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Cuba
El Che Guevara no fue más homófobo que Fraga
El 14 de junio de 2022 Ernesto Guevara habría cumplido 94 años. Este dato, que parece inocuo e incontrovertible, es uno de los muchos aspectos de la vida del Che cuestionados en biografías como Che: una vida revolucionaria. La leyenda rosa y negra se cierne sobre el personaje, convertido en icono del comunismo castrista y mundial hasta el punto de protagonizar camisetas y enfrentamientos políticos al otro lado del Atlántico.
Uno de los clichés que rodean a esta figura es una supuesta homofobia recalcitrante, que por vía de la antonomasia se identifica como un rasgo común a todo el comunismo. Su fundamento es una narrativa que explica la incompatibilidad de la heterodoxia sexual con el “hombre nuevo” posrevolucionario y, por tanto, el “rechazo visceral” de Guevara hacia los hombres no heterosexuales, a quienes encerraba en campos de concentración disfrazados bajo el eufemismo de Unidades Militares de Ayuda a la Producción o UMAP.
Según un documento sin referencias publicado por el think tank del Partido Popular, Guevara “suponía que el hombre nuevo no podía tener otras preferencias que las heterosexuales, convencido de que cualquier desviación homosexual, rezago de los viejos tiempos de la corrompida burguesía, podía ser corregida con privaciones y castigos severos hasta que se erradicara ese maligno comportamiento”. Esta afirmación, no obstante, pertenece al ámbito de la especulación: en ninguno de los textos de Guevara recopilados en El socialismo y el hombre nuevo hay referencias evidentes a la orientación sexual. El firmante del documento, Carlos Alberto Montaner, recibió un año después 79.000 euros de las ayudas públicas a “inmigrantes desfavorecidos” por parte del Gobierno de Esperanza Aguirre.
Los reportajes sobre la supuesta homofobia del Che Guevara aparecen con frecuencia en portales anticomunistas caracterizados por sus posturas anti-LGTBI, como Okdiario o Libertad Digital. Ninguno de estos reportajes se fundamenta en una investigación, sino que, a modo de matrioskas, son la copia de la copia de la copia de textos opinativos que raramente consiguen vincular de manera directa a Guevara con la homofobia. De esta manera, constituyen, para su espanto, simulacros posmodernos de información y una instrumentalización de la homofobia que el resto del tiempo alimentan.
El medio anticomunista Infobae es el mejor ejemplo de este proceder antiperiodístico. En un texto firmado por Alfredo Serra, se afirma que Guevara, “según testimonios de muchos que lo conocieron, ‘era un homófobo fanático, y también lo era Fidel’. Las frases recopiladas en el artículo lo explican todo”. Sin embargo, ninguna de las frases recopiladas se refiere a las relaciones entre personas del mismo sexo ni se revela la identidad de las fuentes supuestamente citadas. Dado que Serra falleció en 2020, quedarán en el anonimato o como una licencia creativa del autor.
Sorprende la paradoja de que, siendo la heterosexualidad tan indispensable para aquel “hombre nuevo”, no se encuentre una sola cita de Guevara al respecto
A continuación, el periodista fusila un artículo publicado en ABC por Manuel P. Villatoro, lo que da inicio a un periplo en busca de las fuentes perdidas. Esta pieza es, probablemente, el texto en español más citado para justificar el apelativo de “homófobo” contra Guevara sin necesidad de documentarse, como ejemplifica el libro Che Guevara, el mito, el ídolo, el asesino. Según Villatoro, “Guevara cargó en repetidas ocasiones contra los homosexuales al considerarles contrarios a su ideal de ‘hombre nuevo’ […] llegó a tildarles de ‘pervertidos sexuales’ y, con la ayuda del también homófobo declarado Fidel Castro, les persiguió y les internó en campos de trabajo”. Esta cita sin referencias sería reproducida por el diputado popular Mario Garcés y, de forma más vaga, por Ignacio Aguado y Santiago Abascal.
A diferencia de periodistas y escritores menos diligentes, Villatoro recoge diversas fuentes teóricamente secundarias para respaldar que “el Che consideraba la homosexualidad contraria a su ideal de ‘hombre nuevo’”; asimismo, atribuye a Guillermo Cabrera Infante que Guevara consideraba a gays y lesbianas “gente enferma”. En ambos casos, acude a estas citas en vez de a los numerosos textos publicados por Guevara ante la imposibilidad de hallar en ellos lo que el periodista busca de antemano. Sorprende la paradoja de que, siendo la heterosexualidad tan indispensable para aquel “hombre nuevo”, no se encuentre una sola cita de Guevara al respecto, de tal forma que insisten más en su incompatibilidad con la heterodoxia sexual quienes aseguran pretender denunciarla.
Villatoro escoge la flor más bella y omite que en el mismo párrafo de Mea Cuba Cabrera Infante se refiere al intelectual Alfredo Guevara como “un notorio marica”, término que repite varias veces a lo largo del libro sin que se lo considere por ello homófobo. Otra de sus referencias es un texto de Guillermina Sutter Schneider publicado por el think tank liberal Instituto Cato, en el cual tampoco aparece una cita directa de Guevara que exhiba, al menos, un indicio de homofobia, sino que remite al blog autodeclarado derechista de Nicolás Márquez.
Márquez, anticomunista, colaborador de la marca internacional de HazteOir y repudiado en el Parlamento argentino por sus declaraciones transfóbicas y negacionistas de la homofobia, critica la homofobia de Guevara en su libro El canalla: la verdadera historia del Che Guevara, publicado por una editorial asociada con el Instituto Cato. El libro insiste repetidamente en el “notable desprecio” y “rechazo visceral” de Guevara hacia los hombres no heterosexuales, manifestado en dos declaraciones. La primera la recoge Enrique Díaz Araujo, tomada a su vez de Paco Ignacio Taibo II, quien cita a Hilda Gadea, la primera esposa de Guevara. En Mi vida con el Che, Gadea cuenta que en una ocasión Guevara dijo: “¿Por qué me decís querido, Gualo? Sabés que no me gusta; da que pensar cosas extrañas a la gente que no conoce nuestro modo de hablar”. Resulta llamativa la sensibilidad de Márquez hacia esta homofobia sutil cuando en su libro realiza afirmaciones como “¿Sabrán los sodomitas convocados a sus coloridas peregrinaciones que si Guevara viviera los hacinaría en gulags?”.
La segunda declaración aparece en los Diarios de motocicleta, escritos en 1951, cuando Guevara contaba con 23 años:
“Por la noche hubo una fiesta familiar que trajo como consecuencia una seria pelea con el señor Lezama Beltrán, espíritu aniñado e introvertido que probablemente fuera invertido también. El pobre hombre estaba borracho y desesperado porque no lo invitaban a la fiesta, de modo que empezó a insultar y vociferar hasta que le hincharon un ojo y le dieron una paliza extra. El episodio nos dolía algo porque el pobre hombre, fuera de ser un pervertido sexual y un latero de primera, se portó bien con nosotros y nos regaló diez soles a cada uno”.
Esta es la cita más homófoba de la que se tiene constancia en los 39 años de vida del Che Guevara. Por sí sola, difícilmente ameritaría un texto completo sobre un “odio implacable” hacia los hombres no heterosexuales, razón por la que suele magnificarse afirmando que “en repetidas ocasiones” tildó a todas las personas heterodisidentes de “pervertidas sexuales” o “gente enferma”. Es en este punto donde entran en juego las famosas UMAP como la prueba definitiva de esa mentalidad.
Los campos de concentración cubanos
En La Gaceta, hoy propiedad de Vox, el jefe de Prensa de este partido, Juan E. Pflüger, repetía el conocido dato de que Guevara apoyó la creación del primer campo cubano de trabajos forzados y lo comparaba con Aushcwitz (sic). Pflüger, perteneciente a un partido que negó la presencia de personas LGTBI en Auschwitz, emborronaba deliberadamente la diferencia entre un campo de exterminio, como los de la Alemania nazi o la Kampuchea de Pol Pot, y uno de trabajos forzados, como los del franquismo, el resto del comunismo o Estados Unidos.
La persecución estatal contra personas cisheterodisidentes en Cuba, como explica Rachel Hynson en el libro Laboring for the State, comenzó en 1961 con la creación de dos instalaciones en Guanahacabibes: un centro para determinadas infracciones administrativas (Uvero Quemado) y otro al que se comenzó a enviar a los “asociales” y cuya existencia negarían Fidel Castro y Guevara. No es cierto, en cambio, que el recién nombrado ministro de Industria dirigiera este campo de concentración, ya que dependía del Ministerio del Interior, comandado por Ramiro Valdés. Asimismo, es difícil afirmar que Guevara participara en la persecución sistemática instaurada con la creación de las UMAP en noviembre de 1965: tras renunciar a sus cargos y a la nacionalidad cubana en abril, se unió a la guerrilla congoleña y estuvo refugiado en Tanzania y Europa hasta mediados de 1966. Solamente volvió tres meses y medio a Cuba para organizar su partida a Bolivia, donde fue fusilado en octubre de 1967.
El rechazo cubano hacia la heterodoxia sexogenérica, tanto antes como después de la revolución, no solo se alinea con el de otros países en la esfera de influencia soviética, sino con los regímenes anticomunistas promovidos por Estados Unidos en Latinoamérica
La represión castrista contra los hombres no heterosexuales ha sido ampliamente documentada gracias a supervivientes como Virgilio Piñera, José Lezama Lima y Reinaldo Arenas o el documental de 1984 Conducta impropia. A pesar de que en 2010 reconoció su papel en la represión, el régimen autoritario de Fidel Castro se caracterizó por esa homofobia contumaz que, por asociación, pretende ampliarse a Guevara. Autores poco simpatizantes con el Che Guevara como Álvaro Vargas Llosa y Jacobo Machover señalan la continuidad entre el campo de Guanahacabibes y las posteriores UMAP, pero, a diferencia de quienes los citan, se cuidan de no atribuir directamente a Guevara la persecución contra hombres no heterosexuales y, posteriormente, contra seropositivos. La diferencia entre criticar la complicidad de Guevara en la creación y mantenimiento de Guanahacabibes y atribuirle el caudillaje de la represión o directamente de los campos de concentración es menos difusa de lo que se pretende.
La LGTBIfobia de Estado en el siglo XX
Por desgracia, el rechazo cubano hacia la heterodoxia sexogenérica, tanto antes como después de la revolución, no solo se alinea con el de otros países en la esfera de influencia soviética, sino con los regímenes anticomunistas promovidos por Estados Unidos en Latinoamérica. Las actuales democracias liberales cuentan con su propio historial de represión: España, Italia, Francia y Alemania encerraron a miles de personas cisheterodisidentes en campos de concentración; aún hoy existen centros de reclusión específicos en Chechenia. En Alemania y Francia muchos de estos represaliados fueron enviados a prisión tras la derrota nazi; en España existieron campos de concentración y módulos carcelarios especializados hasta los años 70.
En 1970 menos de 40 países habían despenalizado explícitamente las relaciones entre personas del mismo sexo en todo su territorio; Reino Unido y Estados Unidos no lo harían hasta principios del siglo XXI. Durante los años 80, decenas de miles de personas seropositivas murieron ante la indiferencia de Ronald Reagan y el desmantelamiento del sistema público contra el VIH por parte de Margaret Thatcher, quien además impulsó una legislación que prohibía la “promoción” pública de la homosexualidad, tal y como sucede en Rusia y Hungría.
En la España democrática, el principal partido de la derecha fue fundado por el ministro franquista encargado de la propaganda, Manuel Fraga. El promotor de la Asamblea Nacional de la Cruzada de la Decencia, bien avenido con nazis refugiados en España, como Otto Skorzeny y Gerhard Bremer, perdió en 2019 dos títulos de hijo adoptivo por ser “partícipe y cómplice de toda la política represiva contra el pueblo: fusilamientos, cárceles, campos de concentración, despidos, exilio, Tribunal de Orden Pública, graves violaciones de los derechos humanos, expedientes a periodistas, cierre de medios de comunicación y asesinatos de trabajadores”, según la Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica de A Coruña.
Cuesta entender el prurito de personas con un historial LGTBIfóbico transformadas en paladines de los derechos LGTBI cuando se trata de ciertos países mientras niegan la represión fascista, callan ante la violencia actual y votan en contra de esos derechos. Si indigna que en 1951, con 23 años, Ernesto Guevara se refiriera a un hombre como “invertido” y “pervertido sexual”, sin duda debe causar repulsa que más de medio siglo después, a sus 82 años, Manuel Fraga considerase la homosexualidad “una anomalía”, “afecciones extrañas” de quienes funcionan “al revés”, y pidiese “acabar con leyes asquerosas”, “parte de la política general de destrucción de la familia como base de una sociedad organizada”.
Es casi seguro que el Che Guevara fue al menos igual de homófobo que sus camaradas en el poder: el hecho de que avalara la represión castrista así lo sugiere. Pero basar esta certeza en citas falseadas y datos adulterados da a entender la ausencia de pruebas sólidas sobre la vileza comunista. Uno esperaría algo más contundente que un meme con frases manipuladas a la hora de atacar un sistema al que se le achacan cientos de millones de muertos.
Quizá llegue un momento en el que los partidarios de la derecha dediquen menos tiempo a negar su LGTBIfobia e imputársela a otros del que destinan a la lucha efectiva contra la discriminación
En la actualidad, los países comunistas o excomunistas siguen sin ser un lugar seguro para las personas fuera de la norma sexogenérica. A pesar de importantes avances legislativos y sociales, a menudo tampoco lo son los Estados con mayor protección hacia estas personas, como demuestran los suicidios y asesinatos causados por un acoso habitualmente ignorado. Señalar las vergüenzas ajenas no puede convertirse en una excusa para enterrar las propias, como pretende la derecha occidental. Pocas lecciones caben, en el caso de España, de un partido que ha bloqueado sistemáticamente cualquier legislación favorable y que alegó en el Senado que un 29% de las parejas del mismo sexo violan a sus hijos. O de la formación que persiste en las acusaciones de pederastia y cuestionaba la “supuesta violencia que sufren en España” las “personas de tendencia homosexual” tras el asesinato homófobo de Samuel Luiz.
Quizá llegue un momento en el que los partidarios de la derecha dediquen menos tiempo a negar su LGTBIfobia e imputársela a otros del que destinan a la lucha efectiva contra la discriminación. Habrá que seguir esperando.
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Te tengo malas noticias, el Che encerraba en campos de concentración a los homosexuales y Fidel Castro también lo apoyaba pues también declaraba en videos que usted puede ver en cualquier parte su manifiesto repudio al mundo gay.
Stalin también era muy duro al respecto declarando que era una enfermedad burguesa
Hola. Yo estuve por última vez, creo, en Cuba en el año 2008 y nos íbamos alojando en casas particulares. Nos coincidió, casualmente en Santa Clara, que la casa en la que nos alojamos era propiedad de una persona homosexual...feliz y contenta. Esta persona, nos contó, entre otras cosas, que el cambio de sexo total, era gratis en la sanidad cubana... y todavía vivía Fidel.
Gracias por tan detallado artículo. La persecución de su figura, sin pruebas concluyentes, demuestra la importancia y relevancia del Che. Sin embargo, tampoco podemos caer en mitos huecos (no lo digo por el artículo) y en la biografía de Paco Taibó II se puede leer como se impone la información al mito para precisamente hacerle justicia.