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El Salvador
Carlos Dada: “La crisis del sistema político tradicional ha causado un sentimiento de traición y populistas como Bukele saben explotarlo muy bien”
Al frente del prestigioso diario digital ElFaro.net, el periodista salvadoreño Carlos Dada estuvo recientemente recorriendo el Estado español para alertar de la involución democrática que está sufriendo su país de la mano de un presidente, Nayib Bukele, que ha impuesto un régimen de excepción para silenciar toda resistencia a su gestión y toda información que cuestione su labor. Mientras, ElFaro.net persiste en señalar los vínculos del gobierno con las pandillas, intentando esquivar las herramientas del presidente —quien aún goza de una enorme popularidad— que incluyen desde el espionaje a través de Pegasus a una ley mordaza que dificulta informar sobre las maniobras del crimen organizado.
El veterano director de ElFaro.net, visitó España en el marco del proyecto “Por la libertad de prensa, el acceso a la información y la democracia en El Salvador”, liderado por el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (IDHUCA), y ejecutado por ACPP, la Asociación de Periodistas Salvadoreños (APES) y la Federación Internacional de Periodistas (FIP).
Para Dada, cuyo medio también es parte activa de esta iniciativa en defensa de la libertad de prensa en el país, el deterioro de la democracia en El Salvador es un ejemplo claro de cómo un líder populista como Bukele puede concentrar poder y penetrar las estructuras del Estado hasta un punto de no retorno. Por ello considera fundamental acompañar, no dejar sola, a la sociedad civil que, a pesar de la represión, planta cara a la deriva autoritaria.
¿Cuáles son los orígenes de ElFaro.net? Después de tantos años, ¿qué lugar ha llegado a ocupar en el panorama mediático?.
El Faro nació en 1998 en El Salvador, fue el primer periódico digital de América Latina. Es un periódico construido por periodistas. Acabamos de cumplir 24 años. Creo que nos hemos ganado algún tipo de proyección, reconocimiento o prestigio, sobre todo por nuestras crónicas de violencia y crimen organizado, por nuestras investigaciones que se enfocan particularmente en la corrupción o por nuestros reportajes sobre crímenes de guerra. Hemos hecho mucha cobertura sobre migraciones también, creo que esos reportajes han tenido mucha, mucha trascendencia, más trascendencia internacional de lo que podría pensarse de un medio y un país tan pequeño como el mío. Pero bueno, aquí estamos 24 años después.
Fundar un medio de periodistas no parece algo fácil… menos en vuestro contexto
No creo que nuestra historia sea replicable ni modélica en ese sentido, porque cuando nosotros empezamos a hacer El Faro internet básicamente no existía. ElFaro.net nació antes que Google, solo para que te hagas una idea. Mira lo prehistóricos que somos en este sentido, que cuando nacimos nadie nos leía en El Salvador y esto fue una ventaja: Nos permitió empezar a experimentar periodísticamente, a aprender periodismo, cometiendo errores, sin tener que pagar las consecuencias. Esto no es poca cosa.
En El Salvador no tenemos una tradición periodística como se entiende en otros países. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando mi generación llegó ya a la edad de ejercer periodismo, no había una generación arriba que nos transmitiera conocimientos, que nos enseñara, que nos guiara. La generación anterior había sido la que cubrió la guerra y eso implicaba otras maneras de hacer periodismo, otras dinámicas, aunque en el fotoperiodismo si hubo tradición, en el periodismo escrito, no. Porque para el periodismo escrito básicamente lo que había eran partes militares de guerra, o hacía propaganda para la guerrilla y las fuerzas revolucionarias. Entonces nos tocó inventarnóslo.
El Faro nació antes que Google, al principio nadie nos leía en El Salvador y esto fue una ventaja. Nos permitió empezar a experimentar periodísticamente, a aprender periodismo, cometiendo errores sin tener que pagar las consecuencias
En ElFaro.net solo hicimos una intensa, casi obsesiva reflexión sobre el oficio y nos dedicamos a trabajar como si nos leyeran tres millones de personas cuando no nos leían ni nuestros familiares. Esta es la gran ventaja. ¿Cuál es la desventaja? Por eso te digo que no es replicable. Durante los primeros siete años nadie cobró un centavo, no había ingresos tampoco. Entonces claro, el camino no ha sido tan sencillo. Es un desafío montar un negocio en esas condiciones y sostenerlo durante tanto tiempo, cada vez tratando de hacer más y mejor periodismo.
En vuestra página reivindicáis vuestros “25 años siendo incómodos”. ¿Qué costo tiene ser incómodo?
La Fundación García Márquez nos bautizó como los incómodos cuando nos dieron el premio a la excelencia y se nos quedó. Y nos encantó además, porque yo creo que esa es la obligación del periodismo, incomodar al poder ¿No? Y eso de incomodar quiere decir muchas cosas, no afecta solo al poder político, sino al poder económico, el poder de las estructuras criminales, incomodar en definitiva al poder.
Hacer periodismo de verdad en países como los nuestros implica un riesgo, por supuesto, un riesgo que nunca previmos de qué tamaño y de qué dimensiones iba a ser, que lo empezamos a percibir a medida que nuestro periodismo se fue encontrando en terreno con el crimen organizado. A mí no me gusta mucho hablar de este tema, no porque me incomode hablarlo, sino porque no creo que tenga ningún mérito ser amenazado, que eso te haga mejor periodista. Ahora estamos obligados a hablar de eso porque estamos bajo un fuerte acoso por parte del Estado, como nunca antes. ¿Cuál es el problema de estar en esta situación? Que te convertís en tu historia y esto te hace tener que invertir recursos periodísticos en contar tu historia para salvarte y por tanto, no invertirlos en contar otras historias que son las que nos gusta cubrir. No nos gusta cubrirnos, es una situación muy incómoda. Pero esto es en lo que estamos ahora.
Lleváis en vuestra publicación investigaciones de gran envergadura que señalan al gobierno por sus alianzas con el crimen organizado.
Nosotros documentamos hace año y medio la existencia de un pacto entre el gobierno de Bukele y las pandillas. Y cuando digo documentamos es porque lo documentamos, valga la redundancia, con documentos del mismo Estado. Y publicamos los documentos. Esto sucedió digamos, después de un recorrido de campaña de deslegitimación, de persecución judicial por parte del gobierno, que al llegar a ese punto se multiplicó.
De los 30 empleados de ElFaro.net 22 aparecimos infectados con Pegasus en nuestros teléfonos. Creemos que iban por nuestras fuentes, pero de paso tienen toda nuestra información personal
El principal problema es cuando un gobierno que ha acumulado tanto poder que no tiene contrapesos, que ha eliminado la independencia del poder judicial y nos ha dejado sin garantías constitucionales y sin derecho a la legítima defensa, se te avienta encima. Evidentemente, con la pretensión de silenciarnos, de que nos dobleguemos y dejemos de hacer nuestro trabajo porque el silencio es más cómodo y menos arriesgado. Y eso es algo que no nos gusta. Entonces hemos seguido caminando, haciendo lo que nos toca. En el camino lo que hemos recibido, que está registrado en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, es un redoblamiento de las amenazas, de los seguimientos no solo físicos. Por ejemplo, Pegasus, que está ahora tan de moda en España: de los 30 o 32 empleados de ElFaro.net, 22 aparecimos infectados con Pegasus y con pinchamiento casi obsesivo, —como lo describió Citizen Lab—, en nuestros teléfonos.
Creemos que iban por nuestras fuentes, pero de paso tienen toda nuestra información personal, todas nuestras fotos de intimidades. Y cuando digo intimidades, no me refiero a fotos incómodas entre comillas. Me refiero a fotos de los cumpleaños familiares donde hay niños: Eso es tu vida íntima. Las tienen, videos, chats. Activaron micrófonos, cámaras, todo. Y esto no solo nos pone en riesgo a nosotros, sino también a nuestras fuentes, por supuesto. Entonces, seguir haciendo periodismo se complica mucho más y hemos tenido que buscar la manera de seguir haciendo periodismo después de eso. Para empezar, es muy difícil que alguna fuente quiera volver a hablar con vos cuando existe la posibilidad de que le estén escuchando.
Recientemente publicabais un reportaje en el que señalabáis la relación entre el gobierno y la Mara Salvatrucha, y cómo la ruptura de su alianza estuvo al origen de una masacre el pasado marzo, la más mortífera de todo el siglo en el país.
En esta investigación, el espionaje que sufrimos, fue uno de nuestros principales problemas: ¿Cómo hacemos para reportar esto sin que alguien pueda registrarlo? ¿Y cómo hacemos para hacer esto en condiciones de seguridad? Este reportaje tuvo otra complicación y es que hace un mes en El Salvador la Asamblea aprobó una ley mordaza que prevé condenas de entre 15 y 30 años para periodistas y/o medios que publiquen mensajes o símbolos de pandillas o información sobre estructuras criminales que causen zozobra en la población. Lo que publicamos lleva declaraciones de pandilleros que confiesan haber perpetrado una masacre, que corroboran la información que tenemos, que nos cuentan que se rompió el pacto con el presidente Bukele y quedaron algunos indicios de ese pacto y por tanto eso expone al autor de esa investigación a una realidad como la que te acabo de contar.
Para poder hacer este reportaje, en cuanto obtuvimos esos audios sacamos al periodista del país. Y no dejamos audios en El Salvador, temiendo que alguien lo descubriera, que allanaran casas, que se llevaran gente. Ahora tener eso es una papa caliente que puede conllevar altos costos. Entonces tuvimos que sacar a dos periodistas y reportar desde la distancia, obteniendo información desde otro país para no incurrir en la posibilidad de que un juez concluya comisión de delito a partir de nuestra investigación. Nosotros no hemos cometido ningún delito porque informar no es generar zozobra, no puede ser criminalizado el hecho de informar. Develar las negociaciones secretas de un gobierno con estructuras criminales es sobre todo una cuestión de interés público. Pero bueno, siempre existe la posibilidad de que un juez dictamine que hemos violado esta ley mordaza, porque hay un gobierno que nos quiere censurar y que ahora controla todo el aparato judicial. Entonces hay que actuar en consecuencia, sacar a los periodistas y trabajar desde fuera. ¿Cuando van a regresar?, no sabemos ni siquiera si van a poder regresar durante algún tiempo.
Entiendo que esto forma parte de la arquitectura de este régimen de excepción que impera en el país. ¿De qué otras formas se manifiesta?
El régimen de excepción permite a la Policía capturar a quien sospeche de pertenecer a estructuras criminales, o sea, a quien le dé la gana, esto con una policía que está al servicio del presidente. No hay necesidad previa de una orden judicial o ni si quiera de una investigación fiscal, pueden capturar a cualquiera y pueden meterlo en una prisión preventiva. Además, el régimen de excepción amplía el período de prisión preventiva de 72 horas a 15 días extensibles. En un mes han capturado a 30.000 jóvenes. De esos 30.000 jóvenes, ahora mismo, por la falta de acceso a la información, es difícil decir cuántos no tienen ninguna relación con pandillas, pero es fácil adivinar que son muchos. Hemos registrado ya muchos casos. Hay organizaciones de derechos humanos que siguen registrando casos de gente que no tenía vinculación alguna con las pandillas y que lleva un mes presa sin juicio.
Es muy difícil en un sistema judicial como el salvadoreño procesar a 30.000 detenidos en los 15 días que prevé la ley. Por tanto, simplemente se están quedando presos o están empezando juicios sumarios porque los jueces no tienen otra opción para procesar a tanto detenido. En estas condiciones, nada impide legalmente a la policía ir a detener a un periodista, y que pase al menos un mes en la cárcel, en lo que se averigüe qué pasa. No nos ha pasado, pero nos preocupa mucho.
En la nota de prensa difundida por el proyecto en el que participáis como medio, se hablaba de que venías a alertar contra los ataques a la democracia. A partir de realidades muy diversas, pero en las que se da una crisis de legitimidad del sistema político, ¿ilustra el ascenso de Bukele esta irrupción de apuestas populistas que apelan al cambio, y que acaban apuntando a una involución democrática?
En tu pregunta va la respuesta. La crisis de la democracia, la crisis de credibilidad o de legitimidad de los partidos políticos tradicionales, del sistema político tradicional ha causado en la población un sentimiento de traición y populistas como Bukele saben explotarlo muy bien, culpando a todos los demás de los grandes problemas de la pobreza. Esto es de librito del populista autoritario: Buscate un enemigo y culpale a él de todos los males.
Solo que hay muy pocos en el mundo que hayan sido tan efectivos en su comunicación política como Bukele, es el presidente con el mayor apoyo popular de toda América Latina.
Una vez llegado al poder, ¿en qué lugar quedan todos estos apoyos, y qué resistencias se están generando ante este régimen de excepción?Bukele es muy hábil, a cada riesgo de descenso de su popularidad pone un nuevo hecho en la narrativa pública. Se le da muy bien controlar la narrativa política. Si a eso le agregas la utilización de todo el aparato del Estado para amedrantar, para perseguir y para acallar a todas las voces críticas pues tienes muy poca competencia. ¿Qué queda?. Algunas organizaciones de la sociedad civil, una sola universidad, que es la universidad jesuita, la UCA del Salvador, que es la única que está hablando, algunos pocos pastores y obispos, y la prensa es todo lo que queda. Está tirando a la cabeza de todos.
Bukele es muy hábil, a cada riesgo de descenso de su popularidad pone un nuevo hecho en la narrativa pública. Si a eso le agregas la utilización de todo el aparato del Estado para amedrantar a todas las voces críticas pues tienes muy poca competencia a esa narrativa oficial
¿Pero es sostenible la narrativa? Entiendo que al final la represión es una forma de llegar donde la narrativa no llega.
Así es, cuando ya la narrativa se agota viene la represión. Exacto. A mí me preocupa mucho que llegue ese momento, pero Bukele se está preparando para eso. El ministro de Defensa que es un almirante y ahora comandante del ejército ya ha dicho que el conjunto de las Fuerzas Armadas es leal al Presidente y ha demostrado en hecho esta lealtad por encima de la Constitución, igual la Policía Nacional Civil. Por otro lado, Bukele prometió hace año y medio o dos años, duplicar el número de efectivos del Ejército.Eso es lo que me preocupa que suceda, que una vez que se agote el crédito que le da la población —aunque aún estamos un poco lejos de eso— recurra a la vía represiva para mantenerse en el poder. Pues lo que queda claro detrás de todo esto que estamos hablando es que se quiere mantener en el poder y que esa decisión ya está tomada. Yo hay algo que le llamo la línea del no retorno en el ejercicio de poder de este tipo de personas. Es decir, la línea a partir de la cual ya no es solo que quieren perpetuarse, es que la posibilidad de salir del poder implica demasiado: perder no solo el poder, sino probablemente su libertad y alguna de sus propiedades, de su patrimonio. Y entonces ese es el punto de no retorno, cuando ya el retroceso tiene un costo demasiado elevado.
Como pasó en Honduras, por ejemplo.
Como pasó en Honduras, que se llevaron al ex presidente nada más dejar el poder. Como está pasando por otro lado en Nicaragua. Nicaragua es un buen ejemplo, porque todo el mundo vio eso armándose pues lo hizo de manera abierta y a la luz, y nadie movió un dedo, salvo los nicaragüenses que ahora están o exiliados o presos o muertos. La última elección que ganó Ortega, con todos sus rivales en la cárcel, sí fue contestada por la comunidad internacional, pero probablemente llegue un poco tarde. En El Salvador se están siguiendo los pasos de Nicaragua, pero a un ritmo mucho más acelerado y con un presidente mucho más popular de lo que nunca fue Ortega.
Hablabas de punto de no retorno, ¿realmente no se puede desandar ese camino? ¿Cómo revertir estos procesos?
No lo sé porque yo soy periodista y no político, a mi lo que me toca es contar esa descomposición, no solucionarla. No tengo las herramientas. Ni de conocimiento, ni de poder, ni de plataforma. Sí te puedo decir que ahora mismo eso es un panorama que no se ve muy cerca. Bukele no tiene oposición política, los partidos están tan deslegitimados que ni siquiera existen. No hay una organización política ni siquiera en ciernes que pueda aspirar a presentar un candidato con alguna posibilidad dentro de año y medio en una contienda presidencial. Es prácticamente imposible armar un movimiento político en tan poco tiempo, aunque Bukele lo hizo.
Los pequeños grupos de la sociedad civil organizada que resisten están ahora bajo un acoso y una persecución del estado que lejos de incrementar su capacidad de organización, la disminuyen
Pero esto pasará. La historia demuestra que todo pasa, y todo va a pasar. Ahora, ¿cómo será eso? No sé. Sobre todo porque los pequeños grupos de la sociedad civil organizada que resisten —básicamente, los movimientos ambientales, los movimientos del agua y los movimientos feministas, y probablemente los veteranos de guerra organizados, que son los que se juntan en todas las protestas que ha habido contra Bukele— están ahora bajo un acoso y una persecución del estado que lejos de incrementar su capacidad de organización, la disminuyen.
Y para cerrar este contexto que has dibujado, tan complejo, estás aquí de gira hablando con políticos, con asociaciones de prensa, y otros actores, ¿de qué manera se puede apoyar a periodistas independientes y sociedad civil frente a la represión y el silenciamiento?
Me lo han preguntado algunos políticos aquí en España, y les digo: yo no les voy a decir qué se puede hacer, no lo sé, yo soy periodista, no soy activista, no soy lobbista, no tengo una agenda política. Lo que sí sé es que ya tienen información sobre qué es lo que está pasando, lo que no pueden hacer mañana es fingir que no sabían. Ese argumento lo han perdido ya. Y si quieren contrastar lo que les digo, contrástenlo, obtengan más información. Lo que ya no pueden decir es que no tenían información. Ahora, ¿qué hacen con eso? Eso ya es su problema.
Cada fuerza política tiene su agenda. Yo, por cierto, no soy alguien que esté pidiendo injerencia extranjera. He sido antiinjerencista toda mi vida y no la pido ahora. Solo pido un poco de congruencia, eso es todo lo que pido. Y congruencia quiere decir que si hay gobiernos que han invertido mucho capital político, mucho capital social y mucho capital económico en El Salvador después de la firma de los acuerdo de paz para que se consolidara la democracia, para que se consolidaran los movimientos sociales, las libertades civiles, el derecho a la libertad de expresión, la prensa independiente, la rendición de cuentas, la lucha anticorrupción, que sepan que todo eso que han invertido se está yendo al basurero. ¿Qué van a hacer con esa información? Ya no lo sé. Sí les he pedido una cosa, les he hecho ver que hoy por hoy las organizaciones de la sociedad civil están en un momento de alto riesgo y que si algo quieren hacer, que les den acompañamiento y que no las dejen solas.