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Explotación laboral
Del campo come todo el mundo
Llegas a casa después de una dura jornada de trabajo, ocho horas en el mejor de los casos; y pagadas conforme a convenio. Y tienes hambre. Hay que llenar el estómago. Sin darte cuenta coges, de manera instintiva del frigorífico una serie de alimentos y empiezas a elaborar la comida de la prole. Sí, tú y todos necesitan alimentarse. Ya vivas en el barrio de Salamanca de Madrid o seas del barrio más humilde de cualquier ciudad.
Lo que no conoces es la historia que pesa sobre “los olvidados”, un grupo de héroes anónimos que deben adaptarse y sobrevivir en un mundo inapropiado.
Seguramente no sepas quiénes son esos “olvidados”; ni ellos sepan que conforman la quintaesencia de un todo. Con este término se pretende hacer referencia a las personas que viven y trabajan en el campo en Extremadura y que, además, están en permanente conflicto por la defensa de sus derechos laborales. Nunca se habla ni se escucha hablar de ellos, ni del Convenio del Campo en Extremadura ni, mucho menos, de las leoninas condiciones laborales y económicas que padecen estos “olvidados”, que son los que recogen el producto de la tierra directamente, día tras día, para que posteriormente llegue a las casas donde será deleitado con sumo placer.
Las personas que trabajan en el campo en Extremadura sufren en silencio las duras condiciones laborales que le son impuestas por parte de la patronal. Estos empresarios del sector creen firmemente que por sus solas inversiones han creado bienestar y riqueza en la región y observan a la clase trabajadora con superioridad moral, pero olvidan intencionadamente las prerrogativas, privilegios, dispensas, exenciones, inmunidades e indultos de los que han gozado y siguen gozando desde el inicio de la “transición” hasta nuestros tiempos, por parte de una clase política autonómica más próximas a las elites financieras que a promulgar derechos de la mayoría de la población.
Hoy, las clases dominantes, junto con la patronal y sindicatos, dirimen su debate dentro de la lógica del conflicto de la representatividad, de legitimidad entre partes en su negociación colectiva. Y dilatarán esta circunstancia, siempre que sea posible, en los juzgados y tribunales, en aras de alcanzar su beneficio mutuo. En cambio, los campesinos, por elección u obligación, están sin empleo fijo y sin horizonte de tenerlo, pero, aun con esas, reclaman a pie de campo con anhelo el disfrute de sus derechos ya reconocidos y conquistados. Derechos que son inherentes a toda la clase trabajadora, caso concreto de las subidas del salario mínimo interprofesional de los años 2019 y 2020.
El “neocaciquismo extremeño” es el signo más evidente del subdesarrollo de este territorio: el sistema latifundista perpetúa la pobreza, las castas y la represión legal para conseguir la sumisión política de las capas campesinas, y usan y abusan de la figura del “lacayo” como el fiel reflejo de esa sumisión al poderoso y a la renuncia de la dignidad. En Extremadura, algunos patrones defienden esos privilegios adquiridos injustamente, mediante acciones como la de no proporcionar agua a los braceros, obligar a exceder con mucho el máximo de jornada diaria, o no llevar un registro y control horario de los asalariados, siendo de obligado cumplimiento por normativa estatal desde mayo de 2019. Y el culmen de los incumplimientos: no abonar ni el salario mínimo obligatorio a los jornaleros.
Estas y otras tantas irregularidades e ilegalidades, denunciadas por los trabajadores y cometidas por las empresas frutícolas regionales, han sido puestas en conocimiento por escrito a los organismos competentes. Sin solución, a la fecha. En la mayoría de los casos no ha existido intervención y no se han corregido las deficiencias denunciadas.
Todo el espacio político y social en Extremadura es conocedor de la realidad profesional de las personas que trabajan en el sector primario, con idénticas situaciones de explotación, ya sea en la provincia de Badajoz o de Cáceres. Algunos dirigentes políticos y sindicales en Extremadura, en clara connivencia con los más altos cargos de patronal del campo, han sido y son consentidores de las duras y pésimas condiciones laborales, que denuncian los campesinos.
En contraposición, existe un campesinado autoorganizado al margen de los sindicatos tradicionales que ha protagonizado movilizaciones en los últimos tiempos y que anuncia que seguirá en la brecha hasta la dignificación del trabajo campesino y, por ende, de la consecución de los derechos que les han sido arrebatados de manera unilateral por parte de los empresarios. Con estas acciones, pretenden “valorar” el producto y defender los derechos de la mano de obra que hace posible que la materia prima llegue a cualquier parte del mundo. Y quieren hacer partícipes al resto de la población de que sean conscientes de la explotación laboral que sufren las personas que se dedican a trabajar de sol a sol, ya que, como apunta su consigna: del campo come todo el mundo.
Los héroes y heroínas anónimas del campo, por su ejemplo y compromiso, continúan con la tradición de tantos y tantos movimientos históricos protagonizados en esta tierra y que exponen, al resto del país, la dignidad del pueblo extremeño.