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Diccionario de la Posverdad
Alfabetización digital
La alfabetización universal ha sido uno de los objetivos fundamentales de los gobiernos desde la Ilustración europea, que se ha ido extendiendo a todo el mundo. En España, por ejemplo, podemos decir que la alfabetización universal se consiguió en torno a 1970, pero en estos momentos persiste el problema del analfabetismo funcional: personas que no entienden bien lo que leen, lo que supone un serio problema para ellas. En España se calcula que tenemos en torno a 700.000 personas en estas condiciones. Y cifras similares se dan en otros países.
Nada tiene de extraño que, con la creciente digitalización de todos los ámbitos de la vida humana, haya aparecido la preocupación por lograr la alfabetización digital, entendida esta como adquirir las habilidades necesarias para ser competente en el uso de las nuevas tecnologías: entenderlas (leer) y manejarlas (escribir). Dado que está totalmente implantada la educación formal obligatoria desde los seis a los dieciséis años, no debe extrañarnos que la última Ley General de Educación vuelva a insistir en este tema específico: «Las administraciones públicas garantizarán la plena inserción del alumnado en la sociedad digital y el aprendizaje de un uso de los medios digitales que sea seguro y respetuoso con la dignidad humana, los valores constitucionales, los derechos fundamentales y, particularmente, con el respeto y la garantía de la intimidad personal» (art. 33).
El reto está la abordar una alfabetización digital funcional en el sentido de vincular la lectura y la escritura digitales a la exigencia de veracidad
Insiste la Ley además en la educación en el uso responsable y seguro de internet, situado todo en el ámbito de los derechos y la preocupación por los daños que pueden derivarse de las redes sociales: hay que preservar la privacidad y evitar el acoso.
Desde luego lo anterior es importante y conecta con lo que al principio denominaba alfabetización funcional. Sin embargo, cuando abordamos el problema del conocimiento y, más específicamente, el de la verdad, el reto más importante se sitúa más bien en centrar toda nuestra tarea en abordar una alfabetización digital funcional en el sentido de vincular la lectura y la escritura digitales a la exigencia de veracidad que está presente en la función referencial, representativa o informativa que debe cumplir todo acto de habla, y todo acto de lectura.
Desorden informativo
La digitalización da acceso a una amplísima información, que termina provocando una sobrecarga informativa, infobesidad o infoxicación: el hecho es que valorar la veracidad de la información se hace algo más difícil. De forma algo aséptica, pero rigurosa, un grupo de expertos, por encargo de la Unión Europea, acuñó en su día el concepto “desorden informativo” .
La alfabetización digital debe centrarse en qué hacer para tener un papel activo en la lectura y diferenciar qué información es fiable y cuál no
Se trata sin duda de una expresión que intentaba poner algo de orden y precisión destacando tres distintos problemas: mis-information, en las redes se comparte mucha información falsa, sin intención de provocar perjuicio a nadie e incluso sin saber si es o no verídica; dis-information (desinformación) o falsa información, que ya va acompañada de la intención de infligir daño a alguien, ya sea una persona, asociación, institución…; mal-information (aquí la traducción más acertada sería “mala praxis”). En este caso, la información es veraz, pero la intención es causar daño, algo que se hace cuando se publica información privada en el ámbito público. Muy distinto es publicar información que con toda seguridad va a hacer daño, pero se hace para que se sepa la verdad.
La alfabetización digital funcional, en el ámbito de la educación debe centrarse en indagar qué podemos hacer para mejorar nuestra capacidad de leer con espíritu crítico: es decir, tener un papel activo en la lectura y diferenciar qué información es fiable y cuál no lo es, para mejorar nuestra comprensión del mundo que nos rodea. No es, en absoluto, una tarea sencilla y no se limita solo a combatir las noticias falsas o bulos.
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«[Q]ué podemos hacer para mejorar nuestra capacidad de leer con espíritu crítico». Luchar contra una mente adaptada por evolución a no criticar a su grupo interno y odiar a los grupos externos es difícil. Más todavía cuando faltan recursos naturales y conseguirlos es clave para vivir, como es el agua potable. Esa es la heroicidad de la Ilustración Radical: que la razón lucha contra la biología, que se lucha desde hace tres siglos (desde 1650 hasta hoy) contra adaptaciones mentales creadas por evolución desde hace 2 millones de años (el género Homo) o 200 000 años (la especie Homo sapiens).