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Coronavirus
Raymond Torres: “Revisar el sistema de protección social para pagar la deuda sería inaceptable”
El exdirector de Servicios de Estudios de la OIT, Raymond Torres cree que la situación actual es determinante para el futuro de Europa.
Doctor en Economía Matemática por la Universidad de París y licenciado en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de Toulouse, Raymond Torres (Madrid, 1960) es uno de los más destacados conocedores del modo de comportarse, a menudo opaco, que tiene el mundo financiero internacional. Ahora lo hace desde Funcas, un think tank dedicado a la investigación económica y social, a dónde llegó tras dirigir los Servicios de Estudios de la Organización Mundial del Trabajo (OIT).
De ascendencia francesa, Torres no duda al asegurar que la Unión Europea se juega el futuro en las próximas semanas. En su opinión, ha llegado el momento de demostrar su utilidad con la aplicación de medidas concretas, como una renta de desempleo “que complemente los sistemas nacionales de regulación temporal de empleo” y se distribuyan “en proporción al impacto de la pandemia en cada país”.
Consciente de que el sistema multilateral, vigente desde la II Guerra Mundial, ha quedado oxidado a merced de una profunda revisión, confía en que la dolorosa salida impuesta para salir de la crisis de 2008 no volverá a repetirse en esta ocasión. “Reconsiderar el sistema de protección social para pagar la deuda ahora sería inaceptable”, afirma rotundo.
El dinero de la gente se agota y el entorno social cruje cada día más. ¿Qué necesita ahora la sociedad? ¿Corazón e inteligencia o pragmatismo y autoritarismo?
La sociedad necesita una generosidad inteligente, en tres direcciones. Primero, para evitar el cierre masivo de empresas. Cuantas más desaparezcan, más empleo se destruirá y más estrecha será la base productiva de la recuperación cuando ésta se produzca. En segundo lugar habrá que articular políticas de mantenimiento de empleo, incluso en empresas que sobreviven. Ahora estamos asistiendo a los ERTE que, en mi opinión, es el instrumento adecuado para preservar la relación laboral en el contexto actual pero no llegan a mucha gente con empleos precarios, que son falsos autónomos o trabajadores con contratos de corta duración.
Tiene mucho sentido crear una renta europea de desempleo, articulándola para complementar los sistemas nacionales de ERTE y en proporción al impacto de la pandemia en cada país.
La estadística de afiliación a la Seguridad Social de marzo indica que tres de cada cuatro trabajos destruidos afectan a personas con contratos temporales, a personas que no han entrado en los ERTE. Finalmente también es generosidad inteligente gestionar esta crisis garantizando ingresos a personas que no están amparadas por ninguno de los ejes de la protección social, ya sean pensiones, prestaciones por desempleo, porque no han cotizado lo suficiente, o porque son jóvenes o mujeres que se incorporan al mercado laboral después de un periodo de maternidad. Por tanto, la idea del ingreso mínimo me parece interesante, aunque aún no conocemos su diseño.
¿Ha llegado el momento de que Europa implemente esa renta de desempleo comunitario largamente debatida desde la crisis de 2008?
Sí, este es el momento de una implicación concreta de Europa. La gente tiene que notar que por fin está ahí. Hasta ahora se han celebrado muchos foros sobre esta cuestión, conferencias y reuniones del Eurogrupo que no han dado ningún resultado tangible. El resultado es una percepción cada vez más extendida de que lo único que funciona es el estado-nación, aunque éste actúe de manera absolutamente aislada. Europa tiene que demostrar su utilidad en este contexto de crisis para no dar alas a todo tipo de nacionalismos que cuestionan el proyecto europeo. Por tanto tiene mucho sentido crear una renta europea de desempleo, por ejemplo, articulándola para complementar los sistemas nacionales de ERTE y en proporción al impacto de la pandemia en cada país.
Esta situación de incertidumbre global, ¿puede desembocar en una revisión del capitalismo, tal y cómo funcionaba antes de la pandemia?
Creo que sí. Hay que revisar el sistema reconociendo el papel central del Estado frente a la supuesta omnipotencia del mercado. Porque el mercado por sí solo, es decir, sin la capacidad estabilizadora del Estado, tiende a la inestabilidad y a la crisis financiera. La mano invisible del mercado no puede resolver graves desequilibrios o pandemias. Deberíamos empezar por reconocer su función esencial en el sistema sanitario. Otro plano importante es el de la globalización a ultranza, vertebrada en torno a cadenas de valor globales, que generan inseguridad en suministros estratégicos como los medicamentos o la alimentación. Las propias empresas están empezando a repensar su integración en esa globalización. Y, tras esta crisis, el Estado debería jugar un papel más estratégico en el desarrollo industrial y tecnológico, especialmente en sectores clave desde el punto de vista del bienestar de la ciudadanía.
¿Y qué hacer con todo ese entramado de instituciones internacionales que tantas veces han mostrado incapaces para dar una respuesta conjunta a los problemas globales?
Si antes de la pandemia el sistema multilateral vigente, organizado después de la II Guerra Mundial, manifestaba claras señales de crisis ahora ha quedado obsoleto. Y eso incluye que Europa se replantee principios como el del límite del déficit público, que antes era del 3% y ahora lo han suavizado como un acto de “generosidad” cuando en mi opinión era una necesidad. Tanto Europa, como el sistema multilateral, deben responder a las necesidades de las personas o seguirán perdiendo legitimidad. Es complicado exigir a los países que se adapten a unas reglas internacionales que, a falta de un replanteamiento general del sistema multilateral, están quedado obsoletas.
¿Confía en que países como Países Bajos o Alemania terminen aceptando esa mutualización de los gastos de reconstrucción que exigen España e Italia?
Esa tensión no es nueva pero creo que una cierta mutualización acabará por imponerse. Aquí, la terminología es muy importante. Es decir, países como Países Bajos o Alemania no van a admitir los eurobonos como tal pero sí fórmulas que equivalen a los eurobonos. Por ejemplo, el Banco Central Europeo (BCE) ha suavizado los límites de compra de deuda, algo que le permitirá prestar especial apoyo a los países más afectados por la crisis sanitaria. Otra manera de encarar la reconstrucción de manera mutualizada sería inyectando capital en instituciones que ya existen, como al Banco Europeo de Inversión, mientras se coloca el respirador al sistema productivo a la espera de que pueda recuperarse. Vivimos semanas críticas y hay que evitar la quiebra en cascada de empresas, sobre todo de pymes.
Se habla de que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede) podría ser la vía para acceder a una financiación ventajosa. ¿Cuáles son esas condiciones?
Habrá que ver cuáles son esas condiciones “ventajosas”. Hasta ahora, el Mede requería la unanimidad de todos los países para activar sus facilidades de crédito y el proceso era larguísimo. Ahora todos los plazos podrían acortarse a unas pocas semanas. Y, por otra parte, el Mede también exigía condiciones a sus préstamos que obligaban a los países a hacer una serie de reformas y políticas de ajuste presupuestario. Ahora hablan de conceder líneas de crédito agilizando los trámites y sin obligaciones durante un tiempo indefinido. Si esto fuera finalmente así, aunque no se llamen eurobonos, sería una muestra de la solidaridad que reclaman Italia y España. Pero habrá que verlo porque si el tiempo que fijan para devolver el crédito es muy corto, por ejemplo, lo justo para salvar el sistema productivo, los estados terminarán realizando ajustes presupuestarios para a continuación entrar en un nuevo periodo de austeridad que anularía el principio solidario que motivó la medida original.
El debate surgirá en el momento de que nos demos cuenta que la deuda ha aumentado en no menos de 20 puntos sobre el PIB. Entonces se planteará quién va a pagarla y cómo
Durante estas semanas se ha podido visualizar de nuevo esa Europa de dos velocidades que dejó los primeros destellos en la crisis griega de 2015. ¿Observa riesgo de ruptura?
Sinceramente, no creo que se produzca. Por el interés de países como Holanda o Alemania. He hecho cálculos sobre las exportaciones que esos dos estados hacen al sur de Europa y he comprobado que dependen del buen funcionamiento de economías como la española e italiana. El 6,5% de la economía alemana depende de esos mercados, que es muchísimo si tenemos en cuenta el impacto que va a tener el coronavirus. Y en el caso de Holanda es el doble. Para ellos, las consecuencias de una ruptura serían muy severas.
Mucha gente se pregunta si, al final, la cuenta de esta crisis terminará pagándola las clases medias y bajas, como en 2008. ¿Hay impulsos de repetir la jugada?
Creo que hay una toma de conciencia colectiva de que aquello no se volverá a repetir. Tal vez el hecho de estar todos confinados influya en esta decisión porque la psicología juega un papel importante. Estamos percibiendo que no podemos prescindir de cosas de las que depende nuestra existencia y que antes, quizá, no les prestábamos la atención debida. Por ejemplo, al personal sanitario, los transportistas, tiendas de alimentación, periodistas y a un empresariado responsable. Después de la II Guerra Mundial sucedió algo parecido, de ahí la importancia del cuidar un valor como la solidaridad. Ahora habrá que hacer un esfuerzo en esa dirección porque, en caso contrario, sería inaceptable para el conjunto de la sociedad. Por ejemplo, si se reconsidera todo el sistema de protección social para pagar la deuda. El debate surgirá en el momento de que nos demos cuenta que la deuda ha aumentado en no menos de 20 puntos sobre el PIB. Entonces se planteará quién va a pagarla y cómo. Y no pueden ser los mismos que lo hicieron en 2008.
Pese a las grietas mostradas por el sistema sanitario en España por los recortes presupuestarios, el PP y algunos lobbies financieros ya han advertido que no aceptarán que se toque ni una coma de sus principios ideológicos. Esto es rebajas fiscales como fórmula mágica para el tejido empresarial. ¿Es posible encarar la reconstrucción de un país devastado con esta política?
Esta reconstrucción va a exigir mucho consenso y unión de fuerzas. Es una situación inédita que va a requerir de fórmulas novedosas para no dejar a nadie atrás. Lo que más me ha impresionado de estas semanas de confinamiento es la solidaridad ciudadana, que trasciende barreras políticas y demás. En el barrio donde vivo, hay más voluntarios para ayudar que personas necesitadas. Y esto, me induce a pensar que hay algo incipiente ahí. En el subconsciente colectivo se abre paso la idea que ha llegado el momento de ir a lo esencial, para enfrentarse a una crisis de esta envergadura y a sus consecuencias.
¿Tiene esperanza de que el mundo salga fortalecido de esta crisis?
Saldremos fortalecidos si conseguimos extraer lecciones sobre lo que es esencial para nuestras sociedades y orientemos las políticas públicas para protegerlo. Desde la sanidad hasta el papel central del estado en la economía o un orden internacional al servicio de la ciudadanía y no de una globalización desigual.
Hay quien defiende que el fortalecimiento de servicios públicos como la sanidad puede hacerse a costa del gasto militar, que el pasado año se llevó más de 31.000 millones del presupuesto general del Estado.
Invertir los recursos militares en otra cosa sería deseable. La reforma del sistema multilateral por la que muchos abogamos también debería pasar por ahí, por redescubrir dónde están los bienes públicos mundiales. Y así hacer un mundo mejor.