Culturas
El libro prohibido, fútbol y barbarie

El hecho de que toda manifestación pública comience a encontrarse absolutamente administrada por el mercado significa que dicho dominio es aceptado por el individuo sin ser soberano sobre sus acciones.

La serie 'Fariña', basada en el libro de Nacho Carretero, se estrena en Antena 3
La serie 'Fariña', basada en el libro de Nacho Carretero, se estrena en Antena 3 el 28 de febrero.
Ekaitz Cancela
28 feb 2018 07:00

En el momento en que las lógicas del mercado desplazaron al sujeto racional y autónomo del que presumía el capitalismo liberal, la economía quedó profundamente insertada en la mente del ciudadano, ya convertido en un consumidor automático.

Cuando la autoridad opera a un nivel cognitivo tan profundo, la libertad para expresar la crítica se evapora. Por eso la censura no procede de abstracciones legales o políticas, como antaño, cuando servía para justificar relaciones sociales desiguales. A día de hoy, casi medio siglo después de que el neoliberalismo se estableciera como “sentido común de época”, el dominio es mucho más sutil. Tanto que la libertad parece una cuestión tan cerrada que incluso integra dentro de sí toda dimensión de la expresión pública.

¿Se puede explicar de otra forma que tantas gentes promulgaran apasionadamente la libertad de consumo como reacción a una censura política como lo es el secuestro del libro Fariña?

La medida cautelar establecida por supuesta vulneración al derecho al honor es torpe por la parte demandante y desmesurada por la jueza. Aunque, a estas alturas, no creo que sea ninguna novedad afirmar que aún existen posos franquistas en el entramado político y judicial del Estado español.

En mi opinión, lo verdaderamente revolucionario, en términos pasivos, es que el mercado haya logrado absorber la reacción política ante una censura política. Ante el menoscabo de la libertad de expresión, ahora todos son libres de abocarse, ansiosa o placenteramente, a una conducta que de ningún modo es arbitraria o aleatoria.

Qué acopio de energías revolucionarias colocar un libro en el numero uno de Amazon; qué despliegue de creatividad para transformar el orden social existente mediante el presumir de una compra; qué abrumadora la cantidad de personas que creían desafiar la política ultraconservadora al recurrir a una compañía de comercio electrónico que controla todo el suministro de mercancías. Escuché a comunistas defender el consumo, como abstemios que piden otra ronda en una bacanal etílica.

Que el capital haya logrado establecer mecanismos tan perfeccionados para fomentar el consumo se debe, en buena medida, a que los individuos llevan décadas siendo entrenados con una versión anterior: “comete un acto revolucionario, dale al click”

El hecho de que toda manifestación pública comience a encontrarse absolutamente administrada por el mercado significa que dicho dominio es aceptado por el individuo sin ser soberano sobre sus acciones. “Comprar ya en 1-Clic,” propone Amazon sobre el ebook de Fariña. Que el capital haya logrado establecer mecanismos tan perfeccionados para fomentar el consumo se debe, en buena medida, a que los individuos llevan décadas siendo entrenados con una versión anterior: “comete un acto revolucionario, dale al click”.

Sin embargo, lo que realmente nos dice este suceso, que no es más que una pequeña partícula dentro de las grandes convulsiones que se están produciendo en el sistema, es que la censura corresponde a una categoría que opera en alguno pero no en todos los ámbitos de nuestra existencia como individuos privados.

Estamos sujetos a reglas políticas, por mucho o poco franquismo que desprendan, en la medida en que operamos en espacios donde nuestras comunicaciones no están jerarquizadas por fuerzas distintas a las del Estado. En caso contrario, la censura puede operar incluso como técnica de promoción de una mercancía que se consume en el mercado televisivo: “El miércoles a las 22:40h en Antena 3, noche con la premiere especial de @FarinaTV, la serie basada en el libro prohibido sobre el narcotráfico gallego en los ochenta. Y después, un debate sobre la libertad de expresión con el autor de #Fariña”, dice un tuit de la cadena.


Las dinámicas que se generan en este contexto económico son absolutamente desiguales. Por un lado, quienes operan en el marco de juego tradicional, como la propia editorial que edita el libro, se enfrentan a cuestiones tales como el cierre por la incapacidad de vender un producto literario clave para su viabilidad económica. Por otro, en el mejor de los casos, a contemplar cómo se transmite gratuitamente el libro en PDF a través WhatsApp, como si la aclamada difusión fuera la máxima aspiración a la que una estructura como la periodística aspira, aunque de una editorial pequeña se trate. Esto también tiene mucho que ver con ciertas reglas que el periodismo ha aceptado durante los últimos años.

En resumen, a lo que me refiero es que algunos pilares sobre los que se organiza la sociedad española están sufriendo un proceso de disrupción.

El primer paso para resolver esta tensión entre democracia y mercado es convertir las luchas políticas sobre lo que pudiera ser una concepción alternativa de los derechos y la libertad en un simple espectáculo, como el que veremos en la televisión, o al que asistimos en el marco de las redes con todos esos líderes de izquierdas cuya única respuesta fue recomendar la compra de un libro.

Pareciera que las dinámicas económicas de la cultura de masas han acabado con todo apellido político a la izquierda de la gran familia conservadora

Pareciera que las dinámicas económicas de la cultura de masas han acabado con todo apellido político a la izquierda de la gran familia conservadora. “We are all conservatives now!”, podríamos concluir parafraseando la famosa frase acuñada por Milton Friedman, atribuida al presidente de los Estados Unidos Richard Nixon.

Volviendo a la cuestión central, todo esto tiene que ver directamente con una frase de Karl Marx en el primer libro de El Capital: “Entre derechos iguales es la fuerza la que decide”. Me permitiré el riesgo de adaptar esta lectura sobre los límites de la jornada de trabajo a la problemática que nos ocupa: entre el derecho al honor —insisto, ejercido gracias a una herencia franquista— y derechos que debieran ser garantizados por el Estado en el marco de una democracia liberal, como el de expresión, la fuerza del mercado decide en último termino.

Bajo una apariencia fantasmagórica parece ocultarse que, pese a no encontrarnos ante regímenes totalitarios, comenzamos a ser poco más que autómatas tan irracionales como lo requiera el consumo.

Ante estas cuestiones, que tienen mucho que ver con la incesante necesidad de acumular capital, el siguiente paso debe de ser adaptar el régimen de derechos a los nuevos tiempos.

Por decirlo de forma clara: se trata de “prescribir iniciativas que sirvan para impulsar la conveniencia entre Derecho y la tecnología” o “anticipar las tendencias emergentes y su uso en el sector de la justicia”. Tales son algunas de las intenciones del Consejo Asesor para la Innovación en la Justicia. Entre otros miembros de Telefonica, Microsoft, el despacho Cremades y asociados, exmiembros de Google y BBVA forma parte de ese granado grupo Chema Alonso, encargado de la estrategia de Big Data, Publicidad y Cuarta Plataforma de Telefónica. No estamos ante dos sucesos aleatorios, sino que forman parte del proceso a través del que una sociedad se adapta a la jerarquía impuesta por quienes comienzan a monopolizar esas estructuras que rigen nuestras comunicaciones, ahí donde nos expresamos privada y públicamente.

Pese a que la hazaña de prever el futuro en su presente contiene limitaciones, algunas tendencias nos permiten entender dinámicas que, a primera vista, pudieran parecer inexplicables. Un ejemplo del todo pertinente es la citada Cuarta Plataforma de Telefónica. Durante el Mobile World Congress, mientras la sociedad del espectáculo exigía debatir los actos simbólicos de Ada Colau contra una monarquía muerta en vida, la operadora anunciaba una alianza con los gigantes de internet (Facebook, Google y Microsoft).

Pretenden crear “una plataforma de plataformas”, es decir, una estructura donde tengan lugar la mayoría de relaciones de producción en la economía digital. Cuando hablan de alcanzar el grado de eficacia máximo en las comunicaciones, en realidad se refieren a explotar comercialmente y de forma exclusiva cada actividad diaria.

Bajo proclamas como “empoderando a los clientes con sus datos” ocultan que emplean nuestra propiedad para ganar dinero ofreciéndonos servicios en una infraestructura digital que controlan en exclusiva

Bajo proclamas como “empoderando a los clientes con sus datos” ocultan que emplean nuestra propiedad para ganar dinero ofreciéndonos servicios en una infraestructura digital que controlan en exclusiva. Y lo harán con el respaldo de las tres empresas más poderosas del planeta, permitiendo que ganen mayor influencia sobre nuestra vida.

Ahora bien, ese proceso de revolucionamiento de la base económica acarrea inevitablemente cambios en el aparato jurídico (superestructura, que diría Marx) que controla las relaciones de propiedad.

Si la propiedad que interesa a estas empresas son nuestros datos, los cuales tendremos libertad de gestionar dentro de un espacio privado que tratará de administrar a largo plazo todas nuestras experiencias, digitalizar la justicia parece el primer paso hacia un proyecto bastante más ambicioso.

Fotograma de la serie 'Fariña'
Fotograma de la serie 'Fariña'.

Como nadie querrá que un suceso como el del secuestro de un libro se produzca de nuevo, analizar datos de manera conjunta sobre todo tipo de conductas delictivas con información sobre el consumo de la población podría emerger como una solución de lo más civilizadora para algunas cuestiones provocadas por esa Transición que tantos quebraderos de cabeza políticos supone.

Aquella “sociedad civil” idealizada durante décadas por los liberales podría desembocar en una sociedad civilizada por el mercado digital, donde nadie tendrá poder ejecutivo, desde luego, pero sí una especie de nuevo poder espiritual alcanzado gracias a Aura. ¿Tanto que incluso algunas funciones de la Justicia puedan convertirse en un servicio provisto de forma eficiente al Estado por esta plataformas gracias a los datos que poseen sobre nosotros?

No es ninguna novedad que el capitalismo, y más aún el capitalismo digital, es incapaz de funcionar sin la creación de ficciones. Pero camuflar las dinámicas que subyacen al secuestro cautelar de Fariña con la hiper-producción de ruido informativo es una de sus obras maestras. No es una invención mía que el mantenimiento en el poder de una determinada clase requiera de la incesante producción de propaganda sistemática. Eso ya lo dijo Chomsky sobre la economía política de los medios.

Ocurre que, en un momento en donde el periodismo ha perdido toda legitimidad, en parte por la corrupción política necesaria para sostener a una oligarquía económica como la del Ibex 35, la viralidad marca el tono de época.

Los pioneros posmodernos de internet llamaron a esto el “efecto Streisand”. Lo cierto es que estamos ante una masa otorgando su autorización, con forma de tuit o like, sobre las relaciones sociales digitales absolutamente desiguales que comenzamos a notar ahora.

Digamos que la posmodernidad no era solo la ausencia de crítica, sino un estadio en que esta actuaba como legitimadora de una nueva época. De forma muy simplificada: la crítica, subordinada a la razón económica del mundo digital, y la censura, subordinada a la moral anhelada por el franqusimo, se convierten conjuntamente en la actividad que fundamenta la instancia suprema: la plataforma de plataformas o cualquier otra propuesta que surja para financiarizar cada actividad diaria y dar solución a distintos problemas políticos, que en realidad son problemas más relacionados con la acumulación y concentración de capital.

¿Democracia sentimental o democracia perdida?

Mi intención es señalar que la crítica solo es posible enfrentando esa utopía donde el capital muere de éxito con tanta solidad y fuerza que emerja la matriz para un futuro potencialmente distinto. Esto nos lleva a la segunda parte del artículo, estrechamente vinculada con la literatura, el periodismo y la cultura.

Podemos decir que una época llega a su fin, según vengo tratando de resumir, cuando quienes la narran se topan con sus límites. En mi opinión, solo existen dos maneras de afrontarlo: absortos en los efectos de una viagra melancólica, pues suelen ser los hombres quienes transmiten en directo “el último destello de lo heroico en tiempos de una abierta decadencia”, tal y como expresaba Charles Baudelaire; o bien, como decía: saldando cuentas con esa oscura tradición e impugnando su desgarradora y desigual esencia.

Walter Benjamin describió a los poetas modernos, como Baudelaire, cual héroes que dan su vida por la modernidad al tiempo que son arruinados por ella. Quizá sus palabras nos sirvan como nexo para describir ese instante actual que atraviesa a quienes están siendo aplastados por una época mientras mantienen su mirada depositada en el pasado. Ello nos permitiría entender que ya no existen héroes, sino simples mártires reconocidos como tales en las redes sociales.

El efímero comentario de apoyo como forma de negar una profunda tendencia hacia la desaparición de las viejas vanguardias de escritores que emergieron cuando la prensa fue establecida, precisamente como resultado del fin de la censura y la emergencia de la liberad de opinión durante la ilustración. Aquellas autoridades de la opinión pública fueron elevadas como majestuosa firmas que trataron de dejar clavada la historia en su verdad y justicia. Poco queda de ellas ante el paso segador del capital. Depositemos nuestra atención en una colección que sintetiza bien la nueva, o última, generación de periodistas y escritores.

Recientemente, la editorial Libros del KO editó dos libros nuevos para su colección Hooligans Ilustrados. Precisamente, el que versa sobre el Deportivo de la Coruña también es obra del autor de Fariña, Nacho Carretero. Algunas preguntas brotan de esta pluma por primera vez: ¿sabrán que los tiempos, las tradiciones y las ciudades han cambiado bastante desde la época moderna del París del Segundo Imperio del altocapitalismo en la que vivió Baudelaire? ¿y que esas transformaciones, estrictamente vinculadas al mercado, guardan un nexo bastante relevante con el fútbol y el mundo que emerge?

Respecto a la primera pregunta, basta con atender a las obras públicas que renovaron complemente Paris en el Siglo XIX, el de la Ilustración, gracias a los diseños arquitectónicos de Georges-Eugène Haussmann. Sin contar con el respaldo total del emperador de Francia, diseñó los suburbios de la región metropolitana de la ciudad alterando el espacio urbano para evitar que una respuesta de las masas proletarias amenazara la evolución racional establecida por la burguesía reinante.

El Parque de los Príncipes, actual estadio del PSG, antaño era un lugar situado justo detrás de las fortificaciones al oeste de la capital, donde paseaban la aristocracia parisina y la corte real. Aún sin saber que el futbol se convertiría en el opio del pueblo, Napoleón III de Francia, aconsejado por Haussmann, anexó las comunas aledañas fuera del muro y, en consecuencia, el París contemporáneo fue dividido en veinte distritos. El Parque de los Príncipes, allí donde los magos del balón como Neymar juegan su pachanga semanal, se sitúa en el distrito XVI.

A día de hoy, los cambios espaciales en las ciudades se producen a una velocidad bastante más vertiginosa debido a las “soluciones espacio temporales”, como ha teorizado David Harvey, exigidas por el capital para sobrevivir a sus sucesivas crisis de sobre-acumulación. No cabe duda de que las épocas ya son hijas del diseño urbano, de sus espectáculos (también los futbolísticos) y, por supuesto, de cómo son instrumentalizados por los actores económicos imperantes. Ya sea como espacios de ingeniería social urbana y arquitectónica, en el caso de dos siglos atrás, o como puertos abiertos de par en par a la llegada del capital global, en el caso actual.

El contenido, más que su forma, con que estos sucesos sean afrontados tiene una relevancia fundamental, pues la literatura para derrotada a la hora de elevar la crítica. También resulta importante el bando que uno asume ante una determinada coyuntura histórica a la hora de afilar o enmohecer las herramientas de acción política de los lectores. ¿Qué nos transmite la colección Hooligans Ilustrados sobre nuestro presente momento histórico? “Recuerdos de infancia, amores adolescentes y ajustes de cuentas. Escaramuzas de patio de colegio y goles milagrosos desde el medio del campo”.

El mercado, en su rama editorial, ha integrado la crítica hasta el punto de que el sentimentalismo se ha establecido como única fuerza motriz

Percibo que se ha convertido en la insoportable moda, quizá la ultima, de toda una generación negar la entrada en un nuevo tiempo con las más finas de las plumas, como si no mirar la realidad más cercana fuera a evitarla. El mercado, en su rama editorial, ha integrado la crítica hasta el punto de que el sentimentalismo se ha establecido como única fuerza motriz. Tantos y tantos narran con más estética que ímpetu transformador un tiempo que fue.

Wanda Estadio Atletico de Madrid
El estadio Wanda Metropolitano del Atlético de Madrid. Foto: Nico Cea

Los espacios urbanos de las ciudades, y con ellos sus estadios de fútbol, ya han comenzado a ser diseñados, bajo la cantinela de las smart cities, para servir como nuevos vectores de mercantilización de la experiencia humana, utilizando los medios digitales para convertir cada reducto no comercial en algo que pueda serlo. Antes hablábamos de Aura. ¿Será casualidad que Telefónica se haya convertido ya en el proveedor tecnológico del Wanda Metropolitano? “Esta es la primera fase de un proyecto que contempla en un futuro cercano ofrecer una experiencia de cliente integral en el ámbito de las comunicaciones y que cubra todo tipo de eventos, no sólo los deportivos”, explica la nota de prensa de la compañía.

Una multinacional china, como Wanda, que mantiene acuerdos con las dos únicas empresas del país que controlan la nube digital (Tencent y Baidu) para establecer una plataforma de comercio electrónico se ha aliado con la empresa española que sirve de embajadora oficial para los planes de colonización digital estadounidenses. Nunca antes en la historia se había manifestado de forma tan clara la coexistencia pacífica entre los interés privados.

Estos sucesos son del todo relevantes para la literatura. Cuando la aldea global únicamente se encuentra conectada económicamente de forma digital, la forma que adquiere la cultura, o el opio del pueblo contemporáneo, queda absolutamente determinada. Si existe un deporte que haya logrado crear verdaderos fanáticos, ese el fútbol. Pero, ¿hacia dónde están siendo canalizadas las pasiones o las emociones? No quepa duda de que hacia el mercado global.

Gracias al turismo de masas, la industria del balompié ahora también es la mayor industria del espectáculo. La Liga (Santander), que ya no conoce otra patria que un banco, es la segunda que más gastó en la transferencia de jugadores para formar su equipo. Al mismo tiempo, 82 millones de turistas llegaron a España en 2017, alcanzando una cifra récord.

No se trata aquí de encontrar una relación causal, sino de entender la expresión de la economía en su cultura. Los habitantes de las ciudades de España se han convertido en los nuevos perdedores de la globalización, pues están sufriendo en sus carnes la desaparición de sus barrios fruto de la gentrificación, la masificación de los espacios públicos y su posterior apropiación por el capital privado. Todo ello tiene profundas implicaciones que los escritores deberían afrontar con mas ímpetu que el agotado flâneur de Baudelaire.

No se trata de ninguna coincidencia que la remodelización urbana de Bilbao, que ha enterrado el tradicional arco de la Catedral de San Mamés para colocarse en la órbita de las ciudades globales, haya llevado recientemente a los aledaños del “nuevo San Mames” a ser el escenario de sucesos violentos entre aficionados que únicamente comparten la pasión por la violencia. Son hooligans con dinero guiados por la pulsión irrefrenable de consumir experiencias fanáticas.

Aunque el mero hecho de que la batalla entre individuos implique mantener intactas las relaciones de producción, algo eminente moderno, quiere decir que quizá la noción de “ilustrados” deba ser agarrada con pinzas, como ya expresaran Theodor W. Adorno y Max Horkheimer en su Dialéctica de la Ilustración.

Los sucesos recientes acontecidos en Bilbao son del todo ilustrativos. Digamos que se han cancelado las posibilidades de lucha política, que incluso llegó a ser militar, a golpe de proceso global. Lo que ocurre es que la expansión de los límites del capital está borrando de un plumazo cualquier tradición heredada —ya sea positiva, como la esencia bilbaína; o negativa, como los años de ETA— sin pararse a reflexionar sobre cómo recuperar las tradiciones en un tiempo histórico nuevo o en la forma de diseñar espacios comunales que combatan la cada vez más pronunciada desigualdad social de la ciudad.

Ahora bien, si los altercados entre hooligans ilustrados representan la última expresión de una época, debiéramos atender a las nuevas tendencias que hemos señalado hasta ahora. Ello implicaría pensar en si la digitalización, ya sea la de la Justicia, la de los estadios o la de tantos otros espacios, generará información suficiente como para analizar la conducta de los ciudadanos de forma tan eficiente como para ofrecer alguna “solución civilizadora”.

Y si existiera una infraestructura capaz de hacerlo, como parece ser el objetivo último de Telefonica o de las empresas de Silicon Valley, sería conveniente analizar cómo habría llegado una empresa a garantizar la seguridad de los ciudadanos y no el sistema jurídico y político, en este caso el Ayuntamiento de Bilbao, cada vez más necesitado de un servicio eficiente de protección para calmar a la opinión pública ante, por ejemplo, la muerte de un Ertzaintza o el resto de sucesos violentos que están teniendo lugar en la ciudad.

No hay más que revisar la creación de ese complejo industrial y militar estadounidense, creado bajo la idea de la seguridad nacional establecida durante la Guerra Fría como forma de establecer la preeminencia tecnológica del país, para desconfiar de algunas tendencias que vemos en nuestro día a día.

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En definitiva, no existe ningún horizonte ilustrado basado en las libertades al final del camino privado diseñado a medida de las clases globales. Ante este contexto, no concibo por qué los combatientes en el plano de la literatura se han dado por vencidos, entregando sus armas para deleitarse contemplando el teatro estético de la vida cotidiana propia de tiempos pasados.

Esta no es una actitud que trate de continuar el proyecto histórico de esas vanguardias que trataron de suprimir las barreras entre el arte y la vida. Todos esos escritores, que han vivido los últimos destellos de una época, debieran reflexión sobre si su tradición seguirá presente en la siguiente, en la que ya viven, si no han logrado proveer las herramientas suficientes para defenderla. ¿Cómo van a hacerlo, me pregunto, convirtiendo al pasado en una superstición?

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La barbarie contemporánea se esconde en el concepto mismo de la cultura: ese tesoro de valores, siempre desigual, que encuentra en el fútbol su última manifestación. Y no cabe otra reacción, ya sea en este ámbito o en cualquier otro, que impugnar para pensar en nuevas formas de vivir; abandonar la prosa sobre el pasado para hacerse con la de su futuro. En este sentido, la literatura puede, y debe, hacer sonar los tambores de cambio. ¿Se trata de servir de faros para un nuevo tiempo o de perecer como vigías ebrios de sentimentalismo?

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#9431
28/2/2018 23:11

Yo seguramente he caido muchas veces en trampas así, pero está bien, pq sólo cuando te hacen sentir como un idiota y te replanteas aspectos de tu propio ego es cuando aprendes algo de verdad. Una de las cosas q he aprendido es que antes de comprar en amazon me corto la mano.

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matriouska
28/2/2018 18:29

Me parecen muy interesantes los asuntos que toca el artículo y reconozco la complejidad por los conjceptos que se manejan, pero me parece un tanto confuso.

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#9933
5/3/2018 16:12

El perfeccionismo en el uso del lenguaje del autor provoca estas perturbaciones. O serán mis carencias lectoras, que de todo un poco habrá. A veces debo releer sus párrafos varias veces, pero lo que cuenta suele ser siempre interesante.

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