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Armas nucleares
¿Una nueva “Guerra Fría” en un planeta cada vez más cálido? I
Artículo publicado originalmente en Common Dreams.
Díganme, ¿en qué planeta estamos realmente? Después de tantas décadas, ¿estamos realmente inmersos en una “segunda” o “nueva” Guerra Fría? Es cierto que, en los años ochenta, las superpotencias (o eso les gustaba pensar entonces), Estados Unidos y la Unión Soviética, seguían enfrascadas en una Guerra Fría de ese tipo, algo que entonces podía parecer casi positivo. Después de todo, una “caliente” podría haber implicado el uso de los dos grandes arsenales nucleares del planeta y la potencial obliteración de casi todo.
¿Pero hoy? Por si no se ha dado cuenta, la expresión “nueva Guerra Fría” o “segunda Guerra Fría” se ha colado en nuestro vocabulario mediático. (Es cierto que, a diferencia de John F. Kennedy, Joe Biden no ha hablado realmente de soportar “la carga de una larga y crepuscular lucha”. Sin embargo, las acciones de su equipo de política exterior -en espíritu, como el presidente, claramente viejos Guerreros Fríos- han contribuido a que la idea misma de que estamos en una nueva versión de un conflicto de este tipo forme parte de la charla diaria de los medios de comunicación.
Sin embargo, parémonos a pensar en qué planeta nos encontramos. Después del 6 y 9 de agosto de 1945, cuando dos bombas atómicas destruyeron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, había pocas dudas sobre lo “caliente” que podría llegar a ser una guerra entre futuras potencias con armamento nuclear. Y hoy, por supuesto, sabemos que, si es que tal palabra puede usarse en este contexto, un conflicto nuclear relativamente modesto entre, digamos, India y Pakistán podría aniquilarnos a miles de millones de personas, en parte creando un -sí, brrr- “invierno nuclear”, que daría a la propia expresión guerra “fría” un significado claramente nuevo.
Sin embargo, las acciones de su equipo de política exterior -en espíritu, como el presidente, claramente viejos Guerreros Fríos- han contribuido a que la idea misma de que estamos en una nueva versión de un conflicto de este tipo forme parte de la charla diaria de los medios de comunicación.
Estos días, a pesar de una guerra demasiado “caliente” en Ucrania en la que Estados Unidos se ha enfrentado, al menos indirectamente, a la tripulación que sustituyó a aquellos guerreros fríos soviéticos de antaño, las nuevas referencias a la Guerra Fría se dirigen en gran medida a la relación cada vez más tensa y militarizada de este país con China. Su objetivo es tanto la isla de Taiwán como gran parte del resto de Asia. Peor aún, ambos países parecen impulsados a intensificar esa lucha.
Por si no se había dado cuenta, Joe Biden hizo una parada simbólica y muy publicitada en Vietnam (¡sí, Vietnam!) cuando regresaba de la cumbre del G20 celebrada en septiembre en la India. Allí insistió en que no “quería contener a China” ni frenar su ascenso. También exigió que se respetaran “las reglas del juego” (y ya se sabe de quién eran esas reglas y ese juego). En el proceso, hizo público el intento de su administración de crear una coalición antichina que se extendiera desde Japón y Corea del Sur (recién incorporados a una relación militar mucho más profunda con este país) hasta, sí, la propia India.
Y (¡sí, también!) la administración Biden ha aumentado la ayuda militar a Japón, Taiwán (incluyendo 85 millones de dólares destinados anteriormente a Egipto), Australia (incluyendo la promesa de suministrarle sus propios submarinos nucleares de ataque), y más allá. En el proceso, también ha reforzado la posición militar estadounidense en el Pacífico, desde Okinawa, Guam y Filipinas hasta -sí, otra vez- Australia. Mientras tanto, un general estadounidense de cuatro estrellas ha llegado a predecir públicamente que es probable que estalle una guerra entre Estados Unidos y China en 2025, al tiempo que instaba a sus comandantes a prepararse para “la lucha contra China”. Del mismo modo, la Directora de Inteligencia Nacional, Avril Haines, ha calificado a China de “principal y más importante amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos” y el equipo de política exterior de Biden ha trabajado duro para cercar -la frase de la Guerra Fría habría sido “contener”- a China, tanto diplomática como militarmente.
Por parte china, el ejército de ese país ha estado aumentando de forma similar sus actividades aéreas y navales alrededor y cada vez más cerca de la isla de Taiwán de forma ominosa, incluso a medida que aumenta su presencia militar en lugares como el Mar de China Meridional (al igual que Estados Unidos). Ah, y por si no se había dado cuenta, con la ayuda de Rusia, Pekín también está invirtiendo más dinero y esfuerzos en ampliar su ya considerable arsenal nuclear.
Y (¡sí, también!) la administración Biden ha aumentado la ayuda militar a Japón, Taiwán (incluyendo 85 millones de dólares destinados anteriormente a Egipto), Australia (incluyendo la promesa de suministrarle sus propios submarinos nucleares de ataque), y más allá.
Sí, esta última versión de la Guerra Fría (al menos en mi opinión) ya está demasiado caliente. Y, sin embargo, a pesar de esa realidad, no podría ser más inapropiado utilizar el término “nueva Guerra Fría” ahora mismo en un mundo en el que una versión nunca antes imaginada de una guerra caliente nos está mirando a todos a la cara, incluyendo muy especialmente a Estados Unidos y China.
Para empezar, hay que tener en cuenta que las dos grandes potencias que se enfrentan entre sí de forma tan ominosa se han enfrentado durante mucho tiempo de forma no menos ominosa contra el propio planeta. Al fin y al cabo, Estados Unidos sigue siendo históricamente el mayor emisor de gases de efecto invernadero de todos los tiempos, mientras que China es el mayor del momento actual (con Estados Unidos aún en segundo lugar y los estadounidenses responsables individualmente de bastantes más emisiones que sus homólogos chinos). Los resultados han sido reveladores en ambos países.
En 2023, Estados Unidos sufrió una cifra récord de catástrofes meteorológicas de miles de millones de dólares, desde Hawai hasta Florida y quizás en 2024 la supere. China se ha visto azotada por olas de calor asombrosas e inundaciones impresionantes, las lluvias más intensas en 1.000 años, que han desplazado a 1,2 millones de personas en zonas próximas a su capital, Pekín. A la vista del verano pasado, este planeta y todos sus habitantes ya no están en nada que pudiera pasar por un estado de guerra fría.
Sigue en la segunda parte.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.