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Contigo empezó todo
El comunismo libertario de Hildegart Rodríguez
Su verdadero nombre era Carmen, pero todo el mundo la conocía como Hildegart. Su vida, resumida, es relativamente conocida por el gran público gracias a varias películas y algún libro. Su madre, Aurora, quería crear una mujer capaz de asumir el liderazgo de una transformación radical de la sociedad, principalmente en el terreno social y sexual. Encontró un progenitor masculino y crió a Hildegart de la manera que consideraba pertinente. Aurora, preocupada por el distanciamiento de su hija cuando esta tenía solo 18 años, la asesinó a sangre fría.
El nombre de Hildegart Rodríguez está marcado, como es lógico, por su terrible tragedia. Sin embargo, no incidiremos aquí en ella, sino en lo que siempre se olvida, lo que Hildegart llegó a ser antes de su prematuro y terrible final. Nos centraremos, de la mano del artículo de María Losada Urigüen “El pensamiento político de Hildegart Rodríguez: entre socialismo y revolución”, en sus teorías políticas, que la convirtieron en una de los intelectuales más originales durante la II República.
Nacida en Madrid en 1914, si el objetivo de su madre era crear un ser superdotado, parece que no se quedó muy lejos de conseguirlo. Acabó el bachillerato con 13 años y con 18 ya tenía el título de abogada a la vez que estudiaba Medicina. Su brillante currículum académico y sus novedosas ideas respecto a la sexualidad, que la pusieron en contacto con la élite de la intelectualidad europea, no la encerraron en una torre de marfil. Lo que ella quería era estar “al lado de mis hermanos los explotados para pelear juntos”. En 1929 se unió al movimiento obrero. Rodríguez se sentía más cercana a los postulados de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), pero era un momento duro para la misma, perseguida por la dictadura. Se decantó por la Juventud Socialista y la Unión General de Trabajadores (UGT). Pronto llamó la atención, convirtiéndose en la vicepresidenta de las juventudes. Sin embargo, la ‘disciplina de partido’, es decir, la obediencia ciega a los líderes, no iba con ella. Hildegart no dudó en criticar la utilización de las juventudes por parte de los dirigentes del PSOE, así como otras prácticas internas antidemocráticas y la postura general de la organización una vez llegada la República.
La joven finalizó su vinculación con el Partido Socialista, y pasó a estar involucrada en un espacio donde tendría más libertad para desarrollar sus puntos de vista: el republicanismo federal. Este sector, donde encontramos organizaciones como el Partido Federal y periódicos como La tierra o La libertad, defendía una República radical y obrerista, criticaba duramente al primer Gobierno republicano y defendía al anarquismo y al cenetismo, aunque estaba separado de los mismos por su participación en el juego institucional.
Rodríguez, fuera ya del PSOE, se declaraba “marxista sin partido”, pese a considerar que la “revolución española” no tenía por qué seguir las ideas de Marx
Rodríguez, fuera ya del PSOE, se declaraba “marxista sin partido”, pese a considerar que la “revolución española” no tenía por qué seguir las ideas de Marx. Aunque no despreciaba el trabajo electoral de los partidos revolucionarios, para ella el centro de la teoría revolucionaria lo ocupaban los sindicatos en base a varias ideas: la independencia sindical, la acción directa y la unión de las dos principales centrales, UGT y CNT.
En primer lugar, la lucha de clases debía ejercerse sin tutelas de ningún tipo. El control de la UGT por parte del PSOE había sido uno de los motivos de la baja de Hildegart, quien consideraba un grave error los ataques del partido a la práctica revolucionaria cenetista. “Obreros afiliados a la UGT: no podéis actuar en contra de vuestros hermanos de clase porque sois tan explotados como ellos”, escribía. Sin embargo, no solo se refería a la independencia respecto del partido liderado por Largo Caballero, sino de cualquier otra tendencia política, como los diversos partidos de línea marxista o los propios grupos anarquistas que actuaban en el seno de la CNT.
En sus palabras, “las leyes sociales no son más que las armas que se le dan a la burguesía para asegurar por más tiempos su dominio sobre la clase trabajadora”
La acción directa también resultaba fundamental, pues solo gracias a ella, con los sindicatos resolviendo los problemas de los trabajadores, se podía evitar el delegacionismo que minaba las posibilidades de la revolución. En sus palabras, “las leyes sociales no son más que las armas que se le dan a la burguesía para asegurar por más tiempos su dominio sobre la clase trabajadora”.
Finalmente, la teórica madrileña se adelantó varios meses a los debates que, desde finales de 1933, se dieron en el movimiento obrero sobre la necesidad de unidad proletaria para lograr un cambio de sistema. La confluencia entre trabajadores ugetistas y cenetistas era prioritaria. En este sentido, lo que veía más factible era que los afiliados de la UGT se unieran a la CNT, lo que a su vez también beneficiaría a la segunda al darle más autonomía respecto a su liderazgo anarquista. En cuanto al objetivo, asumía el preconizado por el cenetismo: “El comunismo libertario es la organización socialista del mañana, en la que coincidirán por igual socialistas utopistas que marxistas, al ofrecerla como objetivo directo de actuación”.
Esto es solo un breve recorrido por alguna de sus teorías políticas, elaboradas antes de cumplir 19 años. Una mañana de 1933, Hildegart no despertó. La tragedia de esta joven brillante privó a España de su compromiso, originalidad y audacia.
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Una historia tremenda. Vaya mente privilegiada que perdimos demasiado pronto.