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Cómic
Moebius, un género en sí mismo
![Una página incluida en ‘Obra hermética’, el integral de Moebius](/uploads/fotos/r2000/680408ea/moebius_2_ok.jpg?v=63905803160)
Fue hace más de medio siglo cuando Jean Giraud decidió tomar el nombre de Moebius como seña de identidad para sus cómics más futuristas. En ese punto, que marca una línea divisoria con Blueberry, la obra capital del wéstern que gestó junto a Charlier, arrancó una nueva era para el noveno arte.
El porqué de las motivaciones que empujan a una personalidad creativa tan desbordante como la de Giraud para añadir una extensión de sí mismo como Moebius resplandece en sus propias palabras para The Comics Journal en 1987: “En la forma de ejecutar algunas historias de Moebius, había una espontaneidad que liberó mis manos y mi mente. Me enseñó que estaba mal tener miedo, que no debería dudar en hacer ciertas cosas, que de vez en cuando tenía que saltar con los ojos cerrados. A lo único a lo que te arriesgas es a fastidiar un dibujo [risas], por lo que empezarás a trabajar 20 minutos tarde. Te ves constantemente sorprendido por nuevos elementos. Como cuando me estuve fijando en un tomo de Milton Caniff. Sus negros te dejan hipnotizado, la forma en la que aplicaba las masas de color negro con el pincel me parece maravillosa, llena de libertad”.
“Era vital para mí tener un seudónimo, necesitaba una contraseña para navegar de un mundo a otro y luego poder regresar”, llegó a reconocer en su momento. “Pero Jean Giraud y Moebius han sido siempre el mismo. Hubo un cambio en la historieta a fines de los años 60 y principios de los 70. Soy uno de los pocos que pasó de un tipo a otro. Tengo la sensación de haber logrado hacer ese cambio sin renunciar a mis orígenes”.
La idea de transformación se palpa frecuentemente en la obra de Moebius, en la que lo que más le interesa es más bien la dificultad de mantener la identidad y la forma en la metamorfosis
Para Giraud, la idea de transformación se palpa frecuentemente en su obra, en la que lo que más le interesa es más bien la dificultad de mantener la identidad y la forma en la metamorfosis. “Quizás venga de mi bipolaridad, pero siempre me costó mantener establecer las formas. Algo se escurre en mí y vuelve las cosas evanescentes. El tema de la transformación sufrida se impuso. Cuando mis personajes viven con normalidad y de repente les empiezan a crecer excrecencias, ¡no es normal, sino monstruoso, casi una patología cancerosa, una anarquía celular! La inestabilidad física que traduzco en mis dibujos se junta con la angustia de la locura, como una metáfora de la inestabilidad psíquica”.
La misma de la que se da buena cuenta en Obra hermética, un integral publicado en 2024 por Reservoir Books que funciona como radiografía exacta de los impulsos creativos de un tipo que, más allá de títulos tan carismáticos como “El Incal”, previamente fue definiendo su ADN creativo por medio de cómics emblemáticos como “Arzach”, el cual conecta con el concepto de ciencia ficción prehistórica tan fabulosamente plasmada por Roland Topor en la película de animación El planeta salvaje (1973). Precisamente, la influencia de Topor se puede rastrear a través del humor negrísimo que impregnan historias cortas como “La caza del francés de vacaciones”, uno de los tantos títulos con los que Moebius fue dando carácter a Metal Hurlant, la revista que cocreó, a principios de los 70 junto a Jean-Pierre Dionnet y Philippe Druillet para regocijo de todos los que vivieron la evolución de Moebius, paso a paso, hasta convertirse en un género en sí mismo.
![Una página de “Artefacto” de Moebius](/uploads/fotos/r2000/fa6a4929/moebius_artefacto.jpg?v=63905803224)
Para llegar a estos niveles solo alcanzados por tótems del noveno arte como Osamu Tezuka, Milton Caniff, Will Eisner o Jack Kirby, el historietista francés fue quemando etapas a una velocidad de vértigo, y de forma desconcertante, tal que en historias cortas como “Barbarroja y el cerebro pirata”, en el espasmo terrorífico con el que se cierra “El artefacto” y en pináculos de la viñeta como El garaje hermético. En los títulos previos a este último, fue cuando Moebius comenzó a desarrollar un estilo acentuado por los giros de guion inesperados rebozados en humor turbio.
En cuanto a El garaje hermético, estamos ante el epicentro de una carrera que, realmente, cuenta con tantos perfiles distintos que solo un artilugio de libertad creativa como este puede ser considerado de forma tan rotunda y también como un reflejo previo de la consciencia fílmica de otro surrealista de pro como David Lynch. El propio Moebius llegó a comentar al respecto cómo “su última película, Mulholland Drive, es totalmente Moebius, así como también la historia para la serie de televisión Twin Peaks. David Lynch es mejor Moebius que yo [risas]”.
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De vuelta a El garaje hermético, su idiosincrasia parte de un variopinto crisol referencial articulado en torno a los títulos que definieron la personalidad de Moebius, tales como The Spirit o los cómics de superhéroes de los años 60 y 70, en uno de los homenajes más intensos que ha vivido el mundo del cómic.
La estela dejada por dicho título le llevó a ser planteado como una película de animación. Proyecto frustrado por el cual siempre nos quedará la duda de cómo habría quedado en la adaptación que estaban preparando con la compañía de Jim Henson, hasta que Lisa, su hija, canceló el proyecto en el último momento.
![Viñetas de Moebius](/uploads/fotos/r2000/d8a8caec/moebius_3_ok.jpg?v=63905803193)
Si hay otro punto cardinal en la conformación de la mentalidad de Moebius ese es “Arzach”, historia sin bocadillos que realza el carácter libre de un relato donde la forma cobra significado narrativo a través de la desconexión total con los patrones argumentales que impone el raciocinio. No en vano, el propio Moebius llegó a explicar en su momento cómo debido a este cómic hubo cierta reacción contra el concepto de las historias sin argumentos. “Aunque, de hecho, era solo una forma diferente de encontrarlo. Lo único con lo que podía hacer frente a las críticas era mediante mi versatilidad, mi habilidad para cambiar entre estilos. De todas formas, cuando salió ‘Arzach’ precipitó la eclosión de varios artistas que intentaron hacer cosas similares. Se podría tildar de epidemia, pero a algunos autores les intrigaba mi actitud de puertas abiertas y de hacer las cosas por uno mismo, aunque a veces diese resultados mixtos, especialmente en revistas como Metal Hurlant, para un mercado más o menos de masas”.
Pero si hay una pieza cuya presencia en Obra hermética resulta un gozo total es “The Long Tomorrow”, 16 páginas de puro ingenio donde, antes de que surgieran películas como Blade Runner o cómics de culto como “Ranx”, se establecieron los pilares del sci-fi noir con una fuerza expresiva pocas veces vista. La misma que floreció totalmente en “El Incal”, ampliación del campo de batalla armado en este cómic memorable, que subraya la condición de pionero de un genio que ha conseguido trascender a su propia obra para ser contemplado más como una forma de enfrentarse al acto creativo que como una influencia estilística, sin más.