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Educación
La pandemia impulsa la alternativa educativa de las madres de día
Cada vez más familias apuestan por la educación personalizada y en un ambiente casero para sus bebés que ofrecen las llamadas madres de día. La baja ratio es una “ventaja” en plena crisis sanitaria, el hándicap es lo caro que resulta este método. Su actividad está regulada en Madrid, Navarra y las zonas rurales de Galicia.
No es una canguro. No es una empleada doméstica. Una madre de día es una educadora que acondiciona su propia vivienda para ofrecer un modelo pedagógico alternativo a un grupo reducido de alumnos. Esta figura, muy extendida en Alemania, Países Bajos, Francia y Reino Unido, apuesta por una educación “más natural y basada completamente en las necesidades de los niños y las niñas”, explican desde la Red de Madres de Día. Siguiendo metodologías Montessori, Waldorf o Pikler, las madres de día son una opción para la crianza de bebés de cero a tres años en la que se facilita una atención personalizada.
La Red de Madres de Día ha constatado un creciente interés por sus servicios durante los meses de confinamiento y considera que su profesión es “más necesaria que nunca”
Con una ratio máxima de cuatro niños, esta educación alternativa a las escuelas infantiles ha tomado impulso en tiempos de coronavirus. Desde la Red exponen que en los meses de confinamiento han constatado “un creciente interés” por sus servicios y que su profesión se hace “más necesaria que nunca” en el actual contexto. “Ya estaba buscando una madre de día antes del coronavirus y esto lo ha acelerado”, dice Blanca Rodríguez, que ha tenido, sin embargo, que contratar a una cuidadora en casa. “Están todas muy saturadas”.
Las dudas en los protocolos sanitarios para el inicio del curso escolar hacen que muchas familias busquen una madre de día. Carmen Serena reservó con meses de antelación la plaza para su hija en el espacio Los Pollitos, en la localidad sevillana de Bormujos. Quiere que su pequeña se desarrolle en un lugar respetuoso con sus propios ritmos físicos, intelectuales, emocionales y sociales: “Con menos niños, se les puede escuchar más, tener más paciencia y darles más cariño”, dice.
Jésica Bravo es, junto a Erika Carretero, la responsable de Los Pollitos. Ha acomodado la planta baja de su casa para que los niños se desperdiguen por el salón, la cocina y, sobre todo, por el patio, que incluye un huerto. Es una zona familiar y segura. María Coll y Juan Nacher hicieron lo mismo en su vivienda de Granada. La Casa del Limonero es un espacio donde “lo mas importante es respetar el ritmo individual de cada niño o niña y acompañarle en ese proceso mágico de descubrimiento y conquista de su autonomía, poniendo a su alcance todo lo que necesite para lograrlo, observando y estando atentos a cada necesidad que vaya surgiendo según su momento de desarrollo”.
“Un niño menor de tres años debe estar en su casa o en otra en vez de en un centro escolar”, dice Carmen, que describe el nido de Jésica como un “espacio amplio, luminoso, con poco ruido y con juguetes de materiales nobles. Nada de plástico”. Isabel Peral también decidió que tanto su hija mediana, ahora con seis años, como la menor, de dos y medio, tuviesen una crianza alternativa. “Buscamos que formaran parte de un entorno como si estuvieran en casa porque en una guardería, aunque haya pocos niños y por mucho que se esfuercen, no se les puede atender”.
En Los Pollitos no hay horarios estrictos. Cada día se ofrece una actividad optativa que va desde talleres de cocina —“les encanta hacer pizzas y bizcochos”— y manualidades a juegos psicomotrices y yoga. Y los viernes hacen un teatrillo. “Los niños no hacen todo al mismo tiempo como si fueran robots”, dice Jésica, que aboga por la individualización para que, dentro de unos límites, “cada uno tenga libertad para decidir si se quiere pintar o no, si se quiere correr… es muy diferente a lo que estamos acostumbrados”. Así, cuando los niños están preparados, a su ritmo, comienzan a reconocer sus necesidades y buscar soluciones. “Mi niña, con dos años y medio, es autónoma a la hora de vestirse, arreglarse, comer…”, dice Isabel.
“Los padres siempre tienen dudas con respecto a las actividades o que no haya notas. Pero los niños son curiosos por naturaleza, van a experimentar y así aprenden. Nosotros somos más unos guías y ponemos a su alcance el material y el espacio necesarios para su periodo de desarrollo”, explica Juan. Isabel reconoce que esto supone un esfuerzo, no solo económico, que “no todo el mundo está preparado para hacer”. El hándicap principal es que “cuesta mucho dinero”. Tanto Carmen como Isabel reconocen que el sistema público debería favorecer este tipo de educación. “Se evitaría estar estresados, frustrados y que te digan lo que tienes que hacer desde pequeño”, apunta Isabel. “Recortamos de otro sitio para poder cubrir estas necesidades”, dice esta madre que se siente “afortunadísima” de poder dejar a su pequeña con Jésica y Erika.
“La ratio lo abarca todo”
Jésica ve “una oportunidad muy buena para todo” en este contexto pandémico y cree “necesaria” una remodelación del sistema educativo. La educadora apunta al origen del problema: “La ratio lo abarca todo”. Por su experiencia profesional en las escuelas infantiles sabe que es muy “complicado” ofrecer una educación de calidad con el número actual de alumnos por clase. “Los grupos reducidos son una ventaja. Es más caro que una guardería, pero merece la pena”, dice Carmen porque, para ella, la ratio determina la calidad del cuidado. Isabel cree que es “una locura” que en una guardería haya ocho alumnos por profesor.
Blanca Anasagasti ha cimentado su proyecto de acompañamiento a los más pequeños en el municipio de Hoyo de Manzanares (Madrid). Esta madre de día promueve una atención a “las verdaderas necesidades de los niños y niñas”, algo “imposible en grupos amplios”. Blanca confía en que el covid-19 sea la llamada de atención “definitiva” para la disminución de la ratio.
“A menos ratio, menos contagios”, apuntan desde la Red, que hizo pública una guía que cumple con las recomendaciones sanitarias oficiales, muchas de las cuales ya realizaban con anterioridad. La baja ratio reduce la posibilidad de transmisión de enfermedades y en los hogares “se sigue un ritmo salutogénico que hace que tanto la madre de día como los peques soporten menos estrés que en cualquier otro contexto”.
La clausura de los centros educativos durante el confinamiento supuso también el cese de la actividad de las madres de día. Jésica es optimista ante el inicio del curso escolar aunque reconoce que las familias tienen “mucho miedo”. María y Juan han notado una demanda mayor, pero no creen que el cambio sea radical. “Me parece complicado a nivel de infraestructura estatal; se necesitan medios y espacios para llevar un lugar como el nuestro”. Blanca, que cerró su Casita Luz de Día hasta el 22 de junio, ha estado atendiendo más solicitudes de las habituales. “Ha crecido el interés”, dice. “Las familias ahora llaman por la ratio, pero nuestro trabajo va mucho más allá de eso. Tenemos una responsabilidad por el cómo, el porqué y el por quién de lo que hacemos”.
Regulación peleada desde los inicios
Las personas que optan por una madre de día son de un perfil muy específico. Juan apunta que son familias que siguen estas pedagogías en casa y que el boca a boca funciona. Pero todavía existe desconocimiento por el trabajo de estos profesionales. Jésica explica que muchas guarderías las toman por “intrusas laborales”, pero desde la creación en 2013 de la Red de Madres de Día siempre se ha buscado su regularización. “[Las administraciones] No lo ven viable. Algunos piensan que forman parte de Educación, de Igualdad, otros de Asuntos Sociales… no se sabe muy bien quién deberían regularlo”, dice.
Las madres de día están expuestas a inspecciones en cualquier momento para verificar que cumplen con todos los requisitos y la documentación exigida
Juan cree que la crisis sanitaria ha favorecido a las madres y padres de día. “Tristemente ha tenido que pasar esto para que haya un mayor interés”, dice. Y es quizás un motivo que apremia a su reglamentación. Las madres de día están expuestas a inspecciones en cualquier momento para verificar que cumplen con todos los requisitos y la documentación exigida. Además de contar con una formación en el ámbito educativo, estar dada de alta como autónoma o tener un contrato de responsabilidad civil, tienen que seguir un protocolo de seguridad para que sus hogares garanticen la adaptabilidad al cuidado y a la atención de los más pequeños. “No es un trabajo sencillo”, señala Blanca, que ha notado un boom de muchos profesionales provenientes de la enseñanza tradicional que apuesta por iniciarse en esta pedagogía.
En la actualidad las madres de día solo se encuentran reguladas en las comunidades de Navarra y de Madrid y en las zonas rurales de Galicia, donde no hay otra alternativa para la conciliación familiar. “Por más que queramos no somos una opción real porque no tenemos el apoyo necesario”, se queja Blanca. Son “ellas mismas” a partir de distintas asociaciones regionales las que tienen que buscar el “hueco” en los gobiernos autonómicos para ser recibidas y luchar por su reconocimiento. “Queda mucho por hacer y por visibilizar”.
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