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Elon Musk
No lo llames SpaceX, llámalo Weyland-Yutani
Alien es esa saga del cine clásico que siempre deja una mezcla de terror y nostalgia tras ver uno de sus filmes. El universo cinematográfico que comenzó dirigiendo Ridley Scott en 1979 con Alien: el octavo pasajero, un clásico del cine de terror de la época con Sigourney Weaver como la gran Ellen Ripley, continuó con el maravilloso trabajo que James Cameron realizó en 1986 con Alien: el regreso, incorporando el género de acción al mundo de los xenomorfos. Ambas películas constituyen, en mi opinión, las dos mejores obras de toda la saga. Posteriormente se realizarían dos trabajos más, con Alien 3 de David Fincher (1992) y Alien: Resurrección (1997) de Jean-Pierre Jeunet. No obstante, estos dos últimos títulos fueron mucho más flojos que sus dos primeros.
Ignorando las dos películas de Aliens vs Predator de 2004 y 2007, que no hacen ningún honor ni a la saga de Alien ni a la de Depredador, llegaron más recientemente las películas de Prometheus (2012), Alien: Covenant (2017) y Alien: Romulus (2024), siendo las dos primeras, de nuevo, de Ridley Scott y la última de Fede Álvarez como director y con Ridley Scott como productor. Esta última, Romulus, en mi opinión, recupera esa chispa de terror de la saga constituyendo un filme a la altura de sus clásicos. Y es que el género de terror, suspense y acción en el que se inmiscuye incluso el debate ético y filosófico sobre la vida y la ciencia marca la característica propia de esta gran saga que probablemente continúe en el futuro con nuevas obras, que, espero, estén a la altura del universo de Alien.
Pero más allá del principal protagonista de este universo cinematográfico, el xenomorfo, una forma de vida extraterrestre que es letal y que tiene por sangre ácido corrosivo – haciéndolo ser un ‘perfecto organismo’ – y más allá de personajes como Ripley, Ash, Bishop, Rain o los ingenieros, está una corporación por la que pilota toda la trama: Weyland-Yutani.
Elon Musk representa perfectamente la distopía de un tecnocapitalismo como Weyland-Yutani
Weyland-Yutani representa un mundo distópico en donde una corporación monopoliza la colonización y exploración espacial en su avaricia capitalista de explotación colonial de otros mundos. Una corporación que representa el desplazamiento de los Estados y la ocupación de ese espacio por el sector privado. Una distopía que no está muy alejada de la realidad. Las corporaciones multinacionales de nuestro mundo real tienen esa avaricia. Elon Musk, el ultraderechista que se encuentra a sueldo público gracias a Donald Trump y que realiza saludos nazis frente al mundo, representa perfectamente la distopía de un tecnocapitalismo como Weyland-Yutani.
Durante toda la saga de Alien se puede ver como esta corporación explota a sus trabajadores y trabajadoras y los expone ante la muerte sin importarles lo más mínimo. Su afán principal es capturar y examinar estas criaturas extraterrestres para convertirlas en armas biológicas y poder venderlas al mejor postor. Pero no sólo eso, porque lo monopolizan todo. En Alien: Romulus (2024) podemos observar como Weyland-Yutani tiene a sus trabajadoras en una situación de condena y esclavitud en minas, explotando recursos naturales en planetas lejanos, en donde estás trabajadoras y trabajadores buscan escapar de los tentáculos de su explotación laboral. Y es que ese es el camino que persiguen personajes muy reales como Elon Musk en X, Tesla o SpaceX, donde ha propuesto de forma seria las 80 horas semanales. De hecho, existen denuncias de exempleados/as de Tesla con jornadas de 12 horas durante 7 días seguidos.
Las denuncias de explotación laboral y de aumento de horas laborales sin remuneración tampoco tardaron en llegar tras la compra de Twitter – ahora X –. Además de constituir una estrategia ultra para monopolizar el debate político, el control del antiguo Twitter es también el control de sus trabajadores y trabajadoras. Musk es abiertamente contrario a los sindicatos, para que su explotación laboral no tenga voces disidentes. Y está acusado de espiar a sus trabajadores en Tesla. Realmente sus comentarios despectivos en referencia a sus trabajadoras y trabajadores, además de su tendencia hacia la explotación laboral en beneficio de la empresa, no es ningún secreto, es su programa político. Los personajes como Elon Musk no necesitan ocultar su programa de tecnocapitalismo feudal basado en la explotación de sus trabajadores para buscar el beneficio de su capital. Si no tiene sanción social hacer el saludo nazi frente a millones de personas, por qué va a tenerlo su programa neofascista y tecnocapitalista.
No es la trama principal, pero en Alien se ilustra muy bien el funcionamiento de un sistema tecnocapitalista en el que los Estados han dado su poder a enormes corporaciones privadas monopolísticas
Weyland-Yutani representa lo que sería en la vida real SpaceX si en un futuro dirigiera la colonización de nuestro universo observable. No es la trama principal, pero en Alien se ilustra muy bien el funcionamiento de un sistema tecnocapitalista en el que los Estados han dado su poder a enormes corporaciones privadas monopolísticas que lo controlan todo y que, incluso, poseen sistemas militares privados en la búsqueda constante del beneficio económico. No estamos muy lejos, ahí están Blackwater o el Grupo Wagner. Musk controla el debate público con X, la movilidad con Tesla y hasta tiene agarrada a la NASA gracias a los cohetes y la tecnología de SpaceX. Es el monopolio corporativo.
Un sistema distópico que, lamentablemente, se hace mucho más real. Un paradigma en donde las condiciones socioeconómicas de la base social son cada vez más precarias en la jauría de una selva sin ley. Grandes tecnomonarquías absolutistas de empresas corporativas que sustituyen a los Estados y a la democracia, y en donde el Rey pasa a ser un señor feudal denominado CEO. Este es el gran objetivo de los magnates que hoy entran a la Casa Blanca aupados por el discurso populista de extrema derecha. SpaceX es nuestro Weyland-Yutani embrionario.