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Coronavirus
Nos volveremos a abrazar
Llenaremos de nuevo las calles de nuestros barrios, las alamedas, nos volveremos a abrazar porque estamos hechos, a la vez, para lo mejor y para lo peor, para el dolor, la resistencia y el goce.
Para ser comunidad y defenderla hemos de ser, ahora, multitud porosa. Para preservar la salud del común tenemos que aprender, en este momento, a ensanchar sus espacios físicos, a ser archipiélago. Y todo ello, recogiéndonos, abriendo la distancia precisa entre nuestros cuerpos, mirándonos con calma en el espejo de una crisis que nos está poniendo frente a la quiebra de acuerdos civilizatorios básicos por parte del Mercado y de sus sacerdotes. La enfermedad nada con libertad en el mar del desorden social y ecológico impuesto por el Capital, de cuya construcción moral ya nada es indisociable.
Frente al miedo, frente a la epidemia, todas las miradas se vuelven hacia la Comunidad y todo lo que esta ha sabido construir. Porque a la hora de la verdad nuestro refugio, nuestra mejor trinchera es la cooperación. Ésa es nuestra naturaleza y esa condición es la que nos ha hecho sobrevivir como especie, siempre. Sin entenderlo, volvemos a ser nada, la nada disuelta en la ley del más fuerte. Aprendamos la lección y recordémosla a quienes defendían, a quienes seguro volverán a defender disolver todos los vínculos sociales tan trabajosamente elaborados. Libre Mercado es Dios, decían, y éste salió corriendo delante de un virus con corona.
Toca determinación en combatir la estupidez y la mentira, llorar cuando no haya otra y pelear, aún en forzadas y pequeñas soledades domésticas
Llenaremos de nuevo las calles de nuestros barrios, las alamedas, nos volveremos a abrazar porque estamos hechos, a la vez, para lo mejor y para lo peor, para el dolor, la resistencia y el goce. Nos mezclaremos más, cada vez más, porque ya sabemos qué es querer huir, sabemos qué es el miedo.
Toca determinación en combatir la estupidez y la mentira, evocar la esperanza, la fe en nuestras posibilidades, llorar cuando no haya otra y pelear, aún en forzadas y pequeñas soledades domésticas, amistosas, familiares, por el común, por reconstruir esas redes que invariablemente nos dejarán tocarnos, retornar al roce, a la libertad de disfrutar entre iguales. La palabra, aquí y ahora, solo puede ser Fraternidad, necesaria Fraternidad en la leve distancia, al otro lado del tabique. Y, siempre, una sonrisa optimista en cada Gran Evasión.
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