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Culturas
Su gran evento cultural internacional destruye mi ciudad
El festival de música Mad Cool irrumpe en las municipales por las protestas por el ruido que sufrirán los vecinos del distrito madrileño de Villaverde o la vecina Getafe. En Sevilla, mientras tanto, el actual alcalde y candidato a la reelección, Antonio Múñoz, presume en debates y actos de campaña de haber firmado la celebración de la primera gala de los Premios Grammy Latinos fuera de Estados Unidos para este noviembre. València, por su parte, tras ser en 2022 la Capital Mundial del Diseño, se prepara en 2023 para acoger el Congreso de la Capital Mundial de los Museos.
La cultura como mascarón de proa de la manida Marca España está sirviendo a las ciudades españolas, en su competición por incrementar los ingresos turísticos, como la coartada perfecta: atrae inversión, crea puestos de trabajo y al mismo tiempo da una buena imagen, aséptica. El turismo cultural no suena invasivo, ni ruidoso, establece la imagen de un pulcro visitante que pasea en silencio por un museo. Sin embargo, se está probando como otra estrategia más que ahonda en la turistificación de las mismas, expulsando vecinos, degradando sus centros históricos y precarizando los empleos.
Música
Música Vecinos contra Mad Cool, otra batalla por el derecho a la ciudad frente al negocio de los festivales
“El ejemplo de Sevilla es de libro. Tiene una situación evidente de exceso de turismo, en este caso el turismo cultural urbano habitual de la ciudad, pero no renuncia a seguir creando eventos de todo tipo, desde atraer los Goya o las finales de Copa del Rey hasta el caso de los Grammy Latinos”, explica Luis Alfonso Escudero, profesor de Geografía Humana en la Universidad de Castilla-La Mancha que ha dedicado algunos de sus trabajos al turismo cultural como factor gentrificador y la competición entre marcas-ciudad. “En esta carrera, las ciudades españolas no compiten entre sí, digamos, no es Sevilla contra València, sino contra París o Miami”, comenta el experto. “Podemos decir que la mayoría de ciudades se limitan a una promoción turística tradicional, como Zamora, por poner un ejemplo, pero otras buscan ir más allá con eventos puntuales que atraigan inversión privada… con inversión pública. Santiago de Compostela con el Xacobeo, Bilbao con las exposiciones temporales del Guggenheim o Málaga con su Festival de Cine”.
El paradigma fue durante décadas Barcelona, ahora atrapada, según Escudero, en la contradicción “de que existe un discurso tanto social como institucional muy fuerte de poner límites, sacar normas que controlen las subidas de precios, etcétera… pero al mismo tiempo se siguen celebrando eventos como el Primavera Sound o, saliendo un poco de lo cultural, el Mobile World Congress, que se consideran clave para la economía de la ciudad y tienen el efecto contrario al de esas medidas”.
Barcelona
¿Sigue siendo Barcelona una ciudad muerta?
València, de la Formula 1 a los Años Berlanga y Sorolla
La asociación EntreBarris, coordinadora de colectivos sociales, vecinales y culturales que lucha contra la degradación de la ciudad, los desahucios y la turistificación, señala que “no se puede decir que este tipo de eventos tengan una incidencia directa en el precio del alquiler, por ejemplo, pero sí que mantienen una continuidad, utilizando la cultura como reclamo turístico”.
El proceso se podría remontar a la inauguración de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en 1998, que fue cuando las instituciones municipales y autonómicas empezaron a promocionar por primera vez la ciudad en sí como destino, más allá del turismo de sol y playa. “El antecedente evidente son los grandes eventos deportivos de la época del PP —comenta Andreu, portavoz de EntreBarris— con la Copa América, la Fórmula 1… la visita del Papa, que no se sabe si fue cultural o qué… Se vendían como acontecimientos que enriquecían la ciudad, que daban beneficios directos”.
Los gobiernos actuales “han intentado separarse de ese modelo porque se entendía que había contribuido a la corrupción o al encarecimiento de la vida en la ciudad, pero en su lugar organizaron la gala de los Goya por el Año Berlanga, la Capital Mundial del Diseño en 2022, ahora el año Sorolla, y seremos Capital Mundial de los Museos con un Congreso a final de año de este 2023”.
“El Año Berlanga pasó como un reclamo para visitantes, pero no analizó la vinculación de su figura con la ciudad porque no importaba”, recuerda la asociación valenciana EntreBarris
Desde EntreBarris lamentan que “son eventos que tienen poco que ver con el tejido cultural propio. Duran lo que duran y no contribuyen a ninguna estructura local. El Año Berlanga pasó como un reclamo para visitantes, pero no analizó la vinculación de su figura con la ciudad porque no importaba”.
Además, “en València tenemos un evento que ya ejerce esa función: las fallas. Es una semana prácticamente en que una parte de los habitantes de la ciudad son expulsados de ella. Literalmente gente que se marcha porque no puede conciliar su vida o su trabajo con la marabunta que se forma en las calles”, explica Andreu. “Y es una fiesta propia, un evento cultural local con gran arraigo, pero se vacía de contenido para promocionar ese tipo de turismo, en favor de un enfoque mercantilizado”.
Culturas
Fallas “Necesitamos reapropiarnos de la potencia que tienen las Fallas como crítica social”
Málaga: bien con el cine, mal con la música
El verano pasado los festivales de música en la provincia de Málaga llegaron al parlamento andaluz cuando el PSOE cuestionó al entonces todavía vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, de Ciudadanos, por la financiación pública del Andalucía Big Festival, macroevento musical organizado por los mismos promotores del célebre Mad Cool. Hasta 4,2 millones de euros, en parte financiados con fondos FEDER de la UE, que la administración autonómica defendió con un cálculo, nunca comprobado, de un retorno de 25 millones para la ciudad y la provincia.
Música
Música Sé lo que hicisteis el último verano: pasarlo mal en un festival de música
“El verano pasado en la provincia fue… interesante. Más de 30 eventos musicales en la provincia, no solo en Málaga: Mijas, Vélez-Málaga… con problemas de convivencia, de ruido, de suciedad, y, lo que es casi más grave para nosotros, con nulo trabajo con el tejido cultural local”, explica Curro Machuca, militante en La Casa Invisible, centro social y cultural de gestión ciudadana surgido de una okupación en 2007, y también de Inquilinato Málaga. “Lo triste es que las propuestas de la sociedad civil no son ni pedir nuevas normativas, sino que se cumplan las que hay en materia de ruidos”.
Machuca distingue dos etapas con la cultura como reclamo de un modelo turístico complementario al de sol y play. “Empezó con la famosa ‘marca Picasso’, atrayendo museos [como el Museo Ruso o el Pompidou de Málaga, ambos inaugurados en 2015], pero cuando se constató que excepto el propio Museo Picasso la mayoría tenían un impacto limitado en las visitas, se derivó a los festivales constantes, tanto en Málaga capital como en la provincia. Desde este mes, es casi uno por fin de semana hasta otoño”.
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Las raras historias de museos en Málaga
La apertura de museos como vía para convertir Málaga en objeto de deseo de turistas culturales e inversores ha dejado una larga ristra de episodios insólitos en la ciudad. El último es el cambio en la firma de una obra adquirida por el Carmen Thyssen en 2015.
En el sentido de proponer una programación cultural de espaldas a la ciudad solo se salva el Festival de Cine de Málaga, nacido en el mismo año en el que se inauguraba la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, 1998. “Tiene más aceptación entre la población fija de la ciudad porque tomaron nota de las críticas que se le formularon por organizarse al margen de la vida cultural malagueña. Ha incorporado a su programación el cine producido aquí y su programa paralelo, el MAF trabaja con el tejido local los meses previos al propio festival, aunque la sensación es que es una cuestión estética más que otra cosa", valora Machucha.
Sin soluciones políticas
Aunque, en general, “no hemos aprendido nada”, opina el profesor Escudero. “Antes de la pandemia, con ciudades como Barcelona a la cabeza, había un discurso político y académico de poner freno a la escalada turística por todos los efectos indeseados de degradación del patrimonio y la vida de los vecinos. Pero llegó la covid19, paralizó el turismo y en la recuperación ha influido mucho el recuerdo cercano de la crisis de 2008, cuando la construcción se detuvo. El turismo es el actual motor de nuestra economía y ahora la consigna es favorecerlo en todo lo posible, sin matices”.
Para el experto, “las medidas que venimos reclamando desde la academia son las mismas de siempre y nada originales: control y planificación, un turismo regulado y sostenible. Algo tan lógico como que una ciudad que ya está masificada y sus vecinos lo notan en los precios, los alquileres y demás, no tiene necesidad de atraer un evento masivo que empeore esas dinámicas como son los Grammy Latino”.
Y advierte que “también funciona a pequeña escala. Toledo, donde yo trabajo, tiene menos población que cualquier de estas ciudades que hemos mencionado [85.000 habitantes el municipio, 131.000 el área metropolitana], pero su centro urbano está igualmente muy turistisficado, recibe anualmente tres millones de visitantes. Y aún así se busca el evento a pequeña escala: vender el Corpus como una atracción turística, organizar la Noche del Patrimonio o la Noche de las Luces. No hay alternativas, las que existen no se presentan a las municipales y no se hace caso a quien señale el sinsentido”.