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Fiscalidad
¿Reyes Magos o Reyes Malos?
En algunos medios se han equiparado los fastos de toma de posesión del presidente Trump como los de entronización de un rey.
Hace unas semanas celebrábamos a los reyes magos con un sentido bien diferente. Pensaba entonces que desde el día 22 de diciembre en el que casi todo el país recuerda que “la salud es lo más importante”, hasta la cabalgata de los Reyes Magos, pasando por los discursos de autoridades de todo signo o las felicitaciones a familiares y amistades, deseamos cosas que solo pueden conseguirse con unos servicios públicos bien dotados. O, lo que es condición necesaria, con una fiscalidad justa que previamente haya recaudado los fondos necesarios para crearlos y mantenerlos.
Hagamos un breve repaso. Este año el deseo más repetido es que las personas afectadas por la DANA puedan recuperar lo antes posible sus casas, sus trabajos, sus calles, su día a día. Nunca faltan las peticiones por una buena salud, los deseos para que los niños y niñas estén protegidos, y que la juventud tenga oportunidades. También es un clásico de estas fechas acordarse de las personas ancianas, para que estén bien cuidadas y no tengan más preocupaciones que decidir cómo disfrutar de su merecido descanso. También ha estado presente de forma particular la esperanza de que la vivienda no sea prácticamente un objeto de lujo sino un derecho al que pueda acceder el conjunto de la sociedad.
Sabemos que todas estas cosas no vienen por arte de magia. Requieren un esfuerzo colectivo y esa solidaridad tan mencionada en estas fiestas, pero que parece disolverse a la semana siguiente. Y sí, todos los servicios públicos son mejorables y la actuación ante la emergencia de las inundaciones en Valencia pudo ser mucho más rápida y eficaz. Pero lo cierto es que gracias a esa hucha común se han podido ya destinar más de 16.000 millones de euros a paliar las consecuencias de la DANA y que, si miramos los datos sobre el destino de nuestros impuestos, vemos que las principales categorías finalistas son pensiones, desempleo, seguridad, sector primario, sanidad, educación y justicia. Es decir, los instrumentos para que se cumplan aquellos buenos deseos.
Pero muy poco después de esas reflexiones nos llega la noticia de que el rey recién entronizado firmó en sus primeras horas de mandato una orden que acaba con el consenso internacional sobre un impuesto mínimo del 15% a los beneficios de las multinacionales. Este había sido el resultado de un histórico acuerdo en la OCDE para evitar la pérdida de ingresos públicos por la utilización de maniobras de ingeniería fiscal y la fuga a guaridas fiscales.
España ha aprobado en diciembre de 2024 la trasposición a nuestra legislación de la correspondiente directiva de la Unión Europea de un tipo mínimo del 15% en el impuesto de sociedades a las multinacionales con unos “ingresos consolidados” de más de 750 millones de euros, como lo han hecho todos los socios de la UE según se comprometieron 140 países en 2021.
Trump anuncia, además, represalias contra los países que apliquen impuestos extraterritoriales a las multinacionales estadounidenses. Como señala Oxfam, “esta decisión supone un cambio radical en la colaboración internacional contra la evasión fiscal, que es un problema mundial, pero impulsado en gran parte por las grandes empresas estadounidenses, altamente digitalizadas, que trasladan sus beneficios a través de las fronteras mediante sistemas fiscales muy agresivos”. Las mismas empresas que aplaudían en primera fila la toma de posesión de su benefactor.
El rey recientemente coronado promete en Davos, además, recortes históricos en impuestos, lo que repercutirá en un deterioro aún mayor de los ya precarios servicios públicos estadounidenses. Un país que, por ejemplo, comprueba que no tiene bomberos públicos con que apagar sus incendios en Los Ángeles.
Los recortes de impuestos del primer mandato de Trump ya han mejorado la suerte de los ultrarricos. Según una investigación de 2019 de dos economistas destacados de Berkeley (Emmanuel Sáez y Gabriel Zucman), por primera vez en un siglo las 400 familias estadounidenses más ricas pagaron en 2018 menos impuestos que las personas de la clase media.
Todavía más grave es el hecho de que los “ultrarricos” han pasado ya descaradamente a incidir en las políticas públicas, orientándolas hacia sus intereses personales para su aún mayor enriquecimiento.
Frente a estas amenazas del “lado oscuro”, defendamos una fiscalidad justa, suficiente y progresiva y que se acabe con la evasión de impuestos por los más ricos. Sin impuestos justos los discursos de buenos deseos quedan vacíos y nos quedaremos sin todas esas cosas -las más importantes- que le pedimos a los Reyes Magos y al año nuevo.
Si queremos que se cumplan nuestros mejores deseos para 2025, la solución no pasa por favorecer a los más ricos, ni por ideas basadas en bulos que apuestan por suprimir impuestos que solo pagan quienes más tienen. La solución no pasa por crear una competición descarnada a la baja entre países o Comunidades Autónomas.
Repitámoslo: sin justicia fiscal no hay justicia social. Sin justicia fiscal, los bonitos discursos de navidad se quedan en retórica vacía. Sin justicia fiscal, los reyes malos triunfan sobre los reyes magos.
*Juan A. Gimeno es coordinador de la Plataforma por la Justicia Fiscal
Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión del autor y ésta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.