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Masculinidades
Marriage: una historia de masculinidad, cuidados y ternura
Miembro de la Asociación de Hombres Por la Igualdad de Género (AHIGE) de Andalucía.
Marriage, que en castellano significa casamiento o matrimonio, es el título de una serie inglesa. La sinopsis nos cuenta que sigue la vida de la pareja formada por Ian y Emma, mientras enfrentan los altibajos de su matrimonio de 30 años. A veces divertida, otras conmovedora, pero siempre reveladora. Sin embargo, solo al terminar los cuatro capítulos, nos damos cuenta de la simplicidad y profundidad de la historia que hemos presenciado.
“Matrimonio” es una historia extraña, y una, o al menos yo, no sabe si seguir viéndola o desistir, pero aun así hay algo que te empuja a no abandonarla. Ian y Emma son una pareja de clase media, ya en sus sesenta años, que sufrieron la pérdida de un hijo poco después de su nacimiento y adoptaron a una chica, hechos que marcaron sus vidas.
En la vida de Ian y Emma no sucede nada fuera de lo común, nada especial, nada anormal que no suceda a millones de parejas de sus características en el mundo privilegiado; nada que atraiga la atención o te atrape. No hay sorpresas, giros inesperados ni historias paralelas u ocultas. Tanto que te llegas a preguntar qué pretende su director y por qué la sigues viendo. Como dice la sinopsis, la serie sigue la vida, como una cámara que transmite las 24 horas del día de nuestras anónimas existencias, con sus manías, filias, fobias, silencios, ternuras, deserciones, miedos y miserias.
El personaje de Emma es conmovedor, hermoso y muy humano. Pero me centraré en él que, para mí, es el auténtico protagonista de esta historia: Ian. Un hombre que ha sido despedido de su empresa y anda descolocado, desubicado, a veces ausente, perdido, inseguro, con baja estima y casi siempre dubitativo.
Ian es un personaje entrañable al que la madurez y la crueldad de un mercado laboral que ya no necesita a sesentones ha dejado abandonado
Ian es un personaje entrañable al que la madurez y la crueldad de un mercado laboral que ya no necesita a sesentones ha dejado abandonado. No es el prototipo de hombre machista, ajeno a los afectos, las ternuras, los cuidados y las tareas del hogar. Es más, él desempeña estos asuntos con dignidad y orgullo. Se trata de un hombre sensible y cariñoso, temeroso y tremendamente enamorado de Emma, a la que constantemente pretende demostrar su amor, de forma extraña, con su inseguro comportamiento.
Pero hay algo en Ian que inquieta mucho, algo que no dice con palabras, pero que transmite con sus silencios, miradas perdidas, medias palabras, sus dudas y sus gestos inseguros. Es como si no quisiera molestar, como si no supiera o no se atreviera a expresar sus sentimientos y ternuras hacia su mujer, su hija y la humanidad en general. Es la duda sobre su masculinidad, el momento en que, como hombre, descubres todo lo que necesitas expresar, pero que sin embargo nadie te enseñó, y ahora, en la madurez de la vida, te das cuenta de que no sabes cómo hacerlo.
Ian es la imagen clara del hombre roto y perdido en el que la masculinidad nos convierte, niños inmaduros que no sabemos cómo tratar nuestras vidas ni tampoco lo que sentimos
Es la inutilidad a la que nos conduce el sistema a los hombres cuando dejamos de serles rentables. El despido de Ian lo deja en un estado de shock del que no sabe cómo salir. Ian no anda, deambula; no habla, balbucea; no se atreve a amar, inquieta. Ian es la imagen clara del hombre roto y perdido en el que la masculinidad nos convierte, niños inmaduros que no sabemos cómo tratar nuestras vidas ni tampoco lo que sentimos. Es una hermosa historia que nos sirve para comprobar los efectos que la educación y socialización patriarcal tienen en los hombres. Véanla, presten atención especial a Ian, sus titubeos, obsesiones, su ternura, su sonrisa. La serie termina con una escena conmovedora, donde Emma e Ian, ya en la cama, a oscuras, abrazados, se preguntan, y ella le dice: “sigo buscando mi lugar en el mundo, y solo estás tú”. Ian le pregunta, “y eso no es malo, ¿verdad?”. Emma, tras un breve silencio, le contesta: “claro”.