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Derecho al agua
Dejando atrás la privatización del agua
¿Cómo se convirtió Francia, pionera en la privatización del agua, en un semillero de remunicipalización? Ciudades como París y Grenoble no solo pusieron fin al dominio sobre el sector de las grandes empresas como Veolia y Suez, sino que fueron claves en la invención de una nueva generación de servicios públicos de agua, tanto en Francia como en el extranjero. Pero la lucha no ha terminado.
En 2019, la ciudad de París celebró el décimo aniversario de la municipalización de su servicio de agua: por entonces, la gestión y las operaciones que hasta ese momento estaban a cargo de empresas privadas pasó a una recién nacida empresa pública, Eau de Paris. La desprivatización del agua en París ha sido revolucionaria por muchos aspectos: primero, por el gran tamaño de la ciudad y su importancia simbólica. Segundo, porque la ciudad es sede de las dos empresas de agua más importantes del mundo, Veolia y Suez (que compartieron el contrato allí). Y por último y quizás más importante, por la forma en que se concibió y llevó a cabo el proceso de remunicipalización. Su intención no era deshacerse de las empresas privadas por descontento con ellas, sino promover el servicio público, sus valores y, en última instancia, su capacidad de ser más eficiente e innovador que las privadas, y de responder a los desafíos sociales y medioambientales que deben afrontar las empresas del agua.
Diez años después de la remunicipalización, es difícil encontrar a alguien que cuestione los logros de la nueva empresa municipal del agua Eau de Paris. En 2017, recibió el prestigioso Premio de Naciones Unidas al Servicio Público. Cuando el agua fue remunicipalizada, el precio del agua se redujo en un 8% gracias a que se ahorraron las transferencias financieras a empresas privadas y sus accionistas. En 2020, los precios siguen siendo más bajos que antes de la remunicipalización y son los más bajos de toda la región de París. También introdujo mecanismos innovadores de transparencia y procesos de gobierno democrático, como el Observatorio del Agua de París, una comisión de ciudadanos y representantes de la sociedad civil con un importante papel consultivo en el funcionamiento de la empresa.
Diez años después de la remunicipalización, es difícil encontrar a alguien que cuestione los logros de la nueva empresa municipal del agua Eau de Paris
Por otro lado, la empresa tiene entre sus principios el de facilitar el acceso al agua de los hogares más desfavorecidas y las personas sin hogar (incluidos migrantes y refugiados sin hogar en los últimos años). Ha aumentado la cantidad de fuentes de agua públicas en toda la ciudad y ha puesto en marcha campañas para ahorrar agua. Como otras ciudades de Francia y el extranjero, París también ha forjado alianzas con el sector agrícola para proteger sus cuencas hidrográficas. Con ello se da apoyo financiero y técnico a los agricultores para que evolucionen a métodos orgánicos, que a la larga reducirán la cantidad de pesticidas y nitratos en las aguas subterráneas y superficiales y, con ello, las inversiones necesarias para potabilizar el agua.
Eau de Paris sale bastante bien parada cuando se la compara con su archirrival SEDIF (Syndicat des eaux d'Ile-de-France), la empresa intercomunal de una gran parte de los suburbios de París, que también es el mayor contrato de Veolia en el mundo. Además de cobrar el agua mucho más cara que Eau de Paris, SEDIF es muy criticada por varias entidades, incluido el tribunal de cuentas regional, por su falta de transparencia. Otra diferencia importante entre Eau de Paris y las empresas privadas es su énfasis en la tecnología: estas últimas tienden a priorizar las soluciones tecnológicas para potabilizar el agua o para tratar las aguas residuales, porque es más lucrativo y porque les asegura contratos como proveedor de servicios (son propietarios de estas tecnologías). Estas soluciones también se pueden extender a los diferentes contratos que tienen. En cambio, Eau de Paris ha elegido centrarse en la prevención y limitar las inversiones, concentrándose solo en lo necesario.
Multinacionales
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Los lobbies del sector privado calificaron esta “campaña” de remunicipalización como motivada ideológicamente. Los artífices de la remunicipalización en Grenoble y París estaban convencidos de las virtudes y del potencial del servicio público, y desconfiaban del afán de lucro en el sector del agua. Pero su decisión de convertirse en defensores activos de la remunicipalización puso de manifiesto los muchos obstáculos a los que se enfrentaron (y a los que aún se enfrentan) cuando intentaron ir contra los intereses de poderosas empresas. Comprendieron que las ciudades debían unir fuerzas si querían que la alternativa de servicio público tuviera éxito a largo plazo.
Desde entonces, el paisaje internacional del agua ha estado dominado por una especie de guerra de bloques. Por un lado, las empresas (con dominio de Veolia y Suez) siguen buscando nuevas conquistas, a menudo con el apoyo de donantes e instituciones internacionales, pero con éxito desigual. Suelen encontrarse con una gran resistencia de una coalición variopinta formada por sindicatos, movimientos sociales, grupos de la sociedad civil y políticos. La lucha contra la privatización del agua en Grecia, impuesta por la infame “Troika” europea y sus medidas de austeridad en la década de 2010, es un buen ejemplo.
En Francia, la lucha contra la privatización del agua fue aún más radical. Además de Grenoble y París, decenas de ciudades francesas, tanto grandes (Rennes, Niza y Montpellier) como pequeñas remunicipalizaron sus servicios de agua entre 2005 y 2015. A día de hoy, ninguna de ellos ha optado por volver a privatizar sus servicios de agua, y no hay un solo ejemplo de ciudad que haya conservado la gestión pública de su agua por varios años y luego haya querido pasar a la gestión privada. Sin embargo, es cierto que algunas grandes ciudades francesas como Lyon, Marsella, Toulouse y Burdeos optaron por renovar con Suez y Veolia cuando expiraron sus contratos de agua, pese a las campañas ciudadanas en contra. Lo justificaron alegando los importantes recortes en el precio del agua que ofrecían las empresas privadas (más adelante hablaremos de ello). Ya sea por renovaciones de contratos o por los contratos vigentes en la región de París, como SEDIF, las empresas privadas todavía suministran agua a la mayoría de la población francesa (pero no a la mayoría de las ciudades francesas).
Derecho al agua
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La conexión francesa (del agua)
¿Qué ha hecho que Francia sea el motor de la remunicipalización del agua? La respuesta es fácil: es el país con más experiencia en privatización de este preciado recurso. Los funcionarios y ciudadanos franceses han tenido más experiencias negativas con la privatización del agua y ha habido más contratos de agua que remunicipalizar. Según numerosos estudios realizados por organizaciones de consumidores, el precio del agua era más alto en las ciudades privatizadas que en las ciudades con gestión pública. La oleada de remunicipalizaciones en Francia la propició una ley estatal aprobada en los años noventa. Tras varios escándalos relacionados con la financiación ilegal de partidos políticos por parte de empresas privadas, en 1993 se aprobó una ley de transparencia histórica, la loi Sapin, que introdujo cláusulas de transparencia en los contratos públicos y de privatización, y también limitó la duración de los mismos. Básicamente, la ley obligaba a los alcaldes y a otros políticos locales, que hasta entonces podían decidir sobre los contratos por su cuenta, a llevar a cabo una evaluación transparente antes de adjudicar o renovar los contratos de servicio público. De repente, la gestión privada del agua ya no era un fait accompli.
Se necesitan líderes que se hicieran cargo del asunto con el apoyo de la sociedad civil y la opinión pública, mientras recalcan la importancia simbólica tanto del agua como del servicio público para lograr sus fines. “Lo importante es construir alianzas”, asegura Jean-Claude Oliva, coordinador en la Coordination Eau Ile-de-France, grupo de la sociedad civil y uno de los principales defensores de la remunicipalización. En una ciudad como Aviñón, un fuerte movimiento ciudadano respaldaba la remunicipalización y el alcalde estaba dispuesto a lograrlo, pero no encontraron la manera de vencer a la oposición. En Grenoble, la sociedad civil tuvo un papel clave para acabar con la corrupción del sector del agua y presionó por la remunicipalización. En París, la llegada de una mayoría progresista al ayuntamiento en 2001 y la política ecologista Anne Le Strat a cargo de la cartera de agua de la ciudad tendrían un papel decisivo. En Niza, la remunicipalización se logró gracias a la resistencia de los alcaldes de los pueblos montañeses (que iban a ser absorbidos por la aglomeración mayor de Niza) dispuestos a todo por conservar sus sistemas de agua públicos. Este logro es especialmente meritorio teniendo en cuenta que Veolia llevaba gestionando el servicio de agua de Niza desde el siglo XIX y que el alcalde era muy conservador.
Derecho al agua
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No hace falta decir que las empresas de agua invierten grandes sumas en lobbies (grupos de presión) tanto a nivel nacional como de la UE para garantizar que el régimen jurídico siga favoreciendo sus intereses. Sin embargo, además de los lobbies, hay dos razones que explican por qué los responsables nacionales y de la UE favorecen a las empresas privadas de agua. La primera es la obsesión por la austeridad fiscal, lo que los lleva a eliminar el agua de los presupuestos públicos. La segunda es un afán por apoyar a los “campeones nacionales” (o europeos) tanto en sus propios mercados como en el extranjero.
Suez y Veolia también tienden a buscar contratos más modestos, como la construcción y manejo de plantas de agua que son menos lucrativas pero también menos arriesgadas, lo que podría considerarse como una forma de privatización encubierta e insidiosa. Ambas compañías también se han replanteado su estrategia y se han centrado en su capacidad para ofrecer a las entidades locales una gama de servicios en todos los sectores, jugando con las posibles sinergias en la gestión del agua, el saneamiento, los residuos, la calefacción o las instalaciones públicas, a menudo vendiendo las bondades del big data o la smart city. Ahora se venden como proveedores integrados de “soluciones de sostenibilidad” para las ciudades. Evidentemente, se centran en soluciones tecnológicas listas para usar y en la reparación, más que en políticas de prevención como el cero desperdicio. Un lavado de cara que huele peligrosamente a fachada.
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el agua es, gratis, siempre lo ha sido, ninduna ayuntamiento en el mundo cobra por el agua, ninguno, lo que se cobra es el gasto ocasionado por tenerlo almacenado, por acercartelo a tu domicilio, por clorarlo por asegurarte que es potable, y esta es la casua que ahya diferencia de precios , pero el agua es gratis, siempres ah sido gratis, siempre puedes coger un cubo de agua del rio, nadir te lo cobrara