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Editorial
Hay que revolucionar la sanidad
La danza de la muerte es un tema artístico recurrente. En origen, reivindica la igualación de la nobleza y la plebe ante la peste negra, que —millón arriba, millón abajo— acabó con la mitad de la población europea en el siglo XIV. Unidad frente al coronavirus, porque no hace distinciones, no deja de ser una versión moderna que tapa, bajo una montaña de ideología neoliberal, algo evidente en este o en cualquier otro problema de salud: lo que te mata antes de tiempo, fundamentalmente, es ser pobre. Las plataformas en defensa de la salud de Euskal Herria llevan tiempo denunciándolo: la mayoría de enfermedades no se resuelven con pastillas y tratamientos, aunque ayuden, sino reduciendo la desigualdad y con salud preventiva.
La idea de que la salud es un asunto esencialmente socioeconómico —y ecológico, añadimos nosotras— fue impulsada por la ONU en 1978, a iniciativa de la Unión Soviética (con perdón). Pero también entonces Reagan y Thatcher iniciaron la contrarrevolución conservadora global: un ciclo del que todavía no hemos salido, y que PNV, PSOE y UPN han gestionado localmente. Las élites económicas han premiado dicha cobertura política de manera descarada y obscena, con las puertas giratorias.
“Mutuas, hospitales, limpieza, catering, clínicas dentales, oculistas, farmacéuticas, laboratorios, ambulancias, residencias, apoyo a domicilio, funerarias... La pandemia ha llegado tras décadas de privatizaciones en la salud”
La clase política, decíamos, ha impulsado un desarrollo legislativo que ha desplegado la salud privada en todos los ámbitos: mutuas, hospitales, limpieza, catering, clínicas dentales, oculistas, farmacéuticas, laboratorios, ambulancias, investigación, residencias de mayores, servicios de apoyo a domicilio, funerarias... La pandemia ha llegado tras décadas de privatizaciones acompañadas, desde 2008, de precariedad y recortes masivos, y está teniendo la virtud de mostrar, descarnadamente, la estafa del modelo.
La respuesta ideológica del poder ha sido exacerbar la retórica de la “responsabilidad individual”... soslayando que existen clases sociales, pisos patera o segregación escolar. Y una huída en masa de las clases medias hacia la sanidad privada, por cierto, premiada con 84 millones por parte del gobierno de progreso navarro en 2020.
La clave, sin embargo, está en que la economía de la salud es un sector estratégico que en una sociedad democrática debe estar completamente nacionalizado o colectivizado. Nacionalizadas sus partes de mayor tamaño, más complejas o sofisticadas; colectivizados los segmentos donde la solidaridad y la fraternidad de la población civil son activos insustituibles por el Estado o la empresa privada (la autoorganización de las trabajadoras sanitarias o las redes de apoyo mutuo vecinales son buenos ejemplos).
“Para que haya igualdad de oportunidades tiene que haber derecho a la salud pública o colectivizada, universal, gratuita y de calidad”
Porque para que haya libertad tiene que haber igualdad de oportunidades, pero para que haya igualdad de oportunidades tiene que haber derecho a la salud, y para que haya derecho a la salud, esta tiene que ser pública o colectivizada, universal, gratuita y de calidad. No cambiar el sistema de arriba a abajo es mentirle a la gente sobre su derecho a la vida.