Museo Etnológico y Colonial, que tras varias fusiones y separaciones se convertiría en 2011 en el Museo de Etnología y Culturas del Mundo. El museo, que en sus primeras décadas se centró en aspectos relacionados con el mundo colonial español, se nutrió de importantes expediciones y campañas organizadas por el propio museo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. La adquisición de los materiales se produjo en un contexto de intercambio desigual y apropiación cultural, como forma de adquirir materiales para su exhibición en las sociedades metropolitanas. Aunque los objetos no fueron expropiados como consecuencia de las guerras coloniales, los intercambios desiguales siguen siendo una forma de apropiación cultural colonial que hoy reposa en los depósitos y vitrinas del Museo Etnológico.
La propuesta de Rosa Lleó es volver a conocer, re-conocer, esa historia colonial, pensando a partir de los objetos que habitan el Museo Etnológico. Re-encantamientos desafía el robo de la historia, el proceso de racionalización y desencanto al que fueron sometidos los pueblos y sus culturas para ser incorporados a la racionalidad metropolitana a través de sus vitrinas y su sistema de etiquetado. La comisaria Rosa Lleó moviliza a nueve artistas de diferentes partes del mundo para reinterpretar una pieza del Museo Etnológico y dotarla de otra historia, de otra memoria. Agnes Essonti, Chenta Tsai Tseng, Chiara Camoni, Domènec, Lydia Ourahmane, Nikki Luna, Patricia Domínguez, Regina de Miguel y las integrantes del colectivo Ruta de autor, toman diferentes piezas del museo, del yacimiento o de diferentes exposiciones, y reimaginan, reinterpretan y repiensan las trayectorias, legados, intermcabios y formas de ver el mundo a través de estas piezas, no sólo como objetos, sino como el lugar desde el que nace una nueva subjetividad, un nuevo sujeto de la historia.
Disputar el pasado es también legitimar otras formas de pensar los objetos que han llegado hasta nuestro presente, reinterpretar esos legados desde otros puntos de vista, dar voz y socializar el poder de enunciarse, el poder de narrar lo sucedido. El poder de repensar el mundo, y de compartirlo.