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Culturas
El complicado camino para gastar los 400 euros del Bono Cultural Joven
Tras varios intentos en diferentes comercios en los que comprobó la imposibilidad de pagar con el Bono Cultural Joven, incluida su petición de suscripción anual a El Salto, Teo Castro Rodríguez hace un resumen crítico del funcionamiento de la iniciativa en su primera edición: “El único establecimiento que me ha dejado pagar con el bono ha sido El Corte Inglés, algo que denota de alguna manera el fracaso de este proyecto por parte del Gobierno que parece que solo beneficia a las grandes corporaciones en vez de al comercio local”.
Él es una de las 281.557 personas que cumplieron 18 años en 2022 y solicitaron el Bono Cultural Joven, el 57,6% de todas las que accedieron a la mayoría de edad legal en España el año pasado, 488.794 según el Instituto Nacional de Estadística. Seis de cada diez jóvenes en esa situación, pues, respondieron a la oferta de 400 euros para gastar en productos y actividades culturales que el Ministerio de Cultura puso a su disposición. La cifra final de bonos concedidos es de 272.962.
La iniciativa, dotada con 210 millones de euros y saludada por el ministro Miquel Iceta como un movimiento con doble finalidad —“facilitar el acceso de los públicos más jóvenes a la cultura y revitalizar y dinamizar la industria cultural tras los efectos producidos en el sector por la pandemia”—, ha resultado difícil en su solicitud y ha ocasionado incidencias durante la tramitación y ejecución, como las sufridas por Teo Castro Rodríguez, en los primeros meses de su puesta en marcha.
Las cifras oficiales facilitadas por el ministerio indican que entre el 31 de octubre de 2022, cuando concluyó el plazo de solicitud del Bono Cultural Joven, y el 18 de diciembre se realizaron un total de 99.371 operaciones en los establecimientos adheridos en España, con un gasto de 3.626.943,51 euros. Las compras en comercios especializados, según la nota de prensa, se han distribuido principalmente entre cine, videojuegos, espectáculos y libros. Los 400 euros del bono se deben gastar hasta el 31 de diciembre de este año, distribuidos en 200 para artes en vivo, patrimonio cultural y artes audiovisuales; 100 para productos culturales en soporte físico y los 100 restantes para consumo digital (por ejemplo, suscripciones a plataformas, medios digitales o videojuegos, compra de audiolibros). Hasta el 18 de diciembre se contabilizaban 2.115 empresas adheridas, lo que se traduce en 3.114 puntos de venta disponibles, a las que se suman otras 743 solicitudes actualmente en tramitación.
Teniendo en cuenta estos datos, el Ministerio de Cultura y Deporte hace un balance positivo de esta primera edición ya que muestra el interés “de un amplio espectro de la población joven española por la cultura y ofrece un respaldo adicional al sector cultural para recuperarse de la crisis”. De hecho, en los Presupuestos Generales del Estado para 2023, la partida de 210 millones de euros destinada al Bono Cultural Joven se consolidó, por lo que este año habrá una segunda edición de la ayuda de 400 euros para quienes cumplan 18 años durante estos doce meses.
“Llegó el momento de empezar a vender y la mitad de las librerías estaban fuera, pero no solo librerías, también les pasó a los cines”, asegura Álvaro Manso, portavoz de CEGAL
Lejos del triunfalismo, de cara a esa nueva edición sería conveniente corregir los numerosos errores que han lastrado el arranque. Por ejemplo, mejorar la operativa para darse de alta, tanto para usuarios como para establecimientos adheridos. “Había muchas modalidades y todas han funcionado con dificultades”, comenta Álvaro Manso, portavoz de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), una entidad que reúne a unas 1.100 librerías de todo el territorio. Desde sus mostradores, muchas de estas tiendas han visto cómo los jóvenes no podían pagar el libro que querían con la tarjeta del Bono Cultural Joven —tarjeta de prepago que emite Correos y que el beneficiario puede tener de forma virtual en su móvil o recibir de forma física— y también han atravesado un proceso complejo para llegar a ser comercios adheridos, hasta el punto de que “llegó el momento de empezar a vender y la mitad de las librerías estaban fuera, pero no solo librerías, también les pasó a los cines”.
Las tiendas remitieron las incidencias al ministerio pero las respuestas obtenidas no funcionaron y tuvieron que establecer un sistema de casos para ir descubriendo los errores que les impedían ser certificadas como operador activo del Bono Cultural Joven. “Hubo un momento en el que casi ninguna librería estaba admitida —recuerda Manso—, parecía que el proceso se había detenido, luego fueron llegando con cuentagotas. A última hora, ya con el periodo de compra para los chavales prácticamente abierto, desde CEGAL se decide hacer algo y llamamos para ver qué estaba pasando con los errores. Ha sido bastante dificultoso y mal llevado, poco agilizado”.
Ante las variadas negativas que Teo Castro Rodríguez recibió en establecimientos físicos y virtuales para poder utilizar la tarjeta del Bono Cultural Joven no solo en su ciudad, Valladolid, sino también en Barcelona, se dirigió en repetidas ocasiones al servicio de atención de incidencias habilitado. Su experiencia tampoco resultó satisfactoria. “Se nota bastante que tienen un guión del cual no pueden salir al responder a una consulta. Esto denota un profundo desconocimiento del funcionamiento del programa y una total falta de seriedad”, critica. Para este beneficiario de la medida, “no es nada formal ni serio que el Gobierno de España lance un proyecto para beneficiar tanto a jóvenes como a negocios, y este dé más trabajo que beneficios”.
El portavoz de CEGAL, sin embargo, estima que la iniciativa se nota y se notará en las ventas en librerías y que, desde hace tiempo, hay un mayor interés por comprar libros por parte de los jóvenes, por lo que lamenta que las dificultades de acceso al Bono Cultural Joven, y a su uso una vez aprobada la solicitud, hayan retraído a muchos de apuntarse. Entre los datos, uno llamativo: solo 68 extranjeros con residencia legal han visto aprobada su solicitud. “En la primera compra, que en muchas ocasiones era en librerías, tenían que introducir un pin que para obtenerlo tenían que haber mandado un mensaje y les tenían que haber contestado, y esa respuesta no había llegado en muchos casos. Una pena”, valora el representante del gremio de las librerías.
Manso también considera que el Bono Cultural Joven es una idea interesante y que puede incentivar la lectura, siempre que se mejore la operativa, tanto para las tiendas como para los beneficiarios: “Hacerle llegar a la gente joven una cantidad de dinero importante, para gastar de manera diversificada, es muy positivo. Y creo que a los chavales también les ha motivado, a pesar de que los resultados de petición de bonos están por debajo de lo que esperábamos, pero eso no depende del interés que ha despertado sino de lo farragoso que era el proceso para obtenerlo. No era nada fácil”.
Volvamos a escuchar a uno de esos chavales, Teo Castro Rodríguez, quien no comparte el entusiasmo por el fondo ni por la forma y avisa también a navegantes que piensen que los 400 euros pueden servir para comprar no solo productos culturales sino voluntades, quizá en forma de voto en este cargado año electoral: “Si esos 281.557 jóvenes que según La Moncloa han solicitado el bono, lo que supone unos 120 millones de euros, se hubieran destinado a ayudas a familias en riesgo de pobreza o en inversión en salud mental, hubiera sido todo un puntazo. Por tanto, me parece que el bono cultural es algo prescindible que no ha resultado satisfactorio de ninguna de las maneras y que mucho menos nuestros mandatarios y mandatarias van a sacar rédito político. Es decir, un fracaso total”.