Colombia
Juan Bautista Jaramillo: “Muchos sectores sienten que no tienen nada que perder porque ya todo lo han perdido”

El Paro Nacional de Colombia ya cumple más de un mes. La debilidad del Gobierno de Iván Duque y la extrema represión de las fuerzas armadas y el paramilitarismo se combinan como factores hostiles a una movilización histórica en el país.
Juan Bautista Jaramillo
Juan Bautista Jaramillo, profesor de la Universidad del Valle en Colombia.
5 jun 2021 06:09

Lo que el 28 de abril empezó como un paro nacional en Colombia es ya, cinco semanas después, un paro indefinido. Lo que comenzó siendo una protesta contra la reforma tributaria, tras hacer que esa propuesta de ley descarrilara y que varios ministros salieran del gobierno, se desbordó con un estallido social que se prolonga más de un mes. El epicentro de toda esta movilización ha estado en la ciudad de Cali. Ahí reside Juan Bautista Jaramillo, profesor de la Universidad del Valle, investigador del Observatorio Uramba y participante activo en la Minga Social y Comunitaria. Estudioso de los movimientos sociales, hablamos con él para analizar lo que está pasando y puede pasar en el país desde la perspectiva de las organizaciones populares.

¿Cuál es la composición de las protestas? ¿Cuál es el carácter de la movilización y qué sectores de la población se están movilizando en las calles?
Esto es un estallido social. Es una acción colectiva que vincula a diversos sectores de la población, también a los movimientos sociales. Este es un paro nacional en el que efectivamente hay movimientos sociales clásicos, movimientos sociales de nuevo tipo y movimientos sociales emancipadores. Pero ni mucho menos toda la población que está en las calles participa de los movimientos sociales. Una acción colectiva a manera de estallido social tiene elementos característicos: uno, que irrumpe en un momento determinado de la historia de los pueblos sin un repertorio premeditado, con un enorme componente de espontaneidad; dos, que surge a partir de situaciones cotidianas, que en este caso han tenido que ver con los impuestos y la violencia; tres, que no se sabe con certeza qué rumbo puede tomar, es posible que se vaya configurando a manera de gran movimiento social o sencillamente puede tener una fuerte expresión y luego decaer.

Esas expresiones no son ajenas a la historia del país.
En Colombia ha habido varias experiencias de grandes estallidos sociales: en el siglo XVIII con el movimiento comunero, a mediados del siglo XX con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, también en 1977 y en 2019, o las grandes movilizaciones campesinas. Hasta la fecha, el de 1948 era el mayor estallido social de la historia del país, pero este de ahora ya se pone a ese nivel y seguramente va a estudiarse como el gran estallido social de la historia colombiana. Este estallido tuvo un detonante que fue la reforma tributaria, que sobre todo iba a tener un enorme impacto en los estratos bajos y medios, y estos sectores definitivamente explotaron. Y se están movilizando obreros, campesinos, indígenas, comunidades negras, jóvenes…

La movilización que tenemos en curso ya no es solo la convocatoria de las centrales sindicales, sino que hay otros sectores organizados de la población que llaman a convocar un paro indefinido

¿Qué lo caracteriza?
Esta movilización tiene una enorme carga de espontaneidad, pero también un elemento histórico muy importante: el agotamiento del modelo neoliberal. Lentamente se han ido agotando las posibilidades de desarrollo, se ha ido pauperizando cada vez más a la población, llevándola a unos niveles de precariedad enormes. En uno de los puntos de movilización, un muchacho me dijo: “Profe, yo estoy movilizándome. Me hago matar porque no tengo trabajo, porque no tengo empleo, porque no tengo educación, porque no tengo salud. Pero mi mamá no tiene trabajo, mi mamá no tiene salud, mi mamá no tiene posibilidad de una comida digna. Pero mi abuela tampoco. Y cuando yo veo a mi hijo, no tiene la posibilidad de una educación digna, no va a tener empleo, no tenemos una casa para vivir”. Esta respuesta muestra la traza del modelo neoliberal, que ha reventado por el eslabón más débil, aquellos jóvenes que miran hacia atrás y ven a sus viejos completamente acabados y están ante la posibilidad de un futuro completamente incierto.

¿En qué se diferencia esta movilización de la del 2019 y de otras movilizaciones anteriores de la Minga?
Sobre las diferencias con la movilización del 21 de noviembre de 2019, hay que recordar que aquella jornada fue convocada por las centrales obreras para responder a una reforma laboral; aunque afectaba al bolsillo de las mayorías sociales, estaba muy centrada en la reivindicación sindical. Era una jornada de protesta que tenía una hora de inicio y de finalización, pero vinculó a grandes sectores de la población que se veían afectados y el paro siguió más allá. La espontaneidad superó las 24-48 horas de la convocatoria, continuó varios días y llegó hasta diciembre, pero siempre fue una convocatoria del movimiento sindical, y fue este el que detuvo el paro.

Las luchas de estos movimientos han acabado por centrarse en disputas a fondo por las condiciones básicas, que en el marco de democracias reducidas, terminan siendo revolucionarias

En aquellas jornadas, el grueso de la población sintió que su movilización, no la de las centrales sindicales, fue parada de forma abrupta, sin lograr satisfacer las razones por las cuales mucha gente había salido a las calles. La movilización que tenemos en curso, si bien es cierto que tiene la convocatoria de parte de las centrales obreras para el 28 de abril, ya no es solo la convocatoria de las centrales sindicales, sino que hay otros sectores organizados de la población que llaman a convocar un paro indefinido. Además del movimiento obrero, hay una convocatoria del movimiento campesino, del movimiento estudiantil, de diversos movimientos populares que vienen de un contexto muy duro en medio de la pandemia. Toda la situación material y psicológica que se ha venido viviendo en el marco de la pandemia, efectivamente, se ha convertido en otro elemento que ha hecho que la gente no resista más, porque se le están sacando todas las posibilidades de tener una vida digna.

El paro se ha extendido de una forma completamente imprevista.
El paro arrancó con bloqueos, con un carácter de resistencia y podríamos decir de sublevación urbana, fundamentalmente concentrado en la capital del Valle del Cauca, pero también se dio en otras regiones. En relación con otro tipo de expresiones colectivas como las movilizaciones en Minga del 2002, 2004 y 2006, o la que se desarrolló en el 2008, está en que las convocatorias de la Minga tienen una estructura mucho más organizada, hay una gran planificación que se expresa en un movimiento social emancipador donde tienen participación organizaciones campesinas, urbanas, comunidades negras y otros sectores, con un horizonte de sentido más programático. La movilización que dio inicio el 28A tiene un carácter espontáneo, se expresa esencialmente como un gran estallido social.

¿Y qué elementos tienen en común?
Tanto esta movilización como la del 2019, al igual que otras convocatorias de la Minga, han sido expresión de la crisis del modelo neoliberal tras la arremetida que se va implementando en Colombia desde la década de los noventa. En todas estas movilizaciones, el factor común es que se ha atacado la satisfacción de las necesidades básicas, tanto en el ámbito urbano como en el rural. Esto implica que se han visto afectadas las posibilidades de tener un trabajo con unas garantías mínimas, tener acceso a sanidad y educación, etc. Así se hable de que en Colombia formalmente hay educación gratuita, la realidad de la cotidianidad expresa una situación muy distinta, porque para que un niño o una niña puedan estudiar, primero tienen que tener una casa, alimentación sana… Y si el papá o la mamá no tienen un trabajo, no pueden pagar los servicios públicos y no tienen las posibilidades de un desplazamiento adecuado, este niño o esta niña no van a poder estudiar porque deberán dedicarse a conseguir algunos recursos para que el presupuesto familiar llegue más o menos al punto de equilibrio en relación con unos gastos que se van encareciendo cada vez más.

Esto ha sido una constante para todo este tipo de expresiones que se han presentado desde finales del siglo XX y lo que ha transcurrido del siglo XXI, en Colombia y en otros países de América Latina. En la región, va avanzando la crisis de un modelo, el neoliberal, que aprieta y que va haciendo cada vez más limitadas las posibilidades de satisfacer mínimamente las necesidades básicas. Las luchas de estos movimientos han acabado por centrarse en disputas a fondo por las condiciones básicas, que en el marco de democracias reducidas y del modelo neoliberal asfixiante, terminan siendo revolucionarias.

Han transcurrido ya cinco semanas de paro y la movilización continúa, ¿qué factores se están dando para pueda extenderse tanto en el tiempo?
Ya se ha sobrepasado el mes de movilización. Y se mantiene por una razón muy sencilla: muchos sectores sienten que no tienen nada que perder porque ya todo lo han perdido. A pesar de lo que muchos académicos piensan, la gente sigue movilizándose, la gente expresa cansancio pero no para replegarse. Y la gente se mantiene también por la respuesta del Estado, que no escucha la voz de las comunidades y ha respondido con represión. El Estado no ha abierto canales de comunicación ni busca solucionar aquellos factores que han generado el descontento.

Es cierto que en esta movilización se han logrado varias cosas. Se ha podido echar atrás la reforma tributaria que buscaba grabar muchos productos. Se consiguió revertir la reforma de la sanidad que pretendía incrementar la privatización. Se ha forzado la renuncia del ministro de Hacienda, de la canciller y de otros cargos del gobierno. Se ha logrado de alguna manera que la comunidad internacional se dé cuenta de lo que está ocurriendo en Colombia. Y se ha conseguido que mucha gente incorpore a su conciencia que con ciertos niveles de unidad, pese a las dificultades existentes, es posible lograr cambios en la sociedad. La gente aprendió a tumbar reformas, a forzar la renuncia de ministros y generales, a sentarse a hablar con los mandatarios como iguales. Por eso se ha mantenido, porque se han fortalecido lazos de orden subjetivo, emocional, que han servido como elementos de cohesión.

Da la sensación de que se ha producido un desborde de la movilización y que amplias capas de la población, más allá de los sectores de izquierda habitualmente movilizados, se ha incorporado a las protestas, ¿es así?
Sí, estamos asistiendo a un gran estallido social que vincula a las organizaciones de izquierdas que históricamente han estado presentes en las diversas regiones del país con el grueso de la población que hoy, por cuenta del hartazgo que vive, ha salido a las calles. Sin tener esencialmente un nivel de conciencia política o ideológica, esta no es una movilización en su mayoría de ese orden, es una movilización que incorpora a sectores de izquierda pero es producto de la presión social y la necesidad real por educación, por salud, por trabajo, sin que medie necesariamente un aspecto relativo a la conciencia. Es un estallido con unas formas de orientación muy planas, sin estructuras o centros de conducción, ni siquiera el Comando Nacional de Paro.

[En un segundo momento] de la represión comienzan a aparecer sectores civiles armados con pistolas y fusiles, combinados con lo que fácilmente podemos caracterizar como paramilitarismo urbano

El Estado está arremetiendo con todo y ya van decenas de muertos y cientos de personas desaparecidas, ¿cuál es la estrategia represiva que se está siguiendo para frenar las movilizaciones y el descontento social?
Esta gran movilización ha pasado por varias fases. En un primer momento el vivido entre el 28 de abril y el 1 de mayo, la presencia represiva del Estado estuvo orientada fundamentalmente a las acciones del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la policía: gases lacrimógenos, enfrentamientos, golpes, detenciones, una confrontación muy directa. A la vez, en lo que se configuró como la primera línea, se respondió con piedras, con caucheras, con artefactos incendiarios en una lucha territorial. A partir del primero de mayo, se da la presencia de la Minga en Cali, y esto implicó mucho emotivamente, porque la guardia indígena tiene una enorme aceptación y es hoy por hoy todo un símbolo en grandes capas de los sectores populares.

En estos últimos días, lo que ha aparecido es una estela de personas muertas en ríos, en quebradas, a la orilla de las carreteras

¿Qué papel jugó en ese momento La Minga?
La Minga, como movimiento indígena-negro-campesino, se queda en la Universidad del Valle, contiguo a uno de los sectores más representativos de la clase alta de esta de esta ciudad, y permanece ahí del 1 y al 12 de mayo, cuando toma la decisión de reposicionarse en el paro y se desplaza al departamento del Cauca. En un segundo momento empieza a darse un cambio en la confrontación y en la reacción por parte del bloque dominante, pasando a combinar otras formas de agresión: en el escenario de la represión comienzan a aparecer sectores civiles armados con pistolas y fusiles, combinados con lo que fácilmente podemos caracterizar como paramilitarismo urbano. El reposicionamiento de la Minga en otros territorios se da entonces porque se detecta que hay un operativo militar en marcha, combinado con fuerzas de civil, para causar una masacre en la comunidad.

¿Cómo está en este momento, a fecha 2 de junio, la situación?
Hay un tercer momento, desde el reposicionamiento de la Minga hasta la fecha, en el que se produce la incursión de sectores paramilitares, de miembros del establecimiento que se quitan sus insignias y dejan el uniforme para entrar en las comunidades con pistolas asesinando y desapareciendo gente. En estos últimos días, lo que ha aparecido es una estela de personas muertas en ríos, en quebradas, a la orilla de las carreteras. La represión del Estado no ha sido uniforme, sino que ha ido combinando diversas formas, articulando todo ello con una narrativa mediática que ha ido escalando de una manera siniestra. La postura de la extrema derecha se ha ido endureciendo, logrando dejar indemne a fichas claves como el ministro de Defensa, que fue absuelto de la moción de censura en el Congreso gracias a la unidad de los partidos de la derecha.

El comportamiento de la fuerza pública, cada vez más agresivo, se va conformando siguiendo el recetario norteamericano e israelí

¿Qué otros elementos caracterizan esta escalada represiva?
La movilización de los chalecos amarillos en Francia generó una muerte directa, causada por el disparo de una bomba lacrimógena a una señora de 80 años, y otras diez muertes de manera indirecta. En las movilizaciones de Hong Kong, que fueron de un nivel impresionante, no se presentó un solo muerto. Aquí los muertos por armas de fuego y torturados se cuentan por decenas. Esto muestra el escalonamiento del conflicto, cómo el establecimiento ha tratado esta movilización con un carácter de guerra, movilizando todas las fuerzas de las que dispone: policía, ejército, servicio de inteligencia armada. Mostrando una cara perversa, la de la policía y el Esmad, y una cara suave, la de las fuerzas militares.

Tampoco es nueva en la historia de Colombia esa responsabilidad criminal del Estado en la represión.
Hay muchas similitudes con lo que se ha venido viendo desde 2002 hasta hoy, desde que el gobierno de Álvaro Uribe estructura todo un plan de profesionalización de las fuerzas militares y la policía. Se podría pensar que está muy bien que haya unas fuerzas de seguridad del Estado profesionales, pero cuando hablo de profesionalización estoy hablando de un ejército que tiene características bastante particulares, en el que se profundiza en una profesionalización tendiente a mejorar la maquinaria de represión. Lo que se ha hecho es adecuar el marco normativo para que estas fuerzas militares y policiales puedan actuar con mayor vehemencia y amparados en el marco de la ley. El comportamiento de la fuerza pública, cada vez más agresivo, se va conformando siguiendo el recetario norteamericano e israelí, e internamente se va adecuando el orden normativo para que el uso de la fuerza esté reglamentado y sea presentado como legal.

La violación de los derechos humanos en este país tiene un marco de normalidad y de legalidad, lo que contrasta con la falta de legitimidad de un Estado y de un gobierno que cada vez están sumidos en una mayor crisis

¿Podemos decir entonces que se legaliza el crimen del Estado?
A la par de la implementación del modelo neoliberal, se ha ido desarrollando en Colombia la configuración de una legalidad de la barbarie. Eso lleva a que el ministro de Defensa, frente a la denuncia de todos los asesinatos y desapariciones que ha habido, de la cantidad de hombres y mujeres que han sido mutiladas por la acción del Esmad, pueda afirmar que el ejército y la policía en todo momento se han movido en el marco del orden normativo. El policía o el soldado raso argumentan que sus acciones se deben a las órdenes recibidas de su jefe, y el jefe, tal y como expresó el ministro de Defensa cuando el 24 de mayo fue llamado a comparecer ante el Congreso, dice que él está dando cumplimiento al orden constitucional y la ley. Aquí hay una legalidad que defiende la barbarie y genera impunidad.

¿Qué ha hecho el establishment para tratar de justificar esta escalada represiva?
La violación de los derechos humanos en este país tiene un marco de normalidad y de legalidad, lo que contrasta con la falta de legitimidad de un Estado y de un gobierno que cada vez están sumidos en una mayor crisis. Esta maquinaria, que no es nueva, tiene además otro elemento importante: la configuración de un enemigo común. En 2002, con toda la oligarquía colombiana, Uribe logra articular un relato en el que las FARC son presentadas al conjunto de la sociedad como el enemigo público. Y todo el discurso, toda la simbología enunciada desde el gobierno, se enfoca hacia ese enemigo: todo lo que pasaba en Colombia era FARC. Y esto, efectivamente, sirvió para alinear a buena parte de la población. Posteriormente, el enemigo pasó a ser el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Hoy, ante la emergente explosión de esta movilización social, aparecen los nuevos enemigos que justificarían el accionar de esa maquinaria de muerte, tanto en términos simbólicos como efectivos: los vándalos de la protesta social. Pero los verdaderos vándalos son los efectivos de la policía vestidos de civil que irrumpen en las unidades residenciales y en los bancos generando el caos, dando pie a que aparezca la policía para dar tranquilidad. Mientras las acciones propias del movimiento popular son señaladas como vandálicas, hay otros vándalos que son introducidos por el establishment.

[Gustavo] Petro ahora es presentado como el causante de todos los males que aquejan a Colombia, todo lo que le pase a la sociedad en términos socioeconómicos aparece como el producto del vandalismo

¿Puedes desarrollar esa relación entre los distintos hechos?
Policías vestidos de civil generando desorden y caos para que lleguen las fuerzas uniformadas y supuestamente restablezcan el orden. Así es como se presenta a las fuerzas militares y el ejército como los buenos del paseo. Esa caracterización del estallido social como vandalismo busca también un rédito en términos políticos, por eso se han calificado a Gustavo Petro como el vándalo responsable de esta gran movilización. Toda la estructura oligárquica del bloque de poder se ha alineado contra él: Petro ahora es presentado como el causante de todos los males que aquejan a Colombia, todo lo que le pase a la sociedad en términos socioeconómicos aparece como el producto del vandalismo generado por la movilización social.

Queda un año para las elecciones presidenciales, ¿cuál es el futuro del actual presidente y del uribismo en un contexto de profunda deslegitimación social de su gobierno?
Indiscutiblemente, este gobierno hace aguas. El proyecto uribista entra en una crisis muy seria. En el mapa político se viene una reconfiguración: hay sectores de la derecha y extrema derecha que intentan desligarse del uribismo, que es un proyecto que no es solo él pero sí cuenta con Uribe como referente fundamental, aunque cada vez más deteriorado por la cantidad de investigaciones en curso y por el desprestigio de su figura, tanto a nivel nacional como internacional. Hay sectores de derecha más centrados en su apuesta económica que buscan desligarse de este uribismo que tiene también una apuesta ideológica, política y militar. A eso se debe la renuncia del Alto Comisionado para la Paz, que ha sido reemplazado por otro comisionado que antes fue director de una de las organizaciones bananeras que financió el paramilitarismo. El uribismo está tratando de reconfigurarse y recomponerse.

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¿Qué significa que Uribe pierda apoyos?
Esa apuesta fascista entra en crisis, porque ciertos sectores que se reunieron en el 2002 hoy andan marcando distancia. Parte de los actores que han acompañado al uribismo están migrando hacia un centrismo que no es democrático, pero que sí intenta desligarse de Uribe para recomponer el modelo oligárquico. Se trata de mostrar que aparentemente hay grandes cambios para así preservar el estado de cosas existente.

¿Y cuáles son las opciones de la izquierda colombiana?
Más allá de los sectores alternativos, liberales y socialdemócratas aglutinados en torno a Petro, la izquierda que busca una alternativa de transformación del modelo no tiene ningún representante en el mapa de la política electoral de cara al año que viene. Petro es presentado como el candidato de la izquierda y hasta de la extrema izquierda, cosa bastante lejana de la realidad.

Vivimos en una sociedad que, según los propios registros del Estado, tiene alrededor del 50% de la población en condición de pobreza y más de un 60% de trabajo informal

¿Cómo se presentan entonces las elecciones?
En 2022 tendremos unas elecciones con un uribismo que jugará con perfiles con el de Vargas Lleras; un uribismo en dificultades y altamente peligroso por las apuestas que hará para mantener su proyecto, con una oligarquía que buscará lo que sea para mantener el poder. Serán seguramente unas elecciones marcadas por una fuerte represión y por las violaciones de derechos humanos encabezadas por lo que se han dado en llamar las “personas de bien”, fuerzas oscuras que no son otra cosa que la combinación del terrorismo de Estado con el paramilitarismo.

Parece que ahora sea va a abrir un proceso de diálogo entre los representantes de las organizaciones sociales y el gobierno colombiano, ¿qué expectativas se abren en este contexto?
Desde 2019 para acá queda instalado un espacio que se llama el Comando Nacional de Paro, que a decir verdad no representa la totalidad de la movilización, está conformado esencialmente por sectores sindicales. Pero esta movilización, este paro, no es únicamente sindical sino que tiene un componente de otro orden: indígena, campesino, comunidades negras, sectores urbanos, no sindicalizados. Vivimos en una sociedad que, según los propios registros del Estado, tiene alrededor del 50% de la población en condición de pobreza y más de un 60% de trabajo informal, con un sector juvenil muy desprotegido y con menos posibilidades de acceso a un trabajo formal.

Hay otro espacio nacional que se ha venido configurando como posible escenario de diálogo y negociación con legitimidad, pero sin la legalidad frente al establecimiento, y es el de la Minga, constituida en el paro como Minga Nacional Social y Comunitaria: Pacto hacia un Nuevo País. En cualquier caso, que se abran los caminos hacia los diálogos para la negociación va a depender de que se brinden garantías para la movilización, se despenalice la protesta social, se libere a las personas que han sido detenidas, que el Estado responda por los desaparecidos y que se investigue a los miembros de la fuerza pública que han causado la muerte de tantas personas. En esas condiciones podrían abrirse las vías para entrar en un escenario de negociación, tanto en lo nacional como en los municipios o departamentos. En esa dirección se avanza lentamente.

¿Y que se buscaría, cuál es el programa de futuro para Colombia?
Una renta básica, que se examinen los componentes relativos a los tratados de libre comercio, que se revisen los decretos generados en el marco de pandemia y antes relacionados con la precarización laboral y de las pensiones, con el cierre de hospitales y centros de salud, con la concentración de la tierra en pocas manos. Tenemos unos niveles impresionantes de inequidad, a nivel rural y urbano, ahí se enmarcan los procesos de negociación que pudieran producirse.

A todo ello hay que añadirle la pandemia, ¿cómo se presenta el futuro inmediato?
El covid era y es un problema, pero el verdadero problema es el modelo, que no le daba ninguna posibilidad al pueblo colombiano para enfrentar un virus de estas características. En ese modelo, el Estado colombiano no solo no apoyó a la población, sino que incrementó la implementación del modelo neoliberal. Esto presionó este estallido, que fortalece la polarización de lo que desde muchas orillas seguimos sosteniendo que es una lucha de clases. Efectivamente, porque el capitalismo está vivo, porque el capitalismo polariza, porque el capitalismo genera barbarie, porque el capitalismo es el modelo de muerte que en esta movilización estamos enfrentando. Y lo contrastamos con el modelo de vida que los movimientos populares vienen planteando y que amplios sectores de la población lo ven como una alternativa en este momento.

¿Cuánto hay de crisis y cuánto de esperanza en este momento?
Este estallido social nos expresa cómo este gobierno ha desvelado su esencia fascista, en vez de responder resolviendo los problemas estructurales ha respondido con guerra y represión. Definitivamente, queda sumido en una gran crisis de cara a lo que podrán ser las elecciones de 2022, porque este gobierno, que es expresión de la extrema derecha de esta sociedad, deslegitima cualquier posibilidad de continuidad de este proyecto, que está vivo y coleando pero en crisis. A la vez se abre la posibilidad de que una propuesta alternativa, socialdemócrata y liberal, como la que encarnan personajes como Petro, logre la magistratura para intentar por lo menos plantearle algún tipo de freno a un modelo de muerte que viene agotando al conjunto de la sociedad colombiana.

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