Economía
China mueve ficha en una guerra comercial (y tecnológica) que reconfigurará la economía global

Más allá de la disputa comercial, la carrera tecnológica es el verdadero eje de la rivalidad entre ambas potencias. Estados Unidos sigue liderando la tecnología mundial, pero China avanza rápidamente.
Xi Jipiing 2023
Foto: government.ru

El multilateralismo ya estaba en crisis, pero con el regreso de Trump ha saltado por los aires. Estados Unidos, que durante décadas defendió el orden multilateral liberal, ahora ignora abiertamente las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los acuerdos comerciales internacionales.

Menos de un mes después de la llegada de Trump, dio comienzo una nueva fase de la guerra comercial con aranceles a México, Canadá y China. Tras conversaciones con Sheinbaum y Trudeau, acordó una pausa de un mes para negociar en los casos de México y Canadá. China, en cambio, fue golpeada con un arancel del 10% sobre todos sus productos, afectando a importaciones por un valor aproximado de 525.000 millones de dólares.

Muchos productos procedentes de China ya tenían aranceles del 10 o 25%, y algunos, como los coches eléctricos, hasta del 100%. Aun así, el nuevo arancel golpeará con fuerza a sectores como ordenadores, electrónica, equipos eléctricos y ropa.

China se guarda respuestas más agresivas. Si la situación escala, podría recurrir a la devaluación del yuan y reforzar su ofensiva en el ámbito tecnológico

Pekín respondió con cautela y estrategia. Sabe que aplicar aranceles recíprocos dañaría su propia economía, por lo que ha optado por medidas selectivas. Ha impuesto aranceles en sectores sensibles para Washington y ha activado otras formas de presión, como restricciones a la exportación de minerales críticos y nuevas investigaciones antimonopolio contra tecnológicas estadounidenses. Aun así, China se guarda respuestas más agresivas. Si la situación escala, podría recurrir a la devaluación del yuan y reforzar su ofensiva en el ámbito tecnológico.

China golpea donde duele: represalias calculadas contra Estados Unidos

Pekín anunció aranceles selectivos sobre productos estadounidenses por 14.000 millones de dólares. Aplicó un 15% al carbón y al gas natural licuado, y un 10% al petróleo crudo, maquinaria agrícola, automóviles de gran cilindrada y camionetas. La estrategia es clara: golpear sectores y regiones clave para la administración Trump sin desatar una escalada total. Por eso, dejó fuera productos críticos como chips de alta gama, medicamentos y equipos aeroespaciales.

El Gobierno chino restringió la exportación de metales críticos como tungsteno, telurio, bismuto, molibdeno e indio

Además, el Gobierno chino restringió la exportación de metales críticos como tungsteno, telurio, bismuto, molibdeno e indio. El objetivo es generar cuellos de botella en la cadena de suministro de EE UU y aumentar la presión económica. También sancionó a empresas como PVH Corporation e Illumina Inc. e inició investigaciones antimonopolio contra Google, Nvidia e Intel. Estas compañías dependen en gran medida del mercado chino, por lo que las medidas buscan afectar su valor en bolsa y generar impacto mediático.

China también denunció a EE UU ante la OMC, argumentando que sus nuevos aranceles violan las normas internacionales del comercio. Con esta acción, Pekín refuerza su imagen como defensor del multilateralismo y aprovecha el vacío de liderazgo dejado por Washington. Aunque estas medidas son menores en términos económicos, tienen un alto valor simbólico y estratégico. Responden a la ofensiva de Trump y abren la puerta a futuras negociaciones y alianzas con otros actores clave, como la Unión Europea (UE).

Las lecciones de 2018: por qué los aranceles no funcionan como Trump espera

La experiencia de 2018 demostró que los aranceles reducen las importaciones chinas en EE UU, pero no eliminan el déficit comercial. En lugar de desaparecer, el comercio se desplaza a otros socios, como México y Vietnam. La razón es simple: las empresas estadounidenses no pueden sustituir rápidamente los insumos importados porque la capacidad industrial interna es limitada a corto plazo.

Para reducir su dependencia de Estados Unidos y la UE, China ha diversificado sus exportaciones hacia el Sur Global

Los datos lo confirman. Entre los primeros nueve meses de 2018 y el mismo período de 2024, el déficit comercial total de EE UU aumentó un 37%, pasando de 635 a 872 mil millones de dólares. Mientras tanto, el déficit con China se redujo un 28% (de 301 a 217 mil millones), pero el déficit con el resto del mundo casi se duplicó, subiendo un 96% (de 334 a 655 mil millones).

A corto plazo, esta dinámica perjudica a ambas economías y acelera su desacoplamiento. Para reducir su dependencia de Estados Unidos y la UE, China ha diversificado sus exportaciones hacia el Sur Global. En 2023, las ventas a países del BRICS Plus y la Asociación de Naciones de Asia Sudorienta (ASEAN) casi igualaron las dirigidas a Occidente, con un aumento del 56% desde 2019.

Vietnam, India, Malasia y Tailandia han incrementado la compra de bienes intermedios chinos para ensamblaje y reexportación, mientras que mercados emergentes como Brasil, Rusia, Emiratos Árabes y Arabia Saudita absorben productos terminados, desde vehículos eléctricos hasta bienes de capital. Como resultado, la participación de EE UU en el comercio chino cayó del 16% en 2016 al 10% en 2023, y la cuota de China en el comercio estadounidense bajó del 15% al 11%. No obstante, parte del comercio sigue fluyendo entre ambos países a través de intermediarios.

Pese a las tensiones, es probable que haya negociaciones similares a las del primer mandato de Trump. En 2019, ambos países firmaron un acuerdo en el que China se comprometía a aumentar sus compras de bienes y servicios estadounidenses durante 2020 y 2021. Incluía sectores clave—agricultura, energía, manufactura y servicios—y contemplaba compromisos en propiedad intelectual, mayor acceso para las financieras estadounidenses y la promesa de no devaluar artificialmente el yuan. Sin embargo, el pacto fue un fracaso. La pandemia y las tensiones comerciales impidieron que China cumpliera con la mayoría de los compromisos, dejando en evidencia las limitaciones de este tipo de acuerdos.

El difícil equilibrio de Pekín entre sus necesidades económicas y los equilibrios geopolíticos

En 2024, la economía china creció un 5% gracias al impulso de la manufactura, con un fuerte desempeño en sectores de alta tecnología como chips, baterías y coches eléctricos. De esta forma, lograron compensar la caída del sector inmobiliario. Sin embargo, el débil consumo interno obligó a destinar gran parte de la producción al mercado externo, lo que llevó a un superávit comercial récord de casi 1 billón de dólares.

Con miras a 2025, Pekín busca fortalecer el consumo interno y reducir su dependencia del exterior. Sin embargo, esto requiere mejorar las condiciones laborales y redistribuir la riqueza, un proceso que llevará tiempo y para el que se necesita voluntad política. Mientras tanto, China necesita colocar su excedente en mercados externos. A pesar del aumento de sus exportaciones globales, muchos países han reaccionado con aranceles para frenar la entrada de productos chinos. Entre ellos están Brasil, Turquía, India o Chile.

China controla recursos que son fundamentales para baterías, turbinas eólicas, semiconductores y sistemas de comunicación. Su control le otorga una ventaja en cualquier negociación

En este contexto, China debe actuar con cautela. Una opción es devaluar el yuan para abaratar sus exportaciones, pero una depreciación excesiva podría generar tensiones más allá de Washington, e incluso desatar una guerra de divisas. Otra alternativa es reforzar los controles sobre minerales estratégicos y tierras raras, afectando sectores clave de la economía estadounidense. China domina el 70% de la producción global de tierras raras y casi el 90% de su procesamiento. También controla la refinación de minerales esenciales como grafito, litio, galio, germanio, cobalto y níquel. Estos recursos son fundamentales para baterías, turbinas eólicas, semiconductores y sistemas de comunicación. Su control le otorga una ventaja en cualquier negociación. De hecho, recientemente impuso restricciones a la exportación de galio y germanio.

Además, Pekín podría ampliar las represalias selectivas contra empresas estadounidenses. Tesla, cuya mayor fábrica fuera de Estados Unidos está en Shanghái, representa un punto de presión que podría desestabilizar al gobierno estadounidense.

Para reducir su dependencia de EE UU, China seguirá apostando por su estrategia de going out, trasladando parte de su producción a países como México, Hungría, Polonia, Marruecos, Brasil y Turquía. Esto le permitirá acceder a grandes mercados y esquivar, en parte, los aranceles. Sin embargo, esta estrategia tiene riesgos: Trump podría imponer nuevos aranceles o restricciones a estos países, frenando la entrada de productos chinos.

Este nuevo escenario también abre oportunidades. A diferencia de Biden, Trump no prioriza la cooperación con aliados como Canadá, México y la UE. Esta falta de coordinación deja un vacío que China podría aprovechar para estrechar lazos con estos países y consolidar su presencia en mercados clave.

La guerra tecnológica es el mayor frente de batalla

China también busca reducir su dependencia tecnológica de su rival. Aunque, con la llegada de Trump, la guerra comercial ha vuelto al centro del debate, las restricciones impuestas por la administración anterior siguen marcando el rumbo. Antes de dejar la Casa Blanca, Biden endureció los controles de exportación de semiconductores avanzados para impedir que China acceda a chips esenciales en inteligencia artificial.

Estas restricciones establecen un sistema de clasificación por niveles. Los aliados estratégicos, como el G7, Corea del Sur y Taiwán, tienen acceso sin restricciones. En cambio, más de 100 países requieren licencias específicas y algunos, como China, Rusia e Irán, tienen prohibida la compra de estos chips. El objetivo es evitar que adversarios accedan a chips diseñados o fabricados con tecnología estadounidense tanto directamente como en colaboración con terceros países.

Más allá de limitar la producción china de chips avanzados, la estrategia estadounidense busca consolidar su liderazgo en poder computacional, un recurso clave para la inteligencia artificial (IA). Para finales de 2025, Estados Unidos espera contar con 14,3 millones de aceleradores de IA, mientras que China dispondría de solo 4,8 millones.

Esta última ofensiva de Biden llegó al detectar que empresas chinas estaban logrando avances en inteligencia artificial a pesar de las restricciones. DeepSeek es el gran ejemplo: ha conseguido entrenar modelos avanzados con menos GPUs y con chips menos potentes que los utilizados por las grandes tecnológicas occidentales. Además, es probable que hayan desarrollado estos modelos en colaboración con terceros países para esquivar los controles estadounidenses.

La rápida evolución de DeepSeek ha encendido las alarmas en Washington. Si China cierra la brecha en IA más rápido de lo previsto, podría colocar modelos de código abierto en el mercado global sin que la Casa Blanca tenga herramientas eficaces para frenarlo. Sin embargo, hay un punto clave: estos desarrollos aún dependen de chips de Nvidia. En el futuro, China podría producir sus propios semiconductores avanzados, posiblemente a través de Huawei, pero sigue dependiendo de tecnología estadounidense. Washington es consciente de ello y no facilitará el proceso.

Pekín ha tomado nota y ha comenzado a regular productos que utilicen materiales o tecnología de origen chino

En preparación para la escalada tecnológica, Pekín ha lanzado su propia versión de la Foreign Direct Product Rule, inspirada en las restricciones de Estados Unidos. Por ejemplo, Washington bloqueó a ASML, la empresa holandesa líder en litografía avanzada, para impedirle vender a China maquinaria clave para fabricar chips, ya que contiene tecnología estadounidense. Sin esta tecnología, China no puede producir semiconductores de última generación.

Pekín ha tomado nota y ha comenzado a regular productos que utilicen materiales o tecnología de origen chino. Por ejemplo, en el futuro, esto podría afectar la exportación de baterías de vehículos eléctricos fabricadas en México si contienen grafito extraído en China. También busca ejercer presión sobre la cadena global de suministros de minerales críticos como el galio, el grafito y las tierras raras.

Más allá de la disputa comercial, la carrera tecnológica es el verdadero eje de la rivalidad entre ambas potencias. Estados Unidos sigue liderando la tecnología mundial, pero China avanza rápidamente, especialmente en sectores vinculados a las energías renovables. Trump tendrá que decidir cómo enfrentar esta realidad. Mientras tanto, la guerra comercial y tecnológica seguirá transformando el orden internacional en los próximos años.

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