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Fiestas populares
Carnaval te quiero
Necesitamos recuperar esos viejos saberes salvajes y esa cultura popular que tenía claro quiénes son ellos y quiénes somos nosotros.
Llegaron más patrullas a la plaza pistola en mano y pegando tiros al aire, pero nada detuvo los lanzamientos.
Varios de ellos fueron acorralados en un callejón mientras la prole les lanzaba todo lo que encontraba a su paso, desde las botellas más baratas del Mercadona hasta los escombros que se acumulaban en los alrededores de la plaza. Llegaron más patrullas a la plaza pistola en mano y pegando tiros al aire, pero nada detuvo los lanzamientos. Las fuerzas del orden mandaron aún más unidades móviles y el resultado fue de 12 coches de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado destrozados, casi dos docenas de polis heridos y unos pocos detenidos. En plena celebración del carnaval, pidieron guerra y recibieron piedras sobre sus cabezas.
El carnaval siempre ha tenido un componente revolucionario, como una de esas prácticas rituales que sacan a la luz el conflicto latente que siempre hemos sufrido, ese conflicto entre los que nos joden y nosotros, los jodidos. Hasta hace no mucho se caracterizaba por un permiso desenfrenado, una cierta suspensión de la ley y una clara inversión de las jerarquías existentes. Los pequeños delitos no se consideraban punibles –o, al menos, no se perseguían– y el tiempo se suspendía. El orden social quebraba por completo, al menos durante un día, y todo estaba permitido –salvo trabajar.
Los carnavales castellanos del siglo XVII son un ejemplo que nos gusta mucho. Fueron siempre algo violento y burlesco, de desorden y ruido, de desgobierno y cambio de roles. En 1641, en concreto, las autoridades castellanas estaban atemorizadas –y motivos tenían– ante la posibilidad de que portugueses y catalanes aprovechasen la fecha para incendiar los patios del palacio real. Poco después, en 1644, murieron tres nobles como consecuencia de una de esas batallas de agua y “otras cosas” que eran típicas en los carnavales de la época. Al año siguiente, las autoridades decidieron reforzar toda la zona durante varios días para evitar este tipo de episodios. Seamos sinceros: eran unos carnavales realmente bonitos, de subversión sin límites de degradación, como una historia colectiva de profanación: una historia de caos y de vida. Pero, ¿qué es lo que nos ha quedado de todos estos carnavales de hace uno, dos, tres, cuatro siglos?
No nos resulta extraño ver a los típicos flipaos de gimnasio vestidos como si fuesen a disputar la SuperBowl de su pueblo
Hoy, como hace cien años, vivimos una festividad de horteras disfrazados, de máscaras desfiguradas, de collares de mierda y de goofys deambulando imprevisiblemente por las callejuelas de la ciudad. Hoy, como entonces, seguimos encontrando algunas dinámicas de mierda: no nos resulta extraño ver a los típicos flipaos de gimnasio vestidos como si fuesen a disputar la SuperBowl de su pueblo. Se ha convertido en un gran espectáculo de mierda. ¿Dónde ha quedado la transgresión, la permisividad carnavalesca, aquel caos que envolvía las ciudades? A veces, como en Valencia, el fantasma carnavalesco vuelve a la luz y no podemos sino celebrarlo, porque, en el fondo, ¿qué hay más bello que cientos de piedras sobrevolando unas cuantas cabezas?
El día en que pringados como Dalas Review se llevan una buena yema
Estamos cansados de esos carnavales de comas etílicos en discotecas y okupas, de dueños de bares forrándose a nuestra costa, etc. También nos cansan esos carnavales “reivindicativos” que reclaman “derechos para todos”, sin llegar a entender la verdadera naturaleza de este día. El carnaval es otra cosa, es subversión, es toma el espacio, es cogerlo todo. Es el día del tomar y hacer en vez de pedir y esperar. Es el día de sacar un buen sound system a la calle y que nadie te raye, el día en que pringados como Dalas Review se llevan una buena yema, el día en que nadie nos jode y jodemos a todos esos que están arruinando nuestras vidas.
Pero también es el día en el que, pase lo que pase, nos cuidamos hasta las últimas consecuencias y nos vinculamos con todas nuestras fuerzas, como hicieron en Valencia. Hoy están tratando de arrebatarnos todo, porque, en el fondo, nos están pidiendo orden y tranquilidad –y nosotros ya no somos capaces de soportar cómo le hemos cedido a quienes nos joden diariamente el único día del año en que éramos los que de verdad mandábamos. Si queremos vivir, aunque sea por un pequeño instante, necesitamos recuperar esos viejos saberes salvajes y esa cultura popular que tenía claro quiénes son ellos y quiénes nosotros. Necesitamos, como nuestros antepasados, encontrarnos y poner en el centro todo lo común que nos vincula, porque esto es un ellos o nosotros.
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Me parece muy interesante la reflexión, pero a veces habría que revisarse desde donde se hablar y porque podeis llamar "flipaos" así tan a la ligera a la gente sin proponer ningun tipo de carnaval alternativo plausible
Yo creo un carnaval alternativo es ir cada dia borracho al trabajo
Es que no sabéis de entroido, gente, eso es lo que pasa. Que en Catalunya los Carnavales son mu siesos
Quiero denunciar que he publicado un comentario y éste no ha sido publicado. Que te molesta, censor?